Read El hombre que vino del año 5000 Online
Authors: Keith Luger
Tags: #Ciencia ficción, Bolsilibros, Pulp
—¡Lo dirás!
Marvin le soltó un salivazo a la cara.
Atlanta soltó un rugido mientras retrocedía limpiándose con el dorso de la mano.
—¡Otra vuelta a la rueda!
Dos mujeres que estaban encargadas de aquella misión, dos morenas de espléndida hermosura, accionaron la maquinaria del potro. Las extremidades de Marvin se atirantaron más y la víctima se desmayó.
—¡No siga! —dijo Riley—. ¡Está sin conocimiento!
—Se cree muy listo, ¿eh? —dijo Atlanta—. Ha llegado su turno. Dadme un látigo. Yo seré quien lo azote. Una de las guardianes le dio el látigo.
Atlanta lo hizo restallar.
—¿Qué hizo usted con Venus, Riley?
—Nada.
—Debió de hacer algo con ella para que impidiese que mis subordinadas lo fulminasen con sus armas. Riley guardó silencio.
Atlanta lanzó la cola del látigo que restalló en las espaldas varoniles.
Mark sintió un agudo dolor.
—Quiero saber lo que pasó entre usted y Venus, señor Riley.
—Nos besamos.
—¿Qué?
—Nos besamos.
—Dirá que usted la besó a la fuerza.
—A ella también le gustó.
—¡Es falso...! ¡Está mintiendo!
—Pregúnteselo a ella.
Atlanta le descargó otro latigazo mucho más fuerte que antes.
—¡Ninguna de nosotras ha besado a un hombre, Riley!
—Eso es porque no han tenido oportunidad.
—¡Le voy a arrancar la piel!
—Puede hacerse varias petacas con ella. Tengo mucha.
—Yo le dejaré muy poca —dijo Atlanta y volvió a lanzar el látigo contra las espaldas de Riley.
En aquel momento se encendió una pantalla y en ella apareció Venus.
—¡Atlanta!
La aludida, que se disponía a seguir golpeando a Mark con el látigo, interrumpió el castigo.
—Mande, señora presidente.
—¿Qué dijo el prisionero Marvin?
—Nada. Se desmayó en el potro.
Mark volvió la cabeza y sus ojos se encontraron con los de Venus en la pantalla. Ella dijo:
—Ya veo que el hombre del siglo XX ha recibido su castigo.
—Sólo fue el comienzo —dijo Atlanta—. Voy a seguir azotándole.
—Suspende el castigo.
—Con el debido respeto, quiero continuarlo.
—¡He dicho que lo suspendas hasta nueva orden!
—Sí, señora presidente.
Atlanta arrojó el látigo contra la pared.
—Vamos —ordenó a las guardianes.
Las tres salieron de la mazmorra cerrando la puerta. En la pantalla continuaba Venus.
Mark le sonrió.
—Gracias por intervenir en mi favor, Venus. Atlanta me odia mucho y me habría dejado convertido en un despojo.
—Me está obligando a tomar una determinación con respecto a ustedes.
—¿Qué clase de determinación?
—La definitiva.
—¿Se refiere a la muerte?
—Sí, señor Riley. Puedo acabar con usted de una vez por todas, pero le concederé una oportunidad.
—Es muy amable.
—Hable con Marvin. Convénzale para que nos diga dónde está situada su colonia.
Mark movió la cabeza en sentido negativo.
—No, Venus. No espere que traicione a Marvin.
—¡Tendrá que hacerlo si quiere volver a su época! —Mark parpadeó.
—Si consigo que Marvin les diga dónde está su colonia, ¿me devolverán a 1971?
—Sí.
—No está mal el premio de mi traición.
—Imagino que usted amará a alguien en la tierra.
