Cuando la corriente eléctrica comenzó a fluir por el artefacto de Tesla, y los largos zarcillos de las descargas de alto voltaje serpenteaban a mi alrededor, y cuando la expectación del público estaba en su punto más álgido, finalmente noté su ausencia.
La trascendencia de lo que esto significaba me alcanzó como un rayo. Para aquel entonces ya era demasiado tarde; el artefacto estaba en funcionamiento y yo debía finalizar el truco.
En este punto del espectáculo nada puede ser modificado. Hasta el área que elegí como blanco está predeterminada; fijar las coordenadas es demasiado intrincado, se necesita mucho tiempo para prepararlo y no es posible hacerlo durante la actuación.
La noche anterior había dispuesto el artefacto de tal modo que me hicieran llegar al palco más alto de la parte izquierda del escenario, el cual, gracias a un acuerdo previo con los directivos del teatro, quedaría vacío durante ambas funciones. El palco estaba aproximadamente a la misma altura que el anfiteatro, y era visible desde casi cualquier otra parte del auditorio.
Todo estaba listo para materializarme en la misma barandilla del palco, iluminado por los focos móviles, boca abajo, mirando a la platea bastante por debajo de donde yo me encontraba, aparentemente luchando para mantener el equilibrio, los brazos girando como un remolino de viento, el cuerpo moviéndose frenéticamente, etcétera, etcétera. Todo había salido exactamente como lo había planeado durante la primera función, y mi mágica transformación provocó chillidos, rugidos de advertencia y gritos de alarma de parte del público, seguidos de ensordecedores aplausos mientras yo bajaba balanceándome al escenario con la cuerda que Hester me había arrojado.
Para llegar a la barandilla del palco frente al público, tenía que ponerme de pie dentro del artefacto de Tesla, de espaldas al palco. El público no puede saberlo, por supuesto, pero la posición en la que coloco mi cuerpo es recreada exactamente en el instante de mi llegada. Desde mi lugar en el artefacto, no podía por lo tanto ver dónde estaba a punto de llegar.
¡Con Borden próximo en alguna parte, me invadió la espantosa seguridad de que estaba a punto de sabotearme una vez más! ¿Qué pasaría si estaba escondido dentro del palco, y me daba un empujón cuando yo llegara a la cornisa? Sentí cómo la tensión eléctrica aumentaba ineluctablemente a mi alrededor. No pude evitar darme vuelta ansiosamente para mirar hacia arriba, hacia donde estaba el palco. Apenas pude conseguir ver a través de las mortales chispas eléctricas celestes. Todo parecía estar bien; no había nada allí que obstaculizara mi llegada, y a pesar de que no pude ver el interior del palco, donde están las butacas, no parecía haber nadie allí.
La intención de Borden era mucho más siniestra, y un momento más tarde lo descubrí. En el preciso instante en que me di vuelta para mirar hacia el palco, dos cosas sucedieron simultáneamente.
La primera fue que la transmisión de mi cuerpo comenzó. La segunda fue que la energía eléctrica que suministraba al artefacto fue cortada, desconectando instantáneamente la corriente. Los fuegos azules desaparecieron, el campo eléctrico se extinguió.
Yo permanecí en el escenario, de pie dentro de la jaula de madera del artefacto, a plena vista de todo el público. Me quedé mirando fijamente hacia atrás, hacia el palco.
¡La transmisión había sido interrumpida! Pero había comenzado, y ahora podía ver una imagen de mí mismo en la barandilla; allí estaba mi fantasma, mi
doppelgänger
, momentáneamente congelado en la postura que había adoptado cuando me di vuelta para mirar, a medio girar, medio agazapado, mirando hacia arriba. Era una delgada y endeble copia de mí mismo, una prestidigitación parcial. ¡Cuando aún tenía la vista fija en él, mi otra imagen se enderezó alarmada, estiró los brazos y se desplomó hacia atrás y fuera de mi vista, en el interior del palco!
Horrorizado por lo que había visto caminé fuera de las bobinas de la jaula de Tesla. Justo en aquel instante, el foco se encendió, iluminando todo el palco para mostrar así mi pretendida materialización. La gente del público miró hacia donde estaba el palco, medio anticipando el truco. Comenzaron a aplaudir, pero con la misma rapidez el ruido fue desapareciendo hasta quedar en la nada. No había nada que ver.
Yo estaba solo de pie sobre el escenario. Mi truco había sido saboteado.
—¡Telón! —grité hacia el interior de los bastidores—. ¡Bajen el telón!
Pareció tardar una eternidad pero finalmente los técnicos me oyeron y fue bajado el telón, separándome del público. Hester apareció corriendo; su señal para regresar al escenario era cuando yo estaba recibiendo mis aplausos desde la barandilla del palco, y no antes. Ahora el deber y la confusión la sacaron de su lugar entre los bastidores.
—¿Qué ha sucedido? —gritó.
—¡Ese hombre que subió al escenario desde el auditorio! ¿Dónde está?
