—Enar. Antes éramos inseparables, los cinco, Pili, y su novio, Javi, Ruth, Enar y yo. Mira —dijo señalando otra foto en la que salían todos siendo adolescentes sentados en un banco de la calle rodeados de botellas de sidra vacías.
—¡Menuda fiesta! —Bueno, así que uno de los tipos con minifalda era el novio de Pili, la chica robot, genial, solo le quedaba descubrir quién carajo era el otro de la minifalda, había tanta complicidad entre los componentes de esa foto, que se sentía... excluido... ¡qué idiotez!
—Aquí es cuando Javi se sacó el carnet de conducir, lo estábamos celebrando en la Plaza de la Constitución, pero nos pillamos tal borrachera que no pudo estrenar el coche. Y mira ésta —dijo señalando otra en la que se veía a Enar con una gran tripa, tenía cara de niña, no podía ser mucho después de la otra—, Enar estaba embarazada de ocho meses, teníamos las dos diecisiete años. El que está al fondo es Carlos, el futuro padre de la criatura —dijo señalando a un hombre mayor que los demás, de unos veinte y bastantes—. A partir de ese momento empezamos a distanciarnos... cosas de la vida.
—Suele pasar.
—Y aquí, mi primer trabajo montando exposiciones. —En esta fotografía salía agarrada a un hombre joven moreno, de ojos claros, alto y musculoso, que era justo el mismo tipo que en la foto de "inauguración" llevaba la minifalda morada, ese que aún no sabía de quién era novio, grrr. Posaban agarrando entre los dos un cuadro enorme que exponía un pene en erección de más de medio metro, de color amarillo fosforito—. ¿Recuerdas que te comenté que había montado una exposición sobre penes...? Dani fue mi primer jefe como el trabajo se me dio bien me fue dando más cosas, fue conociendo a mi gente y al final acabó entrando en el grupo. Cuando tuve que dejar de montar expos, él me consiguió un trabajo en la empresa de su padre, así que ahora es mi amigo y mi jefe.
—¿Es el que esta vestido con la minifalda morada? —comentó indiferente a pesar de ya saberlo... No le hacía mucha gracia el "tal Dani"—. A su novia tuvo que hacerle gracia verlo de esa guisa.
—Sí, es el mismo —contestó riendo—, y estoy segura de que si tuviera novia —esta palabra le provocó una gran sonrisa, como si fuera un chiste privado—, se lo hubiera pasado en grande viéndolo. Pero como no la tiene, pues se quedó con las ganas. —En ese momento se oyeron unos golpecitos, como de piedras golpeando algo y Luka se olvidó del tema—. ¿Has conocido ya a Clara, Lara y Laura?
—Creo que no. ¿Son tus amigas? —dijo buscando el origen del sonido.
—Sí, mis mejores amigas —dijo guiñándole un ojo—. Ven, que te las presento. Estas son Clara y Lara. Llevan conmigo tres años, ¿a que son una monada? —dijo señalando el acuario, las tortugas estaban moviendo las piedras del fondo y golpeándolas contra el cristal. Las sacó del agua y les acarició el caparazón con la nariz. Las tortugas a su vez sacaron la cabeza y la mordisquearon—. Ya, ya, ahora mismo viene el menú, en cuanto me ven me piden de comer, son unas tragonas impresionantes. Y esta de aquí es Laura —dijo abriendo el terrario de la iguana y dejándola salir—; ten cuidado con la cola, cuando no conoce a la gente da latigazos. ¿Qué tal, preciosa? —la iguana la ignoró soberanamente y se empezó a subir a las cortinas—. En fin, Laura va a su bola. Voy a por la comida de mis niñas.
Se dirigió a la cocina y él la siguió apresuradamente, por nada del mundo se quedaría a solas con un "bicho" que daba latigazos con la cola.
