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Authors: Jude Watson

Experimento maligno (9 page)

BOOK: Experimento maligno
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De repente vio a Astri detrás de Ona Nobis. Sola en el gravitrineo, Astri se dirigía a toda velocidad hacia la cazarrecompensas. Ahora la tenían entre ellos.

Ona Nobis oyó el ruido a sus espaldas y le dedicó a Obi-Wan una última mirada llena de odio. Después interrumpió sus intentos por recuperar el látigo y saltó sobre una rampa que había más abajo. Se deslizó por ella con el cuerpo estirado y firme. La rampa se perdía bajo el suelo hacia un piso inferior.

Obi-Wan saltó tras ella. Él también se deslizó por la rampa, bajando lo más rápido que podía, con el sable láser en el aire.

Cuando llegó abajo, Ona Nobis se había ido. Vio una puertecilla empleada por los androides para salir al exterior. No cabía por ella, pero los sorrusianos podían comprimir sus huesos hasta el punto de colarse por espacios muy reducidos. La había perdido.

Furioso, Obi-Wan trepó por la rampa hacia el Sector Uno. Astri le esperaba junto a Tino, que estaba muy nervioso.

—Se ha ido —dijo Obi-Wan.

—Por lo menos se ha dejado esto —Astri le mostró el látigo.

—¿Quién era? —preguntó Tino. Movió la cabeza atónito—. ¿Y quiénes sois vosotros?

Obi-Wan le explicó rápidamente por qué estaban allí.

—Si pudieras ampliar nuestra información sobre Ren, te lo agradeceríamos —dijo para concluir.

—Os debo la vida —dijo Tino—. Por supuesto que os diré todo lo que sepa.

Se secó las manos en el unimono. Sus ojos azules se perdieron en la lejanía.

—Ren era mi colega. Nos protegíamos mutuamente. Cuando me contó lo de ser voluntario en aquel experimento, intenté convencerle de que pasara. Pero no me escuchó. Nadie escucha. Sobre todo en Simpla-12. Esos payasos de Cholley Weez y Tup pensaron que era una idea genial.

Tino se sentó, emocionado, en un bidón de duracero.

—Cuando volvió, estaba flipando. Dijo que no sabía dónde se había metido. Que la científica le había dejado marchar y que él le había prometido volver, pero que no pensaba hacerlo.

—¿Viste algún cambio en él? —preguntó Obi-Wan.

—Claro. Se había quedado sin fuerzas —dijo Tino—. No podía ni aplastar un bichito. Por eso se escondió en mi casa. No paraba de decir que... —Tino miró a Obi-Wan—, que acudiría a pedir la ayuda de los Jedi en cuanto recuperara las fuerzas. Pero primero tenía que volver al laboratorio.

—¿De qué tenía miedo? —preguntó Astri.

—De ella —dijo Tino—. No sé quién es. Ren me contó que había percibido en ella la maldad en estado puro.

Obi-Wan sintió un escalofrío. Ésa era la persona que tenía preso a su Maestro.

—¿Y por qué tenía Ren que volver? —preguntó Obi-Wan.

Tino negó con la cabeza.

—No me lo dijo. Puede que porque yo tampoco le creía del todo. Ren siempre fue bastante bocazas. Siempre hablando de sus elevados contactos. Decía que su familia era poderosa.

—¿Ah, sí? —dijo Obi-Wan.

—Sí. Y cuando él murió oí que era cierto. Pero yo no lo sabía. Así que cuando dijo que tenía que volver a por lo suyo, que la científica ésa no se atrevería a matarle si volvía, tampoco le creí —Tino alzó la vista, con los ojos tristes—. Y entonces murió.

—Lo siento —dijo Astri con suavidad.

—Yo también. Le conté todo esto a las fuerzas de seguridad.

—¿Simpla-12 tiene un cuerpo de seguridad? —preguntó Obi-Wan sorprendido. Pensaba que era uno de esos planetas al margen de la ley.

—La policía de Coruscant investigó —dijo Tino—. Un bothan gordo...

—¿El capitán Yur T'aug? —preguntó Obi-Wan.

