Fénix Exultante (16 page)

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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Fénix Exultante
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Partes de la aureola de ella fulguraron, mientras otras partes se opacaban. Evidentemente estaba cambiando de mente, o empleando a un intérprete.

—Esta parte de nosotros y de mí se siente muy feliz de aceptar cualquier denuncia contra Vulpino Ironjoy, sin importar el formato. Los alguaciles han intentado lograr que la Curia cerrara esta empresa durante décadas. Pero nosotros y yo no podemos satisfacer el otro deseo que has expresado. Nosotros y yo no podemos ponerte en comunicación con el que llamas alguacil Pursuivant.

—¿Por qué no? ¿Está herido?

—¿Herido? ¿Cómo podría estar herido un ciudadano de la Ecumene Dorada? No. No puedes hablar con un alguacil llamado Pursuivant porque tal persona no existe.

6 - El incendio

Era asombrosa la rapidez con que cambiaban las cosas. Cuando Faetón emergió del mar con su armadura en una explosión de vapor y descendió a la cubierta de la tienda de Ironjoy, los floteros ya estaban desconectados del sistema mental y despedidos de sus empleos; habían empezado a crear disturbios y ahora yacían aturdidos y obnubilados bajo las diligentes picanas inmovilizadoras de las avispas alguaciles.

Ironjoy estaba de pie en la proa cuadrada de la barcaza, un par de brazos cruzados y un par de brazos en jarras, mirando el agua con actitud meditabunda. La Curia ya había realizado el juicio en la Mentalidad, a alta velocidad.

Se había permitido que los alguaciles entregaran una orden para investigar las declaraciones de Faetón. Antes de que Ironjoy pudiera inducirse autoamnesia, se extrajeron pruebas de su memoria, no sólo de un delito, sino de tantos que el testimonio de Faetón no se necesitó en el juicio.

A la mayoría de las personas arrestadas por los alguaciles simplemente se les hacía cerrar su cuenta en la Mentalidad, y luego se les pedía que asistieran a lugares de castigo cuando lo creyeran conveniente.

Ironjoy fue sentenciado a sufrir seis segundos de estímulo directo del centro de dolor del cerebro, dos horas de emociones de remordimiento enviadas a su tálamo, y a sufrir en simulación la vida de sus víctimas desde el punto de vista de ellas, para que supiera la aflicción que había causado. Como había engañado a muchos costeros y a muchos más floteros, estaría en simulación largo tiempo. Horas, quizá semanas. Era la condena más larga que Faetón podía recordar.

Faetón se adelantó.

—¿Qué sucederá con tu empresa, Ironjoy, si te mantienen encarcelado varias semanas?

Una voz áspera y chata salió del pecho de Ironjoy.

—Lo sabes muy bien. Un hombre no modificado puede sobrevivir tres días, quizá cuatro, sin agua. Puede durar más tiempo, si goza de buena salud. Pero mi gente no goza de buena salud. Los floteros morirán de hambre en un mes si no estoy para alimentarlos. ¡Has prestado un gran servicio a los Exhortadores en este día! Nos has destruido.

En la era victoriana (que Faetón conocía bien por las simulaciones Gris Plata), la gente que se moría de hambre podía cometer delitos para que la encerraran en la cárcel y la alimentaran los contribuyentes. Los pobres floteros no disponían de esa opción, pues la pena favorita de la Curia no era la cárcel sino el shock de dolor. La sentencia de Ironjoy era una excepción. Quizá los Exhortadores hubieran influido en el veredicto.

—Entrégame tu tienda —dijo Faetón— durante el tiempo en que estés ausente.

La cara de insecto de Ironjoy se contrajo en una mueca, un espasmo de odio.

—¿Cómo te atreves a sugerir semejante cosa? Fuiste tú quien me delató.

—Te delaté con este propósito. Para sacarte del paso y controlar tu tienda. Tú sabes que soy el único que posee la capacidad para operarla.

—En mi tienda tengo un dispositivo mental que puede volverme totalmente inmune a la piedad. Lo fabrican los Invariantes. Una vez que cargue ese programa, puedo observar cómo toda mi gente se muere de hambre y dolor sin conmoverme. Y no podrías extorsionarme para que te dé mi tienda para salvarlos.

¿Extorsión? ¿O simple justicia? Faetón no estaba dispuesto a discutir. La idea de que Ironjoy sintiera cierta compasión por su rebaño de víctimas era nueva para Faetón; él suponía que Ironjoy se sometería para salvar su desdichada empresa y su posición monopolista y esclavista.

No dijo nada, sólo esperó. La lógica de los acontecimientos era clara. Ironjoy encorvó los dobles hombros en un gesto de derrota.

—Muy bien —dijo, y sin más reveló a Faetón los nombres secretos y los códigos de comando de la tienda, y ambos firmaron un contrato que devolvería la tienda y las mercancías a Ironjoy en la fecha en que finalizara su condena. Ironjoy comenzó a instruir a Faetón en su plan de precios y honorarios.

