El loro de Flaubert (27 page)

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Authors: Julian Barnes

Tags: #Humor, Referencia, Relato

BOOK: El loro de Flaubert
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Psicología

E1 nació en 1855.

E2 nació en parte el año 1855.

E1 tuvo una infancia tranquila, pero al llegar a la madurez tuvo cierta propensión a las crisis nerviosas.

E2 tuvo una infancia tranquila, pero al llegar a la madurez tuvo cierta propensión a las crisis nerviosas.

E1 llevó una vida sexual irregular desde el punto de vista de las personas bienpensantes.

E2 llevó una vida sexual irregular desde el punto de vista de las personas bienpensantes.

E1 imaginó que tenía dificultades económicas.

E2 supo que tenía dificultades económicas.

E1 se suicidó ingiriendo ácido prúsico.

E2 se suicidó ingiriendo arsénico.

E1 fue Eleanor Marx.

E2 fue Emma Bovary.

La primera traducción al inglés de
Madame Bovary
fue obra de Eleanor Marx.

Analice esta serie de datos.

Psicoanálisis

Especule sobre el significado de este sueño, anotado por Flaubert en Lamalgue, el año 1845: «He soñado que caminaba con mi madre por un gran bosque que estaba lleno de monos. Cuanto más andábamos, más monos había. Los monos reían y saltaban por las ramas de los árboles. Cada vez había más; cada vez eran más grandes; se interponían en nuestro camino. Me miraban todo el rato, y yo acabé sintiéndome asustado. Nos rodearon formando un gran círculo: uno de ellos quería golpearme y me cogió la mano. Yo le disparé al hombro con mi rifle, y le hice sangrar; él se puso a soltar unos aullidos terribles. Entonces me dijo mi madre: "¿Por qué le has herido? Es amigo tuyo. ¿Qué te ha hecho? ¿No ves que te quiere? ¿Y es tu viva imagen!" El mono me miraba. Tuve la sensación de que se me estaba desgarrando el alma, y me he despertado…, con la sensación de que estaba identificado con los animales, y confraternizando con ellos en una comunión tierna, panteísta.»

Filatelia

Gustave Flaubert apareció en un sello francés (de 8F y de 2F) en 1952. La imagen es un retrato nada especial «basado en la obra de E. Giraud» en el que el novelista —con una fisonomía ligeramente china— aparece dotado de un inesperado cuello de camisa moderno con su corbata. Este sello es el de valor más bajo de la serie emitida como parte de una campaña de recaudación de fondos para el Socorro Nacional: los valores más elevados conmemoran (en orden ascendente) a Manet, Saint-S.aëns, Poincaré, Haussmann y Thiers.

EI primer escritor francés cuya imagen apareció en un sello fue Ronsard. Victor Hugo apareció en tres sellos diferentes entre 1933 y 1936, y una de esas veces fue en una serie emitida para ayudar al Fondo de Socorro para Intelectuales en Paro. El retrato de Anatole France contribuyó a esta campaña en 1937; el de Balzac en 1939. El molino de Daudet apareció en un sello en el año 1936. La Francia de Pétain rindió homenaje a Frédéric Mistral (1941) y a Stendhal (1942). Saint-E.xupéry, Lamartine y Chateaubriand aparecieron en 1948; Baudelaire, Verlaine y Rimbaud en la ola decadente de 1951. Esta últíma fecha proporcionó también a los coleccionistas de sellos la imagen de Alfred de Musset, que reemplazó a Flaubert en la cama de Louise Colet, pero que ahora se le adelantó un año en los sobres del correo.

a) ¿Deberíamos sentirnos ofendidos en nombre de Flaubert? Y, si es así, ¿deberíamos sentirnos más, o menos, ofendidos en nombre de Michelet (1953), Nerval (1955), George Sand (1957), Vigny (1963), Proust (1966), Zola (1967), Sainte-B.euve (1969), Mérimée y Dumas père (1970) o Gautier (1972)?

b) Calcule las posibilidades de que aparezcan en un sello francés las imágenes de Louis Bouilhet, de Maxime du Camp y de Louise Colet.