—Sí, ése. Estaba encargado de investigar el asesinato. Le conté lo que me había dicho Ren, que había dejado pistas tras de sí por si le pasaba algo, información que les llevaría hasta esa científica y su laboratorio. Les dije que hablaran con Cholly, Weez y Tup. Ren habló con ellos también, pero nunca interrogaron a nadie en Simpla-12. Se limitó a repatriar el cadáver a Coruscant, con su madre. Creo que les daba un poco igual resolver el caso.

Obi-Wan le dio las gracias a Tino. Astri y él se alejaron lentamente de la nave industrial.

—¿Y ahora qué? —preguntó Astri.

—Me pregunto por qué el capitán Yur T'aug no siguió ninguna pista —dijo Obi-Wan.

—¿Le conoces?

—Investigó el asesinato de Fligh —dijo Obi-Wan—. Y tampoco parecía muy interesado por encontrar a ese asesino.

Astri asintió.

—Tengo la impresión de que volvemos a Coruscant.

Capítulo 14

Qui-Gon flotaba en la estancia. Sentía pesadez en las extremidades, pero el efecto del dardo paralizador comenzaba a disiparse, el rostro de Jenna Zan Arbor apareció tras el vapor, fuera de la cámara. Qui-Gon apenas podía distinguir sus rasgos.

—¿De verdad pensaste que podrías escapar?

—Me pareció que valía la pena intentarlo —dijo Qui-Gon.

—Estoy cansada de tus juegos —dijo Zan Arbor—. Antes me divertías. Y yo fui buena contigo. Te dejé salir de la cámara.

—No olvidemos que fuiste tú la que me encerraste —dijo Qui-Gon—. Me resulta difícil ser agradecido bajo estas circunstancias.

Ella negó con la cabeza lentamente.

—Mírate. Sigues teniendo dignidad, incluso estando totalmente a mi merced.

Qui-Gon la miró fijamente.

—Soy un Jedi.

Ella hizo un gesto con la mano, como restando importancia a ese hecho.

—¿Sabes? —dijo Qui-Gon—. Hay algo en tu actitud que me resulta chocante. Pareces tener mucho respeto por la Fuerza. Pero no respetas a los que están cerca de ella.

—Eso no es cierto. Te respeto, Qui-Gon. Tanto como respeto a un químico o a las propiedades físicas de un gas. Eres un medio para un fin.

—Nunca obtendrás lo que buscas —le dijo Qui-Gon—. Tu plan tiene un inconveniente irremediable.

Ella sonrió.

—¿Ah, sí? ¿Cuál?

—La comprensión de la Fuerza requiere sabiduría.

—¿Me estás diciendo que no soy sabia? —preguntó ella.

—Eres inteligente, puede que hasta seas un genio; pero no eres sabia.

Qui-Gon la estaba perturbando. Ella lo ocultó riendo.

—He oído hablar de los trucos mentales de los Jedi. Estás intentando que dude de mí misma. Y eso es imposible.

—He aquí un ejemplo de lo que quiero decir —dijo Qui-Gon—. No quieres reconocer la verdad, así que la llamas truco mental. Por eso no eres sabia, Jenna Zan Arbor. La sabiduría es algo que no puedes identificar porque no puedes medirla con instrumentos.

Ella apenas podía mantener la forzada sonrisa.

—¿Algo más que me falte para poder entender la Fuerza?

—Lo más importante de todo —dijo Qui-Gon—. Un corazón abierto.

La expresión de Jenna se enfrió.

—Eso son divagaciones. No tienen sentido. Ya basta de jueguecitos. Ya basta de ti. Daré comienzo a los experimentos finales. Gracias por tu contribución a la ciencia. Morirás en el tanque de aislamiento. Necesito tu sangre.

El vapor se espesó. El rostro de Jenna Zan Arbor desapareció. La jeringuilla le perforó la carne. Vio su sangre bajando por el tubo.

Qui-Gon cerró los ojos. Ahora quedaban dos cosas. Dos cosas en las que tenía que concentrarse, por muy lejanas que parecieran. Esperar que le rescataran, y prepararse para morir.

