—Pero incluso aunque se la observe como a una fuerza independiente —continuó Illyan—, los Dendarii son otra fuerza desestabilizadora en la región. Toda la situación es inquietante y vuelve más tensa cada día que pasa sin que haya ningún motivo aparente. Un solo error, un incidente fatal podría desatar turbulencias, los clásicos desórdenes, la avalancha. ¡Quiero información, Miles!
Por lo general, Illyan deseaba información con la misma pasión con que un aborigen drogado tallaba una flecha. Ahora se volvió hacia Ungari.
—¿Y bien? ¿Qué le parece, capitán? ¿Servirá?
Ungari tardó unos momentos en responder.
—Físicamente es… es más llamativo de lo que había imaginado.
—Como camuflaje, eso no tiene por qué ser una desventaja. En su compañía usted será prácticamente invisible.
—Es posible, ¿pero será capaz de sobrellevarlo? No tendré mucho tiempo para cuidar de él. —La voz de Ungari era la de un barítono amable. Evidentemente, se trataba de uno de los oficiales con educación moderna, aunque no lucía un broche de la Academia.
—El almirante parece pensar que sí. ¿Debo oponerme a él? Ungari miró a Miles.
—¿Está seguro de que la opinión del almirante no está influenciada por… esperanzas personales?
Se refiere a sus deseos
, tradujo Miles mentalmente.
—En todo caso, sería la primera vez. —Illyan se alzó de hombros.
Y existe una primera vez para todo
fue la frase que quedo pendiente en el aire. Ahora Illyan se volvió para clavar su mirada en Miles—, Alférez, ¿usted cree que, si le es solicitado, sería capaz de interpretar el papel del almirante Naismith nuevamente, por poco tiempo?
Miles había imaginado que se lo diría, pero las palabras pronunciadas en voz alta le produjeron un extraño escalofrío. Dar rienda suelta de nuevo a ese personaje reprimido.
No se trataba sólo de un papel, Illyan
.
—Podría volver a hacerlo, sin duda. Es dejar de interpretar a Naismith lo que me asusta.
Illyan se permitió esbozar una sonrisa fría, tomando esto como si fuera una broma. La sonrisa de Miles fue un poco más triste.
Usted no lo sabe, no sabe cómo fue
… Tres partes de simulación, de engaño, y una parte de… otra cosa. ¿Zen, gestalt, delirio? Incontrolables momentos de exaltación en estado alfa… ¿Podía volver a hacerlo? Tal vez ahora ya sabía demasiado.
Primero te paralizas, y luego caes
. Quizás esta vez sí suceda que no sea más que una actuación.
Illyan se reclinó en su silla, unió las palmas un instante y luego dejó caer las manos.
—Muy bien, capitán Ungari. Es todo suyo. Utilícelo como crea conveniente. Su misión es reunir información sobre la crisis actual del Centro Hegen; en segundo término, de ser posible, emplear al alférez Vorkosigan para eliminar de la escena a los Mercenarios Dendarii. Si decide utilizar un contrato falso para sacarlos del Centro, podrá recurrir a la cuenta de operaciones secretas para ofrecerles una paga convincente. Ya conoce los resultados que quiero obtener. Lamento que mis órdenes no puedan ser más específicas. Dependerán de la información que usted mismo obtenga.
—No me importa, señor— dijo Ungari con una pequeña sonrisa.
—Mm… Disfrute de su independencia mientras dure. Finalizará con su primer error. —El tono de Illyan era irónico, pero sus ojos parecían confiados hasta que los volvió hacia Miles—, Usted viajará como el «almirante Naismith», quien a su vez viajará de Incógnito, posiblemente, para regresar a la flota Dendarii. Hasta que el capitán Ungari decida que debe escenificar el personaje de Naismith, se hará pasar por su guardia. De ese modo siempre estará en condiciones de controlar la situación. Sería demasiado pedirle a Ungari que sea responsable de la misión y también de su seguridad, por lo que también tendrá un verdadero guardia. Según lo planeado, el capitán Ungari gozará de una gran libertad de movimiento ya que se les proporcionará una nave sólo para ustedes. Contamos con un piloto y un enlace que conseguimos en… no importa dónde, pero no tiene ninguna conexión con Barrayar. La nave tiene matrícula jacksoniana, lo cual encaja perfectamente con el misterioso pasado del almirante Naismith. Su falsedad es tan evidente que nadie buscará a otro impostor debajo del primero, —Illyan se detuvo—. Por supuesto que usted obedecerá las órdenes del capitán Ungari. Eso es algo que ni siquiera se menciona. —La mirada directa de Illyan fue tan fría como una noche en la isla Kyril.
Miles esbozó una sonrisa de sumisión para mostrar que comprendía la indirecta.
Seré bueno, señor… ¡déjeme abandonar el planeta!
De fantasma a cabeza de turco. ¿Podía decirse que había recibido una promoción?
