Katie se paró frente al espejo y estudió su cuerpo desnudo. Aun después de un mes, todavía le era nuevo. Le encantaba tocarse. Le gustaba, de modo particular, deslizarse los dedos por los pechos y observar como los pezones se ponían turgentes, en respuesta a la estimulación. A Katie le gustaba aún más tocarse a la noche, cuando estaba sola debajo de las sábanas. En esos momentos, podía frotarse por todas partes, hasta que oleadas de estremecimientos le recorrían el cuerpo y quería lanzar gritos de placer.
Su madre le había explicado el fenómeno pero se sintió un poco incómoda cuando Katie quiso discutir el asunto por segunda y tercera vez.
—La masturbación es un asunto muy privado, querida —le habla dicho Nicole una noche, en voz baja, antes de la cena—, y en general, sólo se habla de eso, en caso de hacerlo con los amigos más íntimos.
Ellie no era de mucha ayuda. Katie nunca había visto a su hermana examinándose a sí misma.
Es probable que jamas lo haga
, pensaba Katie,
y ciertamente no quiere hablar sobre eso
.
—¿Terminaste de ducharte? —Katie oyó a Ellie gritarle, desde la habitación contigua. Cada una de las chicas tenía su propia habitación, pero compartían el baño.
—Sí —respondió Katie.
Ellie entró en el baño, modestamente envuelta en una toalla y miró fugazmente a su hermana que estaba parada, completamente desnuda delante del espejo. La menor empezó a decir algo, pero cambió de idea pues dejó caer la toalla y se metió con cautela debajo de la ducha.
Katie observó a Ellie a través de la mampara transparente. Primero le miró el cuerpo y después, se contempló en el espejo y comparó todo rasgo anatómico posible. Katie prefería sus propios rostro y color de tez (era, sin duda, el miembro de la familia de tez más clara, salvo su padre), pero la silueta de Ellie era mejor.
—¿Por qué tengo formas de varón? —preguntó Katie a Nicole una noche, dos semanas más tarde, después de que Katie terminó de leer un datacubo que contenía algunas revistas muy antiguas.
—No lo puedo explicar con exactitud —contestó Nicole, alzando la vista de lo que ella misma estaba leyendo—. La genética es un tema maravillosamente complicado, mucho más complejo que lo que Gregor Mendel pensó al principio.
Nicole se rió para sus adentros. De inmediato se dio cuenta de que Katie no había entendido lo que le acababa de decir.
—Katie —prosiguió, en tono menos pedante—, cada hijo es una combinación única de las características de sus dos padres. Estos caracteres identificadores se conservan en moléculas llamadas genes. Literalmente existen miles de millones de maneras diferentes en las que los genes de unos padres se pueden manifestar. Ésa es la razón de que hijos de los mismos padres no sean en absoluto idénticos.
La frente de Katie se frunció. Esperaba una respuesta diferente. Nicole entendió con rapidez.
—Además —agregó con tono reconfortante—, tu silueta realmente no es “de varón”. “Atlética” sería una palabra mejor para describirla.
—De todos modos —replicó Katie, señalando a su hermana que estaba estudiando con intensidad en un rincón de la sala familiar—, no me parezco a Ellie. Su cuerpo es realmente atractivo… sus pechos son, inclusive, más grandes y redondeados que los tuyos.
Nicole rió con naturalidad.
—Ellie tiene una figura imponente —dijo—, pero la tuya es igualmente buena… tan sólo es diferente. —Nicole regresó a su lectura porque creyó que la conversación había terminado.
—En estas revistas antiguas no hay muchas mujeres con mi figura —insistió Katie, después de un breve silencio. Sostenía en alto su agenda electrónica, pero Nicole ya no le prestaba atención—. Sabes, madre —dijo, luego, su hija—, creo que El Águila cometió algún error con los controles de mi litera. Creo que debo de haber recibido algunas de las hormonas que estaban destinadas a Patrick o a Benjy.
—Katie, querida —contestó Nicole cuando se dio cuenta, finalmente, de que su hija estaba obsesionada con su figura—, es seguro que te has convertido en la persona que ya venia programada en tus genes desde el momento de la concepción. Eres una joven encantadora, inteligente. Serías más feliz si pasaras tu tiempo pensando en tus excelentes virtudes, en vez de buscarte imperfecciones y de desear ser alguien diferente.
Desde que despertaron, muchas de las conversaciones entre madre e hija giraban en torno a temas similares. A Katie le parecía que su madre no trataba de entenderla y que estaba más interesada en leer y/o hacer un epigrama. “Hay cosas más importantes en la vida que verse bien” era un continuo estribillo que resonaba en los oídos de Katie. Por otro lado, los elogios que su madre hacía de Ellie le parecían efusivos: «Ellie es tan buena alumna, aun cuando empezó tan tarde, Ellie siempre es servicial, sin que haya que pedírselo, o ¿por qué no puedes ser un poco más paciente con Benjy, como es Ellie?».