Capítulo 15

—El capitán Yur T'aug está ocupado —dijo el sargento.

—A mí me recibirá —dijo Obi-Wan con firmeza—. Es un asunto Jedi.

El sargento se detuvo. El cuerpo de seguridad de Coruscant tenía que colaborar con los Jedi, aunque no quisieran.

—Le preguntaré...

Dejando atrás al sargento, Obi-Wan entró por la puerta. El capitán Yur T'aug estaba sentado frente a un escritorio grande y reluciente. Era un bothan alto y musculoso, vestido con el uniforme azul marino del cuerpo de seguridad, con las botas altas tan limpias que relucían. Estaba inclinado sobre un espejo en el que se miraba para arreglarse la barba. Alzó la mirada sorprendido ante la irrupción de Obi-Wan y Astri.

—¡No quiero que me molesten! —gritó.

—¿Por qué abandonó la investigación de la muerte Ren S'orn? —preguntó Obi-Wan.

No tenía tiempo para preliminares.

—¿Cómo se atreve a interrogarme? —el capitán Yur T'aug se puso en pie de un salto y avanzó hacia Obi-Wan y Astri. Se quedó a unos centímetros de sus caras—. ¡Fuera de aquí! —rugió.

—No hasta que tengamos respuestas —dijo Obi-Wan, aguantando firmemente la mirada del capitán. Había aprendido de Qui-Gon a enfrentarse a la violencia con tranquilidad y resolución. No alzó la voz. Aun así, le intimidaban los modales del capitán. Él sólo era un niño. ¿Le escucharía el capitán?

—No tengo respuestas que darte —dijo burlón el capitán Yur T'aug—. Yo investigué un asesinato. No encontramos al asesino. Los archivos del caso se clasificaron como inactivos. ¿Sabes la cantidad de casos que llevamos aquí?

—El amigo de Ren le contó que era probable que el chico muriera porque tenía información que a cierta persona no le interesaba que se supiera —dijo Obi-Wan—. Pero no interrogó a nadie más. ¿Por qué? —Obi-Wan hizo una pausa—. Los Jedi han hecho del caso una investigación prioritaria, capitán Yur T'aug.

—¿Y por eso envían a un chaval a interrogarme?

—Yo represento al Consejo Jedi. Le informo de que si se opone a nosotros, investigaremos el tema. El capitán Yur T'aug dio un paso atrás.

—Los Jedi no paran de meter las narices en mis asuntos y a mí me piden que no me queje.

—Trabajamos por la misma causa —señaló Obi-Wan—. La justicia. ¿Le pagó Jenna Zan Arbor por abandonar la investigación?

Un gesto de sorpresa recorrió el ya de por sí sorprendido rostro del capitán Yur T'aug. Pero ¿era porque Obi-Wan había adivinado la verdad?, ¿o porque no sabía que Jenna Zan Arbor estaba involucrada?

—El Consejo Jedi desea saber la respuesta —dijo Obi-Wan—. Y, si es necesario, recurriremos a la vía oficial. Pero sería más fácil que me dijera la verdad aquí y ahora. El capitán Yur T'aug dejó escapar un suspiro, como si hubiera tomado una decisión.

—Es cierto que se me pidió que abandonara la investigación. Pero la que lo pidió fue la madre de Ren. Uta S'orn es, era, una poderosa senadora. Y era su hijo el que había muerto. Así que me pareció natural cumplir su deseo.

—¿Y por qué no iba a querer la senadora S'orn que encontraran al asesino de su hijo? —preguntó Astri sorprendida.

—Preguntádselo a ella —dijo el capitán Yur T'aug—. Yo no lo sé.

***

La última vez que Obi-Wan había visto a la senadora S'orn, le habían llevado a un enorme despacho del edificio del Senado. Ella estaba vestida con ropas ceremoniales. Poco después, ella dimitió de su cargo.

Vivía en un edificio cercano al Senado, en un barrio residencial de senadores de otros planetas. Cuando abrió la puerta llevaba puesta una sencilla túnica de lino que llegaba hasta el suelo. No llevaba el sofisticado turbante propio de las mujeres de Belasco, su planeta natal. El pelo negro y largo le colgaba por la espalda.

