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Authors: Craig Russell

Tags: #Policíaco, #Thriller

El señor del carnaval

BOOK: El señor del carnaval
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Jan Fabel, el Kriminalhauptkommissar protagonista de las tres primeras entregas de esta serie, pensaba que su relación con la muerte y el crimen había terminado.

Sin embargo, justo cuando está barajando las posibilidades que tiene de emprender una nueva carrera fuera del departamento de policía de Hamburgo, un detective de homicidios de la ciudad de Colonia le pide ayuda para encontrar al Señor del Carnaval, un sanguinario asesino en serie que durante los tres últimos años ha matado a sus víctimas durante las famosas fiestas.

Por otro lado, María Klee, la ayudante de Fabel, está cerca de sufrir una crisis de ansiedad y se encuentra de baja indefinida aunque, sin que nadie lo sepa, María ha decidido viajar a Colonia para dar caza a un asesino incluso más peligroso que el anterior. Uno con el que tiene una cuenta pendiente.

Un tercer personaje, Taras Buslenko —comandante de las fuerzas especiales—también se encuentra en la ciudad escogiendo a los miembros de su unidad para una operación encubierta. Su objetivo: acabar con la vida de un criminal de legendaria crueldad, un compatriota exiliado en Alemania. Sus órdenes: no dejar que nada ni nadie se interponga en su misión.

Los caminos de los tres personajes convergerán durante el Carnaval, en un periodo del año en que el mundo se vuelve del revés, el caos es rey y todo el mundo se oculta tras una máscara. Craig Russell de nuevo envuelve al lector en una red de traición y venganza, violencia y muerte y en esta ocasión hará que su protagonista se enfrente a un enemigo que parece invencible.

Craig Russell

El señor del carnaval

ePUB v1.0

NitoStrad
06.04.13

Título original:
The Carnival Master

Autor: Craig Russell

Fecha de publicación del original: abril 2009

Traducción: Mar Vidal

Editor original: NitoStrad (v1.0)

ePub base v2.0

Para Holger y Lotte

El carnaval de Colonia es una tradición que se remonta a la fundación de la ciudad por parte de los romanos. Sus raíces yacen probablemente en el oscuro pasado pagano de los celtas, que habitaron la zona antes de la llegada de los invasores germanos y romanos.

Durante el carnaval, el caos sustituye al orden; la abstinencia de la Cuaresma viene precedida por el abandono y la indulgencia. Es un momento en el que el mundo está cabeza abajo; un tiempo en que todas las personas pueden convertirse, por unas horas, en seres distintos.

El Señor del Carnaval es el Prinz Karneval, también conocido como
seine Tollität
, «Su Altísima Locura». El Prinz Karneval tiene la protección del Prinzengarde, su guardaespaldas personal.

La palabra alemana
Karneval
procede del latín
carne vale
, «despedida de la carne».

Prólogo

W
EIBERFASTNACHT Noche del carnaval de las Mujeres. Colonia. Enero de 1999

Locura. Por todas partes donde miraba reinaba la insensatez. Corrió por entre las masas de dementes. Miró a su alrededor furiosamente en busca de cobijo: un lugar en donde refugiarse entre los cuerdos. La música retumbaba y aullaba sin piedad, llenando la noche de una alegría aterradora. Ahora la muchedumbre era más densa.

Más gente, más locura. Se abrió paso a empujones entre ellos, alejándose siempre de las dos enormes agujas que se levantaban en medio del tumulto callejero, negras y amenazadoras en la noche. Huyendo siempre del payaso.

Tropezó al bajar corriendo las escaleras, más allá de la estación central de trenes. A través de una plaza; más y más lejos. Rodeada todavía por los rostros estridentes, burlones y risueños de los locos.

Chocó contra un puñado de figuras que se agolpaban frente a un puesto en el que vendían
currywurst
y cerveza. Estaba el antiguo canciller, Helmut Kohl, con un pañal lleno de marcos alemanes, riéndose y bromeando con tres Elvis Presleys. Había también un caballero medieval que se esforzaba por comerse su
hotdog
a través de un visor que se resistía a mantenerse erguido. Y un dinosaurio. Y un vaquero. Y Luis XIV. Pero no había ningún payaso.

Giró sobre sí misma. Observó la multitud de cuerpos que ahora le cerraban el paso.

