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Authors: Edgar Rice Burroughs

Tags: #ciencia-ficción

El cerebro supremo de Marte (14 page)

BOOK: El cerebro supremo de Marte
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El Turgan le asegura que Barsoom es una superficie plana, y ellos cierran su mente ante toda prueba de lo contrario. Nunca salen de Fundal por miedo de llegar al borde del mundo, y no consienten el desarrollo de la navegación aérea, pues, si una de sus naves diera la vuelta a Barsoom, se cometería un horrible sacrilegio contra Tur, que hizo plano el mundo.

No toleran el uso de telescopios, porque Tur les enseñó que no hay más mundos que Barsoom y mirar a otro sería una herejía. Tampoco permiten que, en las, escuelas se enseñe historia alguna de Barsoom que retrotraiga la fecha de la creación del planeta por Tur, a pesar de que Barsoom tiene una historia auténtica que abarca mucho más de cien mil años. Del mismo modo, persiguen toda geografía de Barsoom que no sea la que reproduce el Turan y toda investigación científica en la rama biológica. El Turgan es su único libro de texto; todo lo que no se halle en el Turgan es falso y sacrílego.

Muchas más cosas por el estilo aprendí de diversas fuentes durante mi breve estancia en Fundal, cuyos naturales creo que son los más atrasados de todas las naciones rojas de Barsoom. Su fanatismo religioso les ha convertido en ignorantes, tozudos y torpes de comprensión, siendo tan exagerados en un extremo como los toonolianos en el otro.

Pero como yo no había venido a Fundal para estudiar su cultura, sino para llevarme a su reina, ésta fue la idea que me obsesionó en cuanto desperté al día siguiente. Después de almorzar, nos dirigimos a palacio para practicar un reconocimiento. Como Dar Tarus no se atrevía a acompañarnos por miedo de ser reconocido, ya que llevaba el cuerpo que en otro tiempo perteneció a un noble palatino, quedó concertado que Gor Hajus actuaría de interlocutor. Después de recibir sus últimas instrucciones, nos despedimos de Dar Tarus, y embocamos una avenida grande y hermosa que conducía a las puertas del palacio, pensando en el desarrollo de nuestro plan, que calculábamos conseguiría abrirnos paso y llevarnos a presencia del Jeddara.

Mientras caminábamos con aspecto despreocupado, tuve oportunidad de disfrutar del hermoso panorama que ofrecían las dos hileras de espléndidas mansiones. El sol alumbraba praderas de color escarlata y jardines con árboles variados; prestaban sombra a la avenida magníficos ejemplares de
sorapus.
Los dormitorios de las casas habían descendido a su nivel diurno, y centenares de balcones y ventanas exhibían suntuosas pieles y sedas que se aireaban al sol. En los jardines los esclavos se dedicaban a sus faenas matutinas, y en las terrazas almorzaban mujeres y niños. Entre los niños despertamos un entusiasmo considerable; mejor dicho, lo despertó Hovan Du, y hasta los adultos parecían interesados. Algunos nos hubieran detenido de muy buena gana para pedirnos una exhibición, pero nosotros continuamos decididos hacia el palacio, que era lo único que nos interesaba de Fundal.

Alrededor de las puertas del palacio se conglomeraba una multitud de holgazanes y curiosos, pues la naturaleza humana es la misma entre seres negros y blancos, rojos, amarillos y morenos, terrestres y marcianos. El gentío que se hacinaba ante las puertas de Xaxa estaba integrado en su mayor parte por visitantes de las islas de los grandes pantanos toonolianos, que obedecían a la reina de Fundal y, como todos los provincianos del universo, acechaban cualquier destello de la realeza por fugaz que fuera, sin que esto fuese óbice para que les interesaran también los ejercicios de un mono, para lo cual teníamos ya público esperándonos. Al acercarnos, el miedo natural hacia el bruto gigante les hizo retroceder, de modo que nos encontramos con un claro abierto hasta las mismas puertas del palacio, donde hicimos alto, mientras la plebe se cerraba a nuestro alrededor formando un semicírculo. Entonces Gor Hajus tomó la palabra y habló con voz fuerte para que, a través de las puertas, le oyeran los guerreros y palatinos, pues en realidad la arenga se dirigía a ellos, no al vulgo, que nada nos importaba.

