Eponine casi nunca salía de noche. Los habitantes de Hakone le habían demostrado, con toda claridad, que no la querían en su seno. Dos delegaciones, por separado, le habían pedido que se fuera del pueblo y habían aparecido varias notas malintencionadas pegadas en la puerta del departamento. Pero obcecadamente, Eponine se había resistido a mudarse. Puesto que Kimberly Henderson nunca estaba allí, Eponine tenía mucho más espacio que el que se habría podido permitir en circunstancias normales. También sabía que un portador del RV-41 no sería bien recibido en ningún otro vecindario de la colonia.
Eponine se había quedado dormida en el sillón y estaba soñando con campos de flores amarillas. Casi no oyó que alguien golpeaba a la puerta, aun cuando el sonido era muy fuerte. Le echó un vistazo al reloj de pulsera: eran las once. Cuando Eponine abrió la puerta, Kimberly Henderson entró en el departamento.
—Oh, Ep —dijo—, estoy tan contenta de que estés aquí. Necesito, con desesperación, hablar con alguien. Alguien en quien pueda confiar.
Kimberly encendió un cigarrillo con movimientos convulsivos y, de inmediato, comenzó un monólogo divagante.
—Sí, sí, lo sé —dijo Kimberly al ver la mirada de desaprobación en los ojos de Eponine—. Tienes razón, estoy drogada… pero lo necesitaba… Bendito kokomo… Por lo menos, las sensaciones artificiales de autoestima son mejores que pensar en ti misma como en un pedazo de mierda.
Le dio una frenética pitada al cigarrillo y exhaló el humo en forma de bocanadas cortas, discontinuas.
—El muy idiota realmente colmó el límite esta vez, Ep… Me empujó más allá del borde… Hijo de puta presumido. Cree que puede hacer lo que quiera… Toleré sus relaciones con otras mujeres y hasta permití que algunas de las chicas más jóvenes se me unieran a veces: hacerlo de a tres aliviaba el aburrimiento… pero siempre fui
ichibán
, la número uno. Por lo menos, así lo creí…
Kimberly aplastó la colilla del cigarrillo y empezó a retorcerse las manos. Estaba próxima a prorrumpir en llanto.
—Así que esta noche viene y me dice que me mudo… «¿Qué?», digo, «¿Qué quieres decir?»… «Te mudas», dice… Sin sonrisa, sin discusión… «Empaca tus cosas», dice, «hay un departamento para ti detrás de Xanadu».
—«Ahí es donde viven las rameras», contesto… Sonríe un poco y no dice nada… «Así como así, me echas a un lado», digo… Monté en cólera… «No puedes hacer eso», digo… Traté de golpearlo, pero me aferró la mano y me abofeteó con fuerza… «Harás lo que te ordene», dice… «No lo haré, hijo de mil putas»… Agarré un jarrón y lo tiré. Se estrelló en una mesa y se hizo pedazos. En cuestión de segundos, dos hombres me habían trabado los brazos detrás de la espalda… «Llévensela», dijo el rey Jap.
—Me llevaron a mi nuevo departamento. Muy lindo. En el cuarto de vestir había una caja grande de kokomo armado… Me fumé todo un cigarrillo y estuve volando… «Eh», me dije a mí misma, «esto no es tan malo. Por lo menos, no tengo que complacer los extraños deseos sexuales de Toshio»… Fui al casino y me estaba divirtiendo, volaba más alto que un barrilete, hasta que los vi… en público, frente a todo el mundo… Me volví loca, vociferando, aullando, maldiciendo; hasta la ataqué… alguien me golpeó en la cabeza… Caí al piso del casino y Toshio estaba sobre mí… «Si alguna vez vuelves a hacer algo como esto», me dijo, «te van a enterrar al lado de Marcello Danni».
Kimberly puso el rostro entre las manos y empezó a sollozar.
—Oh, Ep —dijo, segundos después—, me siento tan indefensa. No tengo adonde ir. ¿Qué puedo hacer?
Antes de que Eponine pudiera decir algo, Kimberly estaba hablando de nuevo.
—Ya sé, ya sé. Podría volver a trabajar en el hospital. Todavía necesitan enfermeras, enfermeras verdaderas… a propósito, ¿dónde está tu Lincoln?
Eponine sonrió y señaló el armario.
—Bravo por ti —dijo Kimberly riendo—. Mantén el robot en la oscuridad. Hazlo salir para limpiar el baño, lavar los platos, preparar las comidas. Después, uuusshhh, de vuelta al armario… —Lanzó una risita—. Su pene no funciona. Es decir, lo tienen, o algo parecido. Es anatómicamente perfecto después de todo, pero no se les para. Una noche, cuando estaba drogada y sola, hice que uno me montara, pero no supo qué le quise decir cuando le ordené «empuja»… Tan malo como algunos hombres que conocí.
Kimberly se paró de un salto y empezó a recorrer la habitación a zancadas.
