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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

El fin de la eternidad (20 page)

BOOK: El fin de la eternidad
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—Pero vámonos de aquí, muchacho. El fisio-tiempo pasa incluso para nosotros y hoy no somos completamente dueños ni de nosotros mismos. ¿Quiere acompañarme a mi despacho?

Salió de allí el primero y Harlan lo siguió, sin fijarse en las puertas y correderas por donde pasaban.

Harlan trataba de relacionar aquella nueva noticia con su propio problema y su plan de acción. Pasado el primer momento de desorientación, su decisión se hizo más firme que antes. Después de todo, aquello no cambiaba nada, excepto para reforzar su posición en la Eternidad, facilitando la satisfacción de sus exigencias y asegurando el regreso de Noys a sus brazos.

¡Noys!

¡Por el Gran Cronos! ¡No debían hacerle ningún daño! Ella parecía ahora la única parte real de su existencia. Al lado de ella, toda la Eternidad no era sino una débil fantasía por la que no valía la pena vivir.

Cuando llegaron al despacho del Programador Twissell, no pudo recordar por qué caminos habían pasado y cómo había llegado allí. Aunque miró a su alrededor y se esforzó en hallar real el despacho, aún seguía pareciéndole otra parte de un sueño ya pretérito.

El despacho de Twissell era una larga y limpia sala, aséptica como la porcelana. Una pared del despacho estaba cubierta desde el suelo hasta el techo y de pared a pared con las micro-unidades calculadoras que, juntas, formaban la Computaplex más completa que existía en la Eternidad en manos de un particular, y en realidad una de las mayores en servicio. La pared opuesta estaba ocupada por estanterías llenas de microfilms. Entre las dos, lo que quedaba de la sala era poco más que un corredor con espacio para dos sillas, un escritorio, aparatos de registro y proyección y un objeto extraño que Harlan nunca había visto, y cuyo uso no comprendió hasta que Twissell dejó caer los restos de un cigarrillo en su interior.

El cigarrillo se apagó silenciosamente y Twissell, con su acostumbrada habilidad de prestidigitador, hizo aparecer otro en sus manos.

Harlan pensó: «Ahora, a resolver mi problema».

Empezó a hablar un poco demasiado alto, un poco demasiado atrevido:

—Lo de la muchacha en el Cuatrocientos ochenta y dos...

Twissell arrugó la frente e hizo un gesto rápido con una mano como si quisiera apartar un objeto desagradable de su vida.

—Ya lo sé, ya lo sé. No será molestada, ni tampoco usted. Todo saldrá bien. Yo me encargaré de ello.

—¿Quiere decir que...?

—Ya le he dicho que conozco este asunto. Si ello le ha tenido preocupado, quede tranquilo.

Harlan se quedó mirando al anciano, estupefacto. ¿Eso era todo? Aunque estaba convencido de poseer un poder enorme, no había esperado una demostración tan evidente.

Pero Twissell estaba hablando de nuevo.

—Permítame que le cuente una historia —empezó, casi en el tono que podía emplearse para dirigirse a un Aprendiz novato—. No creí que esto fuese necesario, y quizá no lo sea, pero su penetración e investigaciones le han hecho acreedor a ello.

Contempló a Harlan, dubitativo, y dijo:

—Ya sabe que aún no puedo acabar de creer que haya llegado a saber todo esto por sus propios medios. —Y luego continuó—: El hombre a quien la mayor parte de la Eternidad conoce como Vikkor Mallansohn, dejó una autobiografía antes de morir. En realidad no se trata de un diario, ni es una biografía. Consiste en una guía, legada a los Eternos, que él sabía que algún día tenían que existir. Estaba encerrada en un campo estático Temporal que solo podía ser abierto por los Programadores de la Eternidad, y que por ello permaneció intacto hasta tres siglos después de su muerte, hasta que se inició la Eternidad y el Jefe Programador Henry Wadsman, el primero de los grandes Eternos, lo abrió. El documento ha pasado a los sucesivos Jefes Programadores en el mayor de los secretos, a lo largo de una línea que termina en mí. Le llamamos la Memoria de Mallansohn. La Memoria nos cuenta la historia de un hombre llamado Brinsley Sheridan Cooper, nacido en el Setenta y ocho, que ingresó en la Eternidad a los veintitrés años, habiendo estado casado por algo más de un año, pero que aún no había tenido ningún hijo. Una vez ingresado en la Eternidad, Cooper fue instruido en matemáticas por un Programador llamado Laban Twissell, y en Sociología Primitiva por un Ejecutor llamado Andrew Harlan. Después de una enseñanza completa en ambas materias y otros temas, tales como ingeniería Temporal, fue enviado al Siglo Veinticuatro para enseñar ciertas técnicas necesarias a un científico Primitivo llamado Vikkor Mallansohn. Llegado al Veinticuatro pasó primero por un lento proceso de adaptación a aquella sociedad. En aquella tarea le fue útil la enseñanza recibida del Ejecutor Harlan, así como los minuciosos consejos del Programador Twissell, quien había previsto con increíble acierto los problemas con los que iba a enfrentarse. Después de dos años, Cooper encontró a Vikkor Mallansohn, un excéntrico científico recluido en una casa de campo de California, sin amigos ni parientes, pero dotado de una inteligencia atrevida y libre de prejuicios. Cooper se hizo amigo de él poco a poco, le acostumbró con grandes precauciones a la idea de haber encontrado a un viajero del futuro, y empezó a enseñarle las matemáticas que debía conocer. Con el paso del tiempo, Cooper adoptó las costumbres del otro, aprendió a hacer experimentos con la ayuda de un anticuado generador eléctrico movido por un motor Diesel y con instrumentos eléctricos que le independizaban de las redes de electricidad. Pero los progresos eran muy lentos y Cooper comprendió que él no era el maravilloso maestro que había creído ser, Mallansohn se volvió cada día más excéntrico y se mostraba menos dispuesto a cooperar, hasta que un día murió en un accidente ocurrido al caer por un barranco de la salvaje y montañosa región donde vivían. Cooper, después de semanas de desesperación, enfrentado con la ruina del trabajo de toda su vida y, al parecer, con la ruina de la Eternidad, decidió hacer uso de un recurso supremo. No dio parte a las autoridades de la muerte de Mallansohn. En vez de hacerlo, se dedicó a propagar la construcción de un Campo Temporal con los elementos primitivos de que disponía. Los detalles ya no importan. Después de infinitos trabajos e ingeniosas improvisaciones, Cooper alcanzó su propósito y presentó el generador al Instituto Tecnológico de California, exactamente como debía hacer el gran Mallansohn, según lo previsto. Ya conoce la historia por sus propios estudios. Ya sabe la desconfianza y la burla con que fue recibido, el tiempo que lo tuvieron en observación en un sanatorio para enfermos mentales, su huida de allí mientras el generador estaba a punto de ser destruido, la ayuda que le prestó aquel camarero de bar cuyo nombre nunca llegó a saberse, pero que ahora es uno de los grandes héroes de la Eternidad. Y también la demostración final que hizo ante el profesor Zimbalist, cuando consiguió que un ratoncillo blanco viajase adelante y atrás en el Tiempo. No quiero aburrirle repitiendo todas estas cosas. Cooper usó el nombre de Mallansohn durante todo este período, porque le daba una personalidad definida y le convertía en un miembro auténtico de la sociedad del Siglo Veinticuatro. El cuerpo del verdadero Mallansohn nunca fue hallado. Durante el resto de su vida se dedicó a cuidar de su generador y ayudó a los científicos del Instituto en la tarea de construir otro generador más potente. No se atrevió a hacer más. No podía enseñarles las ecuaciones de Lefebvre sin darles a conocer tres Siglos de procesos matemáticos que aún estaban por venir. Tampoco podía insinuar su verdadero origen. No se atrevió a hacer más de lo que había hecho el verdadero Vikkor Mallansohn, en la Historia que él conocía. Los hombres que trabajaron con él tuvieron una decepción al encontrarse con un sabio capaz de inventar algo tan importante y que, sin embargo, no podía explicar cómo funcionaba su aparato. Y Cooper también se sintió frustrado porque preveía, sin que le fuera posible acelerarlos, los trabajos e investigaciones que conducirían, paso a paso, hasta los experimentos clásicos de Jan Verdeer, que servirían de base al gran Antoine Lefebvre para plantear las ecuaciones fundamentales de la Realidad. Y cómo después de aquello se establecería la Eternidad. Sólo hacia el final de su larga vida, en una ocasión en que se encontraba contemplando una puesta de Sol en el Pacífico (la escena está descrita extensamente en su Memoria), Cooper llegó a comprender, al fin, que él era Vikkor Mallansohn, un sustituto. El nombre podía no ser el suyo, pero el hombre descrito en la Historia como Mallansohn era, en realidad, Brinsley Sheridan Cooper. Excitado por aquella idea y por todo lo que implicaba, deseoso de acelerar y asegurar la Eternidad, escribió su Memoria y la colocó en un Campo estático Temporal, en el salón de su casa. De este modo se cerraba el círculo. La intención de Cooper-Mallansohn al escribir su Memoria naturalmente no fue tenida en cuenta. Cooper debe vivir su vida exactamente como estaba previsto. La Realidad Primitiva no permite ningún cambio. En este momento del fisio-tiempo, el Cooper a quien conocemos no sabe nada de lo que le espera. Cree que solo ha de enseñar a Mallansohn y luego regresar a la Eternidad. Continuará creyéndolo hasta que los años le enseñen lo contrario y un día se siente a escribir su Memoria. El propósito del círculo en el tiempo es el de establecer el conocimiento del viaje temporal y de la naturaleza de la Realidad, a fin de construir la Eternidad antes de su tiempo natural. Por sí misma, la Humanidad no habría aprendido la verdad sobre el tiempo antes de que los avances tecnológicos en otras direcciones hicieran inevitable el suicidio de la raza.