—Hombres y mujeres de Fundal: contemplad a dos pobres
panthans
que, arriesgando la vida, han capturado y domesticado a uno de los más salvajes y feroces ejemplares de los grandes monos blancos de Barsoom que se han visto cautivos, trayéndole a Fundal a costa de los mayores sacrificios, para que os sirva de entretenimiento e instrucción. Amigos míos: este mono maravilloso está dotado de inteligencia humana; entiende todo lo que se le habla. Si prestáis atención, voy a tratar de demostraros la realidad de esta inteligencia en un animal feroz y antropófago, que ha servido de distracción a muchas testas coronadas de Barsoom, y ha desconcertado a los sabios más ilustres.

Verdaderamente Gor Hajus poseía excepcionales cualidades, que hacían de él un perfecto artista de barraca de feria, y no pude contener una sonrisa al oír aquí, en Marte, las frases que le había enseñado aprovechando mi experiencia terrestre de cuentos de hadas y parques de atracciones, y que tan burlescamente sonaban al salir de los labios del asesino de Toonol. Aquellas palabras impresionaron enormemente a los espectadores, porque cada cual alargó el cuello y guardó profundo silencio esperando ver las habilidades de Hovan Du y, lo que era más satisfactorio, varios soldados de la guardia de palacio, y un oficial entre ellos, aguzaron los oídos y nos miraron con vivo interés.

Gor Hajus ordenó a Hovan Du que se acostara y que se levantara. Luego le hizo sostenerse en equilibrio sobre una pata e indicar por medio de gruñidos el número de dedos que Gor Hajus le presentaba en su mano extendida, convenciendo al público de que sabía contar. Estas experiencias eran sólo una preparación para las siguientes, que esperábamos nos consiguieran una audiencia con la Jeddara. Gor Hajus pidió a un espectador que prestara sus armas a Hovan Du, y sostuvo con el mono un combate que arrancó a la multitud exclamaciones de espanto.

Los guerreros y el oficial de Xaxa eran ya los espectadores más interesados, y entonces Gor Hajus se dispuso a dar el golpe final, la asombrosa revelación de la inteligencia de Hovan Du.

—Lo que habéis presenciado hasta ahora es una futesa —gritó—, porque este animal sabe leer y escribir. Fue capturado en una ciudad muerta cerca de Ptarth y conoce el idioma de ese país. ¿Hay entre vosotros alguien que proceda de allá?

—Yo soy de Ptarth —dijo un esclavo.

—Bien. Escribe lo que quieras y dáselo al mono. Yo me volveré de espaldas para que veas que no tengo intervención.

El esclavo sacó una tableta y escribió algunas palabras, dándosela luego a Hovan Du. El mono leyó el mensaje, y, sin vacilar, se dirigió a la puerta grande y entregó la tableta al oficial que estaba al otro lado. La puerta estaba formada por barrotes de hierro retorcido, entre dos de los cuales podía pasar un objeto pequeño. El oficial tomó el escrito y lo examinó.

—¿Qué quiere decir? —preguntó al esclavo de Ptarth.

—Quiere decir.
Entrega este mensaje al oficial que hay al otro lado de la puerta.

De todas partes salieron exclamaciones de sorpresa, y Hovan Du se vió obligado a repetir el experimento varias veces, con diversos escritos que le ordenaban realizar otras habilidades que el oficial seguía con ojos ávidos.

—Es maravilloso —dijo al fin—. La Jeddara se divertirá mucho con este animal tan inteligente. Esperad aquí hasta que yo os diga si se digna ordenaros que paséis a su presencia.