Ni rastro del payaso. Uno de los Elvis del puesto de cervezas se acercó tambaleándose hacia ella. Le cerró el paso y le rodeó la cintura con un brazo; le dijo algo subido de tono y amortiguado por el látex. Ella lo apartó de un empujón y Elvis chocó contra el dinosaurio.

—¡Estáis locos! —les gritó—. ¡Estáis todos locos! Ellos se rieron. Siguió corriendo hacia una parte de la ciudad que desconocía. Allí había menos gente. Las calles se habían hecho más estrechas y la cercaban. Entonces se encontró sola en una angosta calle adoquinada, oscura y apretujada entre dos hileras de edificios de cuatro pisos de altura con ventanas negras. Se ocultó bajo una sombra y trató de recobrar el control de su respiración. Seguía oyéndose con fuerza el sonido del lejano centro urbano: una música alegre y alocada que se entremezclaba con el griterío escandaloso de los desquiciados. Trató de distinguir a través del ruido el sonido de los pasos. Nada.

Permaneció refugiada en la sombra, con la tranquilizadora solidez del bloque de apartamentos a su espalda.

Todavía ni rastro del payaso. Ningún payaso de las pesadillas de sus sueños de infancia. Lo había perdido.

No tenía ni idea de dónde estaba: todas las direcciones le parecían idénticas, pero seguiría escapando del ruido maníaco de la ciudad, de las amenazadoras y negras agujas. El corazón le seguía latiendo con fuerza, pero ahora tenía la respiración bajo control. Avanzaba por la calle pegada a la pared. La música y las risas escandalosas se iban apagando, pero de pronto se oyó un nuevo estruendo, cuando se abrió una puerta y una luz amarilla produjo el efecto de rebanar la calle. Volvió a refugiarse de nuevo en la sombra. Del bloque de apartamentos salieron tres cavernícolas y una bailaora de flamenco; dos de los neandertales acarreaban una caja de cervezas a medias. Se tambalearon en dirección al resto de locos. Ella se echó a llorar. A sollozar.

No tenía escapatoria.

Vio una iglesia al final de la calle, una iglesia enorme que se levantaba apretujada sobre una plaza adoquinada. Era una construcción románica que algún día debía de haber estado allí, majestuosa, rodeada de campos y jardines. Pero, con el paso de los siglos, la ciudad la había ido cercando y ahora estaba embutida entre edificios de apartamentos, como si se tratara de un obispo acosado por los mendigos. A su lado se apretujaba una rectoría, y al otro lado de la mísera plaza había un bar-restaurante.

Evitaría el bar; se refugiaría en la rectoría. Se encaminó hacia la misma y de pronto se sobresaltó ante la imagen de una pequeña, frágil y asustada hada de alas rotas que asomaba sobre el escudo negro del escaparate de una carnicería. Era su reflejo. Su reflejo colgado entre las estrellas pegadas en la pizarra de ofertas especiales de buey y cerdo.

Alcanzó la esquina de la iglesia. Se levantaba oscura y austera en el frío cielo nocturno. Hizo girar el pesado picaporte de hierro y se apoyó contra la puerta, pero ésta no cedió. Se dirigió hacia la rectoría.

La sorprendió, apareciendo delante de ella desde donde la había estado esperando, oculto, a la vuelta de la esquina de la iglesia. Su cara parecía blanco azulada bajo la tenue luz de la calle, y su pintarrajeada sonrisa era de un color granate oscuro. De su cabeza calva colgaban dos mechones de pelo verde formando un ángulo ridículo. Ella trató de gritar, pero no emitió ningún sonido. Lo miró a los ojos: fríos, muertos y duros bajo los cómicos arcos de las cejas pintadas de negro. Estaba paralizada. Era incapaz de gritar, de encontrar las fuerzas para liberarse y salir corriendo. La mano de él, enfundada en un guante de fieltro azul eléctrico, la atrapó y la sujetó por la garganta. La empujó contra la pared, hacia las sombras, y la levantó hasta tenerla de puntillas. Con un solo movimiento de la mano libre hizo un lazo con el enorme bolsillo cosido en su abrigo y se lo puso alrededor del cuello.

Ahora ella luchaba. La soga le quemaba la piel, le apretaba las arterias del cuello, le cerraba las vías respiratorias. A sus pulmones encendidos no llegaba el aire. La cabeza le flotaba. El mundo se le apagó. Y mientras él le apretaba la cuerda alrededor del cuello, lo único que podía hacer era mirarle a la cara.

La grotesca cara de payaso.