Harlan escuchó atentamente, absorto ante la visión de un poderoso círculo en el Tiempo, cerrado sobre sí mismo y que atravesaba a la Eternidad en parte de su curso. Casi llegó a olvidarse de Noys en aquel momento.

—Entonces, durante todo este tiempo, ¿usted sabía lo que debía hacer, todo lo que yo haría y todo lo que he hecho? —preguntó.

Twissell, que parecía perdido en sus pensamientos, después de relatar la historia, volvió lentamente a la realidad. Sus cansados ojos se clavaron en Harlan y contestó con un tono de reproche:

—Desde luego que no. Quedan varias décadas de fisio-tiempo entre la estancia de Cooper en la Eternidad y el momento en que escribió su Memoria. Sólo podía relatar lo que él mismo había visto y lo que aún recordase. Compréndalo.

Twissell suspiró y aventó con la mano una nube de azulado humo que se disolvió en pequeños torbellinos.

—Todo se fue desarrollando perfectamente. Primero me encontraron a mí y me llevaron a la Eternidad. Al cumplirse el fisio-tiempo prescrito me convertí en Jefe Programador, me entregaron la memoria y me encargaron de la ejecución de este asunto. La memoria decía que yo estaba al frente del proyecto, de modo que tuve que ser yo mismo. De nuevo, al llegar el fisio-tiempo requerido, usted apareció en el cambio de una Realidad, cuando ya habíamos observado a sus anteriores homólogos cuidadosamente, y luego surgió Cooper. Pude completar los detalles usando mi sentido común y nuestros servicios de cálculo. Por ejemplo, tuvimos que preparar cuidadosamente al Instructor Yarrow para su papel sin descubrir ni la más pequeña parte de la verdad. Él, a su vez, debía estimular con precaución el interés de usted en los Tiempos Primitivos. Fue preciso un control muy estricto para que Cooper no aprendiera nada que no hubiese aprendido antes por referencia a su Memoria —Twissell sonrió amargamente—. Sennor se divierte con estas cosas. Lo llama la reversión de la causa y el efecto. Conociendo el efecto, se puede producir la causa. Afortunadamente, yo no tengo tiempo para sutilezas de esta clase. Me complació, muchacho, el ver que se había convertido en un excelente Observador y Ejecutor. La Memoria no lo mencionaba, pues Cooper no tuvo oportunidad de observar el trabajo de usted, o de calificar su mérito. Aquello me convenía. Yo podía usarle en un trabajo corriente sin llamar la atención hacia su misión primordial. Incluso su reciente trabajo con el coordinador Finge se ajusta a las líneas generales de la Memoria. Cooper menciona allí un período en el que usted estuvo ausente, durante el cual sus estudios matemáticos progresaron tanto que él deseaba que usted regresara para poder contárselo. Una vez, sin embargo, usted me espantó.

Harlan contestó en seguida:

—¿Se refiere a la vez que me llevé a Cooper en la cabina?

—¿Cómo lo ha adivinado? —preguntó Twissell.

—Fue la única vez que estuvo realmente irritado conmigo. Ahora supongo que aquello iría contra algo de lo que dice la Memoria de Mallansohn.

—En realidad, no. Era que la Memoria no habla de las cabinas. Me pareció que la omisión de un aspecto tan importante de la Eternidad solo podía significar que Cooper casi no había tenido ninguna experiencia con las cabinas. Por eso me propuse mantenerle apartado de los Tubos tanto como fuese posible. Cuando me enteré de que usted se lo había llevado hacia el hipertiempo, me irritó en gran manera, pero después de aquello no sucedió nada anormal. Las cosas continuaron igual que antes, de modo que aquello no tuvo importancia.

El anciano Programador se frotó las manos lentamente, mientras contemplaba al joven Ejecutor con una mirada llena de sorpresa y curiosidad.

—Y mientras tanto usted ha adivinado la verdad. Esto me asombra. Habría jurado que ni siquiera un Programador de gran experiencia sería capaz de hacer las deducciones acertadas, si no tenía más información que la que tuvo usted. Pero que lo haya logrado un Ejecutor parece sobrenatural.

Twissell se inclinó hacia delante, y golpeó ligeramente la rodilla de Harlan.

—La Memoria de Mallansohn no dice nada de usted, después de la marcha de Cooper, naturalmente.

—Lo comprendo, señor —dijo Harlan.

—Por lo tanto, estamos en situación de hacer lo que queramos con su propio porvenir. Ha demostrado poseer un talento que no debemos despreciar. Creo que reúne condiciones para ser algo más que un simple Ejecutor. En este momento no le prometo nada, pero hágase cargo de que la categoría de Programador está dentro de sus posibilidades.

A Harlan le era fácil mantener el rostro sin expresión. Tenía muchos años de práctica.

Pensó: «Un soborno».

Pero nada debía quedar al azar. Sus deducciones, quiméricas y sin fundamento al principio, concebidas por casualidad durante una noche de insomnio, se habían convertido en razonables como resultado de sus investigaciones en la biblioteca. Después de lo que le había dicho Twissell, eran certidumbre. Sin embargo, se había equivocado en un detalle. Cooper era el mismo Mallansohn.

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