Y siempre a punto de guerra
combatieron, siempre grandes,
en Alemania y en Flandes,
en Francia y en Inglaterra.
Y se posternó la tierra
estremecida a su paso;
y simples soldados rasos,
en portentosa campaña,
llevaron el sol de España
desde el Oriente al Ocaso.
A ellos, españoles de lenguas y tierras diferentes entre sí, pero solidarios en la ambición, la soberbia y el sufrimiento, y no a los figurones retratados en primer término del lienzo, era a quien el holandés entregaba su maldita llave. A aquella tropa sin nombre ni rostro, que el pintor dejaba sólo entrever en la falda de una colina que nunca existió; donde a las diez de la mañana del día 5 de junio del año veinticinco del siglo, reinando en España nuestro rey don Felipe Cuarto, yo presencié la rendición de Breda junto al capitán Alatriste, Sebastián Copons, Curro Garrote y los demás supervivientes de su diezmada escuadra. Y nueve años después, en Madrid, de pie ante el cuadro pintado por Diego Velázquez, me parecía de nuevo escuchar el tambor mientras veía moverse despacio, entre los fuertes y trincheras humeantes en la distancia, frente a Breda, los viejos escuadrones impasibles, las picas y las banderas de la que fue última y mejor infantería del mundo: españoles odiados, crueles, arrogantes, sólo disciplinados bajo el fuego, que todo lo sufrían en cualquier asalto, pero no sufrían que les hablaran alto.
Madrid, agosto de 1998.
Durante mucho tiempo se ha debatido la supuesta presencia del capitán Diego Alatriste y Tenorio en el lienzo sobre
La rendición de Breda
. Frente al testimonio de Íñigo Balboa, que fue testigo de la composición del cuadro y afirma sin vacilar en dos ocasiones (página 13 de
El capitán Alatriste
y página 243 de
El sol de Breda
) que el capitán está representado en el lienzo de Velázquez, los estudios de las cabezas del lado derecho, que permitieron identificar como auténtica la de Spínola y probables las de Carlos Coloma, los marqueses de Leganés y de Espinar y el príncipe de Neoburgo —según análisis de los profesores Justi, Allende Salazar, Sánchez Cantón y Temboury Álvarez—, descartan que alguna de las otras cabezas anónimas corresponda a los rasgos físicos que íñigo Balboa atribuye al capitán.
El alférez que sostiene sobre el hombro la bandera no puede ser Diego Alatriste, y el mosquetero sin barba ni bigote del último término, tampoco. Descartados asimismo el caballero pálido y descubierto que se halla bajo la bandera y junto al caballo, y el oficial corpulento y destocado, de complexión fuerte, que aparece bajo el cañón horizontal del arcabuz —en quien el profesor Sergio Zamorano, de la universidad de Sevilla, cree identificar al capitán Carmelo Bragado—, algunos estudiosos defendieron la posibilidad de que Alatriste estuviera representado en el oficial que hay detrás del caballo, mirando al espectador en el extremo derecho de la escena; personaje que otros expertos, como Temboury, estiman autorretrato del propio Velázquez, que equilibraría así la supuesta aparición de su amigo Alonso Cano al extremo izquierdo, como arcabucero holandés.
El profesor Zamorano apunta asimismo en su estudio
Breda: realidad y leyenda
que Diego Alatriste podría coincidir con alguno de los rasgos físicos de ese oficial situado a la derecha del lienzo; aunque las facciones del español pintado, señala, son más suaves que las descritas por íñigo Balboa cuando habla del capitán Alatriste. De cualquier modo, como apuntó el traductor y estudioso barcelonés Miguel Antón en su ensayo
El capitán Alatriste y la rendición de Breda
, la edad del caballero, no mayor de treinta años, no coincide con la efectiva que tenía Alatriste en 1625, y mucho menos con los 51 o 52 años que se le calculan en 1634—1635, fecha en que fue realizado el cuadro; sin que las ropas del oficial correspondan tampoco con la indumentaria que Alatriste, entonces simple soldado con cargo nominal de cabo de escuadra, podía permitirse lucir en Flandes. Aún cabría la posibilidad de que Alatriste no estuviera representado en el grupo de la derecha, sino entre los españoles que hay ladera abajo, en el centro del cuadro y tras el brazo extendido del general Spínola; pero un estudio minucioso de sus facciones e indumentarias, realizado por el especialista de Figaro Magazine Etienne de Montety, parece descartarlo.
