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Authors: Mario Puzo

Tags: #Intriga

El Último Don (71 page)

BOOK: El Último Don
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Ya habían llegado a la puerta de la villa. No parecía que hubiera guardias de seguridad por los alrededores. Dante pulsó el timbre, esperó, y lo volvió a pulsar. Al no obtener respuesta, se sacó la llave del bolsillo y abrió la puerta. Una vez dentro se dirigió a la suite de Losey.

En su fuero interno, Dante se dijo que a lo mejor Losey estaba follando con Athena, lo cual era una curiosa manera de iniciar una operación aunque él hubiera hecho lo mismo.

Dante acompañó a Cross a la sala de estar y se llevó una gran sorpresa al ver que las paredes y los muebles estaban cubiertos con hojas de plástico transparente. Una enorme bolsa de lona marrón estaba apoyada verticalmente cóntra el sofá, y encima de éste había otra bolsa vacía de la misma clase. Todo envuelto en plástico.

—Pero bueno, ¿qué coño es eso? —preguntó Dante.

Se volvió hacia Cross y vio que éste tenía un arma en la mano.

—Para evitar que la sangre salpique los muebles explicó Cross. Debo decirte que tus sombreros jamás me parecieron graciosos y que nunca creí que un atracador hubiera asesinado a mi padre.

Dante se preguntó dónde coño estaría Losey. Lo llamó, pensando que un arma de tan pequeño calibre no podría detenerlo.

—Durante toda tu vida fuiste un Santadio —dijo Cross. Dante se volvió de lado para ofrecer un blanco más pequeño y se abalanzó sobre Cross. Su estrategia dio resultado pues la bala lo alcanzó en el hombro. Durante una décima de segundo experimentó una sensación de júbilo pensando que iba a ganar, pero de pronto estalló la bala y le arrancó medio brazo. Se dio cuenta de que no tenía esperanza. Después hizo algo que realmente sorprendió a Cross. Con el brazo sano desgarró el revestimiento plástico del suelo y formó con él una pelota. Con la sangre escapándose a borbotones de su cuerpo y los brazos llenos de plástico trató de apartarse de Cross, levantando las hojas de plástico como si fueran un escudo plateado.

Cross se adelantó. Apuntó con pausados movimientos, disparó a través del plástico y volvió a disparar. Las balas estallaron y el rostro de Dante quedó casi totalmente cubierto de diminutos fragmentos de plástico teñidos de rojo. El muslo izquierdo de Dante pareció separarse del cuerpo cuando Cross volvió a disparar. Dante se desplomó sobre la blanca alfombra en la que se habían formado unos círculos concéntricos de color escarlata. Cross se arrodilló junto al cuerpo de Dante; envolvió su cabeza con el plástico y efectuó un nuevo disparo. El gorro renacentísta que aún cubría la cabeza de Dante estalló hacia arriba en el aire, pero se quedó donde estaba. Cross observó que estaba sujeto a la cabeza con una especie de prendedor, sólo que ahora descansaba sobre un cráneo abierto y parecía flotar.

Cross se levantó y se guardó el arma en la funda de la parte inferior de la espalda. En aquel momento entró Lia en la estancia. Ambos se miraron.

Ya está hecho —dijo Lia. Lávate en el cuarto de baño y vuelve al hotel. Y deshazte de la ropa. Dame el arma para que la limpie.

—¿Qué harás con las alfombras y los muebles? —preguntó Cross.

—Yo me encargaré de todo —contestó Lia. Lávate y vete a la fiesta.

Cuando Cross se hubo marchado, Lia cogio un puro de la caja que había sobre una mesa de mármol y examinó la mesa por si había alguna mancha de sangre. No había ninguna, pero el suelo y sofá estaban empapados. Bueno, eso era todo.

