Authors: Larry Niven
»Dos días dando vueltas, y entonces Brennan dijo que ya lo entendía y que todo lo que debíamos hacer era dar combustible a la sección de impulso. Dijo que si tratábamos de remolcarla hacia atrás haríamos saltar los sistemas de seguridad. Garner, cómo podíamos saber…
—No podían. Todavía no tiene sentido.
Nick corrió una mano hacia atrás por su cresta de blanco cabello.
—Ya habían instalado una boquilla de combustible que empalmaba con la toma en la nave Pak. Brennan insistió en hacer todo el trabajo por sí mismo, y aún él tuvo que usar un traje de radiación y un escudo. Habíamos aparejado su propio monoplaza a la línea de remolque, sólo en caso de que algo fallara en el camino a casa. Fue idea mía, Garner.
—Entiendo.
—Despegó dando la espalda al sol. Tratamos de volar en formación con él, pero estaba haciendo maniobrar la nave, probando los sistemas de control, así que mantuvimos nuestra distancia. Entonces… él sólo giró y dio proa al espacio interestelar.
—¿Trataron de interceptarlo?
—¿Tratar? ¡Volamos con él! Yo no deseaba hacer ningún movimiento amenazante, pero no se comunicaba, y nos estábamos quedando cortos de combustible. Ordené a Dubchek y Gorton usar sus impulsores como armas si él no frenaba.
—¿Y qué pasó?
—Pienso que debe haber encendido el campo de su estatorreactor Bussard. Los efectos electromagnéticos quemaron nuestro equipo lo suficiente como para dejarnos a la deriva. Al menos fuimos afortunados de que nuestros impulsores no se quemaran por completo. Una nave de combustible finalmente nos alcanzó, y nos las arreglamos para hacer algunas reparaciones. Para ese momento, Brennan ya estaba a velocidad de estatorreactor.
—Entiendo.
—¿Cómo se supone que yo iba a saberlo? ¡Teníamos su suplemento de comida! Esa canasta de raíces estaba casi vacía. ¿Era sólo una extraña manera de cometer suicidio? ¿Estaba preocupado de lo que podríamos hacer nosotros con una nave estatorreactora tripulada?
—Mmm. No había pensado en eso. Sabes, eso podría explicarlo. Nick, ¿lo recuerdas aplastando mi cigarrillo?
Nick rió.
—Seguro. Se disculpó profusamente, pero no te permitiría fumar. Pensé que le pegarías…
—Es un protector. Todo lo que hace es por tu propio bien —Luke frunció el ceño, recordando a alguien… no, eso era todo lo que recordaba de ella. ¿Una maestra de secundaria?—. No deseaba que tuviéramos la nave Pak, o algo que podríamos aprender de ella, o de él.
—Entonces, ¿por qué pasó dos meses allá afuera, más allá de Plutón? ¡Uno no detiene un estatorreactor Bussard a mitad de camino! ¡Eso se come el combustible de reserva! Y no hay nada allí afuera…
—El cinturón cometario, lo llaman. La mayor parte de los cometas pasa la mayor parte de su tiempo más allá de Plutón. Hay materia allí afuera, aunque escasa. Hay un décimo planeta, también.
—No se acercó a Perséfone.
—Pero pudo haber llegado a la cercanía de varios cometas.
—Correcto. Está bien, él pasó dos meses allí afuera, en reposo por lo que pueden determinar nuestros detectores de monopolos. Hace un mes comenzó a moverse de nuevo. Lo seguimos suficiente tiempo como para asegurarnos. Está acelerando hacia Alfa Centauri; va a Wunderland.
—¿Cuánto tardará en llegar allí?
—Oh, unos quince años. Es un impulsor de bajo empuje. Pero podremos advertirles, y organizar que nuestros sucesores los adviertan de nuevo en quince años. Sólo por si acaso.
—Está bien, podemos hacer eso. ¿Qué más? Tú sabes que hemos desenterrado la cabina de carga.
—Eso es todo lo que sabemos. La ONU también guarda secretos.
—Bien, destruimos las semillas y raíces. En realidad, a nadie le gustaba la idea…, pero lo hicimos.
Pasó un largo rato hasta que Nick contestó.
—Bien.
—Bueno o malo, lo hicimos. Pero no hemos tenido ninguna suerte analizando el polarizador de gravedad, si eso es lo que es. Brennan pudo haber estado mintiendo.
—Es un polarizador de gravedad.
—¿Cómo sabes eso?
—Analizamos los registros del viaje del Exterior a Marte. Su aceleración variaba de acuerdo con los gradientes locales de gravedad: no sólo el impulso, sino también la dirección.
—Está bien, eso ayudará. ¿Qué más podemos hacer?
—Acerca de Brennan, nada. Eventualmente morirá de hambre. Mientras, sabremos exactamente dónde está.
—O más bien, dónde está su fuente de monopolos.
Nick habló con menguante paciencia.
—Sin su paquete de monopolos no tiene nave alguna. Tampoco tiene un suplemento de comida, punto. Está muerto, Garner.