Primera parte
Diario del payaso
Primera entrada

Fecha: 11.11 am 11 de noviembre

PASAN ONCE MINUTOS
DE
LAS ONCE
ES EL
UNDÉCIMO DÍA DEL UNDÉCIMO
MES
VUELVO
A
ESTAR. DESPIERTO
DE
NUEVO
DESPIERTO
soy el
PAYASO
de

nuevo y estoy despierto
SI QUIEREN CAOS LES PARE CAOS
soy lo que soy
las vacas sólo
conten, hierba, los koalas sólo conten hojas de eucalipto, los pandas sólo conten bantbú
las vacas sólo comen hierba los koalas sólo comen hojas de eucalipto los
pandas sólo comen bambú
yo sólo como personas soy lo que soy y sólo como lo que como sólo como a gente, he pegado algunas fotos en mi diario para recordar bonitas fotos la carne cortada, la carne cociéndose carne comiendo carne ideas tantas ideas mordiendo comiendo come mata come, hoy vuelvo a, ser el PAYASO de nuevo despierto de nuevo es raro volver a estar despierto hace tanto desde la última vez, que estuve despierto maté a la puta y luego me la com
ipcro no me
la follé no folleo nunca no juegues con tu comida quieren follar pero o quieren que te las comas
limítate a matar y a comerte a la puta son todas unas putas putas putas si estoy despierto quiere decir que el
CARNAVAL
va a ser muy pronto pronto
CARNAVAL carnal carnicería OSARIO CARNÍVORO
SI QUIEREN CAOS YO LES DARÉ CAOS soy el payaso del
CARNAVAL
pero nadie se ríe sólo tienen miedo miedo cuando
me pinto la cara me pinto la sonrisa una sonrisa ancha, y cortante
ellos ven la sonrisa la sonrisa bella y grande del payaso y los dientes y se quedan quemados por mi sonrisa e indefensos y esperan a ser devorados nadie se ríe del
PAY ASO
yo los miro y luego
los miro
y luego encuentro un lugar en el que esconderme de ellos y luego los asalto y me ven y gritan pero no se ríen y luego los estrangulo y los corto y me los como y me pongo fuerte, tan fuerte y cuanto más fuerte me hago más tiempo puedo quedarme despierto volveré a matar y a comer de nuevo y llevaré la cara de payaso y cuando ellos miran a, la cara de payaso no pueden correr ni moverse tienen tanto miedo que se quedan pasmados y se quedan impotentes porque la sonrisa del payaso la sonrisa del payaso es todopoderosa y ellos no son nada
SE CONVIERTEN EN MI COMIDA
no sé cuántos años tengo soy viejo más viejo me siento como si hubiera vivido sólo un día o cien años he vivido y comido durante mucho tiempo pero estos sueños tan largos en medio recuerda el ultimo la ultima comida carnaval se acerca de hecho estoy seguro de ello huelo cómo se acerca, es como cuando hueles la carne cocinándose en algún lugar lejano y el aroma se acerca a ti con la brisa y tan sólo lo hueles un segundo y desaparece pero te provoca tanta hambre así es como es huelo el CARNAVAL que se acerca cerca dormido tanto tiempo ahora estoy despierto y soy el payaso y no tengo que compartir
ESTARÉ DESPIERTO PARA SIEMPRE Y CADA DÍA SERÁ CARNAVAL y
yo seré el payaso siempre y siempre y me sentiré real no como si me estuviera contemplando he dormido tanto tiempo y tan profundo y lejos del mundo pero ahora estoy despierto pensando más claro y es soy yo quien tiene el control es mi tiempo y el otro ya no tiene el control el otro trata de negarme trata de fingir que no existo y a veces me siento como si no existiera pero sí existo y
tengo dientes
por qué los otros encuentran tan repulsivo lo que hago me encuentran tan repulsivo yo soy el PAYASO y estoy hecho de carne de hierro y como carne tengo dientes y una lengua y unas tripas y me moriría si no comiera todos tienen que comer para sobrevivir y algunos sólo pueden sobrevivir comiendo sólo un tipo de
comida las vacas sólo comen hierba los koalas sólo comen hojas de eucalipto los
pandas sólo comen bambú
y yo sólo como personas es así de sencillo y si no me comiera la carne

de los demás me debilitaría y me moriría y yo soy el PAYASO y debo conservarme fuerte pronto me llegará el momento de, pintarme
la CARA DE PAYASO
les llevaré el caos llevo dormido tanto tiempo y tengo
hambre

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