—Aquí estás. ¿Nos vamos?
—Creo que voy a pasar. No me apetece mucho ir al cine y… bueno, no quiero estar de sujeta velas. Estoy seguro que vais a estar mucho más cómodos sin mí.
—Oh, vamos. Yvonne te echará de menos, voy a tener que decirle que prefieres a mi abuelo, y para que no se sienta mal, tendré que encargarme de las dos. —Guiñó un ojo—. ¿En serio no vienes?
—En otra ocasión. Además, tu abuelo va a prepararme un plazo súper especial —bromeó—. Es una oferta irrechazable.
—Uh. No pruebes sus hormigas africanas, pican como el demonio. Y no vayas a beber el polvo
zombie
—dijo Martin muy serio.
Tommy se echó a reír a carcajadas pensando que lo decía en guasa, pero cuando vio a ambos serios, paró.
—Lo dices en broma, ¿verdad? —preguntó un tanto receloso.
Entonces los dos Hellson se echaron a reír y Tommy volvió a pensar en lo parecidos que eran y se preguntó cómo habrían sido los padres de su amigo.
Martin le palmeó la espalda.
—Descuida. Llevo años pidiéndole la receta del polvo
zombie
, quizá tengas más éxito. Que os divirtáis. Vendré a la una.
Salió, riendo aún, y Maximilien sonrió con indulgencia, como pidiéndole que disculpara el retorcido sentido del humor de su único nieto.
—Entonces, ¿te gustaría aprender a cocinar? —preguntó finalmente.
—Sí, por favor. —Una sonrisa iluminó el rostro de Tommy—. ¿Qué vamos a cocinar?
Maximilien reflexionó un momento.
—Veamos, tendrá que ser algo que nunca hayas probado. Algo exótico… ¿Suri? No, demasiado exótico. Además, no creo que me quede. ¡Ya sé! Un cebiche de pescado. Será ideal. ¿Te gusta la comida bien condimentada?
—Me gusta todo. Como de todo y todo me sienta bien. —Sonrió—. ¿Cebiche? Qué nombre tan raro. ¿Qué es?
—Básicamente, pescado macerado con limón y condimentado con cebolla, perejil y ají. Es un plato de sudamérica, aprendí a hacerlo en uno de mis viajes. A Martin le fascina.
—Macerar es eso de poner una carne o un pescado en una sustancia que lo cocina pero sin fuego, ¿no? Como el
carpaccio
.
—Sí, así es. —Maximilien comenzó a sacar los ingredientes y a disponerlos sobre la bien iluminada mesa central: pescado blanco fresco y fileteado, especias, pimientos, cebolla, ajo y un montón de limones—. El limón tiene la propiedad de cocer la carne. El jugo que se forma con todos los ingredientes tiene efectos afrodisíacos, se puede beber puro o mezclado con pisco o vodka.
—¿En serio? —preguntó entre sorprendido y escéptico—. ¿Un afrodisíaco de verdad?
—Desde luego. También se usa para recuperar el cuerpo después de una noche de juerga. Le llaman «levantamuertos» si entiendes lo que quiero decir.
—Me lo imagino.
—Lo primero es el pescado. La calidad del corte debe ser perfecta. Utilizaré el cuchillo más afilado. Así. —Maximilien demostró el movimiento en la tabla de picar—. El corte debe ser de aproximadamente dos centímetros y medio por un centímetro, el cuchillo se agarra en ángulo de cuarenta y cinco grados. Inténtalo.
—Vale. —Tommy cogió el cuchillo con un poco de miedo pero, tras respirar hondo, comenzó a cortar el pescado como le había dicho. Y para su propia sorpresa lo hizo bien y con bastante soltura.
—¡Excelente! Es reconfortante ver un talento natural. Martin sólo sabe comer, aunque de cuando en cuando tiene destellos de creatividad culinaria.
Tommy se limitó a sonreír henchido de orgullo. Nunca le habían dicho que fuera bueno en algo y que un señor tan importante como el abuelo de Martin lo halagara era algo genial.