—Sigo recordando que es más inteligente que nosotros dos juntos. Si puede encontrar un modo de hibernar, puede llegar a Wunderland, una colonia lozana. ¿Y entonces? ¿Qué quiere con Wunderland? En fin, nunca lo sabré. Estaré muerto antes de que Brennan llegue allí.
Luke suspiró.
—Pobre Exterior. Todo este camino para traernos las raíces que nos harían tener una vida normal.
—Sus intenciones eran buenas. La vida es dura con nuestros héroes —dijo seriamente Nick.
¿C
ómo explicar una pausa de dos siglos? Los eventos son la medida del tiempo. Una enormidad de cosas pasan en doscientos veinte años.
El cadáver seco de Phssthpok acabó en el Instituto Smithsoniano. Hubo cierta discusión acerca de dónde clasificarlo entre los homínidos. Su historia era de tercera mano por entonces, estando Brennan inaccesible, pero su esqueleto correspondía con la estructura homínida hueso por hueso.
Lucas Garner ya había muerto cuando la nave Pak superó la mitad de su curso. No giró para frenar. Nick Sohl estaba mirando cuando su traza magnética pasó por Wunderland, dos años antes de lo programado y aún acelerando hacia ninguna parte. Y se hizo preguntas.
La Base Olimpo en Marte fue reconstruida para poder estudiar la cabina de carga de Phssthpok en el lugar, lo que resultó más fácil que alzarla desde el polvo, pues el polarizador de gravedad aún estaba funcionando. El grupo de estudio se oponía a desconectarlo hasta que pudieran aprender a conectarlo de nuevo. Usaron un monoplaza flotando sobre su llama de fusión para fundir el polvo bajo la base, como protección contra los marcianos.
La población del Cinturón se incrementó considerablemente. Los mundos burbuja proliferaron; incluso algunos fueron equipados con impulsores para poder moverse. La minería se volvía más difícil; las mejores venas ya habían sido agotadas. Las ciudades crecieron en todas las rocas mayores. Un porcentaje cada vez menor de Espaciales manejaba monoplazas.
Un gran asteroide de hielo impactó en Marte, causando tormentas de polvo y terremotos menores que pusieron en problemas a la Base Olimpo.
Las colonias interestelares prosperaron y fueron cambiando. Jinx desarrolló extensas industrias del vacío en el Extremo Este, allí donde el paisaje del planeta se eleva fuera de la atmósfera. En Plateau la sociedad se volvió represiva. La población de Wunderland se expandió y se extendió en forma muy dispersa por el mayor de los continentes, de modo que las ciudades tardaron en desarrollarse. En Nosotros Lo Hicimos la civilización se desarrolló en forma subterránea, para evitar los vientos huracanados de verano e invierno. Hogar fue asentado y prosperó, beneficiándose de las nuevas técnicas y aprendiendo de los errores de anteriores mundos coloniales.
Rayos láser comunicaban la Tierra y las colonias, y ocasionales ramrobots salían del acelerador lineal en Juno, trayendo cargas de nuevo conocimiento. Últimamente la mayor parte de los «regalos» fueron avances en ingeniería biológica, semillas y huevos fertilizados congelados. Las noticias de las colonias eran escasas, aunque Jinx y Hogar tenían excelentes láseres de comunicaciones.
El problema de las drogas en la Tierra era ya un tema muerto, aun para la época de Lucas Garner. Los adictos potenciales a las drogas se volvían cabezas de cable; la experiencia era más completa, y luego del gasto inicial por la operación, la corriente era barata. Los cabezas de cable no molestaban a nadie; el problema nunca fue serio, y para 2340 casi se había solucionado a sí mismo: la gente había aprendido a manejarlo.
La población de la Tierra se mantenía estable, por la fuerza si era necesario.
El polarizador de gravedad parecía estar más allá de la comprensión humana.
La aloplastía mejorada —dispositivos insertos en lugar de transplantes— solucionó en gran medida el problema de la escasez de órganos en los bancos. La ciudadanía de la ONU llegó a votar para que se eliminara la pena de muerte por ciertos crímenes: evasión de impuestos, propaganda ilegal, etc. La gran autoridad otorgada antes a la M.R.A. (la policía de las Naciones Unidas) se había relajado en cierto modo.
La guerra en gran escala no había dado señales de vida por cierto tiempo.
La vida en el Sistema Solar se había vuelto en cierta medida idílica…
S
EGUNDA
P
ARTE
VANDERVECKEN
I. La perversidad del universo tiende hacia un máximo.
II. Si algo puede salir mal, lo hará.
Primera y segunda leyes de Finagle
S
e despertó con la quemadura del frío en su nariz y mejillas. Se despertó de una vez, y abrió sus ojos a la noche negra y las brillantes estrellas. Se enderezó con gran sorpresa. Eso le tomó algún esfuerzo; estaba envuelto en su bolsa de dormir como si fuera una crisálida.
Las sombras de los picos cortaban el paisaje de estrellas. Las luces de una ciudad resplandecían a lo lejos detrás de un cortado horizonte.
