El juego de los Vor (16 page)

Read El juego de los Vor Online

Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: El juego de los Vor
13.83Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Sí, sin que ni ellos mismos lo supieran. Eso

que es un secreto. Vamos. Asignarlo a la sección de Illyan fue una ficción legal, todos lo sabían. —¿Y no lo era también su propia asignación a la sección del Jefe de Seguridad?—. Illyan es demasiado cauteloso como para embarcarse en una aventura militar intergaláctica como pasatiempo. Me temo que en lo que se refiere a los mercenarios Dendarii, su principal interés es mantenerlos lo más lejos posible de Barrayar. Los mercenarios medran con el caos de los demás.

»Aparte de que su magnitud no es nada extraordinaria, menos de doce naves, tres o cuatro mil hombres. Son demasiado pocos como para asumir situaciones planetarias, y tienen su base en el espacio, no cuentan con tropas terrestres. El bloqueo de los enlaces de agujeros de gusanos era su especialidad. Una tarea segura, sin demasiados equipos, basada mayormente en la intimidación de civiles desarmados. Así fue como los conocí, cuando nuestra nave de carga fue detenida por su bloqueo y la intimidación llegó demasiado lejos. Me asusta pensar en los riesgos que corrí. Aunque con frecuencia me he preguntado si, sabiendo lo que sé ahora, hubiese podido… —Miles se detuvo y sacudió la cabeza—. O tal vez sea como cuando uno se encuentra en las alturas. Es mejor no mirar abajo, porque te paralizas y caes. —Miles no era aficionado a las alturas.

—En cuanto a la experiencia militar, ¿cómo se compara con la Base Lazkowski? —preguntó Gregor pensativo.

—Oh, existieron ciertos paralelismos —admitió Miles—. Ambos eran trabajos para los cuales no estaba entrenado, y los dos podían haber acabado conmigo. Salí de ambos para conservar el pellejo… aunque perdí un poco en el camino. El episodio de los Dendarii fue… peor. Perdí al sargento Bothari. En cierto sentido, perdí a Elena. Al menos en el Campamento Permafrost logré no perder a nadie.

—Tal vez te estés perfeccionando —le sugirió Gregor. Miles sacudió la cabeza y bebió. Debía haber puesto un poco de música. Cada vez que se interrumpía la conversación el pesado silencio de la habitación se tornaba opresivo. Era probable que el cielo raso no tuviese un mecanismo hidráulico que lo hiciera descender para aplastarlo mientras dormía. Seguridad contaba con métodos mucho más prolijos para ocuparse de los prisioneros recalcitrantes. Ahora sólo parecía descender sobre él.

Bueno, soy bajo. Es posible que no me alcance
.

—Supongo que sería… impropio —comenzó Miles— pedirte que trataras de sacarme de aquí. Siempre resulta bastante embarazoso solicitar los favores imperiales. Es como hacer trampa, o algo parecido.

—¿Qué? ¿Le pides a un prisionero de Seguridad Imperial que rescate a otro? —Los ojos almendrados de Gregor brillaban con ironía bajo sus cejas oscuras—. A mí me resulta embarazoso chocar con los límites de mi absoluta autoridad imperial. Tu padre e Illyan son como dos paréntesis que se cierran sobre mí. —Juntó las manos para reforzar sus palabras.

Era un efecto subliminal de aquella habitación, decidió Miles. Gregor también lo sentía.

—Lo haría si pudiese —agregó el emperador en tono de disculpa—. Pero Illyan ha dejado bien claro que quiere tenerte fuera de circulación. Por un tiempo.

—Tiempo. —Miles apuró su vino y decidió que sería mejor no servirse más. Se decía que el alcohol era deprimente—. ¿Cuánto tiempo? Maldita sea, si no consigo pronto algo que hacer, seré el primer caso de combustión humana espontánea grabada en vídeo. —Alzó un dedo hacia el cielo raso—. No es necesario que abandone el edificio, pero al menos podrían darme algo de trabajo. De oficina, de fontanería… ¡Soy fantástico con los drenajes! Cualquier cosa… Papá habló con Illyan sobre asignarme a Seguridad, la única sección que querría aceptarme. Debe haber tenido en mente algo más que convertirme en una m-m-mascota. —Se sirvió y volvió a beber para detener el torrente de palabras. Había dicho demasiado—. Maldito vino.

