—¿Adónde vamos? —preguntó Nicole.
—A realizar una breve excursión —respondió El Águila—. Ésa puede ser la mejor manera de lidiar con sus incertidumbres.
El extraño vehículo era pequeño y esférico, lo suficientemente grande para El Águila y Nicole. Todo el hemisferio frontal era transparente. Por detrás de la ventanilla, del lado en el que se sentaba el hombre pájaro, había un pequeño tablero de control. Durante el vuelo, El Águila tocaba el tablero en ocasiones pero la mayor parte del tiempo la nave parecía estar operando por sí sola.
Segundos después de que estuvieron sentados en el interior, la esfera salió disparada por un largo corredor y, a través de un gran juego de compuertas dobles, salió hacia la oscuridad absoluta. Nicole contuvo el aliento. Se sentía como flotando en el espacio.
—Cada uno de los tres módulos esféricos de El Nodo —dijo El Águila, mientras Nicole luchaba vanamente por ver algo— tiene un centro hueco. Ahora hemos entrado en un pasillo que lleva hacia el núcleo del Módulo de Habitación.
Después de casi un minuto, frente a la pequeña nave aparecieron algunas luces lejanas. Muy poco después, el vehículo surgió del negro corredor e ingresó en el inmenso núcleo hueco. La esfera dio un giro brusco e invirtió su sentido de avance, desorientando a Nicole al dirigirse hacia la oscuridad, lejos de las muchas luces de lo que debía de ser el interior del cuerpo principal del Módulo de Habitación.
—Observamos todo lo que ocurre con todas nuestras especies huéspedes, tanto en forma temporal como permanente —dijo El Águila—. Tal como usted sospechó, tenemos centenares de dispositivos de vigilancia dentro de su departamento. Todas su paredes también son opacas de un lado y transparentes del otro. Desde esta región central podemos observar sus actividades con una perspectiva más amplia.
Nicole se había acostumbrado a las maravillas de El Nodo pero las nuevas imágenes que la rodeaban la seguían asombrando. Docenas, quizá cientos, de lucecitas parpadeantes se movían por todas partes, en la vasta oscuridad del núcleo. Parecían un grupo de bichitos de luz desparramados en una oscura noche de verano. Algunas de las luces revoloteaban cerca de las paredes; otras se desplazaban lentamente a través del vacío. Algunas se encontraban tan lejanas que parecían estar inmóviles.
—Asimismo, aquí tenemos un importante centro de mantenimiento —dijo El Águila, señalando, delante de ellos, un denso conjunto de luces que se veía a la distancia—. A cada elemento del módulo se puede llegar muy rápidamente desde este núcleo en el caso de que haya problemas de ingeniería o de cualquier otra índole.
—¿Qué pasa por allá? —preguntó Nicole, mientras daba suaves golpecitos en la ventanilla. A varios centenares de kilómetros hacia la derecha, un grupo de vehículos estaba ubicado justo frente a una parte grande, iluminada, del Módulo de Habitación.
—Ésa es una sesión especial de observación —repuso el Águila—, para la que se usan nuestros monitores más avanzados de captación a distancia. Esos departamentos en particular alojan una especie fuera de lo común, una que tiene características nunca antes registradas en este sector de la galaxia. Muchos de sus miembros están muriendo y no entendemos por qué. Estamos tratando de encontrar el modo de salvarlos.
—Entonces no todo siempre sale de la manera en que ustedes lo planearon.
—No —contestó El Águila. Bajo la luz reflejada, el ser parecía sonreír—. Ése es el motivo de que tengamos tantos planes para eventualidades.
—¿Qué habrían hecho si ningún ser humano hubiera venido para descubrir la existencia de Rama? —preguntó Nicole de repente.
—Tenemos métodos alternativos para alcanzar los mismos objetivos —repuso El Águila con vaguedad.
El vehículo aceleró a lo largo de su recta trayectoria en la oscuridad. En seguida, una esfera similar, levemente más grande que la de ellos, se les aproximó desde la izquierda.
—¿Le gustaría conocer a un miembro de una especie cuyo nivel de desarrollo es aproximadamente igual al de ustedes? —preguntó El Águila. Tocó el tablero de control y el interior de su nave se iluminó con luces tenues.
Antes de que Nicole pudiese responder, el segundo vehículo estuvo al lado de ellos. También tenía un hemisferio frontal transparente. Esta segunda esfera estaba llena con un líquido incoloro y dos seres estaban nadando en él. Parecían dos anguilas grandes que llevaran capa y se desplazaban por el líquido haciendo ondular el cuerpo. Nicole estimó que los seres tenían unos tres metros de largo y veinte centímetros de ancho. La capa negra, que se extendía como un ala durante el movimiento, tenía alrededor de un metro de ancho cuando estaba totalmente extendida.
—El que tiene a su derecha, sin las marcas de color —dijo El Águila—, es un sistema de inteligencia artificial. Cumple un papel similar al mío, actuando como anfitrión de la especie acuática. El otro ser es un viajero espacial de otro mundo.