—No estoy realmente segura de por qué vine —dijo mientras encendía otro cigarrillo—. Creí que, a lo mejor, tú y yo… o sea… fuimos amigas durante un tiempo… —La voz se le fue extinguiendo—. Estoy empezando a sentir el bajón, me estoy empezando a sentir deprimida. Es atroz, terrible. No lo puedo soportar. No sé qué esperaba, pero tú tienes tu propia vida… Es mejor que me vaya.
Kimberly cruzó la habitación y le dio a Eponine un abrazo superficial.
—Cuídate ahora, ¿sí? —dijo Kimberly—. No te preocupes por mí. Voy a estar bien.
Fue recién después de que la puerta se cerró y Kimberly se fue que Eponine se dio cuenta de que no había dicho una sola palabra mientras su ex amiga estuvo en la habitación. Eponine estaba segura de que nunca más volvería a ver a Kimberly.
Era una reunión abierta del Senado y cualquiera podía asistir. La galería sólo tenía trescientos asientos y todos estaban ocupados. Otro centenar de personas estaba parada contra las paredes y sentada en los pasillos. En el hemiciclo, los veinticuatro miembros del cuerpo legislativo de Nuevo Edén fueron llamados al orden por su presidente, el gobernador Kenji Watanabe.
—Nuestras audiencias sobre presupuesto prosiguen hoy —dijo Kenji, después de golpear varias veces con el mallete, para imponer silencio a los espectadores—, con una exposición por parte del director del Hospital de Nuevo Edén, doctor Robert Turner. Nos va a resumir lo que pudo hacer con el presupuesto para salud del año pasado, y nos va a presentar sus solicitudes para el año venidero.
El doctor Turner fue hacia el estrado y le hizo un ademán a los dos Tiasso que habían estado sentados a su lado. Prestamente, los dos biots montaron un proyector y una pantalla cúbica suspendida para el material visual que serviría de apoyo a la exposición del doctor Turner.
—Hicimos grandes avances el año pasado —empezó Turner—, tanto en la construcción de un servicio médico sólido para la colonia como en el entendimiento de nuestro enemigo, el retrovirus RV-41, que continúa atormentando a nuestra población. Durante los doce meses pasados, no sólo establecimos por completo el ciclo de vida de este complejo organismo, sino que también desarrollamos estudios que nos permiten identificar, con precisión, a todas y cada una de las personas que son portadoras de la enfermedad…
—A todo el mundo, en Nuevo Edén, se lo sometió a prueba durante un período de tres semanas, que terminó hace siete meses. En ese entonces se identificó a noventa y seis personas de la colonia como infectados con el retrovirus. Desde la finalización de las pruebas, únicamente se halló un nuevo portador. En el ínterin se produjeron tres muertes debidas al RV-41, por lo que nuestra población actual de infectados es de noventa y cuatro personas…
—El RV-41 es un retrovirus letal que ataca los músculos del corazón, haciendo que se atrofien de modo irreversible. Finalmente, el portador humano muere. No se conoce curación. Estamos experimentando con distintas técnicas para remitir la evolución de la enfermedad, y recientemente, hemos obtenido éxito esporádico, pero que no permite alcanzar conclusiones. En estos momentos, hasta que logremos un descubrimiento importante en nuestro trabajo, debemos suponer, con renuencia, que todas las personas afectadas por el retrovirus sucumbirán, con el tiempo, a su virulencia.
—El gráfico que estoy colocando en el cubo de proyección muestra las diversas etapas de la enfermedad. El retrovirus se transmite entre personas cuando se comparten los fluidos corporales, lo que entraña cualquier combinación de semen y sangre. No existen indicaciones de que haya algún otro método de transmisión. Repito —dijo el doctor Turner, ahora gritando para que lo oyeran por sobre el vocerío de la galería—, hemos verificado el pasaje
únicamente
donde intervienen semen o sangre. No podemos declarar, en forma categórica, que otros fluidos corporales, tales como sudor, mucosidad, lágrimas, saliva y orina, no puedan ser agentes de transmisión, pero nuestros datos, hasta ahora, sugieren poderosamente que el RV-41 no se puede transmitir en esos fluidos.
En este momento, la conversación en la galería se había extendido. El gobernador Watanabe golpeó varias veces con el mallete, para que se hiciera silencio en la sala. Robert Turner aclaró la voz y después, continuó:
—Este particular retrovirus es muy astuto, si se puede usar ese término, y especialmente bien adaptado a su hospedante humano. Tal como pueden ver por el diagrama del cubo, es relativamente benigno en sus dos primeras etapas cuando, esencialmente, se limita a residir sin producir daños dentro de las células sanguíneas y espermáticas. Puede ser durante esta época que ya haya empezado su ataque al sistema inmunológico. No lo podemos decir con seguridad porque, durante esta etapa, todos los datos de diagnóstico demuestran que el sistema inmunológico está sano.
