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Authors: Christopher Priest

Tags: #Aventuras, Intriga

El prestigio (39 page)

BOOK: El prestigio
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Esta noche, poco después de anochecer, mientras los niños estaban durmiendo una temprana siesta para permanecer despiertos más tarde y así poder ver el comienzo del nuevo siglo, le dije a Julia lo que iba a hacer, y la dejé esperando en su salón.

Me reuní con Hutton, y los dos abandonamos la casa y atravesamos juntos el césped que se encuentra hacia el Este de la casa, y llegamos hasta la cripta de la familia. Transportamos el material de prestigio en una carretilla que es utilizada a veces por los jardineros.

Hutton y yo únicamente teníamos faroles para guiarnos, y nos llevó varios minutos abrir la verja cerrada con candado, prácticamente en la oscuridad total. El viejo candado se había oxidado a causa del desuso.

Cuando el pórtico de madera se abrió de golpe, Hutton me confesó su malestar. Sentí una enorme compasión por él. Le dije:

—Hutton, no espero que sigas adelante con esto. Puedes esperarme aquí si eso es lo que quieres. 0 podrías regresar a la casa, y yo continuaré solo.

—No, mi Lord —me contestó con su habitual sinceridad—. He accedido a hacer esto. Para serle sincero, yo no entraría allí dentro solo, y me atrevo a decir que usted tampoco lo haría. Pero, aparte de nuestra propia imaginación, no hay nada que temer.

Después de dejar la carretilla en la entrada, nos aventuramos a entrar. Sosteníamos los faroles con los brazos estirados. Las vigas que estaban frente a nosotros no se distinguían muy bien, pero nuestras alargadas sombras se proyectaban sobre las paredes laterales. El recuerdo que yo tenía de la cripta era muy vago, porque la única vez que había estado en ella todavía era un niño. El tramo de escalones de piedras cortadas poco profundo nos llevó hacia abajo, hacia el interior de la ladera, y al final de estos escalones, donde había una segunda puerta, la caverna se ensanchaba un poco.

La puerta interior no estaba cerrada con llave, pero era muy dura y pesada de mover. La abrimos, y se produjo un chirrido, y entonces la cruzamos y nos adentramos en el espacio abismalmente oscuro que había detrás de ella. Sentíamos más que veíamos la caverna extendiéndose ante nosotros. La luz de nuestras linternas apenas si rasgaba la penumbra.

Había un olor ácido en el aire, tan penetrante que se podía casi notar su sabor en la boca. Bajé la mía y ajusté la mecha, con la esperanza de conseguir sacar un poco más de luz de ella. Nuestra irrupción en el lugar había liberado un millón de motas de polvo, que ahora daban vueltas a nuestro alrededor.

Hutton habló a mi lado, su voz amortiguada por la sofocante acústica de la cámara subterránea.

—¿Señor, no debería ir en busca de los materiales del prestigio?

Apenas pude distinguir sus rasgos a la luz del farol.

—Sí, supongo que sí. ¿Necesitas que te ayude?

—Si fuese tan amable, podría esperarme al final de las escaleras, señor.

Subió rápidamente el tramo de escalones, y me di cuenta de que quería terminar con aquello lo antes posible. A medida que su luz se iba apagando, comencé a sentirme cada vez más solo, vulnerable a los miedos infantiles a la oscuridad y a los muertos.

Aquí en este lugar reposaban la mayoría de mis antepasados, repartidos ritualmente sobre anaqueles y losas, reducidos a huesos o a fragmentos de huesos, recostados en cajas y envueltos en mortajas, adornados de polvo y prendas deshilachadas. Cuando acerqué la linterna pude distinguir formas difusas en algunas de las losas más cercanas. En alguna parte, hacia el fondo de la cripta, fuera del alcance de la luz de mi linterna, distinguí la huida precipitada de un gran roedor. Me moví hacia la derecha, estirando la mano, y noté una losa de piedra a aproximadamente la altura de mi cintura y puse la mano en ella. Toqué objetos pequeños y afilados, que no pude reconocer bien al principio. El hedor se hizo inmediatamente más intenso, y empecé a tener arcadas. Retrocedí para alejarme, vislumbrando los horrorosos fragmentos de aquella antigua vida a medida que la luz se balanceaba de un lado a otro. Todo el resto era invisible para mí, sin embargo, sin dificultad alguna, pude imaginarme la escena que se extendía ante mí fuera del haz de luz de mi linterna. A pesar de esto, la sostuve en alto, y la balanceé de un lado a otro, con la esperanza de poder ver algo. ¡Sabía que la realidad difícilmente podría llegar a ser tan desagradable como lo que me imaginaba! Tuve la sensación de que estos ancestros, muertos hacía ya mucho tiempo, estaban despertándose por mi presencia, y se desplazaban levantando una horripilante cabeza o una mano esquelética, graznando sus propios terrores oscuros, aquellos que mi presencia les traía.

Uno de estos anaqueles de roca cargaba con el ataúd de mi propio padre.

