El jardín de Rama (53 page)

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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: El jardín de Rama
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—Eso es un artículo de lujo —dijo Nicole, abriendo la puerta del cuarto de Patrick—, que he de disfrutar en mis últimos años de vida.

Cuando ellos surgieron de entre los árboles, en la amplia pradera, los conejos y las ardillas salieron del camino. Del otro lado de la pradera, comiendo tranquilamente en medio de un manchón de altas flores púrpura, había un joven venado. Giró la cabeza, con cornamenta nueva, hacia Nicole, Ellie y Benjy, cuando éstos se aproximaron. Después, escapó a los saltos hacia el interior del bosque.

Nicole consultó su mapa.

—Por aquí, en alguna parte, justo al lado de la pradera, debe de haber algunas mesas para comer al aire libre.

Benjy se estaba poniendo en cuclillas sobre un grupo de flores amarillas que estaban llenas de abejas.

—Mi-el —dijo con una sonrisa—. Las abejas hacen mi-el en su colmena.

Después de varios minutos, localizaron las mesas y extendieron un mantel sobre una de ellas. Linc había hecho un paquete con sandwiches (a Benjy los que más le gustaban eran los de manteca de cacahuete y jalea), además de naranjas y pomelos frescos de las huertas próximas a San Miguel. Mientras comían el almuerzo, otra familia apareció caminando, por el otro lado de la pradera. Benjy saludó con la mano.

—Esa gente no sa-be que es mi cu… cumpleaños.

—Pero nosotros sí —dijo Ellie, alzando su vaso lleno de limonada para hacer un brindis—. Felicidades, hermano.

Justo antes de que hubieran terminado de comer, por sobre ellos pasó una nubecita y los brillantes colores de la pradera se opacaron.

—Ésa es una nube anormalmente oscura —le comentó Nicole a Ellie. Instantes después desapareció y las hierbas y flores estuvieron bañadas por la luz del sol una vez más.

—¿Quieres tu pudin ahora? —le preguntó Nicole a Benjy—. ¿O quieres esperar?

—Primero, juguemos a la pelota —contestó Benjy. Sacó el equipo de béisbol y le alcanzó un guante a Ellie—. Vamos —dijo, mientras corría hacia la pradera.

Mientras sus dos hijos se tiraban mutuamente la pelota, Nicole limpió los restos del almuerzo. Estaba a punto de unirse a Ellie y Benjy cuando oyó la alarma en su radio de pulsera. Apretó el botón de recepción y a la pantalla de representación digital de la hora la reemplazó una imagen de televisión. Nicole subió el volumen de modo de poder oír lo que Kenji Watanabe tenía que decir.

—Lamento molestarte, Nicole —dijo Kenji—, pero tenemos una emergencia: se presentó una querella por violación y la familia quiere un procesamiento de inmediato. Es un caso muy delicado, en tu jurisdicción, y creo que lo debes atender ahora… No quiero decir más por videofono.

—Estaré allí dentro de media hora —contestó Nicole.

Al principio, Benjy se sintió abatido por el hecho de que se iba a reducir drásticamente la duración de su comida campestre. Sin embargo, Ellie convenció a su madre de que no le molestaba en absoluto quedarse con Benjy, en el bosque, durante otras dos horas. En el momento en que partió de la pradera, Nicole le dio el mapa del bosque de Sherwood a Ellie. En ese momento, otra nube, más grande, pasó delante del sol artificial de Nuevo Edén.

No había la menor señal de vida en el departamento de Katie. Patrick se encontraba momentáneamente perdido. ¿Dónde debía buscarla? Ninguno de sus amigos universitarios vivía en Las Vegas, así que realmente no sabía por dónde empezar.

Lo llamó a Max Puckett desde un teléfono público. Max le dio a Patrick el nombre, la dirección y los números telefónicos de tres personas a las que conocía en Las Vegas.

