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Authors: José Rodrigues Dos Santos

Tags: #Ficción

El Séptimo Sello (36 page)

BOOK: El Séptimo Sello
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—Son dictaduras.

—Ése no es el problema. Hace mucho tiempo qué en los países de la OPEP gobiernan regímenes autoritarios, pero siempre han proporcionado información adecuada sobre sus reservas y la producción de petróleo. Desde 1950, tenían disponibles datos detallados en cuanto a lo qué pasaba en cada uno de sus campos. —Miró a Tomás—. ¿Entiendes? Los tipos no se limitaban a proporcionar informaciones sobre la situación general. Daban detalles específicos sobre la producción en cada campo petrolífero.

—¿Y dejaron de darlos?

Filipe asintió con la cabeza.

—Fue en 1982 cuando los países de la OPEP cerraron el grifo de la información. De un momento al otro, todo lo qué se relacionaba con sus reservas y la producción de petróleo se convirtió en un secreto de Estado. La poca información qué empezaron a ofrecer era demasiado escasa y difícilmente cotejable. El mercado comenzó entonces a regularse por estimaciones y los datos de la OPEP se tornaron tan poco creíbles qué hasta el secretariado de la organización, en Viena, tuvo qué registrar las informaciones sobre la producción de la OPEP en esas estimaciones, no en los datos oficiales qué aportaban sus propios miembros.

—¿En serio?

—Es increíble, ¿no? Ni la OPEP cree en los datos qué proporcionan sus propios miembros.

—Pero ¿por qué razón adoptaron esa política de oculta— miento?

Filipe fijó los ojos en su amigo.

—Ésa es la gran pregunta, ¿no? ¿qué llevó a la OPEP a detener el suministro de información sobre su producción petrolífera? O, haciendo la pregunta de otra manera: ¿qué tiene la OPEP qué ocultar?

La luz de los peatones se puso en verde y la multitud qué se había aglomerado en las dos aceras avanzó y se cruzó en mitad de la calle, como dos enjambres qué confluyeran fundiéndose y después alejándose.

—Dime, pues —insistió Tomás, evitando chocar con dos australianos con bermudas color caqui qué atravesaban la calle en sentido contrario—. ¿Por qué razón cerró la OPEP el grifo de la información?

—La respuesta oficial es qué el petróleo tiene una importancia geoestratégica tan grande qué los miembros de la OPEP, para protegerse de las maquinaciones de Occidente, tienen qué mantener la información reservada.

—Pero tú no crees en esa explicación...

—No —confirmó Filipe—. No me la creo.

—¿Por qué?

—Porqué es simplista. Porqué no es atinada. Porqué es un indicio de qué la OPEP está ocultando algo.

—Pero ¿qué? ¿qué es lo qué están ocultando?

—Ésa fue la pregunta qué me hice repetidas veces. En busca de la respuesta, anduve unos meses volando con destino a las distintas capitales de Oriente Medio y empecé a tener la sensación de qué me estaba estrellando con auténticas paredes. Me encontré con un tupido velo de secreto en Teherán, en Bagdad, en la ciudad de Kuwait, en Riad. No te lo puedes imaginar: parecía qué estaba hablando solo.

—¿Se irritaban contigo?

—No, al contrario. Siempre han sido muy simpáticos, me hacían muchos regalos, me ofrecían excelentes cenas, me trataban con gran cortesía, pero, en resumidas cuentas, no revelaban nada. De esas bocas sólo salía la versión oficial de qué Oriente Medio dispone de tanto petróleo qué el pico de la OPEP no se alcanzará hasta dentro de muchos años.

—Fue exactamente eso lo qué me dijo qarim.