Fonética

a) El co-p.ropietario del Hôtel du Nil, en El Cairo, que fue el lugar donde se hospedó Flaubert en 1850, se llamaba Bouvaret. La protagonista de la primera novela de Flaubert se llama Bovary; el co-p.rotagonista de su última novela se llama Bouvard. En su obra de teatro
Le Candidat
aparece un tal Comte de Bouvigny; en otra obra dramática,
Le Château des coeurs
, aparece un tal Bouvignard. ¿Cree usted que todo esto es deliberado?

b) El nombre de Flaubert apareció en la
Revue de Paris
con una errata de imprenta: Faubert. En la Rue Richelieu había un comerciante de ultramarinos llamado Faubet. Cuando
La Presse
publicó su información acerca del juicio de
Madame Bovary
, el nombre del autor estaba escrito así: Foubert. Martine,
la femme de confiance
de George Sand, le llamaba Flambart. Camille Rogier, el pintor que residía en Beirut, le llamaba Folbert. «¿Captas la sutileza del chiste?», le escribió Gustave a su madre. (¿Cuál es el chiste? Probablemente se refiere a que con ese apellido Rogier le daba un nombre que reproducía la imagen que el novelista se hacía de sí mismo: Oso Loco.) Bouilhet comenzó a llamarle también Folbert. En Mantes, la ciudad donde se encontraba con Louise Colet, había un Café Flambert. ¿Cree usted que todo esto son simples coincidencias?

c) Según Du Camp, el apellido Bovary debe ser pronunciado con una o breve. ¿Deberíamos seguir sus instrucciones? Y, si es así, ¿por qué?

Historia del teatro

Haga una estimación de las dificultades técnicas que supondría llevar a la práctica esta acotación escénica del autor (en
Le Château des coeurs
, acto VI, escena 8):

La Olla, cuyas asas se han transformado en alas, se eleva por los aires y se pone boca abajo, y entretanto aumenta de tamaño hasta que llega un momento en que parece planear sobre la ciudad entera. Las verduras —zanahorias, nabos y puerros— que caen de ella quedan suspendidas en el aire y se convierten en constelaciones luminosas.

Historia (y Astrología)

Analice las siguientes predicciones de Gustave Flaubert:

a) (1850) «En mi opinión, es casi imposible que, dentro de no mucho tiempo, Inglaterra no llegue a convertirse en dueña y señora de Egipto. En estos momentos ya tiene Adén atestado de tropas. Nada más fácil que, atravesando Suez, llenar El Cairo de uniformes rojos. En Francia no se tendrán noticias del hecho hasta que hayan transcurrido quince días, ¡y todo el mundo se mostrará muy sorprendido! Acuérdese de mi predicción.»

b) (1852) «A medida que la humanidad se va perfeccionando, el hombre se va degradando. Cuando todo quede reducido a un simple contrapeso de intereses económicos bien equilibrados, ¿para qué servirá la virtud? Cuando la Naturaleza esté tan subyugada que haya perdido todas sus formas originales, ¿para qué servirá la plástica? Etc. Entretanto, viviremos en un mundo opaco.

c) (1870, al estallar la guerra franco-p.rusiana): «¿No es posible que vuelvan a empezar las guerras raciales? Antes de que transcurra un siglo, ¿llegará a ocurrir que varios millones de hombres se maten los unos a los otros en una sola batalla? ¡Oriente entero contra toda Europa, el mundo antiguo contra el nuevo! ¿Por qué no?»

d) (1850) «De vez en cuando, en las ciudades, abro un periódico. Tengo la sensación de que todo avanza rápidamente. No estamos bailando sobre un volcán, sino sobre las tablas de una letrina, que a mí me huele bastante a podrido. Próximamente, la sociedad se precipitará en la mierda de diecinueve siglos, y se ahogará rápidamente en ella. Se oirán muchos gritos.»

e) (1871) «Los Internacionales = los Jesuitas del futuro.»