No pareció alegrarle ver a Obi-Wan.

—Más preguntas —dijo ella—. ¿Y tu amigo el grande?

—No lo sé —dijo Obi-Wan—. Por eso estoy aquí.

Ella se encogió de hombros y entró en la casa.

Obi-Wan y Astri la siguieron al interior. Había cajas por todas partes, algunas cerradas, otras a medio abrir. Estaba en plena mudanza.

—¿Se marcha?

—Vuelvo a Belasco. A hacer qué, no lo sé —miró a Obi-Wan directamente—. Por favor, pregunta lo que quieras. Estoy muy ocupada.

La senadora siempre era directa. Y él respondió con la misma claridad.

—¿Por qué hizo que el capitán Yur T'aug abandonara la investigación de la muerte de su hijo?

—¿De qué hubiera servido continuar? —dijo Uta S'orn con un suspiro—. Le mató algún delincuente, algún criminal de Simpla-12. Se asoció con ellos, apostó con ellos, probablemente se pelearon. Llevaba una vida miserable. ¿Por qué investigarlo? ¿Por qué sacar a la luz cada sórdido detalle? ¿Quién sabe lo que habría descubierto el capitán Yur T'aug de Ren? —la expresión de Uta S'orn era tensa—. Yo no quería saberlo. ¿No lo entendéis? Quería que todo pasara de una vez, y tú no dejas de recordármelo.

—Pero es probable que su hijo dejara una pista que delatara a su asesino —dijo Astri—. Él dijo que iba a dejar pistas por si le asesinaban.

—¿Pero no entiendes que me da igual? —dijo ella impaciente. Cogió una manta y comenzó a doblarla.

—¿Y si usted conociera al asesino? —preguntó Obi-Wan.

—¿Por qué iba a conocer a la chusma de Simpla-12? —dijo ella burlona.

—Creemos que Jenna Zan Arbor estuvo involucrada en la muerte de su hijo —le dijo Obi-Wan.

Ella se dio la vuelta bruscamente para mirarle.

—Eso es imposible.

—Es cierto —dijo Obi-Wan—. Sabemos que Jenna Zan Arbor lleva a cabo experimentos con la Fuerza. Sabemos que se puso en contacto con su hijo...

Uta S'orn rió escéptica.

—Estáis siguiendo una pista errónea. Jenna es mi amiga. La ayudé a recaudar fondos, presenté leyes por ella, la introduje en comités, algunas veces arriesgando mi propia carrera... Ella jamás le haría daño a mi hijo. Ni siquiera le conocía.

—¿Le contó ella que había hablado con él en Simpla-12?

Uta S'orn se quedó pálida. Sabía que los Jedi no mentían.

—¿Estás seguro de eso?

Obi-Wan asintió.

—Dígame, ¿Jenna sabía que Ren era sensible a la Fuerza, verdad?

—Se lo dije en confianza...

—Eso fue al principio de los experimentos —dijo Obi Wan pensativo—. Probablemente no pudo conseguir a ningún Jedi. Y lo más probable es que buscara a cualquiera que fuera sensible a la Fuerza. Seres a los que nadie echara de menos... —Obi-Wan vio el dolor dibujándose en los rasgos de Uta S'orn—. Lo siento. Sé que echa de menos a su hijo. Quizás ella pensó que no era así.

—Yo estaba en contacto con Ren en aquella época —dijo Uta S'orn con tristeza—. Dije a Jenna que le había desheredado. Yo estaba intentando ser fuerte.

—Le ofreció dinero a cambio de ser objeto de un experimento —dijo Obi-Wan lentamente—. Y él aceptó. Cuando regresó, sus amigos dicen que no era el mismo. Tenía miedo.

Las piernas de Uta S'orn comenzaron a fallarle. Se sentó. Se llevó las manos a la boca.

—¿Le... hizo daño?

—No estamos seguros de lo que ocurrió —dijo Obi-Wan—. Ni de por qué le mataron. ¿Sabe dónde está el laboratorio de Jenna Zan Arbor? No el oficial, sino el otro, el secreto.

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