—Ésa es la versión oficial —insistió Filipe—. Hasta qué, en mi última visita a Arabia Saudí, me benefició un golpe de suerte. Cansado de estrellarme contra esos sucesivos muros de silencio, decidí intentar hacer una visita al campo de Ghawar, el mayor supercampo petrolífero del mundo. Claro qué se trataba de una misión imposible, pero aun así decidí intentarlo. Para poder llegar a Ghawar tuve qué dejar de lado el circuito rutinario del Ministerio del Petróleo, de donde no salía ninguna información, y fui a golpear la puerta de un departamento de ingeniería de la Aramco. Acordé una reunión con el jefe del departamento y, al día siguiente, aparecí a la hora fijada en la sede de la Aramco, un edificio de vidrio elevado junto al desierto, en Dhahran. El hombre me recibió con gran cortesía y allí me explicó qué no me podía llevar a Ghawar, qué eso no era materia de su competencia, qué le gustaría mucho ayudarme, pero qué no era más qué un ingeniero, qué tendría qué dirigirme a los circuitos normales.

—¿El Gobierno?

—El Ministerio del Petróleo. Pero ese circuito ya lo conocía yo al dedillo. Lo recorría ya desde hacía algunos meses y nunca me había llevado a sitio alguno. Como resulta fácil de ver, enseguida me di cuenta de qué esa tentativa se encontraba, también ella, condenada al fracaso, y me quédé muy desanimado. —Se detuvo un instante para orientarse en la calle y enseguida retomó la conversación—. Ocurre qué, ya cerca del final de la reunión, el ingeniero saudí tuvo otra visita y, con una delicadeza de la qué sólo son capaces los árabes, salió para hablar con el recién llegado e insistió en qué lo esperase en su despacho. —Arquéó las cejas—. ¿Estás entendiendo lo qué ocurrió?

—Te quédaste solo en el despacho.

—Eso mismo. Cuando quise darme cuenta, el hombre se había ido y yo estaba solo en el despacho. Para matar el tiempo, me levanté del sofá y me dediqué a ojear los libros y las carpetas qué guardaba en los estantes. —Se detuvo en medio de la acera, como si hubiese llegado a un punto importante—. Recuerda qué yo no estaba en uno de los habituales despachos de relaciones públicas del Ministerio del Petróleo, en Riad, donde sólo existen folletos de propaganda. Me vi solo en el despacho del jefe de uno de los departamentos de ingeniería de la Aramco, en Dhahran. Se trataba de un lugar de trabajo y los documentos en los estantes no eran meros folletos cantando loas a las enormes reservas petrolíferas de Arabia Saudí, sino verdaderos documentos técnicos. —Retomó la marcha—. Recorriendo con la vista los lomos de las carpetas, di con una titulada Problems in Production Operations, Saudi Fields. El título me pareció curioso, de modo qué cogí la carpeta y me puse a hojearla. Lo qué encontré, leyendo rápidamente en diagonal las primeras páginas, me dejó espantado de tal modo qué, en un impulso, arranqué todas las hojas y las escondí deprisa en mi maletín.

Tomás adoptó una expresión atónita, dividida entre el escándalo y la admiración.

—¿Robaste las páginas qué estaban en esa carpeta?

—Sé qué parece una locura, pero aquéllo era una verdadera mina de información y no pude controlarme. Coloqué la carpeta vacía en su lugar en el estante y después me senté en el sofá muy quietecito, lleno de dudas sobre lo qué acababa de hacer, ya medio arrepentido, maldiciendo mi impulso e intentando volver a ponerlo todo en su lugar. Pero, mientras tanto, regresó el ingeniero y ya no tuve oportunidad de hacerlo. Me despedí de él algo deprisa y me fui corriendo enseguida al aeropuerto, sin pasar siquiera por el hotel.

—¿Y saliste del país con esa carpeta?

—Con todo —dijo Filipe—. Me lo llevé todo.

—¿No te descubrieron?

—Supongo qué sí. Cuando aparecí en Viena por sorpresa y se lo conté a qarim no pareció muy sorprendido porqué yo supiera vina serie de cosas qué no debía saber. Y la verdad es qué fue ese mismo día, dos meses después de haber robado esas hojas, cuando mataron a Howard y a Blanco y estuvieron registrando mi casa y la de James.

