El Mundo de Sofía (49 page)

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Authors: Jostein Gaarder

Tags: #narrativa

BOOK: El Mundo de Sofía
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Alberto consintió. Luego prosiguió.

—Además puede fugarse. Para ella es mucho más fácil que para nosotros. Puede abandonar la casa del mayor Y no volver a aparecer jamás. Se lo merecería este mayor, que está jugando con su «fuerza imaginativa de crear mundos» a nuestra costa.

—Me lo imagino. El mayor viajando por el mundo en busca de Hilde. Pero Hilde ha desaparecido porque no podía aguantar vivir con un padre que se burlaba de Alberto y Sofía.

—Se cree gracioso. Eso es lo que quería decir cuando te dije que nos usa para entretenimiento de un cumpleaños, Pero debería tener cuidado, Sofía, y Hilde también.

—¿Qué quieres decir con eso?

—¿Estás cómoda?

—Con tal de que no aparezcan más espíritus de lámparas.

—Intenta imagínate que todo lo que vivimos tiene lugar en la conciencia de otra persona. Nosotros somos esa conciencia. No tenemos ninguna alma propia, somos el alma de otro. Hasta aquí nos encontramos sobre un camino filosófico conocido. Berkeley y Schelling hubieran aguzado el oído.

—¿Sí?

—Luego puede ser que esa alma sea el padre de Hilde Møller Knag. Está sentado escribiendo un libro de filosofía para el decimoquinto cumpleaños de su hija. Cuando Hilde se despierta el 15 de junio, se encuentra con el libro sobre la mesilla, y ahora ella y otros pueden leer acerca de nosotros. Durante mucho tiempo el padre ha estado insinuando que «el regalo» puede ser compartido con otros.

—Me acuerdo.

—Esto que te estoy diciendo ahora lo está leyendo Hilde después de que su padre estuviera una vez sentado en el Líbano imaginándose que yo te contaba que él estaba en el Líbano... imaginándose que yo te contaba que él estaba sentado en el Líbano...

Sofía se estaba mareando. Intentó pensar en lo que había oído sobre Berkeley y los románticos. Alberto Knox prosiguió:

—Pero no deberían sentirse demasiado seguros. Y menos aún deberían reírse, porque una risa puede fácilmente atragantarse.

—¿A quién?

—A Hilde y a su padre. ¿No estamos hablando de ellos?

¿Pero por qué no deben sentirse seguros?

—Porque no se puede descartar en absoluto la posibilidad de que también ellos sean sólo conciencia.

—¡Cómo podría ser eso posible!

—Si era posible para Berkeley y los románticos, también será posible para ellos. Quizás también el mayor es una imagen de sombras en un libro que trata sobre él y Hilde, y naturalmente también de nosotros dos, ya que formamos una pequeña parte de su vida.

—Eso sería aún peor. En ese caso sólo seríamos imágenes de sombras de imágenes de sombras.

—Pero también puede ser que un escritor totalmente diferente esté escribiendo un libro que trata sobre el mayor de los Cascos Azules Albert Knag que escribe un libro para su hija Hilde. Este libro trata de un tal «Alberto Knox» que de repente empieza a enviar unas modestas reflexiones filosóficas a Sofía Amundsen, en el Camino del Trébol número 3.

—¿Tú crees?

—Simplemente digo que es posible. Para nosotros ese escritor será un «dios oculto», Sofía. Aunque todo lo (que somos y todo lo que decimos y hacemos emane de él, porque somos él, nunca sabremos nada de él. Nos han metido en la caja de más adentro.

Alberto y Sofía se quedaron pensando mucho tiempo. Al final Sofía rompió el silencio:

—Pero si de verdad hay un escritor que se inventa la historia sobre el padre de Hilde en el Líbano, de la misma manera que él se ha inventado nuestra historia.

—¿Sí?

—... entonces puede ser que él tampoco se sienta tan seguro.

—¿Qué quieres decir?

—Allí está con Hilde y conmigo metidas en un lugar muy adentro de su cabeza. ¿Pero no es posible que también viva su vida en una conciencia superior?

Alberto asintió con la cabeza.

—Desde luego, Sofía. También es posible eso. Y si es así, él nos ha dejado tener esta conversación precisamente para insinuar esa posibilidad. En ese caso ha querido señalar que también él es una imagen indefensa de sombras y que este libro en el que Hilde y Sofía viven sus vidas es, en realidad, un libro de texto de filosofía.

—¿Un libro de texto?

—Todas las conversaciones que hemos tenido, Sofía, todos los diálogos...

—¿Sí?

—Son en realidad un monólogo.

—Me parece que ahora todo se ha disgregado en conciencia y espíritu. Menos mal que aún nos quedan algunos filósofos. Aquella filosofía que comenzó tan magníficamente con Tales, Empédocles y Demócrito no puede naufragar aquí, ¿verdad?

—Qué va. Hablaré de Hegel. Fue el primer filósofo que intentó salvar la filosofía después de que el Romanticismo hubiera reducido todo a espíritu.

—Espero con ilusión.

—Para que no nos interrumpan más espíritus o imágenes de sombras, sugiero que volvamos adentro.

