El Mundo de Sofía (43 page)

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Authors: Jostein Gaarder

Tags: #narrativa

BOOK: El Mundo de Sofía
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Sofía no sabía muy bien cómo reaccionar al ver que el padre de Hilde le había enviado una postal también a ella. De alguna manera, le pareció un bonito detalle.

En la tarjeta para Hilde ponía:

Mi pequeña Hilde. No sé ni en qué día estamos ni qué hora será en Lillesand. No importa mucho. Si te conozco bien, no es demasiado tarde para mandar desde aquí una última o al menos penúltima felicitación. ¡Pero tampoco debes quedarte hasta muy tarde! Alberto pronto te hablará sobre las ideas de la Ilustración francesa. Se centrará en los siete puntos siguientes:

1. Rebelión contra las autoridades

2. Racionalismo

3, La idea de «ilustrar»

4. Optimismo cultural

5. Vuelta a la naturaleza

6. Cristianismo humanizado

7. Derechos humanos

Era evidente que seguía teniéndolos bajo control.

Sofía abrió la puerta con la llave y dejó el boletín de las notas con todos los sobresalientes sobre la mesa de la cocina. A continuación se metió por el seto y se fue corriendo al bosque. De nuevo tuvo que cruzar el pequeño lago a remo. Albedo estaba sentado en los escalones de la cabaña cuando ella llegó. Le hizo señas para que se sentara a su lado.

Hacía bueno, pero de la pequeña laguna subía una húmeda y fresca corriente. Era como si el tiempo no se hubiese recuperado aún después de la tormenta.

—Vayamos al grano —dijo Alberto—. Después de Hume el siguiente gran sistematizador fue el alemán Kant. Pero también Francia produjo muchos pensadores importantes en el siglo XVIII. Podemos decir que el centro de gravedad filosófico de Europa se encontraba en Inglaterra en la primera mitad del siglo XVIII, en Francia a mediados del mismo siglo y en Alemania hacia finales.

—Un desplazamiento del Oeste al este, por así decirlo.

—Exactamente, Mencionaré brevemente algunas ideas que fueron comunes en muchos de los filósofos franceses de la Ilustración, como Montesquieu, Voltaire, Rousseau y muchos otros. Me he concentrado en siete puntos.

—Ya lo sabía.

Sofía le alcanzó la postal del padre de Hilde. Alberto suspiró profundamente.

—Podría haberse ahorrado esto... Una primera frase clave es, como ya sabes, «rebelión contra las autoridades», Varios de los filósofos franceses de la Ilustración visitaron Inglaterra, país que, en muchos aspectos, era más liberal que su propia patria. Quedaron fascinados por las ciencias naturales inglesas, particularmente por Newton y su física universal. Pero también fueron inspirados por la filosofía británica, muy especialmente por Locke y su filosofía política. De vuelta a su patria, Francia, comenzaron a atacar a las viejas autoridades. Pensaban que era muy importante adoptar una postura escéptica ante todas las verdades heredadas, y que el propio individuo tenía que buscar las respuestas a las preguntas. En este punto estaban influenciados por Descartes.

—Porque él había construido todo desde la base.

—Exacto. La rebelión contra las viejas autoridades se dirigía en parte contra el poder de la Iglesia, del rey y de la nobleza. En el siglo XVIII estas instituciones eran mucho más poderosas en Francia que en Inglaterra.

—Y vino la Revolución.

—Sí en 1789. Pero las nuevas ideas llegaron mucho antes. La siguiente palabra clave es «racionalismo».

—Yo creía que el racionalismo murió con Hume.

—El mismo Hume no murió hasta 1776, aproximadamente veinte años después que Montesquieu y sólo dos años antes que Voltaire y Rousseau, que murieron en 1 778 los dos. Pero los tres habían estado en Inglaterra y conocían bien la filosofía de Locke. Tal vez recuerdes que Locke no fue un empirista muy consecuente, porque opinaba, por ejemplo, que tanto la fe en Dios como ciertas normas morales, son inherentes a la razón del hombre. Este punto es también el núcleo de la filosofía francesa de la Ilustración.

Dijiste además que los franceses siempre han sido un poco más racionalistas que los británicos.

—Y esa diferencia tiene sus raíces en la Edad Media. Cuando los ingleses hablan de «sentido común», los franceses suelen hablar de «evidencia». La expresión inglesa tiene que ver con la «experiencia común», y la francesa con «lo evidente», es decir con la razón.

—Entiendo.

—Al igual que los humanistas de la Antigüedad, como Sócrates y los estoicos, la mayor parte de los filósofos de la Ilustración tenía una fe inquebrantable en la razón del hombre. Esto era tan destacable que muchos llaman a la época francesa de la ilustración simplemente «Racionalismo». Las nuevas ciencias naturales habían demostrado que la naturaleza estaba organizada racionalmente. Los filósofos de la Ilustración consideraron su cometido construir una base también para la moral, la religión y la ética, de acuerdo con la razón inalterable de las personas. Esto fue precisamente lo que condujo a la propia idea de «Ilustración». Ése fue el punto número tres.