—Ninguna de estas personas es de la clase a la que querrías invitar a casa para cenar con tus padres, no sé si soy claro —dijo Max con una carcajada—, pero todos tienen buen corazón y probablemente te van a ayudar a encontrar a tu hermana.

El único nombre que Patrick reconoció fue el de Samantha Porter, cuyo departamento estaba a nada más que unos metros de la cabina telefónica. Aun cuando era temprano a la tarde, Samantha aún vestía su salto de cama cuando finalmente atendió la puerta.

—Creí que eras tú, cuando miré en el monitor —dijo, con una sonrisa provocativa—. Eres Patrick O'Toole, ¿no?

Patrick asintió con la cabeza y después empezó a balancearse, incómodo, durante un largo silencio.

—Señorita Porter —dijo por fin—, tengo un problema…

—Eres
demasiado
joven para tener un problema —interrumpió Samantha. Rió de buena gana—. ¿Por qué no entras y hablamos al respecto?

Patrick se sonrojó.

—No, señora, no es esa clase de problema… Es que no la puedo hallar a mi hermana Katie y creí que, a lo mejor, usted me podría ayudar.

Samantha, que había comenzado a girar para guiarlo a Patrick al interior del departamento, se dio vuelta para mirar fijo al joven.

—¿Es por
eso
que me viniste a ver? —dijo. Meneó la cabeza y volvió a reír—. ¡Qué decepción! Pensé que habías venido para pasarlo bien. Entonces yo les podría haber dicho a todos, de una vez por todas, si realmente eres un alienígena o no.

Patrick siguió agitado en la puerta. Después de varios segundos, Samantha se encogió de hombros.

—Tengo la idea de que Katie pasa la mayor parte de su tiempo en el palacio —dijo—. Ve al casino y pregunta por Sherry. Ella sabrá como encontrar a tu hermana.

—Sí, sí, señor Kobayashi, entiendo.
Wakarimasu
—le estaba diciendo Nicole al señor japonés que estaba en su oficina—. Puedo comprender cómo se debe de sentir. Puede estar seguro de que se hará justicia.

Escoltó al hombre hasta la sala de espera, donde él se reunió con su esposa. Los ojos de la señora Kobayashi todavía estaban hinchados por el llanto: su hija de dieciséis años, Mariko, estaba en el Hospital de Nuevo Edén, sometida a una revisión médica completa. La habían golpeado con crueldad pero no estaba en estado crítico.

Después de que terminó de hablar con los Kobayashi, Nicole llamó al doctor Turner.

—Hay semen fresco en la vagina de la chica —dijo el médico— y magulladura en prácticamente cada centímetro cuadrado del cuerpo. Tiene un colapso emocional también. La violación es, indudablemente, una posibilidad a considerar.

Nicole suspiró. Mariko Kobayashi había identificado a Pedro Martínez, el joven que había actuado con Ellie en la obra escolar, como a su violador. ¿Era posible? Nicole hizo rodar su silla por el piso de su oficina y, a través de su computadora, ganó acceso a la base de datos de la colonia.

Martínez, Pedro Escobar… nacido el 26 de mayo de 2228, Managua, Nicaragua… madre soltera, María Escobar, empleada doméstica, a menudo desempleada… padre probablemente Ramón Martínez, trabajador portuario negro de Haití… seis mediohermanos y hermanas, todos menores… acusado de vender kokomo en 2241 y 2242… violación en 2243… ocho meses en el Reformatorio de Managua… preso modelo… transferencia a la Casa del Pacto, en Ciudad de México, 2244… IE 1,86, DC 52.

Nicole leyó el breve registro de la computadora dos veces, antes de hacer entrar a Pedro en la oficina. Él se sentó, como sugirió Nicole, y después clavó la vista en el piso. Un biot Lincoln estaba de pie en el rincón durante la entrevista y cuidadosamente grababa la conversación.