—Ahora exprime esos limones. Debes hacerlo con la mano, es el secreto.
Los minutos pasaron volando, entre consejos, explicaciones y demostraciones. Finalmente, una fuente con cebiche, decorada con hojas de lechuga, cebollas y maíz tostado fue colocada con orgullo en medio de la mesa del comedor.
—No está nada mal, ¿eh? —Maximilien tomó un trozo de pescado y se lo dio a probar.
—¡Dios, está delicioso! Sabe mucho a limón, pero la textura es tan suave que parece que explotara en la boca —exclamó, relamiéndose de gusto.
—El cebiche es en realidad una entrada, pero me he acostumbrado a prepararlo como plato único para la cena. —Maximilien sirvió dos copas de vino blanco y lo paladeó unos momentos, con los ojos cerrados—. Y dime, Tommy, ¿qué te ha parecido la experiencia de cocinar?
—Me ha encantado y quiero repetir. ¿Podré ayudarle otro día? ¿Por favor?
—Desde luego. No debe avergonzarte hacer lo que realmente te gusta. Siempre y cuando sea legal —añadió en tono confidencial y se echó a reír.
Sellaron la promesa con un brindis y desde ese día, Tommy fue nombrado el ayudante oficial de Maximilien cada vez que él decidía cocinar.
—El señor Andrew lo atenderá ahora —dijo la señora Mitchell, secretaria de Alex, luego de hacer un par de llamadas.
—Gracias. —Sasha avanzó hacia la puerta de roble que ella le abrió y entró.
Había tenido poquísimo contacto con Alex durante el tiempo que llevaba en Thot Labs, principalmente porque él había estado viajando o se encontraba demasiado ocupado, pero Angel le había hecho un par de visitas y habían comido juntos, riendo y hablando de todo un poco.
Ahora Sasha quería agradecerles a los Andrew haberle brindado la oportunidad de trabajar allí.
Caminó al encuentro de Alex que lo esperaba sonriendo. Le estrechó la mano y luego de los saludos de cortesía, se sentó en uno de los sillones estilo victoriano del recibidor, mucho más íntimos que el enorme escritorio de caoba desde el cual Alex lo dominaba todo.
Su anfitrión habló brevemente por el intercomunicador.
—He pedido a la señora Mitchell que no nos interrumpa. Yo mismo te atenderé. ¿Deseas beber algo? —ofreció Alex.
—Sólo agua, por favor.
Mientras Alex servía las bebidas, Sasha aprovechó para mirar a su alrededor. Era su segunda visita al enorme despacho, pero la primera había sido tan breve, y había estado tan nervioso, que no había podido apreciar los detalles.
Nunca había estado en una oficina tan enorme. Estaba completamente enchapada en roble, tallado al estilo Tudor, y sus paredes estaban recubiertas de fotografías de las instalaciones originales. «Thot Labs a través de los tiempos», leyó y esbozó una sonrisa. El mobiliario era sumamente lujoso, aunque no parecía muy funcional.
—¡Cómo pasa el tiempo! Ya se nos fue el verano y apenas hemos hablado un par de veces. Siento que no nos hayamos podido reunir… Ya has visto el ritmo que llevamos, estamos creciendo y hay cosas que no puedo dejar de hacer ahora que papá se ha retirado. —Alex colocó una bandeja con las bebidas sobre la mesa central y se sentó frente a él.
—Descuida. También ha habido mucho jaleo allá abajo, con tantos pedidos. Sólo quería avisarte que mi contrato termina el viernes, y agradecerte una vez más por darme esta oportunidad.
—No me lo agradezcas, yo sólo facilité las cosas. He estado hablando con Godwin y me dijo que has hecho un buen trabajo.
Sasha sonrió y bebió un trago, para luego dejar su vaso sobre la mesa.
—Gracias. Godwin me apoyó bastante al inicio, aprendí mucho de él.
