El prestigio (44 page)

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Authors: Christopher Priest

Tags: #Aventuras, Intriga

BOOK: El prestigio
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Al despertarme tuve una idea, cuyas consecuencias todavía estoy considerando.

En la privacidad de estas páginas, debo confesar que cada vez que he utilizado el artefacto de Tesla, ya sea durante una actuación o en un ensayo, siempre me he asegurado de esconder dos o tres monedas de oro en mi bolsillo. El motivo tiene que ser evidente; ¡mi reciente fortuna no se debe únicamente a los honorarios de mis presentaciones!

Tesla, debo confesarlo, me previno acerca de tales acciones. Es un hombre de profunda moral, y me dio un largo sermón acerca del tema de la falsificación. Dijo que también tenía razones científicas, que el artefacto estaba calibrado según el peso de mi cuerpo (con ciertos márgenes de seguridad), y que la presencia alrededor de mi cuerpo de objetos pequeños pero con volumen, tales como monedas de oro, podría provocar que la proyección no saliera bien si se trataba de distancias más largas.

Debido a que confío en el conocimiento científico de Tesla, al principio decidí llevar únicamente billetes conmigo, pero se produce el inevitable inconveniente de la duplicación de los números de serie. Todavía llevo algunos billetes en cada presentación, pero en la mayoría de los casos he optado por el oro. Nunca he experimentado ninguno de los problemas de proyección acerca de los cuales Tesla me advirtió, tal vez porque las distancias en cuestión son demasiado cortas.

Esta tarde, después de mi siesta, busqué las tres monedas que había llevado en mi bolsillo el martes por la tarde. Apenas las palpé estuve seguro de que pesaban menos de lo que pesaban antes, y cuando las coloqué en la balanza de mi oficina, comparándolas con dos monedas por lo demás idénticas que no habían pasado por el transmisor, descubrí que ciertamente eran más livianas.

Calculo que también han perdido alrededor del diecisiete por ciento de su masa.

Se ven iguales, tienen las mismas dimensiones que las monedas comunes, incluso hacen el mismo sonido resonante cuando caen sobre un suelo de piedra, pero por una razón o por otra han perdido algo de su
peso
.

29 de mayo de 1903

Esta semana no he mejorado para nada. Sigo debilitado. A pesar de que estoy
bien
, en el sentido de que no tengo fiebre, ni ninguna lesión aparente, ni ningún tipo de dolor, ni me siento mal; a pesar de todo esto, apenas hago algún esfuerzo físico, el cansancio me invade. Julia sigue intentando alimentarme para que me ponga mejor, pero he ganado muy poco peso. Los dos fingimos que estoy mejorando, pero estamos negando lo que es evidente para los dos: nunca recuperaré la parte de mí que ha desaparecido.

A pesar de mis problemas físicos, mi mente continúa funcionando normalmente, lo cual no hace sino acrecentar mi frustración.

Con desgana, pero siguiendo los consejos de las personas cercanas a mí, he cancelado todas las futuras presentaciones. Para distraerme he estado haciendo funcionar el artefacto de Tesla y transmitiendo una gran cantidad de oro. No soy codicioso, y no deseo llamar la atención convirtiéndome en alguien excesivamente rico. Únicamente necesito el dinero suficiente para asegurarme un bienestar a largo plazo tanto para mí como para mi familia. Al finalizar cada sesión peso cuidadosamente cada moneda, pero todo está bien.

Mañana regresamos a la Casa Caldlow.

18 de julio de 1903

En Derbyshire.

El gran Danton
está muerto. El fallecimiento del ilusionista Rupert Angier fue el resultado de varias lesiones sufridas como consecuencia de un truco que salió mal durante una presentación en el Teatro Pavilion de Lowestoft. Murió en su casa de Highgate, en Londres, y ha dejado una viuda y tres hijos.

El 14.° conde de Colderdale continúa vivo, aunque no esté pletórico de salud. Ha tenido el ambiguo placer de leer su propia nota necrológica en el
Times
, un privilegio del cual no muchos pueden disfrutar. Por supuesto, la nota necrológica estaba sin firmar, pero fui capaz de deducir que no había sido escrita por Borden. La evaluación de mi carrera es presentada naturalmente bajo una luz justa y positiva, y no se adivinan nada de celos, ningún sentimiento oculto de sutil resentimiento, generalmente perceptibles en estas ocasiones, en las cuales un rival es invitado a dejar constancia del fallecimiento de uno de sus colegas. Me siento aliviado de que Borden al menos no haya participado en esto.

Los asuntos de Angier están ahora en las manos de una firma de abogados. Por supuesto, está realmente muerto, y su cuerpo fue realmente colocado dentro del ataúd. Vi esto como el último truco de Angier; el suministro de su propio cadáver para ser enterrado. Julia es oficialmente su viuda, y sus hijos son huérfanos. Todos ellos estaban presentes en el cementerio de Highgate para su funeral, una ceremonia estrictamente reservada para sus familiares más directos. La prensa no se acercó obedeciendo a la petición personal de la viuda, y no se vieron ni fans ni admiradores aquel día.