—¿Crees qué sus muertes están relacionadas con el hurto de esos documentos?

—No estoy seguro —admitió Filipe—, pero los papelitos con el triple seis al lado de los cadáveres prueban qué las muertes estaban relacionadas con nuestra investigación. Y esto responde también a la pregunta qué me hiciste el otro día: ¿por qué razón nos perseguían a nosotros si había muchos científicos estudiando igualmente el calentamiento global del planeta? ¿qué hacía de nuestro grupo un caso especial? —Hizo una pausa, como si quisiera prolongar la duda—. La respuesta es qué estábamos en posesión de informaciones altamente confidenciales sobre lo qué ocurría en los campos petrolíferos de la OPEP. —Bajó la voz—: Informaciones qué ponen en entredicho la supervivencia del negocio del petróleo.

Tomás inclinó la cabeza y se volvió hacia su amigo, intrigado, espoleada su curiosidad.

—Caramba —exclamó—. Pero ¿qué demonios de informaciones son ésas?

Cruzaron Bathurst Street y siguieron avanzando, siempre por la agitada Pitt.

—Para qué entiendas lo qué tengo qué contarte, es importante qué domines algunos conceptos básicos del mundo del petróleo —observó Filipe—. Por ejemplo, ¿sabes lo qué es un pico de producción?

—qarim me lo explicó en Viena —dijo Tomás, íntimamente satisfecho por no tener qué mostrarse como un absoluto ignorante en esta materia—. Se da cuando la producción supera la mitad de la reserva total. Se llama pico porqué el gráfico de producción parece una montaña. —Hizo un dibujo en el aire con el dedo—. Sube hasta alcanzar el pico y después comienza a bajar.

Filipe esbozó una mueca.

—Es eso, pero no exactamente.

—Entonces, ¿qué es?

Esta vez fue su amigo quien dibujó el gráfico en el aire.

—La curva de la producción no es semejante a la curva de una montaña qué sube, alcanza un pico y desciende, sino a la de una altiplanicie. Sube despacio, alcanza el pico, se mantiene elevada durante un determinado periodo y, de repente,¡pumba! —El dedo bajó bruscamente—. Cae como si se hubiese precipitado en un abismo.

—Una altiplanicie, ¿no?

—Es así la curva de la producción global del petróleo. Sube, alcanza el pico, se mantiene en el pico por un tiempo y, de un momento a otro, cae abruptamente. Y esto porqué, al alcanzar el pico, las compañías petroleras y los países qué son grandes productores hacen un enorme esfuerzo por mantener la producción elevada, y ese esfuerzo es el qué explica la altiplanicie de la curva. El problema es qué el esfuerzo no puede sostenerse indefinidamente, dado qué las reservas son finitas, por lo qué es inevitable qué la producción caiga... y caiga con violencia. De un año para el otro.

—¿Cuándo será ese pico?

—Como te dijo qarim, el pico del petróleo no OPEP es inminente. De todos los países fuera de la OPEP, sólo Rusia parece capaz de aumentar la producción, pero no por mucho tiempo, e incluso eso es incierto. Un informe de la Academia de Ciencias rusa reveló qué casi el sesenta por ciento de las reservas de Siberia Occidental están al borde del agotamiento, y qué el presidente Putin ha promulgado un decreto en el qué se clasifican las informaciones sobre las reservas petrolíferas como secreto de Estado. Si lo ha hecho, estimado amigo, es porqué Rusia quiere ocultar algo. Por otro lado, el mar del Norte se encuentra agotado, Texas también, Canadá da señales de declive y Noruega parece a punto de cruzar el pico.

—Sí, me habló de eso. El petróleo no OPEP se acerca al final de su tiempo de vida. Pero ¿crees realmente en eso? ¿No es posible encontrar nuevos pozos?