Como no deseábamos otra cosa, esperamos muy complacidos que volviera el mensajero, mientras Hovan Du continuaba confundiendo a los espectadores con nuevas demostraciones de su gran inteligencia.

CAPÍTULO XI

Xaxa

El oficial volvió, las puertas se abrieron, y recibimos orden de pasar al patio del palacio de Xaxa, Jeddara de Fundal. Después los acontecimientos se precipitaron; acontecimientos sorprendentes y totalmente inesperados. Nos condujeron por un laberinto de corredores y cámaras, hasta que empecé a sospechar que querían desorientarnos; pero, fuera verdad o no, lo cierto es que no hubiera podido desandar lo andado para volver al patio, del mismo modo que no hubiera podido volar sin alas. Habíamos concertado que, caso de entrar en el palacio, anotaríamos cuidadosamente todos los detalles que nos permitieran una huida rápida; pero cuando pregunté a Gor Hajus, en voz baja, si podría salir, me contestó que estaba tan confundido como yo.

El palacio nada tenía de particular, ya que la arquitectura fundaliana es maciza y abrumadora, sin muestra alguna de genio. Las escenas que ornamentaban los muros eran principalmente de carácter religioso, pasajes ilustrados del Turgan, la Biblia fundaliana, y la mayoría eran variaciones sobre el mismo tema, que representaba a Tur creando un planeta en forma de disco y arrojándolo al espacio, lo que me daba la impresión de un cocinero volteando una tortilla en una sartén. También había numerosas pinturas de lo que parecían ser escenas palatinas, en las que aparecían miembros de la dinastía fundaliana y, en las más recientes, estaba representada Xaxa con el hermoso cuerpo de Valla Dia vestida con las galas de jeddara. El efecto que estas pinturas me causaron es indescriptible: ellas me recordaron que me acercaba a la persona que detentaba el cuerpo de la mujer que yo adoraba y a la que había consagrado mi vida.

Nos detuvimos, por último, ante una gran puerta, a cuyo alrededor se aglomeraba gran número de guerreros y nobles, lo que me indicó que pronto estaríamos en presencia de la Jeddara. Mientras esperábamos, los congregados nos miraron con ojos más hostiles que curiosos y, cuando se abrió la puerta, nos acompañaron a la cámara, dejando sólo en el umbral unos cuantos guerreros. La habitación era de regular tamaño, y detrás de una mesa maciza estaba sentada Xaxa, rodeada de nobles armados hasta los dientes. Al mirarlos me pregunté cuál de ellos sería el que usurpaba el cuerpo de Dar Tarus, pues no olvidaba mi promesa de devolvérselo si las circunstancias eran favorables.

Xaxa nos contempló con ojos fríos cuando nos detuvimos ante ella.

—Veamos las habilidades de ese mono —dijo.

Y, de pronto, gritó coléricamente:

—¿Cómo permitís que unos extraños comparezcan con armas ante mí? ¡Quítaselas, Sag Ort!

¡Sag Or! Este era el nombre que nos había dicho Dar Tarus. Ante mí estaba el noble por cuya causa mi amigo había perdido su libertad, su cuerpo y su amor. Gor Hajus y Hovan Du también recordaron el nombre, como lo demostró el modo con que miraron al individuo mientras se acercaba. Con voz áspera nos ordenó que entregáramos las armas a dos guerreros que avanzaron para recibirlas. Gor Hajus titubeó, y confieso que yo mismo no sabía que hacer. Todos los presentes parecían enemigos, pero su actitud hostil podía ser su modo habitual de recibir a los extranjeros. Si me negaba a desarmar y recurrían a la fuerza, seríamos tres contra infinidad de ellos; si nos arrojaban del palacio, perderíamos aquella magnífica oportunidad, y para volver ante Xaxa tendríamos que emplear la violencia. ¿Volveríamos a tener una ocasión semejante? Me pareció que lo mejor era correr el riesgo menor, y por eso saqué mis armas y se las entregué a uno de los guerreros; Gor Hajus siguió mi ejemplo, aunque imagino que de malísima gana.

