El Mundo de Sofía (45 page)

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Authors: Jostein Gaarder

Tags: #narrativa

BOOK: El Mundo de Sofía
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—Sí, porque eres una persona, y buscarás indefectiblemente la causa de cualquier suceso. La ley causal forma parte, pues, de tu propia constitución.

—¿Eso es verdad?

—Hume había señalado que no podemos percibir ni probar las leyes de la naturaleza. Esto le inquietaba a Kant, pero pensaba que sería capaz de señalar la absoluta validez de las leyes de la naturaleza mostrando que en realidad estamos hablando de las leyes para el conocimiento humano.

—¿Un niño pequeño daría la vuelta para averiguar quién ha tirado la pelota?

—Tal vez no. Pero Kant señala que la razón en un niño no se desarrolla totalmente hasta que no tiene material de los sentidos con el que trabajar. En realidad no tiene ningún sentido hablar de una razón vacía.

—No, sería una extraña razón.

—Entonces podemos hacer una especie de resumen. Según Kant hay dos cosas que contribuyen a cómo las personas perciben el mundo. Una son las condiciones exteriores, de las cuales no podemos saber nada hasta que las percibimos. A esto lo podemos llamar el material del conocimiento. La segunda son las condiciones internas del mismo ser humano, por ejemplo, el que todo lo percibimos como sucesos en el tiempo y en el espacio y además como procesos que siguen una ley causal inquebrantable. Esto lo podríamos llamar la forma del conocimiento.

Alberto y Sofía se quedaron sentados mirando un instante por la ventana. De pronto Sofía vio a una niña que apareció entre los árboles al otro lado del lago.

—¡Mira! —dijo Sofía—. ¿Quién es?

—No lo sé.

Apareció solamente durante unos instantes, luego desapareció. Sofía se dio cuenta de que llevaba algo rojo en la cabeza.

—De todas formas no debemos dejarnos distraer por cosas así.

—Continúa entonces.

—Kant también señaló que está claramente delimitado lo que el hombre puede conocer mediante la razón. podríamos decir quizás que las «lentes» de la razón ponen algunos de esos límites.

—¿Cómo?

—¿Recuerdas que los filósofos anteriores a Kant discutieron las «grandes» cuestiones filosóficas, por ejemplo si el hombre tiene un alma inmortal, si hay un dios, si la naturaleza está formada por partículas pequeñas indivisibles o si el universo es finito o infinito?

—Sí.

—Kant pensaba que el ser humano no puede obtener conocimientos seguros sobre tales cuestiones, lo cual no significa que rechace ese tipo de planteamientos. Al contrario. Si hubiera rechazado esas cuestiones sin más, no podríamos considerarlo un auténtico filósofo.

—¿Entonces qué hizo?

—Tienes que tener un poco de paciencia. Cuando se refiere a las grandes cuestiones filosóficas, Kant opina que la razón opera fuera de los límites del conocimiento humano. Al mismo tiempo es inherente a la naturaleza del hombre, o a su razón, una necesidad fundamental de plantear precisamente cuestiones de este tipo. Pero cuando preguntamos, por ejemplo, si el universo es finito o infinito, planteamos una pregunta sobre una unidad de la que nosotros mismos formamos una pequeña parte. Por lo tanto jamás podremos conocer plenamente esa unidad.

—¿Por qué no?

—Cuando te pusiste las gafas rojas demostramos que según Kant hay dos elementos que contribuyen a conocimiento del mundo.

—La percepción y la razón.

—Sí, el material de nuestros sentidos nos viene a través de los sentidos, pero el material también se adapta a las cualidades de la razón. Forma parte, por ejemplo, de las cualidades de la razón el preguntar por la causa de un suceso.

—Como por ejemplo el por qué una pelota rueda por el suelo.

—Si quieres. Pero cuando nos preguntamos de dónde procede el mundo y discutimos las posibles respuestas, entonces la razón está en cierta manera vacía, porque no tiene ningún material de los sentidos que «tratar», no tiene ninguna experiencia en la que apoyarse. Porque no hemos percibido jamás toda aquella inmensa realidad de la que constituimos una pequeña parte.

—De alguna manera somos una pequeña parte de la pelota que rueda por el suelo. Y entonces no podemos saber de dónde viene.

—Pero una cualidad de la razón humana siempre será el preguntar de dónde viene la pelota. Por eso preguntamos constantemente, esforzándonos al máximo por encontrar respuestas a las cuestiones últimas. Pero nunca obtenemos respuestas seguras porque la razón no tiene material para contestar.

—Desde luego. Es una sensación que conozco muy bien.

—En cuanto a esas cuestiones fundamentales referentes a toda la realidad, Kant mostró que ocurrirá siempre que dos puntos de vista sean igualmente probables o improbables partiendo de lo que nos pueda decir la razón humana.

—Ejemplos, por favor.

