El Oráculo de la Luna (15 page)

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Authors: Frédéric Lenoir

BOOK: El Oráculo de la Luna
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—¡Pues no es ese el carácter que veo en vos! —protestó Giovanni.

—¿Ah, no? ¿Y qué carácter ves? —preguntó el filósofo, divertido.

—Sois bueno y generoso. Serio, sí, pero nunca estáis triste. Además, tenéis un ideal muy elevado y tratáis incesantemente de avanzar en el conocimiento.

—Sí, ese es también un rasgo de los nativos de Capricornio. Al igual que la cabra que los representa y que simboliza los días que se alargan, son ambiciosos, perseverantes, y aspiran sin cesar a elevarse interior o socialmente.

—¿Por qué la cabra simboliza los días que se alargan y ese deseo de elevación?

—Deja a una cabra en cualquier lugar y obsérvala. Siempre subirá al lugar más elevado o se subirá al objeto más alto. Si trajéramos una a esta habitación, antes de cinco minutos estaría subida a la mesa.

—¡Es verdad! —exclamó Giovanni, que había vigilado a menudo rebaños de cabras.

—El signo de Acuario, el 20 de enero, simboliza en la naturaleza la asimilación de la semilla recién sembrada que se integra en la tierra. Igual que el espíritu fecunda la materia. Acuario no es un animal, sino un ángel, representación de la inteligencia, de la victoria del espíritu sobre la opacidad de la materia. El nativo de Acuario es un intelectual capaz de no apegarse a las cosas sensibles, un librepensador que solo actúa de acuerdo con su conciencia, una persona que quiere hacer germinar en las entrañas de la tierra ideas nuevas capaces de transformarla. El 19 de febrero llega por fin el último signo del Zodíaco: Piscis. Observamos en la naturaleza ese estado transitorio, impreciso, informe, entre el invierno que termina y la primavera que se anuncia. A semejanza de la naturaleza y de los peces, los nativos de Piscis son inaprensibles. Evolucionan en las profundidades movedizas de su alma o de su imaginación. Están dotados de una gran sensibilidad que los hace capaces de consagrarse por entero a los demás, pero también de perderse y dejar de saber quiénes son.

Lucius hizo una pausa y se levantó para beber un vaso de agua. Giovanni se quedó pensativo. El había nacido poco antes del equinoccio de primavera, luego era nativo del signo de Piscis. Y, en efecto, era un soñador dotado de una enorme imaginación. También había descubierto que podía sentir una gran compasión. ¡Qué extraño era que todos los individuos nacidos en el mismo período del año tuvieran unos rasgos comunes! Aunque quizá eso podía explicarse, como había hecho su maestro, por un condicionamiento del medio natural vinculado a los ciclos de las estaciones. Las constelaciones de las estrellas fijas que habían inspirado sus nombres a los signos del Zodíaco eran, entonces, lo de menos. Solo contaban realmente las estaciones y su simbolismo. Al igual que los pueblos de los países cálidos debían de tener un temperamento diferente que los pueblos de los países fríos, un hombre nacido en invierno debía de ser diferente, más introvertido, por ejemplo, que un hombre nacido en verano. Eso, Giovanni podía comprenderlo. Pero sabía que la astrología iba mucho más lejos y se interesaba también por el día y la hora en que había nacido un individuo. Preguntó, pues, a su maestro sobre esta cuestión.

—La palabra «horóscopo» significa «hora» —respondió el filósofo—. Los babilonios empezaron, aunque bastante tardíamente, a hacer el horóscopo del rey, es decir, anotaban las posiciones del Sol, de la Luna y de los cinco planetas en la banda celeste donde esos astros se movían en el momento preciso de su nacimiento. Adquirieron también la costumbre de dividir el horóscopo de nacimiento del rey en cuatro partes iguales correspondientes a los cuatro puntos cardinales: el este, el sur, el oeste, y el norte. Miraban dónde estaban situados las luminarias y los planetas a la hora y en el lugar preciso del nacimiento del soberano, y los anotaban en el sitio correspondiente de su horóscopo. Si nacía al amanecer, dibujaban el Sol en el ascendente en el momento del nacimiento. Si nacía hacia mediodía, el Sol estaba en el cénit, en lo alto del cielo. Si, por el contrario, el rey nacía durante la puesta del Sol, anotaban que tenía el Sol en el descendente, y en el fondo del cielo si nacía durante la noche. Y colocaban de igual modo los otros planetas, interesándose en particular por los que estaban en conjunción en los cuatro ángulos del horóscopo. Fue así como se percataron de que un hombre que tenía, por ejemplo, el planeta Marte en el ascendente o en el centro del cielo era de carácter belicoso y podía ser un buen militar, y, a la inversa, de que un hombre marcado por el planeta Venus era tranquilo y creativo.

