El tesoro del templo (36 page)

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Authors: Eliette Abécassis

Tags: #Intriga

BOOK: El tesoro del templo
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—Es aquí —dijo Levi—. Estamos debajo de la Explanada.

Señaló una puertecita.

—Allí se encuentra el sanctasanctórum.

Luego se dirigió a un rincón de la sala en el que estaban amontonadas decenas de sacos de tela de yute. Gon un gesto, abrió el primero, luego el segundo.

—He aquí el tesoro —dijo Levi.

Oh, amigos, ¿cómo describir la alegría y la emoción? Vi el candelabro de siete brazos, el mismo que se encontraba en el sanctasanctórum, y la mesa en la que se colocaban los doce panes de proposición; también estaban el altar del incienso y otros diez candelabros más, vasos de bronce y de oro puro, un pequeño altar portátil de incienso. Y todos esos objetos estaban cubiertos de oro, de plata y de mil piedras preciosas. Oh, amigos, cómo le di gracias por haberme sostenido con su fuerza, por haber extendido su espíritu sobre mí para que no vacilara, por haberme hecho fuerte en los combates contra la impiedad como una torre robusta, sí, ¡porque me había sido concedido el ver el tesoro del Templo! Los esenios abrían los sacos uno tras otro, sacando a la luz los objetos sagrados. No eran sólo las vajillas de oro, de bronce y de plata, las barras de metal reluciente y los objetos sagrados engastados con las más hermosas piedras. Era como si el Templo volviera a la vida de repente, revelado ante nosotros por la majestad de sus objetos. Era como si el Pergamino de Cobre nos entregara sus secretos ya no bajo la forma de letras, sino bajo la de las cosas nacidas de las letras. Era como si el pasado antiguo volviera al presente a través del espíritu de aquellas suntuosas reliquias.

Todo estaba allí: el cofre de plata, las monedas y las barras de oro y plata, los cuencos de madera, las vajillas sagradas, de oro, de resina, de áloe y de pino blanco. Todo estaba allí como en el pasado, como un mensaje llegado a su destino.

En un saco estaban el propiciatorio y los querubines, según la exhortación de Dios a Moisés:
También harás un propiciatorio de oro puro, de dos codos y medio de largo y un codo y medio de ancho
. Levi tomó las dos estatuas de oro repujado y las fijó a las extremidades del propiciatorio. Los querubines tenían las alas desplegadas hacia lo alto, como si lo protegieran. Los rostros de los querubines estaban dirigidos hacia el propiciatorio.
Allí te encontraré
.

—Aquí —dijo Levi—, entre los dos querubines, aparecerá el Eterno.

Jane, que me había seguido, miraba boquiabierta el suntuoso tesoro. Todo había estado bajo mis ojos, en el scriptórium, al alcance de la mano; los sacos estaban colocados en las grandes ánforas que se encontraban en mi cueva, y yo no lo había visto ni sabido.

Entonces me adelanté hacia el propiciatorio. Todos los esenios estaban allí ahora, los cien. Y estaba mi padre, sentado entre ellos en primera fila, dada la importancia de su rango, y Hanok, que me esperaba, y Pallou, que me aguardaba, y Hesron, que me miraba, y Karmi, que me observaba, y Yemuel, que me llamaba, y Yamin, que me contemplaba, y Cohar, que me escrutaba, y Shaul, que me examinaba, y Guershon, que sonreía, y Qehath, que me aguardaba, y Merari, que atendía, y Er, que languidecía, y Onan, que bostezaba, y Tola, que permanecía inmóvil, y Puwa, que se agitaba, y Yov, que se desesperaba, y Shimron, que esperaba, y Sered, que me consideraba, y Elon, que soñaba, y Yahleel, que lloraba, y Cifion, que reía, y Hagui, que murmuraba oraciones, y Suni, que hablaba solo, y Esbon, que recitaba los salmos, y Eri, que se concentraba, y Arodi, que meditaba, y Areli, que se impacientaba, y Yimna, que se alarmaba, y Yishwa, que se angustiaba, y Yishwi, sorprendido, y Beria, pasmado, y Serah, atónito, y Héber, asombrado, y Malkiel, desconcertado, y Bela, entristecido, y Beker, boquiabierto, y Ashbel, absorto, y Guera, aterrorizado, y Naaman, horripiladQ, y Ehi, petrificado, y Rosh, estupefacto, y Muppim, sobrecogido, y Huppim, paralizado, y Ard, que cantaba, y Hushin, que lloraba de alegría, y Yahceel, que soñaba, y Guni, en trance, y Yecer, perdido, y Shillem, fatigado, y Coré, que bailaba, y Nefeg, que se desmayaba, y Zikri, que pataleaba, y Uzziel, que elevaba los brazos al cielo, y Mishael, que hacía lo mismo, y Elsafan, que miraba a Sitri, que miraba a Nadav, que miraba a Avihu, que miraba a Eleazar, que miraba a Itamar, que miraba a Assir, que miraba a Elkana, que miraba a Aviasaf, que miraba a Amminaadav, que miraba a Nahshon, que miraba a Netanel, que miraba a Cuar, que miraba a Eliav, que miraba a Elissur, que miraba a Shelumiel, que miraba a Curishaddai, que miraba a Elyasaf, que miraba a Elishama, que miraba a Ammihud, que miraba a Gameliel, que miraba a Pedahssur, que miraba a Avidan, que miraba a Guideoni, que miraba a Paguiel, que miraba a Ahira, que miraba a Livni, que miraba a Shimei, que miraba a Yicehar, que miraba a Hebrón, que miraba a Uzziel, que miraba a Mahli, Mushi, que miraba a Curiel, que miraba a Elifasan, Qehath, que miraba a Shuni, que miraba a Yashuv, que miraba a Elon, que miraba a Yahleel, y Zerah, que me miró a mí.