—No sabemos qué desencadena la declinación del sistema inmunológico. Algún proceso inexplicable que tiene lugar en nuestro complejo cuerpo (y éste es un campo en el que necesitamos llevar a cabo investigaciones más intensas) súbitamente le indica al virus RV-41 que el sistema inmunológico es vulnerable y comienza un ataque poderoso. De manera repentina, la densidad del virus en la sangre y en el semen asciende en varios órdenes de magnitud. Es aquí cuando el virus es más contagioso y, también, cuando el sistema inmunológico se ve avasallado.
El doctor Turner hizo un instante de silencio. Reacomodó los papeles que estaba leyendo, antes de proseguir:
—Resulta curioso que el sistema inmunológico
nunca
sobreviva a este ataque. De algún modo, el RV-41 sabe cuándo puede vencer, y nunca se multiplica hasta que se haya llegado a ese particular estado de vulnerabilidad. Una vez que se destruye el sistema inmunológico comienza la atrofia de los músculos cardíacos y a eso lo sucede una muerte fácil de pronosticar.
—En las últimas etapas de la enfermedad, el retrovirus RV-41 desaparece por completo del semen y de la sangre. Como muy bien se pueden imaginar, esta desaparición causa estragos en el proceso de diagnóstico: ¿a dónde va? ¿Se “esconde” de alguna manera o se convierte en alguna otra cosa que aún no hemos identificado? ¿Está supervisando la destrucción gradual de los músculos del corazón, o es que la atrofia simplemente es un efecto colateral del anterior ataque al sistema inmunológico? Todas estas preguntas no tienen respuesta en la actualidad.
El médico se detuvo momentáneamente para tomar un trago de agua.
—Parte de nuestro compromiso del año pasado —dijo después— era investigar el origen de esta enfermedad. Hubo rumores de que el RV-41 era, de algún modo, originario de Nuevo Edén, quizá puesto aquí para alguna clase de diabólico experimento extraterrestre. Esa clase de habladuría es una completa tontería. No hay la menor duda de que a este retrovirus lo trajimos hasta aquí desde la Tierra. Dos pasajeros de la
Santa María
murieron de RV-41 con una diferencia de tres meses, el primero durante el trayecto desde la Tierra hacia Marte. Podemos estar seguros, aunque esto difícilmente sea alentador, que nuestros amigos y colegas de la Tierra también están luchando contra este demonio.
—En cuanto al origen del RV-41, aquí únicamente puedo hacer especulaciones. Si la base de datos médicos que trajimos de la Tierra hubiera sido un orden de magnitud mayor entonces, quizá, yo podría identificar el origen del virus sin tener que hacer conjeturas… No obstante, señalaré que el genoma de este retrovirus RV-41 es asombrosamente similar a un patógeno producido por ingeniería genética humana como parte del grupo de ensayos sobre el alcance de las vacunas que se llevó a cabo en los primeros años del siglo XXII.
—Permítanme explicar esto con más detalle. Después del exitoso desarrollo de vacunas preventivas para al retrovirus del sida, que fue un azote horrible durante las dos últimas décadas del siglo XX, la tecnología médica aprovechó la ingeniería biológica para ampliar el alcance de todas las vacunas existentes. Para ser más específicos: los biólogos y los médicos
rediseñaron
, adrede, nuevos, y más letales retrovirus y bacterias para demostrar que una clase dada de vacuna tenía una amplia gama de aplicaciones exitosas. Todo este trabajo se realizó, claro está, bajo cuidadosos controles y sin el menor riesgo para la población.
—Sin embargo cuando se produjo el Gran Caos, los fondos para investigación se recortaron seriamente y hubo que abandonar muchos laboratorios médicos. A todos los patógenos peligrosos almacenados en puntos aislados, distribuidos por todo el mundo, supuestamente se los destruyó. A menos… y aquí es donde mi especulación interviene en la explicación.
—El retrovirus que nos está afectando aquí, en Nuevo Edén, es asombrosamente similar al retrovirus AQT19, obtenido por ingeniería genética en 2107, en el Laboratorio Médico Laffont, en Senegal. Es posible, lo admito, que un agente de ocurrencia natural pueda tener un genoma similar al del AQT19 y, en consecuencia, mi especulación podría ser errónea. Sin embargo, es mi firme creencia de que todos los AQT19 que había en el abandonado laboratorio de Senegal
no
fueron destruidos. Estoy convencido de que, de algún modo, este retrovirus en particular sobrevivió y mutó levemente en el subsiguiente siglo (a lo mejor, viviendo en hospedantes símicos) y, con el tiempo, logró penetrar en los seres humanos. En ese caso,
nosotros
somos, en última instancia, los creadores de la enfermedad que nos está matando.
Hubo un alboroto en la galería. Una vez más, el gobernador Watanabe golpeó el mallete para que el público hiciera silencio. Personalmente, deseaba que el doctor Turner se hubiera guardado sus conjeturas para sí mismo. En este punto de la exposición, el director del hospital empezó su discusión de todos los proyectos para los que se necesitaban fondos en el año venidero. El doctor Turner estaba solicitando una asignación que era el
doble
de los que había tenido el año anterior. En el hemiciclo del Senado se produjo un fuerte bullicio.