Estaba paralizado a causa de mi miedo. Quise ir detrás de Hutton y salir al aire libre, pero sin embargo sabía que tenía que sumergirme aun más en las profundidades de la cripta. No podía realizar ningún tipo de movimiento, porque el terror me atenazaba y me mantenía inmóvil, clavado donde estaba. Soy un hombre racional que busca explicaciones para todo, y da la bienvenida al método científico, y sin embargo, durante aquellos escasos segundos en que Hutton estuvo alejado de mí, una cascada de terror irracional se apoderó de mí.

Luego, por fin, oí sus pasos nuevamente, arrastrando el primero de los grandes sacos que contenían los materiales del prestigio. Sencillamente me alegró mucho dirigirme hacia él y poder echarle una mano, a pesar de que parecía ser capaz de cargar él solo con todo el peso. Tuve que depositar mi linterna en el suelo mientras pasábamos el saco por la puerta, y puesto que Hutton había dejado su propia linterna con la carretilla estábamos trabajando prácticamente en una oscuridad total.

Le dije: —Estoy muy contento de que estés aquí para ayudarme, Hutton.

—Lo comprendo, mi Lord. No me hubiera gustado nada hacer esto yo solo.

—Entonces terminémoslo rápidamente.

Esta vez regresamos juntos hasta donde estaba la carretilla, y arrastramos el segundo gran saco.

Mi plan original había sido explorar absolutamente toda la cripta, buscando el mejor lugar en el cual guardar los materiales del prestigio, pero ahora que estaba allí abandoné mi intención. Debido a que nuestras luces eran demasiado débiles como para penetrar la oscuridad, sabía que toda búsqueda tendría que ser realizada palmo a palmo, casi a tientas. Me horrorizaba tener que investigar los anaqueles y las losas que ya tan fácilmente me estaba imaginando. Me rodeaban por completo, y la caverna se extendía ampliamente hacia el fondo. Estaba llena de muerte, llena de muertos, con olor a final, a vida abandonada a las ratas.

—Dejaremos los sacos aquí —dije—. Lo más lejos posible del suelo. Bajaré aquí otra vez mañana, cuando sea de día. Y con una antorcha mejor.

—Comprendo perfectamente, señor.

Juntos nos acercamos hasta la pared que estaba a nuestra izquierda, y localizamos otra de las losas. Me preparé y extendí la mano para palpar lo que había. Parecía vacía, así que con la ayuda de Hutton levanté los dos sacos llenos con los materiales del prestigio. Después de hacer esto, y sin decirnos ni una sola palabra más, regresamos rápidamente a la superficie, y empujamos la puerta exterior detrás de nosotros hasta cerrarla. Me estremecí.

En el frío aire del jardín, Hutton y yo nos dimos la mano.

—Gracias por ayudarme, Hutton —le dije—. No tenía idea de que sería así allí abajo.

—Yo tampoco, mi Lord. ¿Necesitará que lo ayude con algo más esta noche?

Lo pensé.

—¿Quisieran usted y su esposa reunirse conmigo y con lady Colderdale a medianoche? Planeamos recibir el año nuevo.

—Gracias, señor. Nos sentiremos honrados de hacerlo.

Y así fue como terminó nuestra expedición. Hutton arrastró la carretilla hasta el cobertizo del jardín, y yo atravesé nuevamente la pradera, luego bordeé la periferia de la casa hasta llegar a la entrada principal. Vine directamente hasta esta habitación, para escribir mi informe mientras los acontecimientos todavía estuvieran frescos.

Sin embargo, se produjo un inevitable retraso antes de que pudiera empezar. Cuando entré en la habitación alcancé a verme brevemente en el espejo del vestidor, y me detuve a observarme. Un espeso polvo blanco se aferraba a mis botas y a mis tobillos. Había telarañas desparramadas por mis hombros y por el pecho. Mis cabellos se habían convertido en una maraña sobre mi cabeza, aparentemente fijados por una gruesa capa de tierra gris, y esta misma suciedad cubría mi rostro. Mis ojos, colorados, sobresalían de la hueca máscara que ahora era mi cara, y durante unos segundos me quedé allí de pie, paralizado por mi propia imagen. Me pareció que había sido espantosamente transformado por mi visita a la tumba de la familia, convirtiéndome en uno de sus moradores.

Me deshice tanto del pensamiento como de las sucias prendas, me metí en la bañera llena que me estaba esperando en el vestidor y me saqué toda la mugre.

Ahora este informe ha sido escrito, y ya se acerca la medianoche. Es hora de que vaya en busca de mi familia y del personal doméstico para disfrutar de la simple y familiar ceremonia que festeja el final de un año, y en este caso el de un siglo, y luego le da la bienvenida al siguiente.

El siglo veinte será el siglo en el cual mis hijos madurarán y prosperarán, y yo, que procedo del viejo siglo, les dejaré, a su debido tiempo, el nuevo a ellos. Pero antes de irme tengo la intención de dejar mi marca.