Primero Simone y, ahora, Ellie
, Katie se dijo a sí misma, una noche mientras yacía desnuda en la cama después de que ella y su hermano riñeron, y su madre únicamente la reprendió a ella.
Nunca tuve oportunidad con mamá. Sencillamente somos demasiado diferentes. Ya es hora de que deje de intentarlo
.
Recorrió su cuerpo con los dedos, estimulando su deseo, y Katie suspiró anticipadamente.
Por lo menos
, pensó,
hay algunas cosas para las que no la necesito a mamá
.
—Richard —dijo Nicole una noche, en la cama, cuando se encontraban a sólo seis semanas de distancia de Marte.
—¿Qué? —respondió él, con lentitud. Estaba casi dormido.
—Estoy preocupada por Katie —dijo—. Estoy contenta con los progresos que están haciendo los demás niños… en especial Benjy, bendito sea. Pero estoy muy preocupada por Katie.
—¿Qué es, con exactitud, lo que te molesta? —preguntó Richard, apoyándose en uno de los codos.
—Sus actitudes, principalmente. Katie es increíblemente egocéntrica. También es irascible e impaciente con los demás chicos, aun con Patrick, que siente plena adoración por ella. Discute conmigo todo el tiempo, aunque muchas veces sean cosas sin importancia. Y creo que pasa demasiadas horas a solas en su cuarto.
—Simplemente está aburrida —contestó Richard—. Recuerda, Nicole, que desde el punto de vista físico, es una joven de apenas veinte años. Debería estar saliendo con muchachos, afirmando su independencia. En realidad, aquí no hay nadie de su edad… y tienes que admitir que, a veces, la tratamos como si tuviera doce años.
Nicole no dijo nada. Richard se inclinó sobre ella y le tocó el brazo.
—Siempre supimos que Katie era la más inquieta de nuestros hijos. Por desgracia, se me parece mucho.
—Pero, por lo menos, tú canalizas tu energía en proyectos que valen la pena —dijo Nicole—. Katie puede ser tanto destructiva como constructiva… En serio, Richard, me gustaría que hablaras con ella. De lo contrario, temo que vamos a tener grandes problemas cuando nos encontremos con los otros seres humanos.
—¿Qué quieres que le diga? —contestó Richard, después de un breve silencio—. ¿Que la vida no es sólo una emoción tras otra…? ¿Y por qué debería pedirle que no se refugie en su mundo de fantasía, en su propia habitación? Es probable que las cosas sean más interesantes allí. Por desgracia, hasta ahora no hay en ninguna parte de Nuevo Edén cosas muy interesantes para una joven.
—Esperaba que fueras un poco más comprensivo —repuso Nicole, levemente disgustada—. Necesito tu ayuda, Richard… y Katie te respeta más a ti.
Otra vez Richard quedó en silencio.
—Muy bien —dijo finalmente, con tono de frustración. Se volvió a tender en la cama—. Llevaré a Katie a practicar esquí acuático mañana (adora eso) y, por lo menos, le pediré que sea más considerada con los demás miembros de la familia.
—Muy bien. Excelente —dijo Richard cuando terminó de leer el material que había en la agenda de Patrick. Cortó el paso de corriente y miró por encima de la pantalla a su hijo que estaba sentado, algo nervioso, en una silla frente a su padre.
—Has aprendido álgebra con rapidez —prosiguió Richard—. Es innegable que estás dotado para la matemática. Para cuando lleguen otras personas a Nuevo Edén, estarás casi listo para seguir cursos universitarios… de matemáticas y ciencia, por lo menos.
—Pero mamá dice que todavía estoy atrasado con inglés —repuso Patrick—. Dice que mis composiciones son las de un niño pequeño. Nicole alcanzó a oír la conversación y vino desde la cocina.
—Patrick, querido, García 041 dice que no te preocupas por la redacción. Sé que no puedes aprenderlo todo de la noche a la mañana, pero no quiero que te sientas avergonzado cuando te encuentres con los otros seres humanos.
—Pero me gusta más matemática y ciencia —protestó Patrick—. Nuestro robot Einstein dice que podría enseñarme calculo infinitesimal en tres o cuatro semanas… si no tuviera que estudiar tantas materias más.
La puerta de calle se abrió de repente y Katie y Ellie entraron muy alegres. El rostro de Katie estaba iluminado y lleno de vida.
—Lamentamos llegar tarde —dijo—, pero tuvimos un día
grandioso
. —Se volvió hacia Patrick.—. Conduje la lancha a través del lago Shakespeare, y lo hice yo misma. Dejamos a García en la orilla.
Ellie no estaba, ni en lo más mínimo tan exaltada como su hermana. De hecho, parecía estar un tanto irritada.
—¿Estás bien, querida? —preguntó con calma Nicole a su hija menor, mientras Katie deleitaba al resto de la familia con las narraciones de la aventura de ella y su hermana en el lago.
Ellie asintió con una leve inclinación de la cabeza, y no dijo nada.
—Lo más emocionante —dijo Katie con entusiasmo— fue cruzar por encima de las olas a elevada velocidad.