Gregor, quien había construido una pequeña torre con las fichas del tacti-go, la hizo tambalear con un dedo.

—Oh, ser una mascota no es un mal trabajo. Sólo tienes que conseguirlo. —Empujó la pila lentamente—. Veré lo que puedo hacer. No te prometo nada.

Miles no supo si había sido el emperador, los micrófonos o los engranajes que se habían estado moviendo lentamente, pero dos días después había sido asignado como asistente administrativo al comandante de guardia del edificio. Debía trabajar frente a una consola de comunicaciones, con planificaciones, nóminas de pago y actualización de datos en el ordenador. La tarea le resultó interesante durante una semana, mientras la aprendía, pero luego se volvió rutinaria. Al cabo de un mes, el tedio y la trivialidad comenzaban a afectar sus nervios. ¿Estaba siendo leal o simplemente estúpido? Ahora comprendía que los guardias también debían permanecer en prisión todo el día. Como tal, una de sus tareas era mantenerse encerrado a sí mismo. El maldito Illyan sí que era astuto, ya que nadie más hubiera podido retenerlo de haber estado decidido a escapar. Una vez encontró una ventana y miró hacia fuera. Caía aguanieve.

¿Lo dejarían salir de esa condenada caja antes de la Feria Invernal? ¿Cuánto tiempo necesitaba el mundo para olvidarlo? Si cometía suicidio, ¿el informe oficial diría que un guardia le había disparado cuando intentaba escapar? ¿Illyan pretendía sacarlo de sus cabales o sólo de su sección?

Transcurrió otro mes. Como ejercicio espiritual, Miles decidió llenar sus horas libres mirando todos los vídeos de entrenamiento en la biblioteca militar, por estricto orden alfabético. La colección era verdaderamente sorprendente. Uno que lo divirtió en particular fue un vídeo de treinta minutos (titulado H: Higiene) que explicaba cómo tomar una ducha. Bueno, sí, probablemente existiesen reclutas de regiones alejadas que necesitaban las instrucciones. Después de algunas semanas había llegado a
R: Rifle-láser, Modelo D-67; circuitos de la fuente de alimentación, mantenimiento y reparación
, cuando fue interrumpido por una llamada donde se le ordenaba presentarse en la oficina de Illyan.

La oficina de Illyan conservaba casi el mismo aspecto que en la última y penosa visita de Miles. La misma habitación espartana y sin ventanas, ocupada en su mayor parte por una consola que parecía pertenecer a una nave espacial. Pero ahora había dos sillas. De manera prometedora, una de ellas estaba vacía. ¿Sería posible que esta vez no acabase sentado en el suelo? La otra estaba ocupada por un hombre cuyo uniforme lucía las tiras de capitán y la insignia de Seguridad Imperial en el cuello.

Un sujeto interesante ese capitán. Miles lo estudió por el rabillo del ojo mientras intercambiaba saludos formales con Illyan. Tendría unos treinta y cinco años, con algo de la expresión suave que mostraba Illyan en el rostro, pero de complexión más grande. Pálido. Podía pasar sin dificultad por algún burócrata sin importancia, por un hombre sedentario afecto a estar en casa. Pero ese aspecto también se conseguía pasando mucho tiempo encerrado en naves espaciales.

—Alférez Vorkosigan, él es el capitán Ungari. El capitán Ungari es uno de mis agentes galácticos. Tiene diez años de experiencia recogiendo información para este departamento. Su especialidad es la evaluación militar.

Ungari favoreció a Miles con un ligero movimiento de cabeza a modo de saludo. Ahora su mirada serena lo estudió a él. Miles se preguntó cuál sería su evaluación del diminuto soldado que tenía delante, y trató de enderezar más la espalda. No hubo nada obvio en la reacción de Ungari hacia él.