La cocina era pequeña, una hilera de muebles blancos cubría una pared, la otra estaba desnuda. Sobre la encimera había un plato metálico y plano con remolacha, nabo, perejil, calabaza, tomate, espárrago y pepino cortados en trozos pequeños, al lado había un tupper con agujeritos del tamaño de un alfiler en la tapa y unos palillos chinos. Luka tocó la comida...
—Ya no está frío —lo cogió todo y se fue al salón.
Colocó el plato con las verduras en la jaula de la iguana y después abrió el tupper, estaba lleno de gusanos vivos y repelentes, de color marrón, viscosos, babosos...
—¿Qué es eso? —preguntó Drácula mirándolos asqueado. ¿Quién coño iba a comerse eso?
—Crías de tenebrios —contestó a la vez que cogía algunos de esos bichos asquerosos con los palillos, de la misma manera en que él cogía los tallarines tres delicias... —, es la comida favorita de Clara y Lara.
Les acercó los gusanos a las tortugas y estas se lanzaron a por ellos, cada una mordió de un extremo y entre las dos en apenas diez segundos los habían descuartizado y tragado para a continuación mirar ansiosamente a Luka, que cogió otros pocos y repitió el proceso demasiadas veces para el gusto del hombre. Puaj. Drácula se alejó disimuladamente, como quien no quiere la cosa, sentía que su estómago se revolvía. Demonios, él había cogido lombrices de pequeño, pero no las descuartizaba... era vomitivo, jamás volvería a pensar que las tortugas fueran animales parsimoniosos y tranquilos... eran asesinas natas.
Cuando acabó de alimentarlas él respiró aliviado pero a las tortugas les pasó justo lo contrario, no les sentó nada bien el final de la comida, bajaron de la rampa veloces y empezaron a remover las piedras del fondo haciéndolas chocar contra los cristales furiosamente.
—No, no. Ya habéis comido demasiado —sacó una de las tortugas y la tocó suavemente una pata—, se te sale la chicha —y era cierto, al estirar la pata de la tortuga se veía cómo se le abultaba la piel por la abertura del caparazón—, y eso no está bien. No, señorita. Estás a régimen, no, no. No hay más comida, si quieres te doy lechuguita pero no más tenebrios. —Aunque sonase a locura, Drácula juraría que cuando la tortuga oyó "lechuguita" encogió la cabeza y la metió en el caparazón—. Ay, querida, para estar bella hay que sufrir... ¡Y comer verdura!
Ciao,
preciosa.
—Ya veo que te entiendes con ellas...
—Sí. Mano dura y muchos mimos, mitad y mitad, y mira qué hermosas se crían. —Laura ya había bajado de las cortinas y se había metido en su terrario a cenar. Luka cerró la puerta y sonrió complacida—. Bueno, una tarea hecha. Voy a lavarme las manos, ¿te enseño la casa?
—Vale. Pero primero guarda... eso. ¿No?
—Sí, claro. En invierno los dejo fuera —dijo abriendo la ventana de la cocina y dejándolos sobre la cesta de las pinzas—, con el fresquito se conservan mejor que dentro de casa.
—Ajá —no quería preguntarlo, de hecho no iba a preguntarlo—, ¿y dónde los guardas en verano? —Dios, ¿por qué narices lo había preguntado?
—En la nevera, claro. Fuera hace demasiado calor y se estropean.
—¿Guardas eso en la nevera?
—¿Dónde sino?
—Sí... ¿Dónde sino?
En ese momento tomó la determinación de que si por un azar del destino él y "mama tortuga" seguían juntos en verano, nunca, JAMAS, comería nada en su casa. Irían a restaurantes —eso sí, nada de asiáticos ni orientales, tardaría años en borrar la imagen de los gusanos colgando cual tallarín— o morirían de hambre, pero no comería nada de su nevera.
Se dirigieron al cuarto de baño. Un lavabo diminuto, una ducha diminuta y un armario de espejo.
—Este es el Jacuzzi enano —dijo lavándose las manos.
—¿Cómo?
—Así es como lo bautizó Javi cuando lo vio y desde entonces lo llamamos así.
—Apropiado.