—Además, ya hace un poco de fresco.

—Capítulo nuevo.

Hegel

... lo que es «sensato» es lo que tiene posibilidad de sobrevivir..

Hilde dejó caer con un chasquido la carpeta al suelo, y se quedó tumbada en la cama mirando al techo, donde había algo que daba vueltas.

Papá sí que había conseguido marearla. ¡El granuja! ¿Cómo podía hacer algo

Sofía había intentado hablarle directamente a ella. Le pedía que se rebelara contra su padre. Y de hecho había conseguido sembrar en ella una idea. Un plan..

Sofía y Alberto no tenían posibilidad de hacerle ni un rasguño a su padre. Pero Hilde si podía. De esta manera le seria posible a Sofía acercarse a su padre a través de ella.

Estaba de acuerdo con Sofía y Alberto en que Albert había ido demasiado lejos en su juego con imágenes de sombras. Aunque sólo se había inventado a Alberto y a Sofía, había límites en las manifestaciones de poder que podía permitirse.

¡Pobres Sofía y Alberto! Estaban tan indefensos ante las fantasías del mayor como la pantalla del cine ante el proyector

Hilde si iba a dar un escarmiento a su padre cuando volviera. Estaba planeando ya la broma que le iba a gastar.

Se fue hacia la ventana y miró la bahía. Eran casi las dos. Abrió la ventana y gritó hacia la caseta:

—¡Mamá!

La madre salió en seguida.

—Bajaré los bocadillos dentro de una hora. ¿Te parece bien?

—Vale.

—Sólo voy a leer acerca de Hegel.

Alberto y Sofía se habían sentado cada uno en su sillón delante de la ventana que daba al pequeño lago.

—Georg Wilhelm Friedrich Hegel fue un verdadero hijo del Romanticismo —comenzó Alberto—. Casi se puede decir que siguió el espíritu alemán conforme éste se iba desarrollando en Alemania. Nació en Stuttgart en 1770 y comenzó a estudiar teología en Tubinga a los 18 años. A partir de 1799 colaboró con Schelling en Jena, justo cuando el movimiento romántico se encontraba en su florecimiento más explosivo. Después de ser profesor en Jena fue nombrado catedrático en Heidelberg, que era el centro del Romanticismo nacional alemán. Fue nombrado catedrático en Berlín en 1818, precisamente en la época en la que esta ciudad estaba a punto de convertirse en un centro espiritual de Alemania. Murió de cólera en el mes de noviembre de 1831, pero para entonces el «hegelianismo» ya contaba con una gran adhesión en casi todas las universidades de Alemania.

—De modo que llegó a vivirlo casi todo.

—Sí, y ése es también el caso de su filosofía. Hegel unificó y continuó casi todas las distintas ideas que se habían desarrollado entre los románticos. Pero al mismo tiempo fue un perspicaz crítico de la filosofía de Schelling, por ejemplo.

—¿Qué fue lo que criticó?

—Tanto Schelling como los demás románticos habían pensado que el fondo de la existencia se encontraba en lo que llamaban el «espíritu universal». También Hegel emplea la expresión «espíritu universal», pero le da un nuevo contenido. Al hablar de «espíritu universal» o de razón universal», Hegel se refiere a la suma de todas las manifestaciones humanas. Porque sólo el ser humano tiene «espíritu». Con este significado, habla del curso del espíritu universal a través de la Historia. Pero no debemos olvidar que nos está hablando de las vidas de los seres humanos, de las ideas de los seres humanos y de la cultura de los seres humanos.

—Y entonces este espíritu se vuelve inmediatamente un poco menos fantasmal. No está ya al acecho como una «inteligencia adormecida» en piedras y árboles.

—Recordarás que Kant habló de algo que él llamaba «la cosa en sí». Aunque rechazara que los hombres pudieran tener algún conocimiento claro del secreto más íntimo de la naturaleza, señaló que existe una especie de «verdad» inalcanzable. Hegel dijo que «la verdad es subjetiva», con lo que rechazó la existencia de una «verdad» por encima o fuera de la razón humana. Opinó que todo conocimiento es conocimiento humano.

—De alguna manera, ¿tuvo que volver a bajar la filosofía a la tierra, verdad?

—Pues sí, a lo mejor se puede expresar así. La filosofía de Hegel es tan polifacética y tan variada que aquí y ahora nos contentaremos con subrayar algunos de sus puntos más importantes. Es además hasta cierto punto dudoso que Hegel tuviera una «filosofía» propia. Lo que llamamos la filosofía de Hegel es ante todo un método para entender el curso de la Historia. Por lo tanto, no se puede hablar de Hegel sin hablar de la Historia de la humanidad. La filosofía de Hegel no nos enseña esto ni aquello sobre la «naturaleza más íntima de la existencia», pero nos puede enseñar a pensar de un modo fecundo.

—Eso también es muy importante.

—Todos los sistemas filosóficos anteriores a Hegel habían intentado fijar criterios eternos sobre lo que el hombre puede saber sobre el mundo. Así lo hicieron Descartes y Spinoza, Hume y Kant. Cada uno de ellos había intentado investigar cuál es la base del conocimiento humano, Pero todos se pronunciaron sobre las condiciones eternas del conocimiento humano sobre el mundo.