Victor Rotha, agente comercial. Sonaba a un alcahuete. Con desconfianza, Miles observó su nueva personalidad reflejada en la pantalla de su cabina. ¿Qué había de malo en un simple espejo espartano, después de todo? ¿
Dónde
había conseguido Illyan esa nave? Era de fabricación betanesa y estaba llena de los lujosos artefactos propios de la Colonia Beta. Miles se entretuvo con su horripilante visión de lo que podía ocurrir si alguna vez fallaba el programa del elaborado cepillo dental sónico.
«Rotha» llevaba una vestimenta que respetaba su supuesto origen. Miles había desechado el sarong betanés, ya que en la Estación Seis de Pol no era lo suficientemente cálido para él. Sí llevaba sus pantalones verdes anchos sujetados con una soga de sarong y sandalias de estilo betanés. La camisa verde estaba confeccionada con la barata seda sintética de Escobar, y la chaqueta color crema era de un estilo similar. El ecléctico guardarropa de alguien que provenía de la Colonia Beta, de alguien que había estado merodeando por la galaxia. Bien. Miles pronunció algunas frases en voz alta, practicando el acento betanés, mientras deambulaba por la compleja cabina.
Hacía un día que habían arribado a la Estación Seis sin sufrir ningún incidente. Todo el viaje de tres semanas desde Barrayar había transcurrido de ese modo. Ungari parecía satisfecho con ello. El capitán de Seguridad Imperial había pasado la mayor parte de la travesía contando cosas, tomando fotografías y contando: naves, tropas, guardias de seguridad, tanto civiles como militares. Habían encontrado excusas para detenerse en cuatro de los seis puntos de enlace en la ruta entre Pol y el Centro Hegen, y Ungari se había dedicado a contar, medir, seccionar, alimentar el ordenador y calcular durante todo el trayecto. Ahora habían llegado al último puesto de avanzada de Pol (o al primero, dependiendo de la dirección en que uno viajase). Este estaba arraigado en el mismo Centro Hegen.
En cierta época, Pol Seis no había sido más que una parada de emergencia y un eslabón de la cadena de comunicaciones. Todavía no había sido resuelto el problema de enviar mensajes a través de un salto por agujero de gusano sin transportarlos físicamente en una nave. De casi todas las regiones desarrolladas de la red partía en un salto una nave de comunicaciones cada hora o incluso con más frecuencia, para emitir un haz de rayos que viajaban a la velocidad de la luz hasta el siguiente punto de salto, donde los mensajes eran recibidos y vueltos a emitir, y ésta era la forma más rápida de enviar la Información. En las regiones menos desarrolladas sólo se podía aguardar, algunas veces durante semanas o meses, hasta que una nave acertase a pasar por allí, y luego esperar que no se olvidasen de entregar el mensaje.
Ahora Pol Seis era más que un punto de referencia. Montaba guardia. Ungari había chascado la lengua con entusiasmo al identificar y sumar a su lista las naves de Pol apiñadas en la zona que rodeaba la nueva construcción. Habían volado en espiral sobre la estación, inspeccionando cada sector de ella y todas sus naves.
«Su principal tarea —le había dicho Ungari a Miles— será hacer que a todos les resulte más interesante observarlo a usted que a mí. Circule. Dudo que necesite esforzarse demasiado para llamar la atención. Revele su identidad oculta. Con suerte, hasta es posible que establezca un par de contactos que valga la pena estudiar. Aunque dudo que se encuentre con algo muy valioso de inmediato. Las cosas no funcionan de ese modo.»
Ahora, Miles abrió su muestrario sobre la cama y volvió a examinarlo.
Sólo un vendedor ambulante, eso soy yo
. Doce armas de mano sin sus cargas de energía brillaron con picardía. Una fila de discos de vídeo describiendo armas más grandes e interesantes. Y lo más cautivador de todo, la colección de discos diminutos ocultos en su chaqueta.
Muerte. Os la puedo vender al por mayor
.
El guardaespaldas de Miles lo recibió en la compuerta de salida. ¿Por qué, en nombre del cielo, Illyan había tenido que designar a Overholt para esta misión? Por el mismo motivo que lo había impulsado a enviarlo a la isla Kyril, porque era de confianza, pero a Miles le resultaba embarazosa la idea de trabajar con un hombre que alguna vez lo había arrestado. ¿Y qué pensaría Overholt de él ahora? Afortunadamente, el hombre era del tipo discreto.
Overholt iba vestido con un estilo tan informal y ecléctico como el suyo, aunque llevaba botas en lugar de sandalias. Parecía exactamente un guardaespaldas que trataba de pasar por turista. La clase de hombre que un pequeño traficante de armas como Victor Rotha tomaría a su servicio.
Formal y decorativo a la vez, trafica, juega a los dados y camorrea
. Por separado, ni Miles ni Overholt serían memorables. Juntos, bueno… Ungari tenía razón. No tendrían que preocuparse por llamar la atención.
Miles atravesó el tubo de desembarco y entró en Pol Seis. Allí, tanto su muestrario como su persona fueron cuidadosamente examinados, y Overholt debió mostrar su permiso para portar armas—. A partir de allí tenían libre acceso a las instalaciones de la estación, exceptuando ciertos corredores custodiados que conducían a las zonas militarizadas. Ungari había dejado bien claro que esas áreas eran asunto suyo, no de Miles.