—Sí, este es mi cuarto —dijo entrando en la caja de cerillas, una cama y una mesilla con más fotos sobre ella, un armario empotrado, cuadros a punto de cruz y una mesa pequeña con un ordenador más viejo que Matusalén encima era todo lo que cabía.
—Muy grande...
—¿A que sí?, a veces me pierdo y todo... tanto espacio desorienta —dijo lanzando una carcajada a la vez que daba vueltas sobre sí misma.
Drácula la miró sobrecogido; en ese entorno se la notaba feliz, era como una niña pequeña disfrutando de un día de sol, jugando con un castillo de arena. Esa casa era su castillo de arena y los muebles y las fotografías, las conchas con que lo adornaba.
Luka se dejó caer sobre la cama, mareada de dar vueltas y siguió sonriendo.
—Y bien, ya conoces mi casa. ¿Qué te parece?
—Preciosa. Como tú —dijo acercándose a la cama.
—No no no —dijo cantando—, está a punto de llegar la pizza y va a empezar la película, vamos al salón.
—¿Y a quién le interesa esa película? Prefiero lo que tengo ante mis ojos —dijo con mirada lasciva.
—Mmh... "malditos sean sus ojos" —sonrió Luka recordando una frase de la película.
—Vaya —exclamó sorprendido, ¿sería posible que Luka resultara ser tan friki como él?—, "llega usted tarde" —contestó con la frase de "Igor".
—Vaya, te lo sabes —dijo sorprendida—. Genial. ¿Te parece si bajamos el sonido de la tele y decimos nosotros los diálogos? ¿Quién te pides? ¿Igor o Frankenstein? —retó ella aludiendo a los personajes principales de la película.
—"Se pronuncia, Fron-kons-tin. Y usted debe ser Igor?" —rebatió él citando otra frase.
—"Se pronuncia A-i-gor" —acabó ella el diálogo de la película riendo; era tan friki como él.
Regresaron entre risas al comedor justo cuando la película empezaba, Dracu se hundió en un extremo del sillón mientras que Luka se hundía en la otra punta con las piernas cruzadas sobre los cojines. Ella comenzó a decir los diálogos de la película que correspondían a Igor, y Drácula, entre risas, la acompañó con los de Fronkonstin.
Cuando por fin llegó la pizza les dolía el estómago de tanto reír. Ella la puso sobre la mesa y luego cogió los cojines del sofá, esos que estaban tirados en el suelo.
—Así que son para esto —comentó él al ver que Luka se sentaba en el suelo sobre ellos.
—Sí, los cojines de Dani para comer van mejor que el sillón, al menos no te hundes... aunque más que nada los usamos cuando vienen mis amigos, como puedes comprobar no hay muchas sillas donde sentarse —de hecho no había ni una.
—¿Los cojines de Dani? —preguntó un poco mosca con el tal Dani de las narices.
—Eh, sí. Los trajo él, así que los llamamos así.
—Mmh... qué buen amigo, ¿no? Trayendo cosas para tu casa —dijo irónico. Vaya mierda que ha traído, era lo que en realidad pensaba.
—Sí, todos hemos contribuido, mira, el sillón es de mi abuela, la tele de mi madre, el microondas de la madre de Pili, el mueble de la iguana lo hicieron entre Javi y Dani, igual que la tortuguera y la mesa blanca. El cuadro de corcho lo trajo Ruth y los cuadros a punto de cruz Pili... Cada persona que viene pone su granito de arena.
—Vaya, pues entonces falto yo por traer algo...
—Bah, que tontería —le restó importancia Luka un poco cohibida, lo cierto es que lo que había en su casa lo habían traído sus mejores amigos, personas muy importantes para ella, no un tío para E.S.E. —Coge pizza o te quedarás sin ella.
Sí, pensó él mientras comía, será una tontería pero cada uno de sus amigos ha dejado aquí su huella. No sabía exactamente por qué, pero se sentía enfadado al ver que no había nada suyo para que ella pudiera ver y recordar cuando él no estuviera en esa casa —por cierto, iba a hacer lo posible para que fueran las menos veces.