»Ahora hacía falta «ilustrar» a las grandes capas del pueblo, porque ésta era la condición previa para una sociedad mejor. Se pensaba que la miseria y la opresión se debían a la ignorancia y a la superstición. Por lo tanto, había que tomarse muy en serio la educación de los niños y del pueblo en general. No es una casualidad que la pedagogía como ciencia tenga sus raíces en la Ilustración.

—Entonces el sistema escolar data de la Edad Media y la pedagogía de la Ilustración.

—Pues sí, así es. La obra más representativa de la ilustración es una gran enciclopedia. Me refiero a la Enciclopedia, que salió en 28 tomos entre 1751 y 1772, con aportaciones de todos los grandes filósofos de la Ilustración. «Aquí está todo», se decía, «desde cómo se hace una aguja hasta cómo se funde un cañón».

—El siguiente punto es «optimismo cultural».

—Podrías hacerme el favor de no mirar esa postal mientras estoy hablando.

—Perdona.

—En cuanto se difundieran la razón y los conocimientos, la humanidad haría grandes progresos, pensaron los filósofos de la Ilustración. Era simplemente cuestión de tiempo que la sinrazón y la ignorancia cedieran ante una humanidad «ilustrada». Esta idea ha sido predominante en Europa Occidental hasta hace un par de décadas. Hoy en día ya no estamos tan convencidos de que todo «desarrollo» sea para bien. Pero incluso esta crítica contra la «civilización» fue planteada por los filósofos ilustrados franceses.

—Quizás deberíamos haberlos escuchado.

—Algunos de ellos se convirtieron en defensores de «una vuelta a la naturaleza». Para los filósofos de la época, la «naturaleza» significaba casi lo mismo que la «razón». Porque la razón humana proviene de la naturaleza, al contrario que la iglesia y la civilización. Señalaron que los «pueblos naturales» a menudo eran más sanos y más felices que los europeos, debido a que no estaban «civilizados». Rousseau fue quien lanzó la consigna: «Tenemos que volver a la naturaleza». Porque la naturaleza es buena, y el hombre es bueno «por naturaleza». El mal está en la sociedad. Rousseau pensaba también que el niño debe vivir en su estado «natural» de inocencia mientras pueda. Podríamos decir que la idea de valorar la infancia en sí data de la Ilustración. Hasta entonces la infancia había sido considerada más bien como una preparación a la vida de adulto. Pero somos seres humanos, y vivimos nuestras vidas en la Tierra también mientras somos niños.

—Ya lo creo.

—Hubo que convertir la religión en algo natural.

—¿Qué querían decir con eso?

—Había que colocar la religión en concordancia con la razón natural de los hombres. Muchos lucharon por lo que podemos llamar «concepto humanizado del cristianismo», lo cual constituye el punto seis de nuestra lista. Evidentemente había varios materialistas tan consecuentes que no creían en ningún Dios, y que por lo tanto tomaron una postura atea. Pero la mayoría de los filósofos de la Ilustración pensó que era irracional concebir un mundo sin Dios. Para eso el mundo estaba organizado demasiado racionalmente. El mismo punto de vista había sido adoptado por Newton, por ejemplo. Asimismo se consideraba razonable creer en la inmortalidad del alma. Como para Descartes, la cuestión de si el hombre tiene un alma inmortal se convirtió más en una cuestión de razón que de fe.

—Eso me resulta un poco extraño. Para mí es un típico ejemplo de aquello que uno sólo puede creer y no saber.

—Pero tú tampoco vives en el siglo XVIII. Según los filósofos de la ilustración había que eliminar del cristianismo todos aquellos dogmas irracionales que se habían añadido a la sencilla predicación de Jesús en el curso de 1a historia de la iglesia.

—Entonces lo comprendo.

—Muchos también defendieron algo que se llama deísmo.

—¡ Explícate!

—«Deísmo» viene de una idea que dice que Dios creó el mundo alguna vez hace muchísimo tiempo, pero que desde entonces no ha aparecido ante el mundo. De esta forma Dios queda reducido a un «ser superior» que sólo se da a conocer ante los hombres mediante la naturaleza y sus leyes, es decir; no se revela de ninguna manera «sobrenatural». Un tal «Dios filosófico» lo encontramos también en Aristóteles, para quien Dios era la «causa primera» o «primer motor» del universo.

—Entonces sólo nos queda un punto, y se refiere a «derechos humanos».

—Sí, que tal vez sea lo más importante. En general podemos decir que la filosofía de la Ilustración francesa tenía una orientación más práctica que la inglesa.

—¿Fueron consecuentes con su filosofía y actuaron de acuerdo con ella?