Envolvió el cuerpo de Dante en una hoja de plástico y lo introdujo en la bolsa de lona vacía con la ayuda de dos de sus hombres. Después recogió todas las hojas de plástico que había en la estancia y las introdujo también en la bolsa de lona. Al terminar de cerrar la bolsa, tiró fuertemente del cordel.

Primero llevaron la bolsa del cuerpo de Losey al garaje de la villa y lo arrojaron al interior de la furgoneta. Después hicieron otro viaje para trasladar la bolsa que contenía el cadáver de Dante. Lia Vazzi había introducido unas modificaciones en la furgoneta, que tenía un doble fondo; un espacio intermedio. Lia y sus hombres introdujeron las bolsas en el espacio y volvieron a juntar las tablas del suelo.

En su calidad de hombre
cualificado
, Lia lo había preparado todo. En la furgoneta había dos bidones de gasolina, Él mismo los trasladó a la villa y vertió su contenido sobre el suelo y los muebles. Después colocó una mecha que le daría cinco minutos para escapar. Finalmente regresó a la furgoneta, la puso en marcha e inició el largo viaje hacia Los Ángeles. Delante y detrás de la furgoneta circulaban los automoviles en los que viajaban los miembros de su equipo.

A primera hora de la mañana llegó al embarcadero donde lo esperaba el yate. Descargó las dos bolsas y las subió a bordo. El yate se alejó de la orilla.

Ya era casi mediodía cuando contempló en alta mar cómo la jaula de hierro que contenía los dos cadáveres bajaba lentamente al océano. La última
comunión
había acabado.

En lugar de llevárselo a la villa, Molly Flanders se fue con el doble a la habitación que éste tenía en el hotel, pues a pesar de la simpatía que le inspiraban los menos poderosos, le quedaban ciertos restos del viejo esnobismo hollywoodense y no quería que se supiera que follaba con gente de baja estofa.

La fiesta de despedida terminó al amanecer, justo cuando el sol asomaba por el horizonte siniestramente teñido de rojo. Una levísima nube de humo azulado se elevó en el aire para salir a su encuentro.

Tras cambiarse de ropa y ducharse, Cross había bajado a la fiesta donde ahora estaba sentado con Claudia; Bobby Bartti; Skippy Deere y Dita Tommey, celebrando el éxito seguro de Mesalina. De repente se oyeron unos gritos de alarma procedentes del exterior. El grupo de Hollywood salió precipitadamente seguido de Cross. Una delgada columna de fuego se elevaba triunfalmente por encima de las luces de neón del Strip de Las Vegas, abriéndose en una especie de gigantesca seta de nubes de color rosa y morado sobre el trasfondo de las arenosas montañas.

—¡Dios mío! —exclamó Claudia, apretando con fuerza el brazo de Cross Es una de tus villas.

Cross no dijo nada. Mientras contemplaba cómo la bandera verde que ondeaba en lo alto de la villa era consumida por las llamas, oyó el silbido de las sirenas de los bomberos que bajaban por el Strip. Doce millones de dólares estaban siendo pasto de las llamas para ocultar la sangre que él había derramado. Lia Vazzi era un hombre
cualificado
que no reparaba en gastos y no quería correr el menor riesgo.

Puesto que el investigador Jim Losey estaba oficialmente de permiso, su desaparición no se advirtió hasta cinco días después del incendio del Xanadú y, como era de esperar, la desaparición de Dante Clericuzio no fue denunciada ante ninguna autoridad.

Las investigaciones de la policía llevaron al descubrimiento del cadáver de Phil Sharkey. Las sospechas recayeron en Losey, y la policía dedujo que éste había huido para evitar el interrogatorio.

Unos investigadores de Los Ángeles fueron a ver a Cross porque Losey había sido visto por última vez en el hotel Xanadú; pero nada permitía suponer la existencia de una relación entre ambos hombres. Cross señaló que sólo le había visto brevemente la noche de la fiesta. Sin embargo, Cross no estaba preocupado por las autoridades. Estaba esperando noticias de Don Clericuzio.