—Y dime… —Alex bebió un poco de whisky y se recargó en el sillón. Por un momento pareció agotado, luego sonrió—. ¿Qué has observado allí que nos esté causando problemas?
—Pues… supongo que ya lo sabes. Hay errores en los pedidos. No son tan seguidos, pero Godwin se vuelve loco con eso. Sullivan dice «un error compensa a otro» y las cosas van caminando. El gerente de ventas se reunió con nosotros un par de veces y dijo que eso era normal.
—¿Y tú que piensas?
Sasha estuvo a punto de repetir el estribillo de Sullivan, tan generalizado en el Departamento de Facturación, pero realmente no lo creía.
—Pienso que quizá funcione una vez, o dos, pero que a la larga traerá problemas. Es cierto que tenemos las patentes. —Alex sonrió al oír ese «tenemos». Le mostraba que Sasha se sentía parte de Thot Labs—. Pero hay otros laboratorios que producen fármacos similares y salvo los ThotFizz, no tenemos algo que sea tan notable y exclusivo como para que un cliente perdone todos los errores. Además, todo el mundo produce genéricos y allí también hemos tenido problemas.
Sasha se detuvo un momento. No estaba seguro de cuánto debía revelar sin meter en problemas a sus compañeros.
—Sé que tuvimos problemas. Godwin vino a verme hace unos días.
Animado por esas palabras, continuó:
—Creo que Godwin tiene razón. Podemos perder participación, sobre todo con los genéricos. Está ocurriendo con la cadena Amber Pharma y con las clínicas Saint Paul. No es significativo todavía, pero hay una tendencia…
—¿Cómo lo sabes?
—Revisé las cifras de años anteriores e hice una proyección. Espero no haber actuado mal. Es que pienso que no podemos encontrar un error, sonreír y seguir trabajando.
—No, no actuaste mal. —Lo tranquilizó Alex—. Y tienes razón, Sasha. El error no debe ser una costumbre. —Se irguió en el sillón, estudiándolo atentamente—. ¿Qué harías tú?
El ruso titubeó. Tenía una idea que se había hecho más clara conforme pasaba el tiempo, pero no sabía cómo se lo tomaría Alex.
—Vamos, dímelo. Necesito una persona de confianza y creo que puedo confiar en ti.
—De acuerdo. Hay un formato de pedido, se usa hace muchos años. Lo diseñó Sullivan según me dijeron. En ese formato hay cosas que inducen al error e información muy genérica. Quizá cambiando el formato los vendedores cometan menos errores. Eso y la forma de enviarlo, lo hacen por fax, el fax está en la gerencia y no siempre lo envían donde deben. A veces se pierden los papeles y llegan después de varios días. Podría comprarse otro fax… —Hizo una pausa.
—Sí, claro. ¿Qué más has pensado?
—Pues… Es que la gente se ha mentalizado en el error. Quizá se pueda hablar con Sullivan, él siempre está diciendo que no pasa nada.
—Entiendo —dijo Alex—. Yo hablaré con él. Lo que no entiendo es por qué nadie me dijo antes nada de esto. No se trata de matar a alguien, ¿no? Solamente de tener unas cuantas ideas y ponerlas en práctica. ¿Por qué nadie me lo dijo? —La irritación fue patente en su voz.
Angel entró en el momento en que Sasha ensayaba una explicación.
—Quizá se acostumbraron a vivir todos los días con esa realidad. A mí me fue más fácil porque vengo de fuera.
—Y observas —repuso Angel, haciéndose cargo de la situación—. Eres muy perspicaz.
Sasha enrojeció.
—Tienes razón. Voy a pedirle a Godwin que rediseñe el formato y pondré en práctica tu consejo —dijo Alex—. ¿Por qué no continúas trabajando aquí?
—Las clases…
—Puedes trabajar medio tiempo. Lo arreglaré.
—Pero… ¿en Facturación? No tendré mucho tiempo y allí se necesita un horario regular.
—Sí, sí. Ya pensaré dónde. Quiero que estés aquí.