Aquel mismo día, yo estaba viajando anónimamente de regreso a Derbyshire con Adam Wilson y su familia. Él y Gertrude han aceptado quedarse conmigo como compañeros remunerados. Estoy en condiciones de recompensarlos bien.

Julia y los niños llegaron aquí de regreso tres días después. De momento es la viuda Angier, pero a medida que se vayan desvaneciendo los ecos de estos últimos sucesos, y la gente ya no recuerde nada, se convertirá discretamente, tal como es su derecho, en lady Colderdale.

Pensé que ya me había familiarizado con el hecho de sobrevivir a mi propia muerte, pero esta vez ha ocurrido de una forma tal que ya no podrá repetirse. Debido a que no puedo regresar al escenario, y puesto que estoy ahora desempeñando el papel que mi hermano mayor me había denegado previamente, me sorprendo preguntándome cómo llenaré los días que están por venir.

Después del desagradable susto causado por lo sucedido en Lowestoft, me he concentrado en lo que ya es mi nueva existencia. No estoy en decadencia, y mi salud es estable. Tengo poca energía física o fuerzas, pero parece improbable que caiga muerto en cualquier momento. El médico de aquí me repite lo que me dijeron en Londres: aparentemente no me sucede nada que la buena comida, el ejercicio y una actitud positiva no puedan curar con el tiempo.

Por lo tanto, me sorprendo a mí mismo viviendo la vida que había planeado brevemente después de regresar de Colorado. Hay muchas cosas de las que ocuparse en la casa y por toda la finca, y, debido a que nada ha sido correctamente organizado y administrado durante muchos años, gran parte de todo esto está deteriorándose.

Afortunadamente, por una vez mi familia tiene los medios económicos para abordar algunos de los problemas más serios.

Le he ordenado a Wilson que monte el artefacto de Tesla en el sótano, diciéndole que de vez en cuando ensayaré «En un abrir y cerrar de ojos» en preparación para mi regreso al escenario. Su verdadero uso, por supuesto, es otro.

19 de septiembre de 1903

Simplemente para dejar constancia de que hoy es el día que había planeado originalmente para la muerte de Rupert Angier. Ha pasado como todos los otros, discreta y (dado mi continuo desasosiego con respecto a mi salud) tranquilamente.

3 de noviembre de 1903

Estoy recuperándome de un ataque de neumonía. ¡Casi me mata! He estado en el hospital Sheffeld Royal desde finales de septiembre, y sobreviví únicamente gracias a un milagro. Hoy es el primer día en casa en el cual he podido sentarme el tiempo suficiente como para poder escribir. Los brezales se ven espléndidos a través de la ventana.

30 de noviembre de 1903

Estoy recuperándome. Me encuentro casi nuevamente en el estado en el cual me encontraba cuando regresé aquí de Londres. Es decir, oficialmente bien, extraoficialmente no demasiado bien.

15 de diciembre de 1903

Adam Wilson entró en mi sala de lectura esta mañana a las diez y media, y me informó que había una visita esperando abajo para verme. ¡Era Arthur Koeing! Me quedé sorprendido, mirando fijamente su tarjeta de periodista, preguntándome qué querría. —Dile que de momento no estoy disponible —le dije a Adam, y me fui a mi estudio para pensar.

¿Podía tener su visita algo que ver con mi funeral? La falsificación de mi propia muerte tenía un lado engañoso que sospecho podría ser interpretado como ilegal, a pesar de que no puedo imaginarme qué daño podría causarle a nadie. Pero el simple hecho de que Koeing estuviera aquí significaba que sabía que el funeral había sido una farsa. ¿Intentaría chantajearme de alguna manera? Todavía no confío completamente en el señor Koeing, ni tampoco entiendo sus motivos.

Lo dejé sudando abajo durante quince minutos, luego le pedí a Adam que lo hiciera subir.

Koeing parecía estar bastante serio. Después de saludarnos, le pedí que se sentara en una de las cómodas sillas que estaban frente a mi escritorio. Lo primero que hizo fue asegurarme que su visita no tenía conexión alguna con su trabajo en el periódico.

—Estoy aquí como emisario, mi Lord —me dijo—. Estoy actuando en calidad de particular, en representación de una tercera parte que sabe de mi interés por el mundo de la magia, y que me ha pedido que me acerque a su esposa.

—¿Acercarse a Julia? —le pregunté, sinceramente sorprendido—. ¿Por qué tendría usted algo que decirle a ella?

Koeing parecía estar notablemente incómodo.

—Su esposa, mi Lord, es la viuda de Rupert Angier. Es esta condición la que ha motivado el encargo de que yo me ponga en contacto con ella. Pero pensé, teniendo en cuenta lo sucedido en el pasado, que sería más prudente venir primero a hablar con usted.

—¿Qué pasa, Koeing?

Había traído un pequeño maletín de cuero, y en ese momento lo tomó y lo puso sobre su regazo.