—¿Pero no es ésa la obligación del filósofo?

—Hegel opinó que eso era imposible. Pensaba que la base del conocimiento humano varía de generación en generación. No existe ninguna «verdad eterna». No existe ninguna «razón eterna». El único punto fijo al que puede agarrarse el filósofo es a la propia Historia.

—Me tendrás que explicar esto más a fondo. La Historia está en constante cambio, ¿cómo puede entonces ser un punto fijo?

—También un río está en constante cambio, pero no por eso deja de ser un río. Pero no puedes preguntar por la parte más «auténtica» del río.

Claro, porque el río es tan río en un sitio como en otro.

—Para Hegel la Historia era como el curso de un río. Cada pequeño movimiento del agua en un punto dado del río está en realidad determinado por la caída del agua y por sus remolinos más arriba. Pero también está determinado por las piedras y los meandros del río justo en ese lugar donde tú lo estás mirando.

—Creo que lo entiendo.

—También la historia del pensamiento, o de la razón, se puede comparar al curso de un río. Todos los pensamientos que vienen «manando» de las tradiciones de Personas que han vivido antes que tú, y las condiciones materiales que rigen en tu propia época, contribuyen a determinar tu manera de pensar. Por lo tanto, no puedes afirmar que una determinada idea sea correcta para siempre. Pero puede ser correcta en la época y el lugar en que te encuentras.

—¿Pero no significa que todo es igual de malo o que todo es igual de bueno?

—No, no, algo sólo puede ser bueno o malo en relación con un contexto histórico. Si en 1990 te hubieras puesto a hacer propaganda a favor de la esclavitud, hubieras sido, en el mejor de los casos, un payaso. No resultó tan estúpido hace 2. 500 años, aunque incluso en aquella época había voces progresistas que hablaban en favor de abolir la esclavitud. Pero miremos un ejemplo más cercano. Hace sólo cien años no se consideraba tan «irrazonable» quemar grandes zonas de bosques con el fin de allanar la tierra para poderla cultivar. Pero hoy en día resulta enormemente irrazonable hacerlo. Contamos con una información mucho más amplia para realizar tales evaluaciones.

—Ya lo había entendido.

—En cuanto a la reflexión filosófica, Hegel señaló que la razón es algo dinámico, por no decir un proceso. Y la «verdad» es ese proceso en sí. Porque no existe ningún criterio fuera del propio proceso histórico que pueda decidir lo que es lo más «verdadero» o lo más «razonable».

—¡Ejemplos, por favor!

—No puedes extraer distintas ideas de la Antigüedad o la Edad Media, el Renacimiento y la Ilustración y decir que esto o aquello era correcto o equivocado. Por lo tanto, tampoco puedes decir que Platón se equivocó, o que Aristóteles tenía razón. Y tampoco puedes decir que Hume se equivocó y que Kant o Schelling tuvieron razón. Es una manera no-histórica de pensar.

—No suena demasiado bien.

—En general no puedes arrancar a ningún filósofo, ni a ninguna idea en general, del contexto histórico de este filósofo o de esta idea. Pero, y ahora me estoy acercando a un nuevo punto, debido a que constantemente se van añadiendo cosas nuevas, la razón es (progresiva), lo cual significa que el conocimiento del hombre está en constante ampliación y de esa manera «progresa».

—¿Entonces la filosofía de Kant resulta ser más correcta que la de Platón a pesar de todo?

—Sí, el «espíritu universal» ha evolucionado y se ha ampliado desde Platón a Kant. ¡Faltaría más! Si volvemos al río podemos decir que ha entrado más agua en él, pues han pasado más de dos mil años. Kant no creía que sus «verdades» fueran a quedar en la orilla como piedras inmutables. Y sus ideas seguirían elaborándose, y su «razón» sería objeto de crítica por parte de la generación siguiente. Eso fue precisamente lo que pasó de verdad.

—Pero ese río...

¿Sí?

—¿Hacia dónde fluye?

—Hegel señaló que el espíritu universal evoluciona hacia una conciencia de sí mismo cada vez mayor. Los ríos se hacen cada vez más anchos, conforme se acercan al mar. Según Hegel, la Historia trata de que el espíritu universal despierte lentamente para concienciarse de sí mismo. El mundo ha estado aquí siempre, pero, a través de la cultura y las actividades del hombre, el espíritu universal se hace cada vez más consciente de su particularidad.

—¿Cómo podía estar tan seguro de ello?

—Lo señalaba como una realidad histórica. Es decir, no pretendía predecir nada. Cualquier persona que haya estudiado la Historia verá que la humanidad ha ido hacia un conocimiento cada vez mayor de si misma y también hacia un «despliegue de energías» cada vez mayor. Según Hegel, un estudio de la Historia muestra que la humanidad se mueve hacia una racionalidad y libertad cada vez mayores, lo cual quiere decir que la evolución histórica, a pesar de todos sus rodeos, «avanza». Decimos que la Historia «sobrepasa sus propios límites» y que tiene un «objetivo».

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