Me esperaban
.

Los hasidim empezaron a cantar al son del arpa, y la música transportó mi alma a un recuerdo lejano, vi aparecer la visión de Ezequiel tal como la había visto en Tomar.
Era algo parecido a la Gloria de Dios
.

¿Fue Jane o fui yo quien encendió el fuego en Tomar con un soplo incandescente…? y Jane me dirigió una mirada implorante para retenerme con ella, entre ellos…

—No vayas —murmuró.

Resurge, resurge y ponte en pie, Jerusalén, tú que has bebido de la mano del Señor el cáliz de la furia, la copa del vértigo, la has bebido y la has vaciado, resurge de las ruinas y del filo de la espada, resurge y revístete de Poder, oh, Sión, reviste tus ropas de esplendor, oh, Jerusalén, Ciudad santa, lejos del polvo, lávate, ponte en pie, tú la cautiva, Jerusalén, desata los lazos de tu corazón, hija de Sión, y todos los seres de carne sabrán que Aquel que te salva es el Señor.

En ese Templo habrá doce puertas para las doce tribus reunidas, de tres en tres, en cada lado de la Explanada exterior del Tabernáculo.

¡Que suba!
Se sube por una escalera de caracol hacia el gran edificio de paredes inmensas, de pilares cuadrados, de puertas abiertas a las terrazas, de puertas de oro y bronce. Porque el paso de la tierra profana a la Morada sagrada se opera a través de una serie de puertas que hay que cruzar para acceder a la pureza, a medida que se avanza por el Templo cruzando los patios cerrados. Hay que subir los escalones que llevan a otros patios que dan a puertas que permiten acceder al Santo que se abre al sanctasanctórum. Entre las puertas de batientes chapados de oro puro, tres pisos de columnas forman un peristilo de tres niveles al que se abren grandes salas.
¡Que suba!
En el centro del peristilo hay un muro cuadrado perforado con doce puertas de batientes chapados de oro, y un patio interior forma una explanada rodeada por las celdas de los sacerdotes. En el centro de la explanada se encuentra la Morada. En su corazón, el Santo, con el altar de los Holocaustos y la pila para las abluciones rituales, y el sanctasanctórum, donde se encuentra el propiciatorio con los dos querubines que extienden sus alas bajo un velo de oro.

¡Que suba!
, y que mire el candelabro de oro puro, fundido en una sola pieza, rodeado de cálices y de flores de almendro. Y sobre el candelabro hay cuatro cálices de almendro y de piedras preciosas, zafiros y rubíes y piedras resplandecientes.

¡Que suba!
En el sanctasanctórum sólo puede entrar un Cohen, un sacerdote, vestido con las vestiduras sagradas.

Ante mí llegaron los sacerdotes, siguiendo su orden, uno tras otro; los levitas desfilaron detrás de ellos, y los samaritanos, con su jefe, uno tras otro, centenares, a fin de que conociéramos a todos los hombres de Israel, cada cual en el lugar de su condición, en la Comunidad de Dios.

Entonces Levi nos señaló la puertecita que daba a la sala, emplazamiento del lugar sagrado.

—La Gloria del Señor entrará en el Templo de piedra —murmuró— para tomar posesión de él, como David y Salomón lo quisieron, y del mismo modo que entró en el santuario del desierto.

Me adelanté hacia la puerta y la abrí lentamente.

—¡Este lugar es pavoroso! —exclamé.

Más pavoroso que el santuario móvil del desierto del Dios nómada de un pueblo nómada, y aún más que la Morada de piedra de un pueblo sedentario, sobre la roca de Arauna, donde vivía Dios.

Una pequeña estancia cuadrada y oscura, de piedras blancas. Una simple sala, sin aparato, donde sólo se encontraba el propiciatorio en el que se habían colocado las cenizas de la Vaca Roja. Me adelanté hasta el propiciatorio. Tomé la antorcha, encendí el altar del propiciatorio, dispersé por encima las cenizas de la Vaca Roja.

Entonces vi las letras que se elevaban como chispas, y en cada una de ellas había una fuerza dispuesta a cambiar todas las situaciones. Y cada una se concertaba, entre vocales y consonantes, entre puntos y puntuaciones. Y todas las fuerzas de mi alma se reunieron en una sola potencia cuyas chispas ardieron como una sola llama. Sentí el olor de la ketorita. Y mi corazón se llenó de alegría y mi alma se elevó aún más. Porque había franqueado todas las montañas, había superado todos los discursos para llegar al Punto absoluto, donde concluyen todas las palabras.

Las letras mayúsculas eran bellas como las amatistas en las diademas del tesoro, como los rubíes en las coronas, como el diamante del Pectoral, como el jaspe y como el ónice; se elevaban ante mí sobre columnas de mármol como perlas que lanzan destellos, y como los astros, bastaba que las dijera…

Entonces convoqué la letra
, el ojo: las ideas falsas se rompen en ella y las anteojeras caen,
, la boca, con la que los labios articulan la palabra.
, la nariz, que percibe el olor.
, porque Dios apoya a todos aquellos que caen y endereza a los que flaquean.
, el ojo de la aguja, reunificación de las fuerzas para cruzar una puerta estrecha.
: antes no había nada, luego lo hay todo.
, como la cabeza de un toro.
, de la que viene
dam
, sangre.
, elección del buen camino. Y
, cambio de estado. Luego
, letra de la fuerza,
, de la que viene la liberación,
beneficencia y misericordia.

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