—La… tercera parte para la cual estoy actuando ha hallado un cuaderno, un diario privado, en el cual se supone que su esposa estaría interesada. En especial, se espera que lady Colderdale, es decir, la señora Angier, podría querer adquirirlo. Esta, ¡ejem!, tercera parte no es consciente de que usted, mi Lord, todavía está vivo, por lo tanto me encuentro traicionando no solamente a la persona que me envía, sino también a la persona con quien debería estar hablando. Pero realmente sentí, teniendo en cuenta las circunstancias…

—¿De quién es este cuaderno?

—De Alfred Borden.

—¿Lo tiene con usted?

—Por supuesto que sí.

Koeing estiró la mano, la introdujo en su maletín y sacó un cuaderno forrado con tela, equipado con un cierre con candado. Me lo entregó para que pudiera examinarlo, pero debido a que estaba cerrado no pude ver su contenido. Cuando miré a Koeing nuevamente, tenía la llave en la mano.

—Mi… cliente pide quinientas libras, señor.

—¿Es auténtico?

—Sin duda alguna. Basta leer solamente unas pocas líneas para convencerse de ello.

—¿Pero vale la pena pagar quinientas libras por él?

—Sospecho que descubrirá que vale la pena gastarse bastante más. Está escrito con la letra del propio Borden, y habla con toda franqueza de los secretos de su magia. Elabora su teoría de la magia y explica cómo se realizan muchos de sus trucos. Menciona un secreto relativo a unos gemelos. Sin duda constituye una lectura más que interesante, y puedo garantizarle que usted estará de acuerdo.

Di vuelta el cuaderno en mis manos, pensando en él.

—¿Quién es su cliente, Koeing? ¿Quién quiere el dinero? —Parecía estar intranquilo, evidentemente no era un experto en este tipo de cuestiones—. Dice que ya ha traicionado a su cliente. ¿Es que de repente tiene escrúpulos?

—Hay muchas cosas detrás de todo esto, mi Lord. Por su comportamiento deduzco que todavía no ha oído la noticia más importante que le he traído. ¿Sabe usted que Borden ha muerto recientemente? —No hay duda de que mi expresión de desconcierto le dio la respuesta que necesitaba—. Para ser más preciso, creo que uno de los dos hermanos está muerto.

—Parece no estar muy seguro —le dije—. ¿Por qué?

—Porque no hay ninguna prueba concluyente. Usted y yo sabemos de qué modo tan obsesivo ocultaban sus vidas los hermanos Borden, y no es ninguna sorpresa que el superviviente haría lo mismo cuando el otro muriera. Las pistas han sido muy difíciles de seguir.

—¿Entonces cómo se ha enterado? Ah, ya entiendo…, esta tercera parte, la que le ha encargado esta tarea.

—Y hay otros indicios.

—¿Como por ejemplo? —lo desafié.

—El famoso truco ya no forma parte de la presentación de
Le Professeur
. He asistido a sus espectáculos varias veces durante las últimas seis semanas, y no lo ha realizado ni una sola vez.

—Podría haber otras muchas razones para eso —observé—. He estado presente en su espectáculo varias veces, y no siempre incluye ese truco.

—Ciertamente no. Pero lo más probable es que necesite a los dos hermanos para poder realizarlo.

—Creo que debería decirme el nombre de su cliente, Koeing.

—Mi Lord, si no me equivoco una vez conoció usted a una mujer estadounidense llamada Olive Wenscombe, ¿verdad?

He escrito este nombre aquí, y ahora caigo en la cuenta de que lo dijo, pero en la sorpresa del momento pensé que había dicho Olivia Svenson, lo cual produjo un malentendido entre nosotros. Primero pensé que los dos estábamos hablando de la misma persona, luego cuando me repitió el nombre pensé que estaba hablándome de alguien distinto. Finalmente recordé que Olivia había adoptado el apellido de soltera de su madre cuando se presentó a Borden.

—Por razones que usted seguramente podrá comprender bien —dije, cuando todo quedó muy claro—, nunca hablo de la señorita Svenson.

—Sí, sí. Y me disculpo por haberla mencionado. Sin embargo, ella está muy relacionada con el asunto del cuaderno. Entiendo que la señorita Wenscombe, o Svenson, como usted la conoció, fue empleada suya hace algunos años, pero se pasó al bando de Borden. Durante un tiempo trabajó como la asistente de Borden sobre el escenario, pero no fue mucho. Usted perdió contacto con ella, creo, aproximadamente en aquella época.

Confirmé que así había sido.

—Resulta ser —continuó Koeing— que los gemelos Borden poseen un escondrijo secreto al Norte de Londres. Para ser más preciso, es un apartamento de varias habitaciones en una zona residencial de Hornsey, y es aquí donde uno de los hermanos vivía de incógnito mientras el otro disfrutaba de las comodidades del hogar en St. Johns Wood. Se turnaban regularmente. Después de su… cambio de bando, la señorita Wenscombe se instaló en el piso de Hornsey, y ha estado viviendo allí desde entonces. Y seguirá allí siempre que las demandas entabladas en su contra no prosperen.

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