Mark recordó a Paula Jones. Se iba a casar con ella hasta que supo que sufría del cáncer. Pero luego aquella imagen fue borrada y en su mente apareció otra, la de Susie Garland. No tuvo tiempo para preguntarse por qué. Venus habló de nuevo a través de la pantalla:
—Señor Riley, usted habrá sido el único ser humano que ha traspasado tres mil años de su época, y que volverá a vivir con los suyos. ¿No se da cuenta de la clase de experiencia que puede brindar a sus compatriotas?
—No traicionaré a Marvin.
—Le daré algún tiempo para pensarlo. Hasta esta noche.
—No hace falta que me dé ningún tiempo. Puede acabar conmigo ahora mismo.
—Sin embargo, le daré el plazo.
La imagen de Venus desapareció en la pantalla. Mark miró a Marvin, que estaba volviendo en sí.
—Howard.
—¿Qué, Riley? ¿Se fueron?
—Nos dejaron solos por un rato.
—Esas malditas saben cómo hacer daño.
—Están dispuestas a acabar con nosotros.
—¿Tuviste alguna duda de eso? —rió Marvin.
—Venus me acaba de dar una oportunidad. Yo debo sonsacarte la localización de tu colonia y ella me devolverá al año 1971.
—¿Y qué le has dicho tú?
—Si estuviese suelto, te rompería la boca por dudarlo.
Marvin rió otra vez.
—Sólo me faltaba eso. Que me rompiese la boca. Tengo ya rota hasta el alma. Tenía la esperanza de que nos enviasen al valle de las Cavernas. Allí podríamos haber hecho algo. Pero, tal como están las cosas, no creo que salgamos vivos de esta mazmorra. ¿Qué plazo te dio?
—Hasta la noche.
—Si pudiésemos librarnos de esto...
Mark miró la argolla a la que estaba sujeto. Dio un tirón fuerte, pero no consiguió nada. Luego apoyó uno de los pies en la pared y siguió tirando. Las venas de su cuello parecieron ir a estallar, y al fin se dio por vencido.
—Tengo que darte una mala noticia, Howard —dijo—. Tienes razón. Estamos los dos listos. No tenemos escape.
En el laboratorio del doctor Hollman, en Glen Cove, estado del Maine, continuaba corriendo el año 1971. Susie Garland preguntó:
—Tío Douglas, ¿no puedes establecer contacto con Mark Riley?
—Lo he intentado muchas veces, pero no he recibido ninguna señal.
—¿Qué puede estar pasando?
—Desgraciadamente, no nos es posible saberlo.
—Desde que él se marchó, me estoy preguntando qué clase de mundo se ha encontrado.
—No tienes por qué preocuparte. Tienen que haberle curado del cáncer.
—¿Y si han visto un enemigo en él?
—¿Por qué habían de ver un enemigo en Mark? No llevaba ningún arma. En el año 5000 lo habrán visto como un ser completamente indefenso.
—Son suposiciones tuyas.
—Pero lógicas.
Susie hizo una pausa.
—Tío, quiero ir allí.
—¿Qué es lo que has dicho?
—Que quiero ir al año 5000 con Riley.
—No estás en tu sano juicio, Susie. No haré tal cosa contigo.
—¡Tienes que hacerlo, tío Douglas!
—¿Por qué habría de hacerlo?
—Somos científicos, y hemos utilizado a Mark como él dijo. Como un conejillo de Indias.
—¡Estaba enfermo de cáncer! ¡No había ninguna salvación para él! ¡Le quedaban horas de vida!
—Le quedaban horas de vida, pero quizá ya esté muerto allí. Hemos hecho una docena de intentos por traerlo del año 5000 y hemos fracasado.
—Haremos uno más.
—No servirá.
—Lo intentaremos.
—Está bien, tío. Pero si fracasamos, me enviarás con Mark.
—¡No quiero oír hablar de eso! —se pusieron a trabajar.
Poco después, los dos tenían puestos los ojos en aquel tubo donde descansaba la camilla vacía.