—Tan sensato resulta decir que el mundo tiene que tener un principio como decir que no tiene tal principio, porque ambas posibilidades son igualmente imposibles de imaginar por la razón. Podemos afirmar que el mundo ha existido siempre, ¿pero puede algo haber existido desde siempre sin que nunca haya tenido un principio? Ahora estamos obligados a asumir el punto de vista contrario. Decimos que el mundo tiene que haber surgido alguna vez y entonces tiene que haber surgido de la nada, si no, simplemente habríamos hablado de un cambio de un estado a otro. ¿Pero puede algo surgir de la nada, Sofía?

—No, las dos posibilidades resultan igualmente inconcebibles. Al mismo tiempo una tiene que ser correcta y la otra equivocada.

—Recordarás que Demócrito y los materialistas señalaron que la naturaleza tenía que estar compuesta por unas partes muy pequeñas de las cuales todas las cosas están compuestas. Otros, por ejemplo Descartes, pensaban que la realidad extensa siempre debe poder dividirse en partes cada vez más pequeñas. ¿Pero quién de ellos tenía razón?

—Los dos... ¿o ninguno?

—Por otra parte muchos filósofos han señalado la libertad de la persona como una de sus cualidades más importantes. Al mismo tiempo nos hemos encontrado con filósofos, entre los que están Spinoza y los estoicos, que opinan que todo sucede de acuerdo con las leyes necesarias de la naturaleza. También en lo referente a este punto, Kant pensaba que la razón del ser humano no es capaz de emitir ningún juicio seguro.

—Tan razonable como irrazonable sería afirmar cualquiera de las dos cosas.

—Y finalmente, también fracasaremos si mediante la razón intentamos probar la existencia de Dios. Sobre este tema, los racionalistas, por ejemplo Descartes, habían intentado demostrar que tiene que haber un dios simplemente porque tenemos una idea de un «ser perfecto». Otros, por ejemplo Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, dedujeron que tiene que haber un dios porque todas las cosas tienen que tener una causa inicial.

—¿Y qué opina Kant?

—Rechaza las dos pruebas de la existencia de Dios. Ni la razón ni la experiencia poseen ningún fundamento seguro para poder afirmar que existe un dios. Para la razón es tan probable como improbable que haya un dios.

—Pero empezaste diciendo que Kant quiso salvar los fundamentos de la fe cristiana.

—Sí, efectivamente abre la posibilidad de una dimensión religiosa. Donde fracasan la experiencia y la razón surge un vacío que puede llenarse de fe religiosa.

—¿Y de esa manera salvó el cristianismo?

—Puedes expresarlo así, si quieres. Hay que tener en cuenta que Kant era protestante. Desde la Reforma un rasgo característico del cristianismo protestante es que se ha basado en la fe. Desde la Edad Media la Iglesia católica ha tenido más confianza en que la razón pueda servir de apoyo a la fe.

—Entiendo.

—Pero Kant no se contentó con afirmar que estas cuestiones últimas tienen que dejarse en manos de la fe del hombre, sino que también era prácticamente necesario para la moral de los hombres suponer que tienen un alma inmortal, que hay un dios, y que el hombre tiene libre albedrío.

—Entonces hace casi como Descartes. Primero estuvo muy crítico, según estamos viendo. Luego se mete por la puerta de atrás a Dios y a algo más.

—Pero al contrario que Descartes, Kant no deja de señalar clarísimamente que no es la razón la que ha llevado a este punto de vista, sino la fe. A esta fe en un alma inmortal, en la existencia de un dios y en el libre albedrío la denomina postulados prácticos.

—¿Y qué significa eso?

—«Postular» significa afirmar algo que no se puede probar. Con «postulado práctico», Kant se refiere a algo que hay que afirmar para la «práctica» del hombre, es decir para la moral del hombre. «Es moralmente necesario suponer la existencia de Dios», decía.

De pronto alguien llamó a la puerta. Sofía se levantó, pero al ver que Alberto no hacía ningún ademán de levantarse, ella dijo:

—¿Tendremos que abrir, no?

Alberto se encogió de hombros, pero finalmente se levantó él también. Abrieron la puerta y vieron fuera una niña que llevaba un vestido blanco de verano y una capucha roja en la cabeza. Era la misma niña que habían visto al otro lado del pequeño lago. Llevaba una cesta con comida colgada del brazo.

—Hola —dijo Sofía—. ¿Quién eres tú?

—¿No ves que soy Caperucita Roja?

Sofía miró a Alberto, y Alberto asintió.

—¿Has oído lo que acaba de decir?

—Estoy buscando la casa de mi abuela —dijo la niña- Está vieja y enferma y le traigo comida.

—No es aquí —dijo Alberto—. Así que debes darte prisa y seguir tu camino.

Lo dijo haciendo un gesto con la mano que a Sofía le recordó al gesto que se hace para ahuyentar a una mosca molesta.

—Pero tengo que entregar una carta —continuó la niña de la capucha roja.

Sacó un pequeño sobre que dio a Sofía. A continuación, prosiguió su camino.