15

Y EL LORO…

¿Y el loro? Bien, tardé casi dos años en resolver el Caso del loro disecado. Las cartas que escribí al regresar de mi primera visita a Rouen no produjeron ningún resultado útil; ni siquiera obtuve respuesta para algunas de ellas. Cualquiera hubiese dicho que yo no era más que un chiflado, un senil estudioso aficionado empeñado en investigar trivialidades y que hacía patéticos esfuerzos por conquistar la fama. En realidad, los jóvenes están mucho más chiflados que los viejos; y son mucho más egoístas, suicidas e incluso más condenadamente raros. Lo que pasa es que la prensa les trata con más indulgencia. Cuando alguna persona de ochenta, o sesenta, a cincuenta y cuatro años se suicida, la gente suele decir que se le ha ablandado el seso, que tiene la clásica depresión post-m.enopáusica, o que se ha dejado arrastrar por un último arrebato de mezquina vanidad que sólo pretende conseguir que los demás se sientan culpables. Cuando el que se suicida es una persona de veinte años, la gente suele decir que se trata de un noble acto de rechazo de la miserable vida que le ofrece la sociedad, un acto no solamente de valentía sino también de rebeldía moral y social. ¿Vivir? Que vivan los viejos. Todo esto no es más que pura y simple chifladura, naturalmente. Y hablo en mi calidad de médico.

Y ahora que estábamos tratando de esta cuestión, debería añadir que la suposición de que Flaubert pudiera haberse suicidado también es pura chifladura. La chifladura de una sola persona: un vecino de Rouen que se llamaba Edmond Ledoux. Este fantaseador emerge dos veces en la biografía de Flaubert; en cada ocasión, se limita a difundir chismorreos. Su primera intervención le sirve para afirmar que Flaubert llegó a ser prometido de Juliet Herbert. Ledoux pretendió haber visto un ejemplar de
La Tentation de saint Antoine
dedicado por Gustave a Juliet, con las palabras «
A ma fiancée»
. Es extraño que lo viera en Rouen, y no en Londres, que es donde Juliet vivía. Es extraño que nadie más viera nunca este ejemplar. Es extraño que este ejemplar haya desaparecido. Es extraño que Flaubert no mencionara nunca este compromiso. Es extraño que hiciera una cosa tan diamétricamente opuesta a sus ideas.

También es extraño que la otra afirmación calumniosa de Ledoux —el supuesto suicidio— fuese igualmente en contra de las más profundas creencias del escritor. Escuchémosle. «Tengamos la modestia de los animales heridos, que se retiran a un rincón y permanecen en silencio. El mundo está lleno de gente que protesta en contra de la Providencia. Aunque sólo sea por conservar los buenos modales, hay que evitar el comportarse como esos.» Y de nuevo esa cita que dormita en mi cabeza: «Los que son como nosotros necesitan tener la religión de la desesperanza. A fuerza de repetirse «¡Es así! ¡Es así!", y de contemplar el agujero negro, al final logramos la calma.»

Estas no son palabras de un suicida. Son palabras de un hombre cuyo estoicismo es tan profundo como su pesimismo. Los animales heridos no se suicidan. Y la persona capaz de comprender que contemplar el agujero negro fomenta la calma no es de las que se arrojan a él. Quizá fuera éste el pie del que Ellen cojeaba— era incapaz de bajar la vista y mirar fijamente el agujero negro. Lo único que podía hacer era mirarlo por el rabillo del ojo, una y otra vez. Si le echaba una sola ojeada se desesperaba, y la desesperación la impulsaba a buscar alguna cosa con la que distraerse. Hay quienes procuran no ver el agujero negro; otros lo ignoran. Los que lo miran una y otra vez acaban sintiéndose obsesionados por él. Ella eligió la dosificación exacta: fue en la única ocasión en que pareció servirle de algo el haber estado casada con un médico.