—¡No lo sé! Pensé que había regresado a su butaca.
—¡De alguna manera se metió entre los bastidores! ¡Se supone que tienes que asegurarte de que esta gente abandone el escenario!
La empujé furioso hacia un costado y levanté la tela del telón. Agachado, di un paso para colocarme debajo y fui hasta los focos. Las luces del auditorio estaban ahora encendidas, y el público se estaba desplazando hacia los pasillos, y lentamente hacia las salidas. La gente estaba evidentemente desconcertada y disgustada, y ya no prestaba atención al escenario.
Miré hacia el palco. El foco móvil había sido apagado, y con las débiles luces del auditorio todavía no podía ver nada. Una mujer gritó una vez y luego otra. Estaba en alguna parte del edificio detrás de los palcos.
Inmediatamente me metí entre los bastidores y me encontré con Wilson, que estaba apresurándose para llegar al escenario y encontrarme. Casi sin aliento, porque ahora me di cuenta de que mis pulmones estaban inexplicablemente trabajando con dificultad, le di instrucciones de que desmontara y embalara el artefacto tan rápidamente como pudiera. Pasé a su lado corriendo y pude llegar hasta las escaleras que conducían al anfiteatro y a los palcos. Había miembros del público bajando por ellas, y cuando miré hacia arriba, colándome entre ellos, me di cuenta de que refunfuñaban debido a mi brusquedad, pero no me identificaban como el mago que acababa de fracasar tan espectacularmente ante ellos. El anonimato del fracaso es fulminante.
Cada paso que daba era aún más difícil de completar. La respiración se me hacía más dificultosa, arañándome la garganta, y notaba mi corazón palpitar como si acabara de correr casi dos kilómetros cuesta arriba. Siempre me he mantenido en forma, y el ejercicio físico nunca ha sido algo que me exigiera demasiado esfuerzo, pero de repente sentí como si me hubiera vuelto cojo y gordo. Para cuando llegué a la parte superior de tan sólo el primer tramo de escalones, no podía avanzar más, y la multitud que bajaba por las escaleras se vio forzada a adelantarme mientras me apoyaba en el pasamanos de hierro forjado para recuperar el aliento. Descansé durante unos segundos, y luego me lancé a subir el siguiente tramo de escalera.
No había cubierto más de dos escalones cuando fui presa de una tos aterradora, tan violenta que me dejó pasmado. Físicamente sentí que no podía más. Mi corazón daba golpes que parecían de martillo, la sangre me latía con fuerza y rítmicamente en los oídos, el sudor me salía a borbotones, y la tos era tan seca y tan dolorosa que parecía que me estaba evacuando el pecho y me provocaría un colapso en cualquier momento. Me debilitó tan exageradamente que apenas pude inhalar una vez más, y cuando por fin pude conseguir aspirar un poco de aire, inmediatamente tosí otra vez, resollando terriblemente y atormentado por atroces dolores en todas partes. Era incapaz de mantenerme erguido, y me dejé caer hacia adelante atravesando los escalones de piedra, mientras las pocas personas que quedaban del público pasaban a mi lado, sus botas a escasos centímetros de mi lastimosa cabeza. No sabía ni me importaba lo que pensaran de mí mientras yacía allí.
Finalmente Wilson me encontró. Me alzó en sus brazos y me levantó como a un niño mientras yo luchaba para recobrar el aliento.
Después de un buen rato, mi corazón y mi respiración se calmaron, y un gran escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Sentía mi pecho como si fuera una pústula hinchada de dolor, y a pesar de que no recaí en la violenta tos, cada respiro era inhalado y exhalado muy cuidadosamente.
Finalmente, pude decir: —¿Has visto lo que sucedió?
—Alfred Borden debe haber conseguido meterse entre los bastidores, señor.
—¡Eso no! Me refiero a lo que sucedió cuando falló la energía.
—Estaba manejando el panel de controles, señor Angier. Como siempre.
El lugar de Wilson durante «Un abrir y cerrar de ojos» está en la parte de atrás del escenario, invisible para el público, oculto detrás del telón negro de la cabina secreta.
A pesar de que está en contacto permanentemente con lo que yo estoy haciendo, en realidad no puede verme durante la mayor parte del truco.
Jadeando, le di una descripción de la imagen mágica espectral de mí mismo que había entrevisto. Wilson parecía estar desconcertado, pero inmediatamente se ofreció para subir corriendo él mismo hasta el palco. Así lo hizo, mientras yo me quedé tirado, indefenso e incómodo sobre los fríos y desnudos escalones. Cuando regresó después de uno o dos minutos, Wilson me dijo que no había visto nada fuera de lugar allí arriba. Dijo que las butacas del último palco habían sido volcadas por el suelo alfombrado, pero que aparte de eso no había nada inusual. Tuve que aceptar lo que me dijo; sabía que Wilson es un asistente astuto y de confianza.