Luka estaba sentada sobre los cojines del capullo de Dani, con una pierna doblada bajo el culo y la otra extendida con los dedos del pie haciendo círculos dentro de los calcetines, en las manos un trozo enorme de pizza goteaba queso y ella intentaba atraparlo con la lengua mientras reía por algún diálogo de la película. Se estaba poniendo duro solo con mirarla. Lo único que fallaba en la escena era esa estúpida gorra amarilla que tapaba su pelo. ¿Por qué demonios estaba tan empeñada en ocultárselo?
—Oye, ¿cómo te llamas?
—Fronkonstin.
—¡No, lo digo en serio!, ¿cuál es tu nombre? Nunca me lo has dicho.
—Iskander, pero todo el mundo me llama Alex. —Y ahora vendrán las mil preguntas sobre de dónde viene mi nombre y por qué es tan raro, pensó molesto.
—¡Vaya! Es un nombre genial, siempre me ha gustado Iskander. Es una lástima que todo el mundo conozca a Alejandro Magno por su nombre griego y no por el árabe, si fuera al contrario habría muchos más Iskander por el mundo, ¿no crees?
Joder, por primera vez en sus treinta años de vida alguien aparte de su familia conocía el origen etimológico de su nombre, increíble.
—Conoces el nombre, vaya, es... extraño.
—Bueno, yo soy extraña —dijo con una sonrisa en la boca—, realmente es que leí hace años la trilogía de Mary Renault sobre Alejandro y me fascinó tanto que durante un tiempo devoré todo lo que cayó en mis manos sobre el tema. De hecho, y que quede entre tú y yo, si alguna vez tengo un hijo lo llamaré Bagoas. Sí, señor. Me encanta ese nombre —y se tumbó sobre los cojines apoyándose en el respaldo del sillón.
—¿Te gusta el nombre de un eunuco? —comentó divertido a la vez que se levantaba para a continuación sentarse en el sillón detrás de ella, apoyándola entre sus piernas y masajeándole los hombros.
—Sí. Me parece musical y muy bonito. ¿Algún problema? —Luka enarcó una ceja y se cruzó de brazos.
—Ninguno, siempre y cuando, si tenemos alguna niña, estés de acuerdo en ponerla Livia —comentó el indiferente mientras rodeaba sus hombros acariciándola el cuello.
—¡Livia! Pero si fue una manipuladora, asesina e intrigante... ¡Me encanta esa mujer! Sabía manejar a los hombres —dijo sonriendo de forma picara a la vez que dejaba caer la cabeza a un lado.
—Trato hecho, entonces —dijo besándola y mordisqueándole la nuca.
—¿Trato hecho? —Mmh, no se estaba enterando de nada con tanta caricia.
—Si es niño, Bagoas, si es niña, Livia. —Sus manos recorrieron la clavícula y se introdujeron bajo la sudadera acariciando lentamente, tentando por encima del sujetador los pezones.
—Bagoas y Livia... Sí. Suena bien... —dijo por decir algo, no sabía de qué iba el tema realmente, sus pezones estaban duros y su vagina vibraba, qué más daban unos nombres arriba o abajo.
—Pues entonces pongámonos a ello —sus dedos bailaban con los pezones haciendo que estos dolieran de deseo, apretándolos para al momento siguiente soltarlos y consolarlos con las palmas de la mano haciendo círculos sobre ellos.
—¿A qué? —respondió ella entre gemidos.
—A engendrar un Bagoas y una Livia... —susurró
Siguió acariciándola mientras sus labios le recorrían la nuca, deteniéndose en el lóbulo de la oreja para morderlo suavemente. Era tan suave, sabía tan bien que no podía parar de lamer su piel. Luka gemía y apretaba las piernas rítmicamente a la vez que relámpagos de placer recorrían su vagina llenándola de calor, haciéndola humedecer, era plenamente consciente del pene rígido y poderoso que se friccionaba contra su espalda una y otra vez.