—¿Potencia? —inquirió Douglas.
—2.600.
—Ondas magnéticas.
—Seis.
Douglas movió las llaves de la computadora. Susie anunció:
—Las ondas magnéticas aumentan a diez.
—Año.
—3500. Pero sigue subiendo. Ya está señalando el año 4000... Corrección de dos grados.
—Corrección hecha. ¿Año?
—4500. Nos acercamos al año 5000. ¡Disminuye ondas!
—¡No puedo!
—Nos hemos pasado, tío Douglas. Estamos en el año 6000. Baja ondas magnéticas.
—Lo estoy intentando.
—Empieza a funcionar. Año 5500... Transcurrió un minuto.
—Año 5000 —anunció Susie—. ¡Lo logramos! ¡Aumenta toda la presión!
—Eso estoy haciendo.
—¡Más presión, tío! ¡Más presión!
El zumbido que producía el tubo era ensordecedor. Ambos científicos estaban provistos de los auriculares para soportar aquel terrible estruendo.
La camilla empezó a vibrar, pero seguía estando vacía.
Douglas desconectó las llaves. Susie dejó colgar los brazos.
—Experimento fracasado.
—Lo siento, Susie.
Douglas se acercó a su sobrina y le puso el brazo por los hombros.
Tranquilízate. Haremos otro intento dentro de un par de horas, cuando las calderas de presión se hayan enfriado. Será mejor que demos un paseo.
—No, gracias.
—Como tú quieras. Iré un rato a pescar.
—Sí, tío.
Douglas salió del laboratorio.
Al quedar a solas, Susie se movió muy aprisa disponiendo todos los instrumentos para la operación de envío a través del tiempo.
Tenía que valerse del piloto automático, ya que no contaría con la colaboración de su tío Douglas.
Tuvo que hacer ciertas conexiones que le obligaron a trabajar durante dos horas, pero al fin lo tuvo todo dispuesto.
Trajo el piloto automático hasta la camilla y se tendió en ella. Finalmente, puso en funcionamiento el piloto automático. Era difícil que el experimento resultase, pero tenía que intentarlo, ya que su tío Douglas se había negado a enviarla con Mark Riley.
Se estremeció al pensar que el impulsor cerebral electrónico la pudiese enviar al año 3000 o al 8000, fuera de la órbita de tiempo en que Riley se encontraba. Ese fallo podría sobrevenir, pero correría todos los riesgos.
El piloto automático trasmitió las órdenes al impulsor electrónico y el mecanismo se puso en marcha. Entonces Susie se puso en la cabeza el casquete con los electrodos y empezó a sentir en su cuerpo las vibraciones.
Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que su experimento tuviese un feliz éxito.
Leyó en el piloto automático que la presión iba subiendo, igual que las ondas magnéticas.
La flecha de la esfera cronológica le señaló el tiempo. Había pasado del año 1971 al año 2000.
El piloto automático debía llevar la flecha cronológica al año 5000, pero no sabía si con ello conseguiría dar el gran salto en el tiempo.
Cerró los ojos porque las vibraciones eran terribles. Al cabo de un rato, cuando los volvió a abrir, observó que la saeta de la esfera cronológica señalaba el año 4000. ¡Mil años más y estaría en el tiempo marcado en el experimento!
De pronto vio que una bombilla, junto a la puerta se encendía. Significaba que su tío estaba de regreso. Si Douglas entraba en el laboratorio, interrumpiría el ensayo. Le bastaría con bajar una palanca para hacer una desconexión total del impulsor electrónico.
La flecha cronológica estaba llegando al año 5000. En aquel momento Douglas entró en el laboratorio y quedó desconcertado al ver lo que estaba pasando.
—¡Susie, no!
Susie no le podía contestar porque había perdido el habla. Estaba entrando en un gran sopor.
Douglas Hollman corrió hacia el cuadro de mandos para hacer la desconexión.