Los Clericuzio ya se habrían enterado de la desaparición de Dante y seguramente sabían que el joven había sído visto por última vez en el Xanadú. Por qué razón no se habían puesto en contacto con él para obtener información? ¿Sería posible que hubieran decidido pasar por alto el asunto? No lo creyó ni por un instante.

Así pues siguió dirigiendo el hotel y ocupándose de los planes de reconstrucción de la villa incendiada. No cabía duda de que Lia Vazzi había borrado las manchas de sangre a conciencia.

Claudia acudió a visitarlo. Rebosaba de entusiasmo. Cross había ordenado que les sirvieran la cena en la suite para poder hablar con ella en privado.

—No te lo vas a creer —le dijo Claudia. Tu hermana se acaba de convertir en la presidenta de los estudios LoddStone.

—Enhorabuena —contestó Cross, dándole un fraternal abrazo. Siempre he dicho que tú eras la más fuerte de todos los Clericuzio.

—Asistí al entierro de nuestro padre por ti, y lo dejé bien claro para que nadie se llamara a engaño —dijo Claudia frunciendo el ceño.

Cross soltó una carcajada.

—Vaya si lo dejaste claro. Conseguiste cabrear a todos menos al Don, que dijo: “Dejemosla que hága películas y que Dios la bendiga”.

Claudia se encogió de hombros. Ninguno de ellos me importa un bledo, —Pero déjame que te cuente lo que ocurrió porque fue una cosa muy extraña. Cuando abandonamos Las Vegas en el jet privado de Bobby todo parecía ir perfecto. Sin embargo, en cuanto tomamos tierra en Los Ángeles se desató un infierno. Unos investigadores de la policía detuvieron a Bobby. ¿A que no sabes por qué?

—Por hacer películas horrorosas —contestó Cross en tono burlón.

—No, verás qué cosa tan rara —dijo Claudia. Recuerdas a aquella chica llamada Johanna que acompañaba a Bantz en la fiesta de despedida? ¿Recuerdas la pinta que tenía? Pues bueno, resulta que sólo tenía quince años y detuvieron a Bobby por violación de menor y trata de blancas, simplemente por haber cruzado con ella la frontera del estado. Claudia apenas podía contener su emoción. —Todo fue un montaje. El padre y la madre de Johanna estaban allí, proclamando a gritos que su pobre hija había sido violada por un hombre que le llevaba cuarenta años.

—Pues la verdad es que no parecía que tuviera quince años —dijo Cross. Lo que sí parecía era una buscona.

—El escándalo hubiera sido mayúsculo —dijo Claudia. Menos mal que el bueno de Skippy Deere se hizo cargo de todo. Consiguió sacarle momentáneamente las castañas del fuego a Bantz; impidió que lo detuvieran y que todo saltara a los medios de difusión. Todo parecía arreglado.

Cross la miró sonriendo. Estaba claro que el bueno de David Redfellow no había perdido ninguna de sus habilidades.

—No tiene ninguna gracia —dijo Claudia en tono de reproche. Al pobre Bobby le tendieron una trampa. La chica juró que Bantz la había obligado a acostarse con él en Las Vegas. El padre y la madre juraron que no les importaba el dinero pero que querían pararles los pies a todos los futuros violadores de pobres chicas inocentes. En los estudios se armó un alboroto tremendo. Dora y Kevin Marrion se disgustaron tanto que poco faltó para que vendieran los estudios; pero Skippy entró de nuevo en acción. Contrató a la chica para el papel estelar de una película de bajo presupuesto con un guión escrito por su propio padre, a cambio de una elevada suma de dinero. Le hizo retocar el guión a Benny Sly en un solo día a cambio de un montón de pasta; lo cual por cierto no estuvo nada mal pues Benny es una especie de genio. Como te iba diciendo, parecía que todo estaba arreglado. Pero de repente el fiscal de distrito de Los Ángeles va y dice que piensa seguir adelante con la denuncia. Nada menos que el fiscal de distrito que había sido elegido con la ayuda de la LoddStone y que siempre había sido tratado a cuerpo de rey por Elí Marrion. Skipgy llegó incluso a ofrecerle un puesto en el departamento de Asuntos Comerciales de los estudios, con un sueldo anual de u millón de dólares durante cinco años, pero él lo rechazó e insistió en que Bobby Bantz fuera destituido de su cargo de presidente de los estudios. Sólo entonces estaría dispuesto a llegar a un acuerdo. Nadie sabe por qué motivo ha sido tan duro de pelar.