—Pedro —dijo Nicole con suavidad. No hubo respuesta. Ni siquiera alzó la mirada—. Pedro Martínez —repitió Nicole con más energía—, ¿entiendes que se te acusa de haber violado a Mariko Kobayashi anoche? Estoy segura de que no necesito explicarte que ésta es una acusación muy grave… Ahora se te está dando la oportunidad de que respondas a los cargos.

Pedro siguió sin pronunciar palabra.

—En Nuevo Edén —siguió Nicole por fin— tenemos un sistema judicial que puede ser diferente de aquel que experimentaste en Nicaragua: aquí los casos por la comisión de delitos no pueden pasar a proceso a menos que un juez, después de examinar los hechos, opine que hay razón suficiente para el proceso. Ése es el porqué de que te esté hablando.

Después de un largo silencio, el joven, sin levantar la vista en absoluto, masculló algo inaudible.

—¿Qué? —preguntó Nicole.

—Ella miente —dijo Pedro, en voz mucho más alta. No sé por qué, pero Mariko está mintiendo.

—¿No querrías decirme tu versión de lo que sucedió?

—¿Y eso qué importa? De todos modos, nadie me va a creer.

—Pedro, escúchame… Si, sobre la base de una investigación inicial, mi tribunal llega a la conclusión de que hay elementos insuficientes como para llevar adelante el enjuiciamiento, tu caso se puede desechar… Naturalmente, la gravedad de este cargo exige una declaración completa y la respuesta a algunas preguntas muy duras.

Pedro Martínez alzó la cabeza y miró a Nicole con ojos acongojados.

—Juez Wakefield —dijo con calma—, Mariko y yo

tuvimos contacto sexual anoche… pero fue idea de ella… pensó que sería divertido meterse en el bosque… —El joven dejó de hablar y volvió a mirar el pisa.

—¿Habías tenido antes contacto carnal con Mariko? —Nicole pregonó después de varios segundos.

—Sólo una vez, hacer alrededor de diez días —contestó Pedro.

—Pedro, tu encuentro amoroso de anoche… ¿fue extremadamente intenso?

De los ojos de Pedro brotaron lágrimas, que le rodaron por las mejillas.

—No le pegué —dijo con vehemencia—. Nunca la habría lastimado…

Mientras hablaba, se oyó un extraño sonido en la distancia, como el restallar de un látigo largo, salvo que de tono mucho más intenso.

—¿Qué fue eso? —se preguntó Nicole en voz alta.

—Pareció un trueno —comentó Pedro.

El trueno también se pudo oír en el pueblo de Hakone, donde Patrick estaba sentado en un lujoso departamento del palacio de Nakamura, y hablaba con su hermana Katie, que estaba vestida con un costoso vestido de noche hecho en seda azul.

Patrick pasó por alto el inexplicable ruido. Estaba furioso.

—¿Me estás diciendo que ni siquiera vas a
tratar
de llegar esta noche a la fiesta de Benjy? ¿Qué se supone que le diga a mamá?

—Dile lo que quieras —dijo Katie. Sacó un cigarrillo de su cigarrera y se lo puso en la boca—. Dile que no me pudiste hallar. —Lo prendió con un encendedor de oro y largó el humo hacia donde estaba
su
hermano. Patrick trató de aventarlo con la mano.

—Vamos, hermanito —dijo Katie con una carcajada—. No te voy a matar.

—No de inmediato, en todo caso.

—Mira, Patrick —dijo Katie, parándose y dando grandes pasos por la habitación—. Benjy es un idiota, un retrasado mental. Nunca nos llevamos muy bien. Ni siquiera se va a dar cuenta de que no estoy allí, a menos que alguien se lo mencione.

—Estás equivocada, Katie. Es más inteligente que lo que crees. Pregunta por ti todo el tiempo.