—Sí, los filósofos de la Ilustración francesa no se contentaron con tener puntos de vista teóricos sobre el lugar del hombre en la sociedad. Lucharon activamente a favor de lo que llamaron los «derechos naturales» de los ciudadanos. En primer lugar se trataba de la lucha contra la censura, y, consecuentemente, a favor de la libertad de imprenta.

Había que garantizar el derecho del individuo a pensar libremente y a expresar sus ideas referentes a la religión, la moral y la ética. Además se luchó en contra de la esclavitud de los negros y a favor de un trato más humano a los delincuentes.

Creo que estoy de acuerdo con casi todo esto.

El principio de la «inviolabilidad del individuo» fue finalmente incorporado a la «Declaración de los Derechos Humanos», que fue aprobada por la Asamblea Nacional Francesa en 1 789. Esta declaración de derechos humanos constituiría una importante base para nuestra propia Constitución de 1814.

—Pero todavía hay mucha gente que tiene que luchar por estos derechos.

—Sí, desgraciadamente. Pero los filósofos de la Ilustración querían afirmar ciertos derechos que todos los seres humanos tenemos simplemente en virtud de haber nacido seres humanos. Eso era lo que querían decir con «derechos naturales». Aún hoy en día se habla de un «derecho natural» que a menudo puede contrastar con las leyes de un determinado país. Todavía hay individuos, o grupos enteros de la población, que indican este «derecho natural» para rebelarse contra la falta de derecho, la falta de libertad y la represión.

—¿Y qué pasó con los derechos de la mujer?

—La revolución de 1789 confirmó una serie de derechos que serían válidos para todos los «ciudadanos». Pero «ciudadano» era más bien considerado el hombre. Y no obstante vemos precisamente en la revolución francesa los primeros ejemplos de la lucha de la mujer.

—Ya era hora.

—Ya en 1787 el filósofo ilustrado Condorcet publicó un escrito sobre los derechos de la mujer. Pensaba que las mujeres tenían los mismos «derechos naturales» que los hombres. Durante la revolución de 1789 las mujeres participaron activamente en la lucha contra la vieja sociedad feudal. Eran las mujeres, por ejemplo, las que iban al frente en las manifestaciones que al final obligaron al rey a marcharse del palacio de Versalles. En París se formaron grupos de mujeres. Aparte de la demanda de los mismos derechos políticos que los hombres, también pedían cambios en las leyes del matrimonio y en la condición social de la mujer.

—¿Obtuvieron esos derechos?

—No. Como tantas veces más tarde, la cuestión de los derechos de la mujer surgió en relación con una revolución. Pero en cuanto las cosas se tranquilizaron dentro de un nuevo orden, se volvió a instaurar la vieja sociedad machista.

—Típico.

—Una de las que más lucharon a favor de los derechos de la mujer durante la revolución francesa fue Olympe de Gouges. En 1791, es decir dos años después de la revolución, hizo pública una declaración sobre los derechos de la mujer. Ya que la declaración sobre los «derechos de los ciudadanos» no contenía ningún artículo sobre los «derechos naturales» de las mujeres, Olympe de Couges exigió para las mujeres los mismos derechos que regían para los hombres.

—¿Cómo le fue?

—Fue ejecutada en 1793. Y se prohibió toda clase de actividad política a la mujer.

—¡Qué asco!

—Hasta el siglo XIX, no se puso verdaderamente en marcha la lucha de la mujer, tanto en Francia como en el resto de Europa. Paulatinamente la lucha iba dando fruto.

En Noruega, por ejemplo las mujeres no obtuvieron el sufragio universal hasta 1913. Y todavía existen muchos países en los que las mujeres tienen mucho por qué luchar.

—Pueden contar con mi apoyo.

Alberto se quedó sentado mirando al pequeño lago. Al fin dijo:

—Creo que esto era lo que tenía que decirte sobre la filosofía de la Ilustración.

—¿Por qué dices «creo»?

—No tengo la sensación de que vaya a salir nada más.

Mientras hablaba empezaron a suceder cosas junto al agua. En medio del lago, el agua comenzó a salir a chorros desde el fondo. Pronto se levantó algo enorme y feo sobre la superficie.

¡Un monstruo marino! —exclamó Sofía.

La criatura oscura serpenteó varias veces por el agua. Luego volvió al fondo y el agua se volvió a quedar tan en calma como antes.

Alberto dijo simplemente:

—Entremos en la cabaña.

Se levantaron y entraron en la casita.

Sofía se puso delante de los cuadros de Berkeley y Bjerkely. Señaló la pintura de Bjerkely y dijo:

—Creo que Hilde vive dentro de este cuadro. Entre los dos cuadros también había colgado un bordado en el que ponía «LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD».

Sofía se dirigió a Alberto:

—¿Lo has colgado tú aquí?

Él se limitó a decir que no con la cabeza, con un gesto desolador.

En ese momento Sofía descubrió un sobre en la repisa de la chimenea. «Para Hilde y Sofía», ponía en el sobre. Sofía entendió en seguida de quién era la carta, pero el que ya contara también con ella, constituía una novedad.

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