Read El joven samurai: El camino de la espada Online
Authors: Chris Bradford
—¡Te apuesto a que el
gaijin
le corta la oreja a Yamato!
—¡O tal vez la nariz! —coreó Nobu, y una gran sonrisa se extendió por su rostro gordezuelo.
La espada tembló en el aire. Jack sintió que todo el control sobre el arma escapaba de su cuerpo.
—Y-yo…, yo… n-no puedo —tartamudeó Jack—. Lo mataré.
Derrotado, bajó la catana al suelo.
—Entonces yo lo haré por ti —dijo el
sensei
Hosokawa.
Yamato, que había dejado escapar un suspiro de alivio, se quedó inmóvil al instante.
En un abrir y cerrar de ojos, el
sensei
desenvainó su propia espada y descargó un golpe contra la
cabeza
de Yamato. Kiku gritó mientras la hoja se enterraba en el pelo. Su grito reverberó por todo el
Butokuden.
Yamato cayó hacia delante, de cabeza al suelo.
Jack vio el diminuto grano de arroz separarse y caer en dos pedazos sobre el suelo del
dojo.
Yamato permaneció inclinado, temblando como una hoja, tratando de recuperar el control de su respiración. Por lo demás, estaba completamente ileso, sin un rasguño. La hoja de la espada ni siquiera le había rozado el cuero cabelludo.
Jack permaneció inmóvil, abrumado por la habilidad del
sensei
Hosokawa. Qué necio había sido al cuestionar el juicio de su maestro. Ahora comprendía la responsabilidad que traía una espada. La elección de la vida sobre la muerte estaba verdaderamente en sus manos. Esto no era ningún juego.
—Hasta que tengas completo control —dijo el
sensei
Hosokawa, taladrando a Jack con una severa mirada mientras envainaba su catana
—,
no tienes la habilidad para reclamar el poder llevar una espada de verdad. No estás preparado para el Camino de la Espada.
—
¡REI, SENSEI!
—gritaron.
La cena había llegado a su fin y todos los estudiantes se levantaron para inclinar la cabeza mientras el
sensei
salía del salón. Masamoto, acompañado por el
daimyo
Takatomi, abría el séquito. Cuando pasaron junto a Jack, el
daimyo
se detuvo.
—¿Jack-kun? Supongo que eres tú, considerando que eres el único samurái rubio presente —dijo Takatomi, sonriendo.
—
Hai, sensei
—respondió Jack, inclinándose aún más.
—No, no soy tu
sensei
—rio Takatomi—. Sin embargo, me gustaría que tú, Akiko-chan y Yamato-kun os unierais a mí en la
cha-no-yu
[ 2 ]
en el castillo Nijo mañana por la noche.
Un murmullo de asombro se extendió entre los estudiantes, todavía inclinados. Incluso la habitual expresión estoica de Masamoto registró sorpresa ante la invitación sin precedentes. Una ceremonia del té era considerada la más pura forma de arte, que necesitaba años, si no toda una vida, para ser perfeccionada. Que un estudiante, y todavía más un extranjero, fuera invitado a una
cha-no-yu
celebrada por el
daimyo
en persona era un momento histórico.
—No he tenido la oportunidad de expresarte personalmente mi gratitud por haber conseguido detener a Dokugan Ryu —continuó Takatomi—. Mi preciosa hija nos acompañará. Creo que ya conoces a Emi, pues ha hablado de ti en diversas ocasiones.
Jack miró a una muchacha alta y esbelta de largo pelo liso y boca de pétalo de rosa. Ella le sonrió con dulzura, exudando tanto aprecio que Jack tuvo que inclinarse de nuevo para ocultar el rubor de su rostro. Algo que no pasó inadvertido para Akiko, que había levantado la cabeza y visto el saludo.
—Takatomi-sama, se sentirán honrados de asistir —respondió Masamoto de parte de Jack, antes de conducir al
daimyo
al exterior del
Cho-no-ma
y la noche.
Hubo un gran murmullo de excitación en el aire cuando el
sensei
se marchó. Los estudiantes formaron corros, todos discutían sobre el Círculo de Tres y querían saber quién iba a participar primero.
El
sensei
Kyuzo, su maestro de
taijutsu
, un hombre pequeñito cuya habilidad en el combate cuerpo a cuerpo era legendaria, estaba sentado en la cabecera de la mesa, con un rollo de pergamino ante él. Esperaba impaciente el primer participante.
Como era típico del
sensei
, cogió una nuez de un pequeño cuenco y la aplastó con las manos desnudas, como solía hacer con el ánimo de Jack a cada oportunidad. El hombre despreciaba a Jack, y no hacía ningún esfuerzo por disfrazar el hecho de que lamentaba que se enseñara a un extranjero los secretos de sus artes marciales.