—No te molestes —interrumpió Faetón—. Me propongo establecer mi propia política.

Ironjoy lo miró con hostilidad. Sin una palabra más, bajó de la barcaza por una plancha hasta un bote que esperaba y, con un remo en cada brazo, se alejó hasta la siguiente piscina escénica de la costa, la misma piscina poco profunda donde Faetón había conocido a Oshenkyo. Allí Ironjoy, arropado en diamante, cumpliría su sentencia.

Sólo se necesitaron dos días para que el hambre, la sed de cerveza y la privación de varias adicciones impulsara a los airados floteros a trabajar de vuelta en la tienda.

Al principio, Faetón los entrevistó uno por uno, revisando los archivos psicológicos que guardaba Ironjoy. No eran un grupo admirable. En ocasiones Faetón aprendía más de lo que habría querido saber acerca del pasado de esa gente. En menos de una tarde dejó de hacer preguntas que no se relacionaran con las cuestiones más empresariales e impersonales. Decidió que no le incumbían la suciedad y el malogro de sus vidas. Sólo necesitaba saber para qué tareas estaban capacitados.

No estaban capacitados para mucho.

Los floteros eran un grupo huraño e iracundo, y hacían su trabajo con el menor esfuerzo posible, y robaban, saboteaban y borraban la propiedad de Faetón con tanta frecuencia que pronto cada uno tenia una avispa alguacil encima.

A Faetón no le importaba. Había pasado esos dos días revisando e indexando el inventario de la tienda, reescribiendo los programas más ineptos, y reconectando las cadenas de pensamiento desperdigadas que flotaban en la desorganizada mente de la barcaza. Borró los sueños más repulsivos, pornográficos, morbosos o sanguinarios; vendió otros en el mercado, a los clientes desviacionistas que Ironjoy tenía en redes subsidiarias. Con ese dinero compró un nuevo núcleo para la mente de la tienda, elevó la capacidad y contrató un programa de ingeniería de cinco minutos para rediseñar su buscador para encontrar empleos.

El tercer día, desde la proa de la nave, Faetón anunció sus nuevas normas a la apiñada y adusta masa de floteros que lo miraban con ojos huraños (si tenían ojos) o abrían sus sensores y los cerraban con chasquidos (si no los tenían).

—Damas y caballeros, neutraloides, bimorfos, hermafroditas, ginomorfos y paragenéricos. Vuestra falta de inmortalidad no os excusa del deber de vivir bien durante las pocas décadas o siglos que os restan. En consecuencia, espero introducir parte de la disciplina Gris Plata en esta pequeña comunidad. Naturalmente, la participación será voluntaria. Pero quienes participen recibirán reducciones especiales de precios, descuentos y reembolsos en una amplia variedad de efectuadores de nuestra tienda.

»Se desalentará el autoengaño, así como la embriaguez, los sueños de furia y los estímulos de placer fuera de contexto. Esta tienda no os ayudará a alterar o abolir vuestra identidad, sino que brindará todas las rutinas de que dispongo para permitiros mejorar el amor por vosotros mismos, la autodisciplina y la autoestima. Los programas educativos y filosóficos estarán disponibles a bajo alquiler, así como los adictivos transicionales que conduzcan a no adictivos, para contribuir a curaros de los ciclos psiquiátricos de suma cero. Todos los dispositivos de juego serán cerrados para alentaros a ahorrar e invertir. Permitidme describir algunas disciplinas Gris Plata y sus beneficios…

En ese punto lo bombardearon con desechos y tuvo que desistir. Retrocedió un paso, escudándose en un manto de diamante, y usó una rutina de tiempo lento para consignar quién arrojaba qué, para que luego pudiera congelarles los salarios.

Era Oshenkyo, en el frente, quien azuzaba a los demás.

—¡Charlatán engreído! —le gritó a Faetón—. ¡Ahora eres un mero Exhortador! ¡Haced esto y no hagáis lo otro, leed esto y no fuméis aquello, pensad esto y no hagáis lo otro! ¡Pensamos lo que queremos! ¡Actuamos a nuestro antojo! ¡Hombres libres! ¡Si queremos reventarnos los sesos con programas de identificación, no es cosa tuya!

—¡Exhortador, Exhortador! —gritaban los demás.

Faetón dejó que se calmara el disturbio. Al cabo de varios clamores, amenazas e interjecciones, continuó con su discurso:

—¡Compañeros de exilio! Habéis abandonado la esperanza. Yo no. Esto me causa un inconveniente, pues necesito vuestra labor para acumular los fondos que necesito para llevar a cabo la próxima parte de mi plan. Necesito que mis trabajadores estén alerta, sobrios y dispuestos. El tipo de trabajo automático y obtuso que las drogas y programas de Ironjoy os permitían hacer será insuficiente para mis necesidades. En consecuencia, será preciso mejorar vuestra vida, vuestra educación y vuestra capacidad de ingreso. Sin duda, esto os causará consternación. No me importa. Si no os gusta mi estilo de gestión, podéis buscar empleo en otra parte. Pero antes oídme.