Y sin embargo, la afirmación de íñigo Balboa en la página 13 del primer volumen de la serie, suena inequívoca:
«A mi padre lo mataron de un tiro de arcabuz en un baluarte de Jülich. Por eso Diego Velázquez no llegó a sacarlo más tarde en el cuadro de la toma de Breda como a su amigo y tocayo Alatriste, que sí está allí, tras el caballo»
… Esas desconcertantes palabras fueron consideradas durante mucho tiempo por la mayor parte de los expertos como afirmación gratuita de Íñigo Balboa, interpretándola a modo de homenaje imaginario a su querido capitán Alatriste, pero desprovisto de toda justificación veraz. El propio Arturo Pérez-Reverte, a la hora de manejar como fuente documental para
Las aventuras del capitán Alatriste
las memorias de íñigo Balboa, que fue soldado en Flandes e Italia, alférez abanderado en Rocroi, teniente de los correos reales y capitán de la Guardia Española del rey Felipe IV antes de su retirada por asuntos particulares hacia 1660, a la edad de cincuenta años, tras su matrimonio con doña Inés Álvarez de Toledo, marquesa viuda de Alguazas, y su posterior desaparición de la vida pública —las memorias manuscritas de Íñigo Balboa no aparecieron hasta 1951, en una subasta de libros y manuscritos de la casa Claymore de Londres—, confiesa haber creído durante mucho tiempo en la falsedad de la afirmación del propio Íñigo sobre que Diego Alatriste figure realmente en el lienzo de Velázquez.
Pero el azar ha terminado por resolver el misterio, aportando un dato que habían pasado por alto algunos estudiosos, incluido el propio autor de esta serie de novelas basadas casi íntegramente en el manuscrito original
[1]
. En agosto de 1998, cuando acudí a visitar a Pérez-Reverte en su casa cercana a El Escorial por asuntos editoriales, éste me confió, aún estupefacto, un descubrimiento que acababa de hacer de modo casual mientras documentaba el epílogo del tercer volumen de la serie. El día anterior, al consultar la obra de José Camón Aznar
Velázquez
—una de las más decisivas sobre el autor de
La rendición de Breda
—, Pérez-Reverte había dado con algo que aún lo tenía estupefacto. En las páginas 508 y 509 del primer volumen (Madrid, Espasa Calpe, 1964) el profesor Camón Aznar confirma, mediante el estudio de una radiografía del lienzo, algunas afirmaciones de íñigo Balboa sobre el cuadro de Velázquez que en principio tenían apariencia contradictoria; como el hecho, probado en la placa radiológica, de que el artista pintó originalmente banderas en vez de lanzas. Nada infrecuente, por otra parte, en un pintor famoso por sus
arrepentimientos
: modificaciones hechas sobre la marcha que lo llevaban aveces a cambiar trazos, alterar situaciones y eliminar objetos Y personajes ya pintados. Además de las banderas trocadas en lanzas —¡qué diferente habría sido, tal vez, el efecto del cuadro!—, el caballo de los españoles fue proyectado de tres formas distintas; al fondo, en la orientación geográfica adecuada, hacia el dique de Sevenberge y el mar, parece advertirse una extensión de agua con un navío; Spínola estaba abocetado más erguido; y en la parte española es posible adivinar otras cabezas con valonas bordadas. Por rzones que desconocemos, en la versión definitiva Velázquez suprimió la cabeza de noble apariencia de un caballero, y alguna otra más. Respecto a la presencia de Diego Alatriste, que íñigo Balboa describe en el lienzo, precisando incluso su localización exacta —
«… bajo el caño horizontal del arcabuz que el soldado sin barba ni bigote sostiene al hombro…»
—, el espectador sólo puede ver un lugar vacío sobre el jubón azul de un piquero vuelto de espaldas.
Pero la verdadera sorpresa —prueba de que la pintura, como la literatura, no es sino una sucesión de enigmas, —de sobres cerrados que encierran otros sobres cerrados en su interior— acechaba en apenas media línea escondida en la página 509 del libro de Camón Aznar, referida a ese mismo, y sospechoso, espacio vacío donde la radiografía reveló que:
«… Tras esa cabeza se adivina otra de perfil aguileño».