Por un momento Sasha recordó los comentarios que había oído: «La presidencia le queda demasiado grande al chico Andrew. Don Alistair debió dejar al hermano mayor». Eran injustos, lo sabía bien, pero era consciente de que no todos apoyaban a Alex por creerlo demasiado joven. Claro que también había mucha gente que lo quería.
—Querido, ¿te acuerdas de Nick? —preguntó Angel.
—El viejo Nick, claro. No estarás sugiriendo…
—Sí, lo estoy sugiriendo.
Sasha bebió otro sorbo de agua. La presencia de Angel lo hizo relajarse más y observó a los esposos que parecían estarse comunicando en un lenguaje muy particular de miradas y gestos. Entonces Alex habló.
—Tienes razón. Verás, Sasha, no sé si conoces a Nick. —Sasha sonrió al recordar al viejo conserje tan querido en el laboratorio—. Él llegó aquí junto con mi padre. El laboratorio es su vida y no desea retirarse hasta el año que viene, pero tiene sesenta y nueve años y ya no es tan ágil como antes. Le tenemos mucho cariño y hemos pensado que si tuviera un poco de ayuda le sería más fácil cumplir su trabajo, y eso te daría oportunidad para conocer mejor el laboratorio y tener un ingreso extra. Nos harías un doble favor.
Sasha sopesó la idea. No le seducía mucho trabajar de conserje luego de haber estado en Facturación, pero era una buena alternativa mientras estudiaba. Además, se había encariñado con ese enorme edificio limpio y blanco, sentía que pertenecía allí. Y muy en el fondo, tenía el secreto deseo de poder ayudar a los Andrew.
—De acuerdo.
Una genuina sonrisa adornó su rostro mientras Alex le estrechaba la mano.
—Pasado mañana vuelvo a casa —dijo Tommy una mañana, después de atender la llamada que Maximilien le pasó.
—¿Tan pronto? —La voz de Luc sonó desolada, aún bajo la manta que pretendía ocultarlo del abuelo de Martin.
—Sí. Mi padre ya ha terminado todos sus negocios aquí y dice que estar más días es una pérdida de tiempo y de dinero. —Se desnudó y se volvió a meter en la cama.
—Oh. —Hubo una larga pausa y finalmente Luc preguntó—: ¿Y qué va a pasar?
—¿Hace falta preguntarlo? —Tommy suspiró—. Volveré a Londres con mis padres y no sé cuándo volveremos a vernos, Luc —añadió con tristeza acariciándole la mejilla.
—Ya.
Luc se levantó rápidamente y se metió en el baño.
—Espera. —Tommy lo siguió hasta la puerta y habló suavemente—: Luc, sabías que esto no podía durar siempre. Muchas cosas y muchos kilómetros nos separan. Es triste, pero no podemos hacer nada, ¿verdad?
No hubo respuesta.
—Luc, por favor sal… Hagamos que las horas que nos quedan juntos sean inolvidables. Lo que hemos tenido es muy bonito, no dejemos que esto lo empañe.
Después de un rato que le pareció interminable, oyó el agua del grifo correr y la puerta se abrió. Luc tenía una toalla enrollada en la cintura para cubrir su desnudez y claras señales de haber llorado.
—
Mon chérie
—dijo Tommy con suavidad, abrazándolo—, tal vez el verano que viene pueda volver de vacaciones o tú puedas ir a Londres. Nos escribiremos y nos contaremos lo que pase. Somos amigos, ¿verdad? Además, seguro que conocerás a algún francés sexy, que te susurre dulces palabras de amor y te olvidarás de este escocés feúcho y sin modales —bromeó al final tratando de quitarle hierro al asunto.
—Eso no pasará —dijo Luc en un susurro—. Yo no voy a olvidarte nunca —prometió con la vehemencia propia de su edad—. Voy a escribirte y le pediré a mi padre que me lleve a Londres a fin de año. Podremos pasar la Navidad allí, ¿verdad?