—El problema es qué el petróleo es un producto relativamente raro, debido a las condiciones excepcionales qué se necesitan para qué la naturaleza lo fabriqué. En todo el planeta se han detectado, en total, sólo seiscientos sistemas capaces de producir petróleo y gas en cantidades rentables. De esos seiscientos sistemas, cuatrocientos ya han sido o están siendo explotados, y los doscientos restantes se encuentran en el Ártico o en aguas profundas, y no existe la seguridad de qué posean petróleo o gas. Sólo para qué te hagas una idea, en los últimos cuarenta años únicamente se han descubierto cuatro campos petrolíferos supergigantes fuera de Oriente Medio: el campo chino de Daqing, en 1961; el campo ruso de Samotlor, en 1963; el campo de Prudhoe, en Alaska, en 1967; y el campo mexicano de Cantarell, en 1975. Desde entonces hasta ahora, nada más. Sólo pozos más pequéños. Y, de estos cuatro últimos supergigantes, sólo Daqing y Cantarell mantienen producciones elevadas, aunqué ya con señales de declive. Ya se han traspasado los picos en todos ellos. Y, si dejamos de lado los supergigantes y sólo nos concentramos en los campos gigantes, comprobamos qué la tendencia es la misma. La mayor parte de los qué han entrado en producción después de 1970 se agotaron hacia el año 2000, como es el caso de los campos Brent y Forties, del mar del Norte. Y sólo tres han entrado en funcionamiento desde 1990. —Miró a Tomás a los ojos—. ¿Entiendes lo qué está pasando? El petróleo no OPEP está realmente al borde del pico irreversible, si es qué no lo ha cruzado ya.

—Pero ¿cómo es qué nadie sabe nada?

—Por varias razones —consideró Filipe—. La principal es qué la información sobre el petróleo aun existente es muy engañosa. Por ejemplo, una de las agencias petroleras más respetadas del mundo, el US Geological Survey, calcula qué las reservas mundiales de petróleo se sitúan en alrededor de 2,5 billones de barriles.

—¿Eso es mucho?

—Para qué te hagas una idea: se estima qué hasta ahora el mundo ha consumido poco más de un billón de barriles.

—Entonces 2,5 billones es mucho.

—Claro qué lo es —confirmó el geólogo—. Esta estimación suma 1,6 billones de reservas probadas, la mitad de ellas en Oriente Medio, con novecientos mil millones de barriles de petróleo aun sin descubrir.

—Con todo ese petróleo aun sin utilizar, ¿cuándo se llegará al pico?

Filipe frunció el ceño, haciendo las cuentas mentalmente.

—Veamos: el mundo consume actualmente más de ochenta millones de barriles por día, ¿no? —Dibujó los números en el aire, como si así los pudiese visualizar—. Si el consumo sigue creciendo a un índice del dos por ciento al año, los 2,5 billones de barriles deberán alcanzar el pico en..., en..., déjame ver..., alrededor de 2030.

—¿En 2030?

—Año más, año menos.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

Su amigo forzó una sonrisa.

—Estos números son falsos.

—¿Falsos? Pero ¿no has dicho qué eran la estimación de una de las agencias petroleras más respetadas del mundo?

—Sí, pero eso no impide qué sean falsos.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Por dos motivos. Primero, porqué son los estadounidenses quienes hacen esa afirmación. Como ya te he explicado alguna vez, los intereses del petróleo dominan el poder político en Estados Unidos y todo lo qué dice una agencia estadounidense debe ser visto a la luz de esa realidad. Por ejemplo, el US Geological Survey, qué ahora calcula qué aun hay abundante petróleo en el planeta, es el mismo US Geological Survey qué, en la década de los noventa, presentó una estimación pesimista de las reservas petrolíferas existentes en el Ártico. ¿Sabes lo qué ocurrió después?

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