El relato que Ledoux hace del suicidio dice así: Flaubert
se ahorcó en el baño
. Supongo que es más plausible que si hubiera dicho que se electrocutó con somníferos; pero, la verdad… Lo que ocurrió en realidad fue lo siguiente. Flaubert se levantó de la cama, se bañó con agua caliente, tuvo un ataque de apoplejía, y llegó dando traspiés hasta el sofá de su estudio; allí le encontró expirando el médico que posteriormente firmó el certificado de defunción. Eso fue lo que pasó. Fin. El primero de los biógrafos de Flaubert habló con ese médico, y punto. La versión de Ledoux exige que se produjera la siguiente serie de acontecimientos: Flaubert se metió en la bañera llena de agua caliente, se ahorcó de un modo que todavía nadie ha sabido explicar, y después logró salir de la bañera, esconder la cuerda, llegar hasta su estudio, desplomarse en el sofá y, cuando llegó el médico, consiguió morirse no sin antes haber fingido los síntomas de alguien que ha sufrido una apoplejía. La verdad, es ridículo.

Dicen que no hay humo sin fuego. Pues lamento decir que sí puede haberlo. Edmond Ledoux es un magnífico ejemplo de humo espontáneo. ¿Y quién era, además, este tal Ledoux? Parece que no hay nadie que lo sepa. No era ninguna autoridad en nada. Es un absoluto don nadie. Sólo existe como la persona que dijo dos mentiras. Es posible que algún miembro de la familia Flaubert le hiciera algún daño (¿quizá Achille no logró curarle un juanete?) y se vengó de esta forma. Porque sus afirmaciones suponen que ningún libro sobre Flaubert puede terminar sin analizar la hipótesis del suicidio, aunque siempre para concluir diciendo que esa afirmación es insostenible. Ya lo ve, aquí ha pasado lo mismo. Otra larga digresión cuyo tono de indignación moral será con toda probabilidad contraproducente. Y lo que yo pretendía era escribir sobre loros. Ledoux no tenía, al menos, ninguna teoría acerca de ellos.

Pero yo sí la tengo. Y no es solamente una teoría. Tal como iba diciendo, me costó casi dos años. No, eso sería jactancia: lo que quería decir en realidad es que pasaron dos años entre el momento en que se planteó la pregunta y el momento en que quedó resuelta. Uno de los académicos más esnobs a los que escribí llegó incluso a insinuar que este asunto carecía por completo de interés. Bueno, supongo que tiene que proteger su territorio. Sin embargo, hubo alguien que me dio el nombre de M. Lucien Andrieu.

Decidí no escribirle; al fin y al cabo, hasta ese momento mis cartas no habían obtenido resultados. En lugar de eso preferí viajar en verano a Rouen, el mes de agosto de 1982. Me alojé en el Grand Hôtel du Nord, contiguo al Gros Horloge. En una esquina de mi habitación, bajaba del techo al suelo un tubo de desagüe sanitario muy mal aislado que, cada cinco minutos más o menos, se ponía a rugir estruendosamente, como si se llevase la porquería de todo el hotel. Después de cenar me tendí en la cama y estuve oyendo esporádicos estallidos de evacuaciones galas. Entonces el Gros Horloge dio la hora con una proximidad vociferante y metálica, como si estuviese dentro del armario. Me pregunté qué posibilidades tenía de dormir.

Aquellos temores eran infundados. A partir de las diez en punto el tubo de desagüe se calló; y lo mismo hizo el Gros Horloge. Aunque de día sea una atracción turística, por la noche Rouen tiene la precaución de desconectar sus campanas para que los visitantes puedan conciliar el sueño. Permanecí en la cama con las luces apagadas y pensé en el loro de Flaubert: para Félicité era una versión grotesca pero lógica del Espíritu Santo; para mí, un tembloroso y elusivo emblema de la voz del escritor. Cuando Félicité agonizaba en su cama, el loro volvió a visitarla en forma magnificada, y le abrió las puertas del Cielo. Cuando yo empezaba a dormirme, me pregunté cuáles serían mis sueños.

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