«Fíjate, la interpretación del horóscopo individual se basa en esta doble inscripción, celeste y terrestre: las dos luminarias y los cinco planetas en los doce signos del Zodíaco y en los cuatro ángulos del horóscopo. Esta práctica se extendió por el imperio de Alejandro Magno y por el Imperio romano, que heredaron los conocimientos astrológicos de los caldeos.

Giovanni estaba pendiente de las palabras de su maestro. Pensó que le sería muy provechoso conocer su horóscopo.

—Maestro, tengo una petición difícil de formular.

El anciano miró a Giovanni directamente a los ojos. Su mirada era intensa pero plácida.

—Escuchándoos, me digo que me sería de gran valor conocer mi cielo de nacimiento.

—¡Veo que las grandes cuestiones universales te interesan menos que tu pequeño ombligo! —repuso el filósofo con ironía.

Giovanni bajó la cabeza sonrojándose.

—¡Estoy burlándome de ti! —prosiguió el anciano en un tono paternal—.Tu petición es muy justa. Y para ser sincero, tenía la intención de hacer e interpretar tu horóscopo. Pero ¿sabes tú fecha de nacimiento?

Giovanni sabía que había nacido justo antes de primavera y su madre le había dicho que había venido al mundo en el crepúsculo, una noche de luna llena. Como sabía su edad —había entrado recientemente en su decimonoveno año—, bastaba un sencillo cálculo para saber que había nacido hacia finales del mes de marzo del año 1514. El filósofo acogió esa información con prudencia:

—No podré interpretar tu horóscopo sin haber mirado en las efemérides la posición de los planetas.

—¿Las efemérides?

—Son unas tablas astronómicas donde se registran, gracias a la observación diaria, las posiciones del Sol, de la Luna y de los cinco planetas. Hace casi un siglo que hay astrónomos dedicados a anotar esas posiciones. Compré todas esas tablas cuando ejercía la astrología en Florencia, de 1490 a 1520, y me acompañaron en mi exilio.

—¿Podríais, entonces, establecer mi cielo de nacimiento?

—Desde luego, siempre y cuando la información proporcionada por tu madre me permita precisar el día y la hora de tu nacimiento. Hablaremos de nuevo de esto…, veamos…, el próximo miércoles, el día de Mercurio, ¿qué te parece.

27

G
iovanni esperó con impaciencia el día de Mercurio.

La víspera, después de sus clases diarias, fue a pasear.

Vagó largo rato, habitado por sus pensamientos. Cuando la luz empezó a declinar, Giovanni regresó apresuradamente hacia casa para no llegar tarde a la cena.

Cuando se acercaba al claro, llegaron a sus oídos unos ruidos extraños. Apretó el paso. Entonces oyó unos gritos. Echó a correr hacia la casa, en la que sonaban ruidos de combate. Se detuvo un instante, pero enseguida se dirigió hacia el cobertizo donde estaban guardadas las armas. Salió de inmediato armado con dos espadas y un cuchillo y se precipitó hacia la gran estancia.

Estaba patas arriba. En el centro, haciendo girar un taburete, Pietro luchaba contra tres hombres armados con largos cuchillos. Un cuarto, a todas luces derribado por el gigante, yacía en el suelo. La llegada inopinada de Giovanni encantó al gigante.

—¡Bienvenido, amigo, llegas muy a punto para ayudarme a trucidar a estos malvados!

Los bandidos, sorprendidos, se volvieron. Sin siquiera reflexionar, Giovanni hundió su espada en el brazo del primero, que huyó gritando. El segundo recibió el taburete de Pietro en plena cabeza en el mismo momento en que el tercero soltaba su cuchillo pidiendo gracia, mientras que Giovanni se aprestaba a traspasarlo.

El joven conservó su espada y tendió la otra a Pietro. Este último, sin vacilar, seccionó con un gesto seco la mano del desdichado y gritó:

—¡Y si volvéis, lo que os cortaré será la cabeza!

El hombre se dio a la fuga berreando como un cerdo al que estuvieran degollando. Pietro agarró entonces a los dos hombres! desplomados en el suelo y los ató a un árbol frente a la casa.

—¿Quiénes son? ¿Dónde está el maestro? —preguntó Giovanni, que apenas empezaba a darse cuenta de lo que acababa del suceder

—Por suerte, he podido encerrarlo a buen recaudo en su dormitorio cuando he visto llegar a estos bandidos —dijo el gigante, sin aliento—.Vamos a sacarlo.,

El anciano todavía temblaba de nerviosismo. Pietro le contó el desenlace del combate y con qué valentía había luchado Giovanni.