Xaxa repitió sus primeras palabras, pero aunque Hovan Du, dirigido por Gor Hajus, exhibió todo su repertorio, no prestó atención, y ninguna de las habilidades del mono despertó interés entre el grupo reunido alrededor de la Jeddara. A medida que avanzaba el espectáculo empecé a pensar que la cosa se iba poniendo fea. Me pareció que querían entretenernos para ganar tiempo. No pude comprender, por ejemplo, por qué Xaxa pidió que el mono repitiera varias veces un acto que no tenía importancia. Durante todo el tiempo la Jeddara estuvo jugueteando con un puñal largo y afilado, y acechándome a mí con más interés que a Hovan Du, mientras yo no podía apartar la vista de aquel rostro hermosísimo que ocultaba el cerebro de una tirana cruel y criminal.

Por fin llegó la interrupción del espectáculo. La puerta se abrió, dando paso a un noble que avanzó directamente hacia la Jeddara y le dijo algo en voz baja. Ella le hizo varias preguntas, y pareció que la molestaban las respuestas. Luego le despidió con un gesto y se volvió hacia nosotros.

—¡Basta! —gritó.

Me miró con fijeza mortificante y, apuntándome con el puñal, me preguntó:

—¿Dónde está el otro?

—¿Qué otro?

—Ibais tres con el mono. De este último nada sé, como ignoro dónde le habéis adquirido. Pero sé todo lo que se relaciona contigo, Vad Varo; contigo, Gor Hajus, asesino de Toonol, y con Dar Tarus. ¿Dónde está Dar Tarus?

Su voz tenía un acento musical dulcísimo, era la voz de Valla Dia. Pero tras ella se ocultaba la terrible personalidad de Xaxa, y comprendí que sería muy peligroso mentirla, porque debía haber recibido de Ras Thavas una información completa. ¡Cómo me reproché mi estupidez al no prever que Ras Thavas adivinaría el objeto de mi viaje y se apresuraría a avisar a Xaxa! Como sería peor que inútil negar nuestra identidad, decidí explicar nuestra presencia allí, si podía.

—¿Dónde está Dar Tarus? —repitió la voz dulcísima.

—¿Y cómo puedo yo saberlo? Dar Tarus tenía poderosas razones para suponer que no estaría seguro en Fundal, y creo que procurará que nadie sepa su paradero, ni aún yo mismo. Me ayudó a escapar de la Isla de Thavas a condición de devolverle su libertad. Yo no pensé en que me acompañara a mis aventuras.

Xaxa se quedó desarmada momentáneamente. Sin duda había supuesto que yo negaría mi identidad.

—Entonces, ¿confiesas que eres Vad Varo, el ayudante de Ras Thavas? — Nunca se me ocurrió negarlo.

—¿Y por qué te has disfrazado de marciano rojo?

—¿Cómo podría, si no, viajar por Barsoom, donde todos los hombres son enemigos del extranjero?

—¿Y por qué viajas por Barsoom?

Con los ojos medio cerrados acechó mi respuesta.

—Como Ras Thavas te habrá dicho, procedo del otro mundo. ¿Qué tiene de extraño que quiera conocer éste?

—¿Y viniste a Fundal para llegar a mi presencia acompañado del célebre asesino de Toonol?

—Gor Hajus no volverá a Toonol. Busca el modo de ofrecer su espada a una corte distinta de la de Vobis Kan. Si Fundal no acepta sus servicios, continuará su camino. Quise que me acompañara sirviéndome de guía y mentor. Yo, solo y extranjero, lo hubiera pasado muy mal.

—Peor lo vas a pasar. Has visto todo lo que debías ver de Barsoom; has llegado al fin de tus aventuras. Creíste que podías engañarme, ¿eh? ¿No sabes, insensato, que conozco todas tus relaciones con Valla Dia y estoy perfectamente enterada del objeto de tu visita a Fundal?

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