Había salido de caminata por los Pináculos esa mañana, luego de una semana como mochilero. Había tomado la ruta a través de los faldeos, kilómetros de camino bordeado de manzanilla y espacio vacío, siempre hacia arriba, hasta donde habían sido puestos en la roca unos toscos escalones y pasamanos de metal. Había comido un tardío almuerzo en la cumbre. Comenzó a bajar con mucho tiempo por delante, sus piernas protestando por tener que reiniciar el trabajo. La extraña geología vertical de los Pináculos se extendía hacia arriba como dedos hacia el cielo.
Entonces… ¿Qué había pasado?
Aparentemente estaba aún a mitad de camino de la montaña, su bolsa de dormir puesta en la senda. Pero no recordaba haberse ido a dormir.
¿Una contusión? ¿Una caída? Extrajo un brazo de dentro de la bolsa y se buscó magulladuras. Nada. Se sentía bien, nada le dolía. El aire enfriaba su brazo ahora, y se hizo preguntas. El día había sido tan caluroso… ¡Y había dejado su mochila en el auto!
Había aparcado el auto en el estacionamiento de los Pináculos hacía una semana, y había vuelto a él esta mañana, para dejar su carga en el baúl, junto con la bolsa de dormir. ¿Cómo es que la tenía aquí ahora?
Los senderos a través de los Pináculos eran peligrosos aún con la luz del día; Elroy Truesdale no iba a arriesgarse por ellos en la oscuridad. Sacó un bocado de medianoche de su mochila —que debía haber estado en el auto, pero estaba apoyada junto a su cabeza, cubierta de rocío— y esperó la aurora.
Al amanecer empezó a bajar. Sus pies se sentían bien, y el desolado paisaje de roca desnuda era algo hermoso de ver. Cantó ruidosamente mientras seguía el increíble sendero. Nadie le gritó que se callara. Sus piernas no le dolían, pese a la trepada de la tarde anterior. Debía estar en muy buena forma, pensó. Pero sólo un tonto cargaría una mochila por esos senderos, aunque la hubiera deseado a la mitad de la montaña.
El sol estaba bien arriba cuando llegó al estacionamiento. El auto estaba asegurado, como él lo había dejado. No silbaba ahora.
Algún buen samaritano lo habría encontrado inconsciente en el sendero —o lo habría desmayado allí—, y en lugar de llamar por ayuda, había irrumpido en su auto y subido la mochila por la mitad de la montaña, para deslizarlo en su propia bolsa de dormir…
Eso no tenía el menor sentido, qué infiernos. ¿Habría alguien usado el auto para implicarlo en algún crimen?
Cuando abrió el baúl casi esperaba hallar la víctima de un asesinato, pero ni siquiera había manchas de sangre. Estaba aliviado, pero desilusionado.
Había un carrete de mensaje apoyado sobre el reproductor de su auto. Lo insertó y oyó:
«Truesdale, soy Vandervecken. Quizá ya te hayas enterado para este momento de que cuatro meses se han desvanecido de tu joven vida. Te pido perdón por ello, pero era necesario. Tú puedes afrontar la pérdida de cuatro meses, y yo voy a pagarte un precio justo por ellos. Para ser breve, recibirás quinientos marcos de la ONU cada trimestre por el resto de tu vida, siempre que no intentes saber quien soy».
«Cuando regreses a tu casa encontrarás un mensaje de confirmación de Barrett, Hubbard y Wu, quienes te darán más detalles. Créeme, no hiciste nada criminal durante los cuatro meses que no puedes recordar. Hiciste cosas que encontrarías interesantes, es verdad, pero por eso está el dinero como pago».
«Encontrarás difícil averiguar mi identidad, de todos modos. Un patrón de voz no te dirá nada. Barrett, Hubbard y Wu no saben nada de mí. El esfuerzo será caro e inútil, y espero que no lo intentes».
Elroy ni siquiera parpadeó cuando comenzó a elevarse humo del carrete. En parte lo había esperado. En cualquier caso, ya había reconocido la voz: era la suya. Debió haber hecho esa grabación por… ese tal Vandervecken, en algún momento de esos cuatro meses que no podía recordar.
Le habló a la cinta ennegrecida:
—No te mentirías a ti mismo, ¿verdad, Roy?
Salió del auto, caminó a la Oficina de Turismo y conectó un canal de noticias. Su equipo aún funcionaba, aunque el carrete de mensaje fuera un trozo de carbón. Buscó la fecha: 9 de enero de 2341… Había sido el 8 de setiembre de 2340. Había perdido la Navidad, el Año Nuevo y cuatro meses… ¿haciendo qué?
Con furia creciente levantó el teléfono del auto. ¿Quién se ocupaba de los secuestros? ¿La policía local o la M.R.A.? Sujetó el teléfono por un largo momento. Luego volvió a colgarlo.
Se había dado cuenta de que no llamaría a la policía.
Mientras su auto volaba de regreso a San Diego, Elroy Truesdale se retorcía como en una trampa. Había perdido a su esposa por culpa de su resistencia a gastar el dinero. Ella le había dicho muy frecuentemente que eso era una falla en su carácter. Nadie más lo hacía. En un mundo donde nadie pasaba hambre, un estilo de vida era más importante que la seguridad del crédito.