Después de un momento de vacilación, un muchacho fuerte de anchos hombros y rostro de bronce se acercó al estrado. Cogió el pincel y escribió su nombre en el pergamino. Poco después otros tres estudiantes se acercaron, lo que animó a un firme tropel de aspirantes a hacer cola también.
—Vamos —dijo Yamato, acercándose a la creciente cola.
Jack miró a Akiko para que lo confirmara, pero ella estaba ya en la cola. Tendría que haberlo esperado. Akiko no era una chica corriente. Era una samurái y, al ser la sobrina de Masamoto, llevaba el valor en la sangre.
Se unió a ella en la cola. Cuando llegaron a la cabecera de la mesa, Jack observó a Akiko mientras escribía su nombre en el pergamino con una serie de trazos que formaron una misteriosa pauta de caracteres
kanji
japoneses. Los símbolos apenas tenían sentido para Jack.
El
sensei
Kyuzo miró a Jack por encima del hombro de Akiko.
—¿Vas a participar en el Círculo? —preguntó el
sensei
, haciendo una breve mueca de incredulidad al ver aparecer al muchacho.
—
Hai, sensei
—respondió Jack, ignorando el desdén de su maestro. Había esperado con los demás en la cola para inscribir su nombre y no iba a detenerse ahora por el antagonismo del
sensei
Kyuzo.
—Ningún
gaijin
ha formado jamás parte del Círculo —declaró Kyuzo, poniendo deliberado énfasis en el uso del término despectivo para los extranjeros.
—Entonces ésta será la primera vez,
sensei
—dijo Akiko, fingiendo no advertir su descarada falta de respeto hacia Jack.
—Firma aquí —ordenó el
sensei
Kyuzo—. En
kanji.
Jack vaciló mientras miraba el papel. Los nombres de los participantes estaban todos cuidadosamente escritos a tinta con los caracteres japoneses.
Una cruel sonrisa cortó los labios del
sensei
Kyuzo.
—¿O quizá no puedes? La inscripción debe ser en
kanji.
Son las reglas.
Para frustración de Jack, el
sensei
tenía razón. No sabía
kanji.
Podía escribir bastante bien. Su madre había sido una buena maestra. Pero sólo en caracteres romanos. Aunque la guía de Akiko, junto con las lecciones formales proporcionadas por el padre Lucius, le habían permitido hablar el japonés, tenía sólo una experiencia limitada con los
kanji.
En Japón, la forma de escribir,
shodo
, era una forma de arte igual que el combate cuerpo a cuerpo y la esgrima. Hacían falta años para dominar la técnica.
El
sensei
Kyuzo saboreó la incomodidad de Jack.
—Es una lástima —dijo—. Tal vez puedas inscribirte dentro de otros tres años, cuando hayas aprendido a escribir. ¡Siguiente!
Jack recibió un codazo del estudiante que le seguía y supuso que sería Kazuki. Tenía al muchacho encima desde que llegó a la escuela samurái. Ahora que se había ganado el respeto de los otros estudiantes al derrotar a la escuela rival, la
Yagyu Ryu
, en la competición de
Taryu-Jiai
, Kazuki buscaba siempre cualquier excusa para acosarlo o ridiculizarlo.
—Yo no me preocuparía,
gaijin
—sonrió Kazuki, firmando su nombre en el lugar donde habría estado el de Jack—. No estarás por aquí para participar de todas formas.
Jack se volvió hacia Kazuki, mientras sentía que Akiko lo apartaba.
—¿Qué quieres decir?
—¿Es que no has oído las noticias? —dijo Kazuki con vengativo placer—. El
daimyo Kamakura Katsuro
va a expulsar a los cristianos de Japón.
Nobu se asomó por encima del hombro de Kazuki. Le hizo a Jack un gesto de despedida con la mano y se echó a reír.
—
¡Sayonara, gaijin!
—Va a matar a todos los
gaijin
que encuentre en Japón —añadió Kazuki con rencor, antes de volverse hacia Nobu con los ojos llenos de triunfo por haber sido el primero en decirle a Jack la mala noticia.
—Ignóralos, Jack —dijo Akiko, sacudiendo la cabeza con disgusto—. Se lo están inventando.
Pero Jack no pudo dejar de pensar que tal vez hubiera un gramo de verdad en la historia de Kazuki. Kamakura era el
daimyo
de la provincia de Edo y el jefe de la
Yagyu Ryu
, la escuela rival de la
Niten Ichi Ryu.
Era un hombre cruel y vengativo con demasiado poder. La imagen que Jack tenía del
daimyo
era su rostro sonriente mientras veía cómo uno de sus samuráis decapitaba a un viejo mercader de té, simplemente porque el anciano no había oído la
orden
de inclinarse. A pesar de las palabras de Akiko, Jack advirtió que Kamakura era más que capaz de ordenar el exilio y la muerte de los extranjeros.