—Todo eso es basura, hermanito —replicó Katie—. Lo dices nada más que para que me sienta culpable… Mira, no voy. Es decir, podría considerar el asunto si sólo se tratara de ti, Benjy y Ellie… si bien fue una espina en la garganta desde el día de su “maravilloso” discurso. Pero tú sabes cómo son las cosas para mí cuando mamá anda cerca. Está sobre mí todo el tiempo.

—Se preocupa por ti, Katie.

Katie rió nerviosamente y dio una profunda pitada para terminar el cigarrillo.

—Claro que sí, Patrick… Todo lo que verdaderamente la preocupa es si voy a poner a la familia en situación vergonzosa Patrick se puso de pie para irse.

—No te tienes que ir ahora —dijo Katie—. ¿Por qué no le quedas un rato? Me pondré un abrigo y bajaremos al casino… ¿Recuerdas lo mucho que nos divertíamos juntos?

Katie empezó a caminar hacia el dormitorio.

—¿Estás usando narcóticos? —preguntó Patrick de repente. Katie se detuvo en seco y le clavó la mirada a su hermano.

—¿Quién lo quiere saber? —dijo, con gesto de desafío—. ¿Tú o la Señora Cosmonauta Doctora Gobernadora Jueza Nicole des Jardins Wakefield?

—Yo lo quiero saber —dijo Patrick con calma. Katie cruzó la habitación y puso las manos en las mejillas de Patrick.

—Soy tu hermana y te amo —dijo—. Ninguna otra cosa importa.

Todas las nubes oscuras se habían juntado sobre las pequeñas colinas onduladas del bosque de Sherwood. El viento soplaba muy fuerte por entre los árboles, haciendo que el cabello de Ellie volara hacia atrás. Hubo un fulgor de relámpago y el casi simultáneo restallar del trueno.

Benjy retrocedió, espantado, y Ellie tiró de él para traerlo hacia ella.

—De acuerdo con el mapa —dijo Ellie—, estamos a sólo un kilómetro del límite del bosque.

—¿Cuán lejos es eso? —preguntó Benjy.

—Si caminamos rápido —gritó Ellie por sobre el viento—, entonces podemos llegar en unos diez minutos. —Aferró la mano de Benjy y tironeó de él para ponerlo a su lado en el sendero.

Un instante después, un relámpago partió uno de los árboles que se alzaban sobre ellos y una gruesa rama cayó atravesada sobre el sendero; golpeó a Benjy en la espalda y lo tumbó. La mayor parte del cuerpo de Benjy cayó sobre el sendero, con la cabeza sobre las plantas verdes y las hiedras que había al pie de los árboles del bosque. El ruido del trueno casi lo ensordeció. Se quedó tendido en el suelo del bosque durante varios segundos, tratando de entender qué le había pasado. Finalmente, con gran esfuerzo se puso de pie.

—Ellie —dijo, mirando la caída figura de su hermana, del otro lado del sendero. Tenía los ojos cerrados.


¡Ellie!
—chilló ahora Benjy, que caminó y se arrastró hasta llegar junto a ella.

La agarró por los hombros y la sacudió levemente. Los ojos seguían sin abrirse. La hinchazón que la muchacha tenía en la frente, por encima y al costado del ojo derecho, ya había alcanzado el tamaño de una naranja grande.

—¿Qué voy a hacer? —dijo Benjy en voz alta. Olió el humo del incendio y, casi en el mismo momento, echó un vistazo hacia la masa de árboles: vio el fuego saltando de una rama a otra, impulsado por el viento. Hubo otro fulgor de relámpago: más truenos. Delante de él, por la senda que iba en la dirección que Ellie y él habían estado siguiendo, Benjy pudo ver que un incendio más grande estaba arrasando los árboles que había a ambos lados del sendero. Empezó a sentir pánico.

Sostuvo a su hermana en los brazos y la abofeteó levemente.

—Ellie —dijo—, por favor, despierta. —Ella no se movió. El fuego que los rodeaba se estaba extendiendo con rapidez. Pronto, toda esa parte del bosque iba a ser un infierno.

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