Nicole contempló al alienígena: había plegado la capa estrechamente contra su cuerpo ligeramente verdoso y estaba sentado, casi inmóvil, en el líquido. El ser se había dispuesto en forma de herradura, con ambos extremos del cuerpo mirando a Nicole. Un estallido de burbujas salió de uno de sus dos extremos.
—Dice «Hola», y «Uau, es usted desconcertante» —dijo El Águila.
—¿Cómo sabe usted eso? —contestó Nicole, incapaz de quitar la vista del curioso ser, los dos extremos del cual, uno rojo y el otro gris, ahora se habían envuelto uno alrededor del otro. Ambos estaban apretados contra la ventanilla de la nave.
—Mi colega del otro vehículo está traduciendo y, comunicándose conmigo… ¿Desea usted responder?
La mente de Nicole estaba en blanco.
¿Qué digo?
, pensó, los ojos enfocados en las arrugas y protuberancias fuera de lo común que tenían las extremidades del alienígena. En cada extremo había algunos rasgos aislados, que incluían un par de ranuras blancas en la “cara” roja. Ninguna de las marcas se parecía a nada que Nicole hubiera visto en la Tierra. Contemplaba en silencio, recordando las muchas conversaciones que ella y Richard y Michael habían sostenido respecto de las preguntas que formularían si alguna vez se pudieran comunicar con un extraterrestre inteligente.
Pero nunca nos imaginamos una situación como ésta
, pensó Nicole.
Más burbujas inundaron la ventanilla que estaba frente a Nicole.
—«Nuestro planeta natal completó su formación hace cinco mil millones de años —dijo El Águila, traduciendo—. Nuestras estrellas binarias alcanzaron la estabilidad mil millones de años después. Nuestro sistema tiene catorce planetas, en dos de los cuales evolucionó alguna clase de vida. Nuestro planeta oceánico tiene tres especies inteligentes, pero nosotros somos los únicos que nos desplazamos por el espacio. Comenzamos nuestra exploración del espacio hace no mucho más de dos mil años».
Ahora, Nicole se sentía turbada por su silencio.
—Hola… hola —dijo con vacilación—. Es un placer conocerlo… Nuestra especie comenzó a recorrer el espacio desde hace sólo trescientos años. Somos el único organismo con elevada inteligencia en un planeta que está cubierto por agua en sus dos terceras partes. Nuestro calor y luz provienen de una estrella amarilla, solitaria, estable. Nuestra evolución comenzó en el agua, hace tres o cuatro mil millones de años, pero ahora vivimos en tierra…
Nicole se detuvo. El otro ser, sus dos extremos todavía entrelazados, había apoyado el resto de su cuerpo contra la ventanilla, de modo que los detalles de su estructura física se podían ver con más claridad. Nicole entendió. Se puso de pie al lado de la ventanilla y giró con lentitud. Después, extendió las manos, flexionando los dedos. Siguieron más burbujas.
—«¿Tienen ustedes una manifestación alternativa?» —tradujo El Águila, pocos segundos después.
—No entiendo —contestó Nicole. El anfitrión Nodal que estaba en la otra esfera comunicó el mensaje de Nicole, utilizando movimientos del cuerpo y burbujas.
—«Tenemos dos manifestaciones: —explicó el alienígena— mi descendencia va a tener apéndices, no diferentes de los suyos, y habitará, principalmente, el fondo de los océanos, construyendo nuestros hogares, fábricas y naves espaciales. Ellos, a su vez, producirán otra generación que se parece a mí».
—No, no —repuso Nicole finalmente—. Nosotros solamente tenemos una manifestación. Nuestros hijos se parecen a sus padres.
La conversación duró cinco minutos más. Los dos viajeros espaciales hablaron, principalmente, sobre biología: el alienígena estaba especialmente impresionado por la amplia gama de temperaturas en la cual los seres humanos podían funcionar con éxito. Le dijo a Nicole que los miembros de su especie no podían sobrevivir si la temperatura ambiente del líquido circundante estaba por encima de un límite reducido.
Nicole estaba fascinada por la descripción que el ser le hizo de un planeta acuoso, cuya superficie estaba casi totalmente cubierta por enormes alfombras de organismos fotosintéticos. Las anguilas con capa, o lo que fueran, vivían en las zonas poco profundas, inmediatamente debajo de estos cientos de organismos diferentes, y usaban a los fotosintetizadores para casi todo: comida, materiales de construcción y hasta como elementos de ayuda para la reproducción.
Finalmente, El Águila le dijo a Nicole que era hora de partir. Nicole saludó con una leve oscilación de la mano al otro ser, que todavía estaba apretado contra la ventanilla. Éste respondió con una explosión final de burbujas y desenvolvió los dos extremos. Segundos después, la distancia entre las dos cápsulas ya era de cientos de metros.
Una vez más hubo oscuridad dentro de la esfera móvil. El Águila estaba en silencio. Nicole estaba alborozada; su mente seguía trabajando, y no dejaba de formular preguntas para el ser extraterrestre con el que habla tenido el breve encuentro:
¿Tienen familias?