Bam-bam-bam
, saltábamos de ola en ola. A veces me sentía como si estuviera volando.
—Esas lanchas no son juguetes —comentó Nicole pocos momentos después. Hizo un ademán para que todos se acercaran a la mesa para cenar. Benjy, que había estado en la cocina comiendo un poco de ensalada con las manos, fue el último en sentarse.
—¿Qué habrían hecho si la lancha hubiera zozobrado? —le preguntó Nicole a Katie, una vez que todos estuvieron sentados.
—Las García nos habrían rescatado —respondió Katie con petulancia—. Había tres de ellas vigilándonos desde la costa… Después de todo, para eso están… Además, usábamos chalecos salvavidas y, además, sé nadar.
—Pero tu hermana, no —respondió Nicole rápidamente con tono de reproche en la voz—. Y sabes que se habría aterrorizado si se hubiera caído al lago.
Katie empezó a discutir, pero Richard intercedió y cambió de tema antes de que el conflicto pasara a mayores. En verdad, toda la familia estaba nerviosa. Hacía un mes que Rama había entrado en la órbita de Marte y todavía no había señales del contingente de la Tierra con el que se suponía que se iban a encontrar. Nicole siempre había supuesto que la reunión con sus congéneres tendría lugar inmediatamente después de la Inserción en la Órbita Marciana.
Después de cenar, la familia fue al pequeño observatorio que Richard había montado en el patio trasero, para observar a Marte. El observatorio tenía acceso a todos los sensores externos de Rama (pero a ninguno de los internos que estaban fuera de Nuevo Edén. El Águila había sido muy firme respecto de este punto en particular, durante los debates que sostuvieron en relación con el diseño del hábitat), y presentaba una magnífica vista telescópica del Planeta Rojo, correspondiente a distintos momentos de cada día marciano.
A Benjy le gustaban mucho las sesiones de observación con Richard. Lleno de orgullo, señalaba los volcanes de la región de Tharsis, el gran cañón llamado Valles Marineris, y la zona de Crisio, donde la primera nave espacial
Viking
había descendido hacía más de doscientos años. Una tormenta de polvo se estaba formando justamente al sur de la Estación Mutch, el núcleo de la gran colonia circular en Marte que había quedado abandonada en los inciertos días que sucedieron al Gran Caos. Richard especuló que el polvo se podría extender por todo el planeta, ya que era la estación apropiada para tales tormentas globales.
—¿Qué pasa si los demás terrícolas no aparecen? —preguntó Katie, durante un momento de silencio mientras la familia observaba a Marte—. Y, mamá, por favor danos una respuesta franca esta vez. Después de todo, ya no somos niños.
Nicole pasó por alto el tono desafiante del comentario de Katie.
—Si recuerdo correctamente, el plan base consiste en que aguardemos en órbita de Marte durante seis meses —contestó—. Si no hay reunión durante ese lapso, Rama se dirigirá a la tierra. —Hizo silencio durante varios segundos—. Ni su padre ni yo conocemos cuál será el procedimiento de ahí en más. El Águila nos dijo que si se apela a cualquiera de los planes para eventualidades, nos dirán en el momento lo que necesitemos saber.
La habitación quedó en silencio durante casi un minuto, mientras imágenes de Marte, bajo diferentes grados de resolución, aparecían en la gigantesca pantalla de la pared.
—¿Dónde está la Tierra? —preguntó Benjy.
—Es el planeta que está justo dentro de Marte, el siguiente que está más próximo al Sol —respondió Richard—. Recuerda que te mostré la alineación planetaria en la subrutina de mi computadora.
—No es eso lo que quise decir —contestó Benjy con mucha lentitud—, quiero
ver
la Tierra.
Era un pedido sumamente simple. A Richard nunca se le había ocurrido, aunque varias veces antes había traído a la familia al observatorio, que los jóvenes podrían tener interés por esa luz apenas azulada que se veía en el cielo nocturno de Marte.
—La Tierra no es muy impresionante desde esta distancia —dijo Richard, interrogando a su base de datos para obtener la salida correcta del sensor—. De hecho, se parece mucho a cualquier otro objeto brillante, como Sirio, por ejemplo.
Richard no había entendido el trasfondo del pedido. Una vez que identificó la Tierra dentro de un marco de referencia celeste específico, y después que centró la imagen alrededor de ese reflejo aparentemente insignificante, todos los muchachos se quedaron mirándolo fijo, con arrobada atención.
Ése es su planeta natal
, pensó Nicole, fascinada por el súbito cambio de talante que se produjo en la habitación,
aun cuando nunca estuvieron en él
. Imágenes de la Tierra, provenientes de su memoria, la invadieron, mientras también ella contemplaba la diminuta luz que se veía en el centro de la pantalla. Se dio cuenta de que sentía una profunda nostalgia en lo más íntimo de su ser, un anhelo por retornar a ese planeta bendito, oceánico, lleno de tanta belleza. Las lágrimas se le acumularon en los ojos, mientras se acercaba a sus hijos y los abrazaba.