Illyan se reclinó en su sillón.

—Dígame, alférez, ¿qué ha escuchado últimamente sobre los mercenarios Dendarii?

—¿Señor? —Miles giró hacia él. No era lo que había esperado—, Yo… últimamente nada. Hace alrededor de un año recibí un mensaje de Elena Bothari… quiero decir Bothari-Jesek. Pero se trataba de algo personal, eh… un saludo de cumpleaños.

—Eso lo tengo. —Illyan asintió con la cabeza.

Lo tienes, canalla
.

—¿Nada desde entonces?

—No, señor.

—Mm… —Illyan señaló la silla vacía—. Siéntese, alférez. —Su tono se volvió más formal. ¿Al fin irían al grano?—. Repasemos un poco de astrografía. La geografía es la madre de la estrategia, según dicen. —Illyan jugueteó con un control de su consola.

Un mapa de ruta con una red de conductos por agujeros de gusano apareció en tres dimensiones sobre la pantalla de holovídeo. Parecía el modelo de alguna extraña molécula orgánica hecha de brillantes colores. Las esferas representaban los cruces espaciales, y los tubos eran los saltos espaciales por agujeros de gusano que los unían; una información gráfica y reducida en lugar de ser a escala. Illyan acercó un fragmento. Destellos rojos y azules en el centro de una esfera, con cuatro tubos que se extendían en extraños ángulos hacia esferas más complejas, como una asimétrica cruz celia.

—¿Le resulta familiar?

—El del medio es el Centro Hegen, ¿verdad, señor?

—Bien. —Illyan le entregó su controlador—. Hágame un resumen estratégico del Centro Hegen, alférez. Miles se aclaró la garganta.

—Es un sistema estelar doble sin planetas habitables, con unas pocas estaciones y satélites. No existen muchos motivos para ocuparse de él. Al igual que otros conductos de enlace, es más una ruta que un lugar en sí, y cobra valor por lo que lo rodea. En este caso, se trata de cuatro regiones con planetas habitados.

A medida que hablaba, Miles fue iluminando las distintas partes de la imagen.

—Aslund. Aslund es un callejón sin salida como Barrayar. El Centro Hegen es su única salida a la red galáctica. Resulta tan vital para Aslund como Komarr lo es para nosotros.

»El Conjunto Jackson. El Centro Hegen es sólo uno de los cinco portales al espacio Jacksoniano; más allá del Conjunto Jackson se extiende la mitad de la galaxia explorada.

»Vervain. Vervain tiene dos salidas; una hacia el Centro Hegen, y la otra hacia los sectores de enlace controlados por el imperio cetagandano.

»Y cuarto, por supuesto, nuestro buen vecino el planeta y República de Pol. El cual, a su vez, se conecta con nuestro enlace múltiple que es Komarr. También desde Komarr sale nuestro conducto directo al sector cetagandano, cuyo tráfico es controlado por nosotros desde que lo conquistamos. —Miles miró a Illyan en busca de aprobación. Illyan volvió la mirada hacia Ungari, quien alzó un poco las cejas. ¿Qué significaba?

—La estrategia de los conductos —murmuró Illyan mientras observaba su gráfico brillante—. Cuatro jugadores y un tablero. Debería ser simple…

»De todos modos —continuó Illyan cogiendo el controlador con un suspiro—, el Centro Hegen es algo más que un punto de estrangulación potencial para los cuatro sistemas adyacentes. El veinticinco por ciento de nuestro propio tráfico comercial pasa por allí, vía Pol. Y aunque Vervain está cerrado para las naves militares cetagandanas, al igual que Pol está cerrado para las nuestras, se produce un significativo intercambio de civiles por el mismo conducto y atravesando el Conjunto Jackson. Cualquier cosa que obstruya el Centro Hegen provocará tantos daños en Cetaganda como en Barrayar.