—¡No lo permitiré, Susie...! ¡No lo permitiré!
Se detuvo observando lo que estaba pasando en la camilla. Susie se estaba disolviendo, lo mismo que se había disuelto Mark Riley.
—¡Oh, no, Susie...! ¡Por favor, no!
Movió la mano hacia la palanca de desconexión, pero comprendió que, si ahora desconectaba el aparato, Susie podría quedar suspendida en el vacío, entre la época actual y cualquiera del futuro, y entonces arruinaría todas sus posibilidades de regresar.
Como un borracho se acercó hacia la camilla donde Susie se estaba disociando atómicamente.
—Susie. ¿Me puedes oír?
Él ignoraba si Susie le podría escuchar, porque no controlaba absolutamente todas las fases del experimento.
—Haré que vuelvas, Susie. Pero tienes que ayudarme. ¿Me oyes? Susie, recuerda las coordenadas. Son 74192. Esos son los números 74-192... El próximo ensayo para el regreso, lo haré sobre esas coordenadas, aunque haga reventar el maldito impulsor electrónico.
Susie había desaparecido de la camilla.
Douglas Hollman hizo la desconexión y el zumbido fue desapareciendo.
El laboratorio quedó sumergido en un silencio.
* * *
A través del tiempo, Susie viajaba como en una vorágine, por un largo pozo que daba vueltas y más vueltas.
Su mente estaba vacía.
Pero sintió un impacto, algo parecido a un choque contra algo blando.
Abrió los ojos.
¿Era un sueño? Se restregó los ojos al ver que se encontraba en un espacioso salón con divanes y almohadones. También había una piscina.
Oyó pasos por el fondo y corrió a esconderse tras un diván.
Oyó una voz:
—Siento decírselo, señora presidente, pero los prisioneros deben morir.
—Eso lo decidiré yo. Soy Venus XXIV, Atlanta. No lo olvides. He dado un plazo a Mark Riley para que sonsaque a Marvin la localización de la colonia y, si esta noche no me da la información que necesito, yo misma ordenaré la muerte de los dos.
Susie Garland sintió que el corazón le daba un vuelco. Mark Riley vivía, aunque estaba prisionero. Pero, ¿qué clase de mundo era aquél del año 5000?
Mark Riley preguntó:
—¿Cómo te encuentras, Howard?
—Un poco mejor. Ya me he acostumbrado a tener los brazos y las piernas largas.
Riley le había contado la clase de entrevista que había sostenido con Venus, y Marvin se había reído mucho cuando le habló de los besos que le había dado a la presidente de la república femenina de la tierra.
—Mark —dijo Marvin—, has vivido en una buena época.
—Todas tienen sus dificultades.
—Pero en la tuya, los hombres y las mujeres conviven.
—Cada vez se pueden soportar menos unos a otros. Día a día existe una mayor rivalidad entre el hombre y la mujer.
—Pero también existe el amor.
—Sí, aunque tal como van las cosas, sólo quedará el amor físico.
—¿Quieres decir que, con el tiempo, os pareceréis a los animales?
—Sí, Howard, lamentablemente es lo que está ocurriendo en mi época. La mujer empezó a abandonar su hogar donde había vivido por siglos.
—¿Para qué?
—Para trabajar y aportar más dinero al matrimonio. Para comprar más cosas. Y no nos damos cuenta de que muchos de esos objetos no son imprescindibles. Nosotros lo llamamos aumento de nivel de vida. Los hijos cada vez están más abandonados, más lejos de nosotros. Eso crea la desunión en las familias... Quizá sea el comienzo de la situación, hasta que llegue el año 3027, y se provoque la gran revolución de la mujer. Ellas se han sentido cada vez más ambiciosas. Han pregonado la igualdad con respecto a nosotros. Han luchado por conseguirla, y la lograron, pero no les bastó. No, Howard. No les bastará con ser iguales, querrán ser superiores.