Y es que a menudo la realidad se divierte confirmando por su cuenta lo que nos parece ficción. Ignoramos porqué motivo Velázquez decidió eliminar posteriormente del cuadro esa cabeza ya pintada, y tal vez las siguientes entregas de la serie esclarezcan ese misterio
[2]
. Pero ahora, casi cuatro siglos después de todo aquello, sabemos que íñigo Balboa nomentía; y que el capitán Alatriste estaba —está— en el lienzo de
La rendición de Breda
.
El Editor
EXTRACTOS DE LAS
FLORES DE POESÍA DE VARIOS INGENIOS DE ESTA CORTE
* * *
Impreso del siglo XVII sin pie de imprenta conservado en la Sección «Condado de Guadalmedina» del Archivo y Biblioteca de los Duques del Nuevo Extremo (Sevilla).
ATRIBUIDO A DON FRANCISCO DE QUEVEDO,
INSCRIPCIÓN AL MARQUÉS AMBROSIO SPÍNOLA, QUE GOBERNÓ LAS ARMAS CATÓLICAS EN FLANDES.
Soneto
Lo que en Troya pudieron las traiciones,
Sinón y Ulises y el caballo duro,
Pudo de Ostende en el soberbio muro
Tu espada, acaudillando tus legiones.
Cayó, al aparecer tus escuadrones,
Frisa y Bredá por tierra, y, mal seguro,
Debajo de tus armas vio el perjuro
Sin blasón su muralla y sus pendones.
Todo el Palatinado sujetaste
Al monarca español, y tu presencia
Al furor del hereje fue contraste.
En Flandes dijo tu valor tu ausencia,
En Italia tu muerte, y nos dejaste,
Spínola, dolor sin resistencia.
* * *
DEL CABALLERO DEL JUBÓN AMARILLO
A ÍÑIGO BALBOA, EN SU VEJEZ
Soneto
Vive Dios, que no alcanzo diferencia
Del hidalgo que en Flandes fue soldado
Al joven mochilero vascongado
Que dio cumplida fe de su existencia.
Añorando los lances y experiencia
Que de tu espadachín nos has contado,
El orbe, de su acero acuchillado.
Con llanto militar llora la ausencia.
Fue su valor tu dignidad y suerte;
Y a todo quien asista a vuestra historia
Espantará lo que con él viviste.
Por ti, pese al olvido y a la muerte,
Conocerán los hombres la memoria
Del capitán don Diego de Alatriste.
* * *
DE DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA
DEFENSA DEL CUARTEL DE TERHEYDEN
SACADA DE LA JORNADA III DE LA COMEDIA FAMOSA DE «EL SITIO DE BREDA»
Romance
D. FADRIQUE BAZÁN:
¡Oh. si llegara por este
Puesto de los españoles
Enrique. Qué alegre día
Fuera a nuestras iniciaciones!
D. VICENTE PIMENTEL:
No somos tan venturosos
Que esa dicha, señor, logre.
ALONSO LADRÓN: capitán
Yo apostaré que va a dar
Allá con esos flinflones.
Con quien se entienda mejor.
Que dicen, cuando nos oyen
«¡Santiago! ¡Cierra. España!»,
Que aunque a Santiago conocen
Y saben que es patrón nuestro
Y un apóstol de los doce,
El Cierra España es el diablo;
Y que llamamos conformes
A los diablos y a los santos,
Y que todos nos socorren.
D. FRANCISCO DE MEDINA:
Si en el camino de Amberes
Viene marchando, se pone
Frente de los italianos.
D. FADRIQUE: (Tocan al arma)
Ya parece que se rompen
Los campos.
ALONSO:
¡Cuerpo de Cristo!
¡Que de aquesta ocasión gocen
Los italianos y estemos
Viéndolo los españoles
Sin pelear!
D. FADRIQUE:
¡No digáis
Tal cosa! Dejad que os nombre
Al maestre de la Daga
Con algunos españoles.
Que en mitadde la ocasión
juegan recio del estoque.
D. GONZALO FDZ. DE CÓRDOBA:
¿Desobedecen?
D. FADRIQUE:
¡No tal!
Que vense en el trance donde
El hombre que no usa acero
Deja de llamarse hombre
Y español más...