—Un funcionario público insobornable —dijo Cross encogiéndose de hombros. Son cosas que ocurren.

Volvió a pensar en David Redfellow. Redfellow estaría en total desacuerdo con la idea de que pudiera existir semejante ejemplar. Ya se imaginaba cómo lo habría arreglado. Probablemente Redfellow le habría dicho al fiscal de distrito ¿A quién se le ocurriría pensar que alguien lo ha sobornado para que se limite usted a cumplir con su deber? En cuanto al dinero, seguramente Redfellow habría llegado inmediatamente al límite máximo. Veinte millones, calculó Cross. Sobre un precio de compra de diez mil millones de dólares, ¿qué eran veinte millones? y sin ningún riesgo para el fiscal de distrito, el cual se limitaría a actuar, de acuerdo con la ley. Una jugada maestra.

Claudia añadió atropelladamente: —En cualquier caso, Bantz ha tenido que dimitir —dijo, y Dora y Kevin han estado encantados de vender los estudios. En el acuerdo se contemplan cinco vistos buenos para sus películas y mil millones de dólares en efectivo. Inmediatamente se presenta en los estudios un pequeño italiano, convoca una reunión y anuncia que él es el nuevo propietario. Y de la noche a la mañana me nombra presidenta de los estudios. Skippy se ofendió mucho. Ahora yo soy su jefa. ¿No te parece una locura?

Cross se limitó a mirarla con una burlona sonrisa en los labios. De repente Claudia se reclinó contra el respaldo de su asiento y dirigió a su hermano la mirada más perspicaz e inteligente que éste jamás hubiera visto en su vida, pero su rostro se iluminó con una benévola sonrisa mientras decía:

—Como los chicos; ¿verdad, Cross? Ahora lo estoy haciendo exactamente como los chicos, y ni siquiera he tenido que follar con nadie.

Cross la miró asombrado.

—¿Qué ocurre, Claudia? —le preguntó. Pensaba que estabas contenta.

—Y lo estoy, —contestó Claudia sonriendo. Lo que pasa es que no tengo un pelo de tonta, y como eres mi hermano y te quiero mucho estoy interesada en que sepas que no me chupo el dedo. Se levantó de su asiento y se sentó al lado de Cross en el sofá. He mentido al decirte que fui al entierro de papá sólo por ti. Fui porque quería formar parte de aquello de lo que él y tú formábais parte. Fui porque no podía permanecer alejada de todo eso por más tiempo. Pero aún así aborrezco lo que ellos representan, Cross, tanto el Don como los demás.

—¿Eso significa que no quieres dirigir los estudios? —preguntó Cross.

Claudia soltó una sonora carcajada. .

—No, estoy dispuesta a reconocer que sigo siendo una Clericuzio y que quiero hacer buenas películas y ganar mucho dinero. Las películas pueden promover la igualdad, Cross. Puedo hacer una película estupenda sobre grandes mujeres de la historia. Veremos qué ocurre cuando empiece a utilizar las dotes de la familia para obrar el bien en lugar del mal.

Los dos hermanos se echaron a reír.

Después Cross estrechó a Claudia en sus brazos y le dio um beso en la mejilla.

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