—¡Estoy orgulloso de ti, muchacho! No contento con manejar las palabras y las ideas con virtuosismo, ahora sabes maneja también la espada, por suerte para nosotros.

Pietro les habría cortado de buena gana las manos a los dos bribones prisioneros, pero su señor se opuso a que les aplicara una pena cruel. Hizo como que no veía, eso sí, cuando Pietro lo zarandeó un poco antes de soltarlos. Aterrorizados, los bandidos' se fueron como alma que lleva el diablo sin volver la vista atrás

—¡A esos malvados no volveremos a verlos en un tiempo por aquí! —dijo Giovanni, riendo.

—¡Ojalá la Virgen y los santos te escuchen! —repuso Pietró dubitativo—. Es la quinta o sexta vez que tenemos este tipo dé visitas desde que estamos aquí. ¡Quiera Dios que no vuelvan un día en mayor número para vengarse o para incendiar la casa!

El incidente fue olvidado enseguida, aunque durante la noche Giovanni tuvo una terrible pesadilla en la que se veía a sí mismo cortando las manos a cientos de bandidos que lo atacaban todos a la vez.

A la mañana siguiente, se presentó ante su maestro. Antes de que este le hablara de su horóscopo, le preguntó sobre las razones por las que había soltado a los bandidos en lugar de entregarlos a la justicia. El filósofo le explicó entonces que, como los Abruzzd formaban parte de los Estados Pontificios, no deseaba que el Papa fuera informado de que se encontraba alli. No es que temiera por su seguridad, pero deseaba permancecer escondido y evitar que lo obligaran a ir a Roma para justificarse o enseñar.

Acto seguido, el anciano se levantó y fue a buscar una gran hoja de papel a su dormitorio. Se la tendió a Giovanni.

—Toma, tu cielo de nacimiento.

Giovanni

Emocionado, el joven contempló el gran círculo trazado con compás. En el centro, como un ombligo, estaba situado el planeta Tierra. Una primera esfera concéntrica dibujaba la trayectoria de la Luna. Una segunda esfera, la de Mercurio. Una tercera, la de Venus. Un poco más lejos, estaban las del Sol, Marte y Júpiter. La más descentrada era la de Saturno. El borde exterior del círculo estaba compuesto por los doce signos del Zodíaco. Los planetas situados en el círculo se hallaban enfrentados a diferentes signos. Por último, el círculo estaba atravesado por dos ejes: un eje este— oeste, que indicaba los signos en los que se encontraban el ascendente y el descendente, y un eje norte-sur, que indicaba los signos en los que se encontraban el medio cielo y el fondo de este.

—Empezaré por explicarte las posiciones del Sol y de la Luna, pues son los astros más importantes —dijo el anciano, cogiendo el horóscopo de las manos de Giovanni—. Tenemos la suerte de que tu madre te dijera que naciste con luna llena. Esa preciosa información me ha permitido no solo situar los dos luminares, sino también encontrar, gracias a mis efemérides, el día exacto de tu nacimiento.

Giovanni abrió los ojos con asombro.

—En 1514 hubo, efectivamente, luna llena durante el equinoccio de primavera. Precisamente en la noche del 20 al 21 de marzo de ese año. Si las informaciones transmitidas por tu madre son fiables, naciste en Calabria el 20 de marzo de 1514, después de ponerse el Sol.

El anciano tosió ligeramente y continuó su exposición:

—Como naciste la víspera del equinoccio, el Sol está situado en el último grado del signo de Piscis. A causa de la luna llena, en tu cielo de nacimiento el Sol está en el lado opuesto a la Luna, la cual se encuentra al final del todo del signo de Virgo.

»Si naciste al principio de la noche, tienes a Saturno en el ascendente, en Escorpio, puesto que es el signo de Escorpio el que se eleva al este en el momento de tu nacimiento. Júpiter se pone al oeste y el Sol no está muy lejos del descendente, pues acaba de ponerse.

Lucius hizo una pausa.

—¿Qué significa todo eso? —murmuró Giovanni.

—Una cosa es hacer el horóscopo, lo que exige cierta ciencia, y otra es interpretarlo, lo cual es todo un arte —respondió el anciano, manifestando cierta seguridad en sí mismo.

»Yo era muy conocido en Florencia por este ejercicio, en el que se recurre tanto a cualidades intuitivas como puramente intelectuales. Por eso dos astrólogos no interpretarán jamás el mismo horóscopo de la misma forma. Insisto en eso, muchacho, porque es un punto esencial en el que tropiezan muchos de los partidarios de la astrología y también de sus adversarios. La astrología no es una ciencia rigurosa, como la lógica o las matemáticas; utiliza un lenguaje simbólico que requiere ser interpretado.

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