1901-1902

1 de enero de 1901

He regresado a la cripta, y he colocado los materiales del prestigio en un lugar más adecuado. Luego Hutton y yo colocamos un poco de veneno para ratas, pero en el futuro tendré que encontrar algo más seguro que sacos de tela en donde almacenar los materiales.

15 de enero de 1901

Idmiston Villas.

Hesketh Unwin me informó de que tiene a mi disposición tres nuevos contratos para actuar. Dos de ellos ya han sido confirmados, mientras que el otro depende de la inclusión de «En un abrir y cerrar de ojos» (el cual por el momento sólo es una propuesta, presentada de forma atractiva por Unwin). He accedido, y por lo tanto las tres representaciones pueden ser consideradas algo seguro. ¡Un total de trescientas cincuenta guineas!

Ayer, el artefacto de Tesla llegó de regreso desde Derbyshire, y, con la asistencia de Adam Wilson, lo desempaqueté y lo monté inmediatamente. Según mi reloj, tardé menos de quince minutos. Tenemos que ser capaces de hacerlo en diez minutos, cuando estemos trabajando en un teatro. La hoja de instrucciones del señor Alley asegura que cuando él y Tesla estaban comprobando su movilidad fueron capaces de montar todo el aparato en menos de doce minutos.

Adam Wilson conoce el secreto del truco, ya que es necesario. Adam ha estado trabajando para mí durante más de cinco años, y creo que puedo confiar en él. Para estar lo más seguro posible, le he ofrecido una paga extra de diez libras por su confidencialidad, que serán depositadas en un fondo acumulado a su nombre después de cada número con éxito. Él y Gertrude están esperando su segundo hijo.

He estado trabajando aun más en la presentación escénica de «En un abrir y cerrar de ojos», y también ensayando varios de mis otros trucos. Debido a los meses transcurridos desde mi última aparición profesional en público, estoy un poco oxidado. Confieso que abordé estos trucos y prácticas rutinarias sin entusiasmo alguno, pero una vez que me concentré bien en ellos comencé a divertirme.

2 de febrero de 1901

Esta noche actué en el Finsbury Park Empire, pero no incluí «En un abrir y cerrar de ojos» en mi representación. Acepté el encargo como una manera de probar el agua, para experimentar una vez más lo que se siente al actuar en directo frente a un público.

Mi versión de «El piano que desaparece» fue muy bien acogida, y fue aplaudida efusivamente y durante un largo rato, pero al final de mi presentación me sentí frustrado e insatisfecho.

¡Anhelo tanto realizar el truco de Tesla!

14 de febrero de 1901

Ayer ensayé «En un abrir y cerrar de ojos» dos veces, y haré lo mismo dos veces más mañana. No me atrevo a hacer más que eso. Lo llevaré a cabo el sábado por la noche en el Trocadero de la calle Holloway, y luego al menos una vez más durante la semana siguiente. Creo que si lo ejecuto con suficiente regularidad, entonces los ensayos extras, más allá de los cambios de escenario, la necesidad de distraer la atención del público y la habitual charlatanería, no deberían ser necesarios.

Tesla me advirtió que habría efectos secundarios, y éstos son de hecho muy profundos. La utilización del artefacto no es un asunto trivial. Cada vez que paso por él, padezco.

En primer lugar se encuentra el dolor físico. Mi cuerpo es separado en mil pedazos, desmontado totalmente. Cada pequeña partícula de mi cuerpo es esparcida en todas direcciones, fundiéndose con el éter. En una fracción de segundo, una fracción tan pequeña que no puede ser medida, mi cuerpo se convierte en ondas eléctricas. Es irradiado a través del espacio y materializado nuevamente en el lugar que ha sido designado como blanco.

¡Bum! ¡Me rompo en mil pedazos! ¡Bum! ¡Estoy entero otra vez!

Es un estallido violento que explota en cada pedazo de mi cuerpo y en todas direcciones. Imagínense una barra de acero golpeando violentamente contra la palma de su mano. Ahora imagínense diez o veinte más martilleando en el mismo lugar desde diferentes ángulos. Más caen sobre sus dedos, sobre su muñeca. Cien más golpean el dorso de su mano. Las puntas de sus dedos. Cada articulación.

Más golpes que explotan
hacia fuera
desde el interior de su carne.

Imagínense ahora que el dolor se esparce por todo su cuerpo, tanto por dentro como por fuera.

¡Bum!

¡Una milésima de segundo de completa agonía!

¡Bum otra vez!

Eso es lo que se siente.

Pero sin embargo llego al lugar deseado, y estoy exactamente igual a como estaba en aquella milésima de segundo anterior. Estoy todo entero, y soy idéntico a mí mismo, pero estoy en un estado de choque, de indescriptible dolor.

La primera vez que utilicé el artefacto de Tesla, en el sótano de la Casa Caldlow, sin ninguna sospecha de lo que iba a experimentar, me desplomé en el suelo creyendo que había muerto. Parecía imposible que mi corazón y mi cerebro pudieran sobrevivir tal explosión de dolor. No tuve ningún pensamiento, ninguna reacción emocional. Sentí como si me hubiera muerto, y actué como si me hubiera muerto.

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