—¡Cuídate del lobo! —gritó Sofía.

Alberto estaba ya entrando en la salita de nuevo. Sofía le siguió y se sentó en el mismo sillón de antes.

—Fíjate, era Caperucita Roja —dijo Sofía.

—Y no sirve de nada avisarla. Ahora irá a casa de su abuela, y allí la comerá el lobo. No aprenderá nunca, todo esto se repetirá eternamente.

—Pero nunca he oído decir que llamara a otra puerta antes de llegar a casa de su abuela.

—Un detalle insignificante, Sofía.

Entonces Sofía se fijó en el sobre que la niña le había dado. Fuera ponía «Para Hilde». Abrió el sobre y leyó en voz alta:

Querida Hilde. Si el cerebro del ser humano fuera tan sencillo que lo pudiéramos entender, entonces seríamos tan estúpidos que tampoco lo entenderíamos.

Abrazos, papá.

Alberto asintió.

—Es verdad. Y creo que Kant podría haber dicho algo parecido. No podemos esperar entender lo que somos. Quizás podamos llegar a entender plenamente una flor o un insecto pero jamás podremos entendernos del todo a nosotros mismos. Y aún menos debemos esperar que vayamos a entender todo el universo.

Sofía volvió a leer la extraña frase una y otra vez, pero Alberto continuo.

—Habíamos dicho que no nos dejaríamos estorbar por monstruos marinos y cosas por el estilo. Antes de acabar hoy quiero explicarte la ética de Kant.

—Date prisa, porque tengo que irme a casa pronto.

—El escepticismo de Hume sobre lo que nos pueden decir la razón y los sentidos obligó a Kant a reflexionar de nuevo sobre algunas de las cuestiones vitales, entre ellas las del campo de la moral.

—Hume dijo que no se puede probar lo que es bueno y lo que es malo, porque del «es» no podemos deducir el «debe ser».

—Según Hume no eran ni nuestra razón ni nuestros sentidos los que decidían la diferencia entre el bien y el mal. Eran simplemente los sentimientos. Este fundamento le pareció poco sólido a Kant.

—Lo comprendo muy bien.

—Kant partía ya del punto de vista de que la diferencia entre el bien y el mal es algo verdaderamente real. En eso estaba de acuerdo con los racionalistas, quienes habían señalado que es inherente a la razón del hombre el saber distinguir entre el bien y el mal. Todos los seres humanos sabemos lo que está bien y lo que está mal, y lo sabemos no sólo porque lo hemos aprendido, sino porque es inherente a nuestra mente. Según Kant todos los seres humanos tenemos una «razón práctica», es decir una capacidad de razonar que en cada momento nos dirá lo que es bueno y lo que es malo moralmente.

—¿Entonces es algo innato?

—La capacidad de distinguir entre el bien y el mal es tan innata como las demás cualidades de la razón. De la misma manera que todos los seres humanos tienen las mismas formas de razón, por ejemplo el que percibamos todo como algo determinado causalmente todos tenemos también acceso a la misma ley moral universal. Esta ley moral tiene la misma validez absoluta que las leyes físicas de la naturaleza. Tan fundamental es para nuestra vida moral que todo tenga una causa como para nuestra vida racional que 7+5=12.

—¿Y qué dice esa ley moral?

—Dado que es anterior a cualquier experiencia, es «formal», es decir, no está relacionada con determinadas situaciones de elección moral. Es válida para todas las personas en todas las sociedades y en cualquier época. No te dice, por tanto, que no debes hacer esto o aquello si te encuentras en esta o aquella situación. Te dice cómo debes actuar en todas las situaciones.

—¿Pero de qué nos sirve tener dentro una «ley moral» si no nos dice nada sobre cómo debemos actuar en situaciones determinadas?

—Kant formuló la ley moral como un imperativo categórico, con lo cual quiso decir que la ley moral es «categórica», es decir, válida en todas las situaciones. Además es un «imperativo», es decir, es «preceptiva» o, en otras palabras, completamente ineludible.

—Vale...

—No obstante, Kant formula este «imperativo categórico» de varias maneras. En primer lugar dice que «siempre debes actuar de modo que al mismo tiempo desees que la regla según la cual actúas pueda convertirse en una ley general».

—Quiere decir que cuando yo hago algo tengo que asegurarme de que desearía que todos los demás hicieran lo mismo si se encontrasen en la misma situación. ¿Es eso?

—Exactamente. Sólo así actúas de acuerdo con la ley moral que tienes dentro. Kant también formuló el imperativo categórico diciendo que «siempre debes tratar a las personas como si fueran una finalidad en sí y no sólo un medio para otra cosa».

—¿No debemos «utilizar» a otras personas con el fin de conseguir ventajas para nosotros mismos?

—Eso es. Pues toda persona es una finalidad en sí. Pero no sólo se refiere a los demás, también es válido para uno mismo. Tampoco tienes derecho a usarte a ti mismo como un mero medio para conseguir algo.

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