Experimento maligno (12 page)

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Authors: Jude Watson

BOOK: Experimento maligno
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—No te preocupes —le dijo en voz baja.

—Pero ahora Zan Arbor se dará cuenta de que la hemos engañado —dijo Astri—. Y estaremos atrapados. ¿Qué hacemos?

—Irnos —dijo Qui-Gon, abriendo la puerta—. Tendremos que volver a por el otro prisionero. Zan Arbor descubrirá que hay intrusos, pero no sabrá dónde estamos.

Bajaron corriendo por el pasillo. Qui-Gon sentía la debilidad en las piernas al correr. Las fuerzas le volvían poco a poco, pero sabía que iba a tener problemas en caso de tener que enfrentarse a la cazarrecompensas. Deseó tener consigo su sable láser.

Antes de doblar la esquina en dirección a las puertas dobles, Qui-Gon se detuvo y miró a su alrededor. Jenna Zan Arbor había dejado las puertas abiertas de par en par. Estaba de espaldas a ellos. Ona Nobis entró en el edificio.

—El sistema de seguridad ha fallado —dijo Jenna Zan Arbor sin aliento—. No encuentro a Nil. Creo que ha entrado alguien que intenta rescatar a Qui-Gon. Dos personas, una de ellas Jedi. Puede que las dos lo sean. Encuéntralas.

—Mi misión ha terminado —dijo Ona Nobis sin inflexión en el tono—. He venido a por mi dinero.

—Pero ¿qué dices? —Zan Arbor alzó el tono—. ¡Te estoy diciendo que estoy en peligro!

—Y yo te digo que me da igual —dijo Ona Nobis en el mismo tono inexpresivo—. Me enviaste a por ese amigo de Ren S'orn a Simpla-12. Los Jedi me vencieron allí. Y ésa fue mi última misión para ti. Ahora he aceptado otro trabajo. Y tengo mis propios planes para ese Obi-Wan Kenobi.

—Escúchame —escupió Jenna Zan Arbor—. Hay intrusos en el laboratorio. Recorre el edificio y destrúyelos.

Ona Nobis no respondió. Alargó la mano para pedir su dinero.

—¡Pero Obi-Wan Kenobi podría estar aquí ahora mismo!

—Me enfrentaré a él con mis condiciones. No con las tuyas. No aquí.

—Si crees que te voy a pagar, estás muy equivocada —siseó Zan Arbor.

Ona Nobis contempló a Zan Arbor con una mirada neutral.

—Si crees que puedes amenazarme, eres tú la que se equivoca. No olvides quién soy. ¿Quieres pagarme lo que me debes o prefieres morir?

Jenna Zan Arbor pareció encogerse. No era rival para Ona Nobis y lo sabía. Buscó en sus vestimentas y saco un sobre. Lo depositó con furia en la palma abierta de la cazarrecompensas.

—Nunca volveré a contratarte —le dijo entre dientes.

—Qué pena me da —dijo Ona Nobis con frialdad. Se puso el sobre en el cinturón, se dio la vuelta y se marchó.

La puerta siseó tras ella al cerrarse. Qui-Gon guió a los otros rápidamente de vuelta al almacén. Con un poco de suerte, Zan Arbor volvería al laboratorio para intentar encontrar a Nil. Aprovecharían esa oportunidad para escapar.

Pasó frente a ellos, con el rostro inflamado por la furia.

—Por fin —suspiró Astri.

Salieron al pasillo y pasaron por la puerta doble. Estaban a unos pasos de la entrada cuando el interfono sonó, y en el monitor de la puerta de entrada apareció el rostro de Jenna Zan Arbor.

—Saludo a mis inoportunos visitantes y a Qui-Gon —dijo ella suavemente—. Supongo que estáis de camino a la puerta para escapar. Quizá deberíais deteneros un instante y pensar en esto. ¿Realmente me consideráis tan estúpida como para confiar a un guardia estúpido y a un sistema de seguridad básico la protección de lo que es mío?

Qui-Gon se detuvo.

—No me limité a sacarte la sangre, Qui-Gon —prosiguió ella—. También inyecté un dispositivo en tu sistema. No sólo mide tus signos vitales, por cierto, el corazón te está latiendo muy rápido en este momento, sino que también tiene un transmisor. Si cruzas el umbral de salida, el transmisor hará saltar otro. Hay alguien más en mi laboratorio, otro sujeto. Si te vas, se liberará un veneno en su sistema. Morirá en treinta segundos. No le conoces, pero estás cercano a él. Ahí va un acertijo y una decisión —sonrió—. Quizás aceptes mi hospitalidad un poco más de tiempo.

La pantalla se apagó. Obi-Wan miró a Qui-Gon.

—Podría ser un farol.

Qui-Gon negó con la cabeza.

—No lo es.

—Pero no tienes pruebas definitivas de que haya alguien más aquí —dijo Obi-Wan desesperado.

—Pero sé que hay alguien —dijo Qui-Gon. Se volvió hacia Obi-Wan. Vio la desesperación y el temor en los ojos de su padawan—. Ya sabes lo que tienes que hacer, padawan.

—No —dijo Obi-Wan, negando con la cabeza violentamente—. No te abandonaré.

—Tienes que hacerlo —Qui-Gon puso la mano en el brazo de Obi-Wan—. Lo hiciste bien. Me sacaste de la cámara. Pero no puedo irme del edificio, y tú tienes que llevar esos medicamentos. La vida de Didi, entre otros, está en peligro.

—Yo iré —dijo Astri—. Yo llevaré las antitoxinas.

—Has sido muy valiente, Astri —le dijo Qui-Gon—, pero no podemos dejar que tanta responsabilidad recaiga sobre ti. Esas vacunas y antitoxinas tienen que ir por dos vías distintas. Os tenéis que ir los dos.

—No puedo abandonarte —repitió Obi-Wan con la voz quebrada.

—Tienes que hacerlo, padawan —dijo Qui-Gon—. Llevar esos medicamentos al Templo es una misión Jedi. Debe realizarla un Jedi.

—Hay un equipo del Templo en camino —dijo Obi-Wan—. Pero ahora que ella sabe que la hemos encontrado, fortificará el lugar. Hará lo imposible para que no entremos.

—No podrá resistir a los Jedi —dijo Qui-Gon firmemente—. Dame tu intercomunicador.

Obi-Wan dio a Qui-Gon su intercomunicador, y luego su sable láser. Era el mayor presente que un Jedi le podía ofrecer a otro. Qui-Gon puso la mano sobre la empuñadura.

—Lo protegeré hasta que regreses a por él —dijo—. Y ahora marchaos.

Astri echó a correr. Pulsó el botón para abrir la puerta. El aire fresco entró con el aroma de la inminente lluvia.

Obi-Wan se volvió para mirar a Qui-Gon. Qui-Gon vio la desesperación y la rabia en los ojos de su padawan.

—Volveré.

Obi-Wan y Astri salieron. La puerta se cerró tras ellos. Qui-Gon se quedó en el pasillo, con el sable de Obi-Wan en la mano. El olor a cerrado del laboratorio pronto disipó el aroma de la lluvia. Había tenido la libertad a unos pocos metros, pero se le había escapado.

Se volvió para mirar el laboratorio y su nuevo enemigo. Ahora empezaba el juego.

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