, pensaba
Y, de ser así ¿cómo viven juntos los seres de configuración diferentes? ¿Se pueden comunicar con los habitantes del fondo, que son sus hijos?
Otro tipo de pregunta irrumpió en la mente de Nicole y, súbitamente, se sintió ligeramente decepcionada de sí misma.
Fui demasiado clínica, demasiado científica
, pensó.
Debí de haber preguntado sobre Dios, sobre la vida después de la muerte, hasta sobre ética
.
—Habría sido realmente imposible sostener lo que usted denomina “conversación filosófica” —dijo El Águila, pocos instantes después de que Nicole expresara su insatisfacción por los temas que había abordado—. En modo alguno existía una base en común para el intercambio de esos conceptos. Hasta que cada uno no conozca algunos datos básicos sobre el otro, no habrá referencias para una discusión sobre valores o sobre otros asuntos importantes.
Así y todo
, reflexionó Nicole,
lo pude haber intentado. ¿Quién sabe? Quizás ese alienígena en forma de herradura hubiera tenido algunas respuestas
…
El sonido de voces humanas le produjo a Nicole un sobresalto que la sacó de su estado de contemplación. Mientras miraba interrogativamente a El Águila, la esfera giró sobre sí por completo y Nicole vio que estaban flotando a sólo unos pocos metros de las habitaciones que tenían asignadas como vivienda.
Una luz se encendió en el dormitorio que compartían Michael y Simone.
—¿Es ése Benjy? —Nicole le oyó a su hija susurrarle a su flamante marido.
—Eso creo —repuso Michael.
Nicole observaba en silencio cómo Simone se levantaba de la cama, se ponía la bata y cruzaba hacia el corredor. Cuando encendió la luz de la sala de estar, Simone vio a su atrasado hermano menor acurrucado en el sofá.
—¿Qué haces aquí, Benjy? —le preguntó Simone con dulzura—. Deberías de estar en la cama; es muy, muy tarde. —Acarició la angustiada cara de su hermano.
—No podía dormir —repuso Benjy con esfuerzo—. Es… taba pre… pro… preocupado por mam… má.
—Volverá a casa pronto —le dijo Simone con tono apaciguador—. Volverá a casa pronto.
Nicole sintió un nudo en la garganta y algunas lágrimas le afluyeron fácilmente a los ojos. Miró a El Águila, al departamento iluminado que tenía delante de sí y, por último, a los vehículos, a la distancia parecidos a luciérnagas, que flotaban sobre su cabeza. Respiró hondo. —Muy bien —dije lentamente—. Estoy lista para hacer el vídeo.
—Estoy celoso —dijo Richard—. Realmente lo estoy. Habría estado dispuesto a dejarme cortar los dos brazos por una conversación con ese ser.
—Fue asombroso —dijo Nicole—. Aun ahora, me resulta difícil creer que realmente ocurrió… También resulta asombroso que, de alguna manera, El Águila supiera cómo iba yo a reaccionar.
—Tan sólo estaba haciendo conjeturas. Realmente no pudo haber supuesto que iba a resolver su problema contigo de modo tan sencillo. Ni siquiera le hiciste responder tu pregunta respecto de la necesidad que tienen de una pareja reproductora…
—Sí lo hice —repuso Nicole, un tanto a la defensiva—. Me explicó que la embriología humana era un proceso tan asombrosamente complicado que ni siquiera
ellos
tenían modo de saber el papel exacto que desempeñaba una madre humana, sin haber visto jamás un feto madurar y desarrollarse.
—Lo siento, querida —dijo Richard con rapidez—. No quise dar a entender que realmente tuvieras alguna opción…
—Sentí como si, por lo menos, hubieran estado
tratando
de satisfacer mis objeciones —suspiró Nicole—. A lo mejor, me estoy mintiendo a mí misma. Después de todo, finalmente hice el vídeo, exactamente como lo habían planeado.
Richard la abrazó.
—Tal como dije, realmente no tenías alternativa, querida. No seas demasiado dura contigo.
Nicole besó a Richard y se incorporó en la cama.
—Pero, ¿qué pasa si
están
tomando estos datos de modo de poder preparar una invasión efectiva o algo por el estilo?
—Hemos discurrido sobre todo esto antes —repuso Richard—. Sus capacidades tecnológicas son tan avanzadas que podrían apoderarse de la Tierra en cuestión de minutos, si ése fuera su designio. El Águila mismo señaló que si la invasión o el esclavizamiento fueron el objetivo que persiguen, lo podrían conseguir con procedimientos mucho menos complicados.
—Y ahora, ¿quién está confiando en quién? —dijo Nicole, logrando forzar una sonrisa.
—No estoy confiando. Sólo soy realista. Estoy seguro de que el bienestar general de la especie humana no es un factor de importancia en la secuencia de prioridades de la Inteligencia Nodal. Pero creo firmemente que debes dejar de preocuparte respecto de si eres cómplice de un delito por haber grabado ese vídeo. El Águila tiene razón: lo más probable es que hayas hecho que el “proceso de obtención” sea menos difícil para los habitantes de la Tierra.