D. GONZALO:
La obediencia
Es la que en la guerra pone
Mayor prisión a un soldado:
Más alabanza y más nombre
Que conquistar animoso
Le da el resistirse dócil.
D. FADRIQUE:
Pues, si no fuera más gloria
La obediencia. ¿Qué prisiones
Bastaran a detenernos?
ALONSO:
Con todo eso, no me enojen
Estos señores flamencos:
Que, si los tercios se rompen.
Tengo de pelear hoy,
Aunque mañana me ahorquen.
D. VICENTE: (Tocan cajas)
¡Qué igualmente que se ofenden!
D. FADRIQUE: (Tocan cajas)
¡Y qué bien suenan las voces
De las cajas y trompetas
A los compases del bronce!
D. FCO. DE MEDINA:
¡Viven los cielos, que han roto
El cuartel de los valones!
D. FADRIQUE: (Tocan cajas)
¡Ya llega a los italianos!
ALONSO:
¡Oh, los malditos flinflones.
Que cuando cierran con ellos
No aguantan sus escuadrones
!D. GONZALO:
Mirad allí al de la Daga..
ALONSO: (Aparte)
(
Jiñalasoga en malnombre
)D. GONZALO:
… Cómo sucumbe soberbio
Con sus fieros españoles.
Hasta el final resistiendo.
D. FADRIQUE: (Tocan cajas)
¡Que a tanto me obligue el orden
De la obediencia que esté,
Cuando tal rumor se oye.
Con el acero en la vaina!
¡Que digan que estando un hombre,
Quedo, más que peleando.
Cumple sus obligaciones!
D. VICENTE:
Ya roto y desbaratado
El cuartel se ve. ¿No oyes
Las voces? ¡Por Dios que pienso,
Que entre en la villa esta noche!
ALONSO:
¿Cómo en la villa?
D. FADRIQUE:
¿En la villa?
La obediencia me perdone.
Que no ha de entrar.
D. VICENTE:
Embistamos,
Que se enoje o no se enoje
El general.
D. GONZALO:
Caballeros.
Piérdase todo, y el orden
No se rompa.
D. FADRIQUE:
No se falta
A nuestras obligaciones,
Que en ocasiones forzosas
No se rompe, aunque se rompe.
D. VICENTE:
Pero, atentos a la acción
Que intenta atrevido un hombre,
Mudo el viento se detiene
Y el sol se ha quedado inmóvil.
¿No véis al mayor sargento
Italiano, que se opone
Al ejército de Enrique
Y, animando con sus voces
Toda la gente detiene
El paso a los escuadrones
Del enemigo? Esta acción
Ha de darle eterno nombre.
Carlos Roma, y dignamente
Mereces que el Rey te honre
Con cargos, con encomiendas,
Con puestos y con blasones.
Con la espada y la rodela
Furiosos los campos rompe.
Y a su Imitación se animan
Los italianos. ¡Que gocen
Ellos la gloria y nosotros
Lo veamos! Aquí es noble
La envidia, y aun la alabanza;
Que España, que en más acciones
Se ha mirado victoriosa.
No es razón que quite el nombre
A Italia de la victoria.
Si ellos son los vencedores.
D. FCO. DE MEDINA:
También victoria se llama
Y de triunfo gana el nombre
Librar la propia bandera
De cautiverio y baldones.
Así lo han hecho esos pocos
Valerosos españoles
Que escoltaban al maestre
De la Daga y que feroces
A los ingleses frenaron
Con bien concertados golpes.
D. GONZALO:
¿Quién era el que los guiaba.
Fiero Marte y Héctor noble
?ALONSO:
Diego Alatriste y Tenorio.
Capitán por sobrenombre.
Muy dignamenteganado
Entre el bramar de los bronces.
D. GONZALO:
Pues en tan alta jornada
Sea Alatriste en renombre
Segundo tras Carlos Roma
,A quien el Rey.galardone
Con sus soldados, que hoy quedan
En Terheyden triunfadores.
D. FADRIQUE:
Desbaratados y rotos,
Miden los vientos veloces
Los flamencos, y ya queda
Por suyo el honor: coronen
Su frente altivos laureles.
Y en mil láminas de bronce
Eternos vivan. Tocando
Hoy los extremos del orbe.