Si eso era cierto, entonces no importaría que entrara o no en el Círculo de Tres. Su vida estaría en un peligro aún mayor que antes, no sólo por Ojo de Dragón y su clan ninja, sino también por Kamakura y sus samuráis.
«Tal vez debería empezar a planear cómo llegar a Nagasaki antes de que fuera demasiado tarde», pensó Jack. Pero primero tenía que averiguar si Kazuki mentía o no.
—¿Adónde vas? —le preguntó Akiko mientras salía con resolución del
Cho-no-ma.
Tras mirar por encima del hombro a Kazuki y Nobu, que todavía se estaban riendo, replicó:
—¡A algún lugar lejos de esos dos!
Jack permaneció tendido, incapaz de moverse.
El impacto contra el suelo del
dojo
lo había dejado sin respiración.
—Lo siento mucho —dijo Akiko, mirándolo preocupada—. No pretendía empujarte tan fuerte.
—No te… disculpes —respondió Jack, jadeando en busca de aire y tratando de no vomitar el desayuno—. Fue… culpa mía… por no caer… bien.
Akiko había lanzado a Jack por encima de su hombro como si fuera un saco de arroz en un movimiento llamado
seoi nage.
No es que sus notables habilidades como luchadora fueran algo inesperado. Jack había aprendido pronto a no subestimar nunca a Akiko, después de haber sido testigo de cómo se enfrentaba con dos ninjas solamente con el
obi
anudado de su kimono.
También él era más que capaz de controlar la caída y tendría que haber aterrizado con seguridad. Sin embargo, Akiko le había dicho algo que había roto por completo su concentración.
—¿Qué es lo que has dicho? —preguntó Jack, sentándose en el suelo con cuidado.
—Estás inscrito en las competiciones para el Círculo de Tres.
—No comprendo. ¿Cómo es posible?
—Kiku se ha inscrito por ti —explicó ella, con una sonrisa picara en el rostro—. Le pedí que escribiera tu nombre en vez del suyo.
Jack se la quedó mirando asombrado. Había sorteado las reglas por él.
Sonrió. Los Dos Cielos volvían a ser de pronto una posibilidad. Su entrenamiento tenía ahora un propósito real. Y con sólo cinco puestos disponibles en el Círculo de Tres, sabía que tendría que trabajar duro para ser seleccionado.
—¿Por qué os habéis detenido? —exigió el
sensei
Kyuzo, alzándose sobre Jack, taladrándolo con sus sañudos ojos negros como guijarros.
—Sólo estoy recuperando el aliento,
sensei
—respondió Jack, sonriéndole, incapaz de ocultar la alegría que sentía por la noticia de Akiko.
El
sensei
Kyuzo lo miró con recelo.
—¡Levántate! ¿Está descansando alguno de los otros estudiantes? ¿Está cansado Kazuki-kun?
El
sensei
indicó con la cabeza a su estudiante favorito, que arrojaba a Saburo al suelo con un devastador
seoi nage.
—No,
sensei
—respondió Jack con una mueca.
—¡Vaya samurái que vas a ser! —escupió el
sensei
Kyuzo.
Giró sobre sus talones y se dirigió al centro del
Butokuden.
—
¡Yame!
—ordenó.
Todos los estudiantes dejaron de entrenar, hincaron una rodilla en tierra y escucharon a su
sensei.
—El
taijutsu
es como el agua hirviente: ¡Si no mantenéis la llama viva, se vuelve tibia! —gritó el
sensei
Kyuzo.
—
¡HAI, SENSEI!
—gritaron los estudiantes al unísono.
—¡No seáis como Jack-kun y os paréis simplemente porque estáis cansados!
Jack sintió los ojos de todos los del
dojo
volverse hacia él y ardió de furia. ¿Por qué tenía siempre el
sensei
que ponerlo como ejemplo? Había muchos otros estudiantes que no eran ni la mitad de competentes que Jack y varios habían dejado de entrenar mucho antes que él.
—Si alguno de vosotros ha inscrito su nombre para las pruebas del Círculo de Tres, necesitaréis mucha más fuerza y resistencia que esto. ¿Queréis rendiros? —desafió el
sensei
Kyuzo.
—
¡NO, SENSEI!
—respondieron los agotados estudiantes, la respiración entrecortada, sus
gi
empapados en sudor.
—Bien. ¡Entonces es el momento del
randori!
—anunció—. ¡Alineaos!
A toda prisa, los estudiantes se arrodillaron a un lado del
Butokuden
para prepararse para los entrenamientos libres.
—Durante esta sesión, quiero que practiquéis vuestros
nage waza y katame waza
solamente —dijo el
sensei
Kyuzo, reuniéndose a las diversas técnicas de agarre y lanzamiento en las que se habían estado entrenando durante las últimas lecciones.