Me bajó por las escaleras y me llevó de regreso al escenario. Para aquel entonces ya me había recuperado lo suficiente como para poder mantenerme en pie sin ninguna ayuda. Examiné detenidamente el último palco y el resto del auditorio, ahora vacío, pero no había señal alguna del doble.
Tenía que olvidarme de todo el asunto. El hecho de haberme debilitado tanto de repente era una preocupación mucho más apremiante. Cada movimiento significaba un gran esfuerzo, y notaba la tos enroscada en mi pecho, lista para explotar de nuevo en cualquier momento. Temiendo que regresara, coarté y restringí deliberadamente mis movimientos, intentando calmar mi respiración.
Wilson llamó a un taxi para que me llevara sano y salvo de regreso a mi hotel, e inmediatamente ordené que se le enviara un mensaje a Julia. Se llamó a un médico, y cuando llegó, más tarde, llevó a cabo un reconocimiento hecho bastante a la ligera.
Aseguró que no había podido encontrar nada preocupante, así que le pagué para que se fuera y decidí buscar otro médico por la mañana. Me costó mucho quedarme dormido, pero al final lo conseguí.
Esta mañana me desperté sintiéndome bastante mejor, y bajé las escaleras sin la ayuda de nadie. Wilson me estaba esperando en el vestíbulo del hotel, con la noticia de que Julia llegaría al mediodía. Mientras tanto, me aseguró que no me veía muy bien, pero yo insistí en que había comenzado a recuperarme. Después del desayuno, sin embargo, me di cuenta de que no tenía muchas fuerzas.
De mala gana, he cancelado las dos presentaciones de esta noche, y mientras Wilson estaba en el teatro, he escrito este informe de lo que ha acontecido.
22 de mayo de 1903
En Londres.
Obedeciendo el deseo de Julia y el consejo de Wilson, he cancelado todas las presentaciones que quedaban en Lowestoft. La semana próxima también ha sido cancelada; ésta iba a ser una breve temporada en el Teatro Court de Highgate.
Todavía no sé qué hacer con respecto al espectáculo en el Astoria, en Derby, programado para la primera semana de junio.
Estoy intentando ser optimista, pero en el rincón más profundo de mi corazón abrigo un temor secreto. En pocas palabras, que mi mala salud no me permita actuar nunca más. Después del ataque de Borden me he convertido casi en un inválido.
Contando al hombre que vino a verme al hotel de Lowestoft, y al mío aquí en Londres, he sido examinado por tres médicos. Todos ellos aseguraron que me encontraba bien y que no mostraba ningún síntoma evidente de enfermedad. Me quejo de mi respiración, así que me auscultan el pecho y me recetan aire fresco. Les digo que se me acelera el corazón cuando subo un tramo de escalera, vuelven a auscultarme y me dicen que tenga cuidado con lo que como y que me tome las cosas con más calma. Les digo que me canso fácilmente, y me aconsejan que descanse y que me acueste bien temprano.
Mi médico de cabecera de Londres me sacó una muestra de sangre, porque le exigí que me hiciera algunas pruebas un poco más objetivas, aunque solamente para tranquilizar mis temores. Como era de esperar, me informó de que mi sangre estaba inusualmente «aguada», que tal condición era habitual en un hombre de mi edad, y me recetó un tónico de hierro.
Después de que se fuera el médico, decidí pesarme, con un resultado asombroso.
¡Aparentemente había perdido alrededor de trece kilos! He pesado más o menos exactamente setenta y seis kilos durante la mayoría de mis años de adulto.
Simplemente es una de esas cosas en la vida que ha permanecido constante. ¡Esta mañana he descubierto que peso poco más de sesenta y tres kilos!
En el espejo me veo igual que siempre: mi cara no está más delgada, mis ojos no están inyectados en sangre, mis pómulos no sobresalen, mi mandíbula no se ve más angulosa. Me veo cansado, eso es cierto, y mi piel tiene cierta cualidad amarillenta que no es habitual en mí, pero en ningún caso es el aspecto de alguien incapaz de subir siquiera un corto tramo de escalera sin tener que pararse a recobrar el aliento a mitad de camino. Ni tampoco alguien que acaba de perder casi una sexta parte de su peso habitual.
Debido a que no hay ninguna razón normal o lógica que explique todo esto, he de suponer que se debe a la transmisión incompleta de Tesla. La primera descarga se había llevado a cabo. Después de esto, la información eléctrica fue enviada tan sólo parcialmente. La interrupción de Borden tuvo lugar antes de que se produjera la segunda descarga, impidiendo que pudiera unirme completamente en ningún sitio.
¡Una vez más su intervención me había colocado al borde de la muerte!
Más tarde.
Julia se ha propuesto rehabilitar mis fuerzas haciéndome aumentar de peso, y el almuerzo de hoy fue bastante abundante. Sin embargo, cuando iba por la mitad comencé a sentirme cansado y con náuseas, y fui incapaz de terminarlo. Acabo de echar una corta siesta.