»Y, sin embargo, después de años de cooperación desinteresada y neutralidad, de pronto esta región se reaviva con lo que sólo puedo llamar una carrera armamentista. Los cuatro vecinos parecen estar creando intereses militares. Pol ha reforzado los armamentos en sus seis estaciones de enlace con el Centro, lo cual me resulta un poco alarmante, ya que Pol nos ha mirado con gran recelo desde que nos apoderamos de Komarr. Por su parte, el Conjunto Jackson está haciendo lo mismo—. Vervain ha contratado a una flota mercenaria llamada Comando Randall.

»Toda esta actividad está causando un cierto grado de pánico en Aslund, quien por razones obvias es el que tiene los principales intereses en el Centro Hegen. Este año han destinado la mitad de su presupuesto militar a una gran estación de enlace, una fortaleza flotante, en realidad, y para estar cubiertos mientras se preparan, también han contratado protección. Creo que usted los conoce. Solían llamarlos Flota Mercenaria Dendarii Libre. —Illyan se detuvo y alzó una ceja, esperando la reacción de Miles.

Al fin comenzaba a entender. ¿O no? Miles soltó el aire de los pulmones.

—Eran especialistas en bloqueos en cierta época. Supongo que tiene sentido. Ah… ¿solían llamarlos Dendarii? ¿Han cambiado de nombre?

—Parece ser que hace poco han vuelto a su denominación original de Mercenarios de Oseran.

—Qué extraño. ¿Por qué?

—Buena pregunta. —Illyan apretó los labios—. Una entre muchas, aunque no creo que sea la más urgente. Pero lo que me preocupa es la conexión cetagandana… o la falta de ella. Un caos generalizado en la región sería tan perjudicial para Cetaganda como para nosotros. Pero si de alguna manera, al despejarse la confusión, Cetaganda lograra el control del Centro Hegen… ¡ah! Entonces podrían detener o controlar el tráfico barrayarano tal como nosotros hacemos con el de ellos a través de Komarr. Y si el enlace Komarr-Cetaganda estuviera bajo su control, tendrían acceso a dos de nuestras cuatro principales rutas galácticas. Algo intrincado, indirecto. Huele a los métodos de Cetaganda. Sus sucias manos deben estar tirando de los hilos. Estoy seguro de que se encuentran allí, aunque todavía no pueda verlas… —Illyan sacudió la cabeza con expresión meditabunda—. Si se interrumpiera el enlace del Conjunto Jackson, todos deberían desviarse a través del imperio cetagandano… lo cual redundaría en beneficios…

—O a través nuestro —señaló Miles—. ¿Por qué Cetaganda habría de hacernos ese favor?

—He pensado en una posibilidad. En realidad he pensado en nueve, pero ésta es para usted. ¿Cuál es la mejor táctica para capturar un punto de enlace?

—Atacar ambos extremos a la vez —recitó Miles automáticamente.

—Motivo por el cual Pol se ha cuidado de no permitirnos tener ninguna presencia militar en el Centro Hegen, Pero supongamos que alguien de Pol escucha ese desagradable rumor que tanto me costó erradicar: que los Mercenarios Dendarii son el ejército privado de cierto señorito barrayarano. ¿Qué pensarán?

—Pensarán que nos estamos preparando para atacarlos —dijo Miles—. Pueden ponerse paranoicos, hacer cundir el pánico, incluso buscar una alianza temporal con… ¿con Cetaganda, tal vez?

—Muy bien. —Illyan asintió con la cabeza.

El capitán Ungari, que había estado escuchando con la paciencia de un hombre que ya había pasado antes por todo aquello, miró a Miles algo alentado y aprobó su hipótesis con un movimiento de cabeza.

Other books

The Old Willis Place by Mary Downing Hahn
Wings of Destruction by Victoria Zagar
Bad Bloods by Shannon A. Thompson
Battlesaurus by Brian Falkner
Man Of Steel by Silver, Jordan
American Passage by Cannato, Vincent J.
Lucky Break by Liliana Rhodes