Aún era temprano para su primera cita y, por lo tanto. Miles caminó lentamente, disfrutando la sensación de encontrarse en una estación espacial. El lugar no era tan transitable como la Colonia Beta, pero pudo moverse sin problemas en el ambiente técnico-cultural galáctico. No se parecía en nada a la subdesarrollada Barrayar. El ambiente era artificial y transmitía una cierta sensación de peligro, sensación que en cualquier momento podía crecer hasta convertirse en terror claustrofóbico, en el caso de producirse una repentina descompresión. La gran plaza central estaba rodeada de tiendas, hoteles y restaurantes.
Un curioso trío paseaba por la plaza Justo frente a Miles. Un hombre robusto, vestido con ropas sueltas e ideales para ocultar armas, miraba hacia todos lados con inquietud. Un colega profesional de Overholt, sin duda. Él y Overholt se descubrieron el uno al otro e intercambiaron miradas sombrías, para luego ignorarse mutuamente. El hombre a quien custodiaba parecía casi invisible al lado de su mujer.
Ella era baja, pero de gran vivacidad. Tenía una figura delgada y un cabello rubio, casi blanco y muy corto, que le otorgaba un extraño aspecto de duende. Su atuendo deportivo negro parecía emitir destellos eléctricos que ondulaban como agua sobre su piel. Unos zapatos negros con tacones altos la elevaban inútilmente unos pocos centímetros. Sus labios lucían un rojo carmesí, haciendo juego con el pañuelo que rodeaba su cuello de alabastro, cayendo como una cascada desde los hombros para enmarcar la piel desnuda de su espalda. La mujer parecía… cara.
Sus ojos descubrieron la mirada fascinada de Miles. La mujer alzó el mentón y lo miró con frialdad.
—¿Victor Rotha? —La voz a su lado lo sobresaltó.
—Ah…, ¿señor Liga? —aventuró Miles mientras giraba— Pálidas facciones de conejo, labios prominentes, cabello negro; éste era el hombre que afirmaba querer mejorar el armamento de sus guardias de seguridad, en su industria minera asteroidal. Seguro. ¿De dónde lo había sacado Ungari? Miles no estaba seguro de querer saberlo.
—He hecho arreglos para que hablemos en un sitio privado. —Liga sonrió y señaló la entrada de un hotel cercano con un movimiento de cabeza—. Eh… —agregó—, parece que todos están haciendo negocios esta mañana. —Señaló al trío al otro lado del vestíbulo. Ahora ya eran un cuarteto y se estaban marchando. Los pañuelos flotaban como banderas tras los rápidos pasos de la rubia.
—¿Quién era esa mujer? —preguntó Miles.
—No lo sé —respondió Liga—. Pero el hombre al que siguen es su principal competidor aquí. Es el agente de Casa Fell, los especialistas jacksonianos en armamentos.
Mas bien parecía un hombre de negocios, al menos de espaldas.
—¿Pol permite que los jacksonianos operen aquí? —preguntó Miles—. Pensé que las relaciones eran muy tensas.
—Entre Pol, Aslund y Vervain, sí —aclaró Liga—. El consorcio jacksoniano proclama a gritos su neutralidad. Esperan obtener beneficios por todos lados. Pero éste no es el mejor lugar para hablar de política. Vayámonos de aquí.
Tal como Miles suponía. Liga lo llevó a la habitación de un hotel. Entonces Miles recitó la propaganda comercial que había memorizado. Le enseñó una a una todas las armas de mano y disertó sobre las piezas que tenían disponibles y las fechas de entrega.
—Había pensado en algo más… poderoso —dijo Liga.
—Tengo otro muestrario a bordo de mi nave —le explicó Miles—. No quise transgredir las costumbres de Pol con él, pero puedo mostrarle un vídeo de su contenido.
Miles sacó a relucir los manuales de las armas pesadas.
—Este vídeo sólo tiene propósitos educativos, por supuesto, ya que para un particular de Pol la posesión de estas armas es ilegal.
—En Pol, sí —precisó Liga—, pero sus leyes no rigen en el Centro Hegen. Todavía. Sólo debe despegar de Pol Seis y superar los diez mil kilómetros que constituyen el límite de tráfico controlado para llevar a cabo cualquier negocio que desee, con toda legalidad. El problema se presenta cuando tiene que entregar la mercancía dentro del espacio local de Pol.
—Las dificultades en las entregas son una de mis especialidades —le aseguró Miles—. Con un pequeño recargo, por supuesto.
—Eh, bien… —Liga revisó el catálogo apretando el avance rápido—. Estos arcos de plasma para trabajos pesados…. ¿cómo son en relación a los cañones con disruptores nerviosos?
Miles se encogió de hombros.
—Depende de si quiere eliminar personas solamente, o personas y propiedades. Puedo ofrecerle muy buen precio por los disruptores nerviosos. —Mencionó una cifra en créditos de Pol.