«Hay gran cantidad de tareas mentales que el mercado no controlado puede absorber, así como muchas funciones de diseño creativo limitado y de alteración para las cuales siempre hay demanda. Además, hay una zona que ninguno de vosotros ha explorado, aunque tenéis a mano las herramientas. Hay trabajo en campos científicos y técnicos. Hay trabajo en inversión, operaciones pequeñas, migración de datos, limpieza de contexto, espacios de reposo de la Mentalidad. ¡Trabajo humilde, pero honrado! ¿Y qué hay de la pseudogastronomía? ¡Todos hacen una pausa para una pseudocomida cuando trabajan, y los Exhortadores no pueden controlar las vías mentales públicas ni los canales oscuros desviacionistas! ¿Por que no podéis tener vuestra empresa, formar vuestras tiendas mentales, invertir vuestro capital?

»Es fácil adquirir este entrenamiento; es de dominio público, y es adecuado para todas las conexiones y neuroformas estándar. Es verdad que los sofotecs pueden realizar cualquiera de estas operaciones más rápida y eficientemente que nosotros. Pero también es verdad que no pueden hacer todo al mismo tiempo, en todos los lugares, tan económicamente como todos desean. En alguna parte siempre hay alguien que quiere que se hagan otras cosas, que se realice más labores. Siempre hay alguien dispuesto a pagar menos por un trabajo de calidad moderadamente inferior. ¿Por qué no podemos ser los que encuentren y realicen ese trabajo?

Faetón envió al primer turno a completar algunas de las tareas de línea de ensamblaje, en general patrón de datos y limpieza de enlaces, que los viejos mercados de Ironjoy aún necesitaban. Eso era similar a lo anterior.

Pero envió a un segundo grupo a recoger unas prendas cuya confección había negociado con Hija-del-Mar. Como su madre, ella no temía a los Exhortadores. El día anterior Faetón había hallado en los archivos de Ironjoy una rutina de traducción que permitía que una neuroforma humana se comunicara con la extraña configuración mental y frecuencia temporal de la Hija. Ella convino en brindar a la comunidad ropas resistentes, así como ciertos fármacos y alimentos, a cambio del cuidado de las aves, las podas y las microbiogénesis que necesitaban sus cuerpos. Ante todo, la hija quería eliminar los anuncios implorantes que muchos donantes y pretendientes habían enviado para llamarle la atención. Estaba harta de ellos.

Ahora los floteros vestían aún mejor que los costeros, y con prendas limpias y dignas. ¡Sin duda mejoraría su estima, y elevaría su conducta chapucera a formas mejores! Faetón se preguntaba por qué ninguno de esos floteros había dedicado tiempo a tratar de comunicarse con Hija-del-Mar.

Un tercer grupo, bajo su dirección, fue enviado al cementerio de casas de la costa. No era una partida de juerguistas, ni una simple operación de tala de casas. Faetón realizó una investigación, encontró cada cerebro de hogar y cada semilla de cerebro, y envió al grupo a restaurar, limpiar, cultivar y cablear. Estimaba que, con estos cerebros conectados en paralelo, al cabo de dos días la tienda tendría la capacidad de un edificio externo de Radamanto, suficiente para ayudar a cada flotero en la búsqueda de empleo y desempeñar las tareas más rutinarias de dicho empleo.

Esto también brindaría a cada flotero la capacidad de conectarse con la Mentalidad (si encontraban un servidor que los aceptara) y enviar mensajes a los mercados de Ironjoy sin la mediación de Ironjoy.

Una vez más, Faetón se preguntó por qué ninguno de ellos había pensado antes en esto.

Envió un cuarto grupo a limpiar la herrumbre de la barcaza. No lo hizo porque contribuyera a ningún plan, sino sólo porque la suciedad del casco era desagradable.

El último grupo, consistente sólo en neomorfos semejantes a cajas, nadó a lo largo de los mechones de fibra de conexión y los viejos cables nerviosos que envolvían las casas flotantes como una telaraña. Con grapas mecánicas de las robocajas de proa, injertaron y juntaron rollos del material. Y rezongaban sin cesar, quejándose en estallidos agudos, comprimidos y subsónicos, pero Faetón esperaba que hallaran suficiente fibra desaprovechada para permitirle cablear toda la comunidad flotante para transmitir luz, energía, lenguaje y texto. La tarea de extender físicamente los cables de una casa a otra podía ser realizada por los guantes araña en cuestión de horas.

Faetón abrigaba la secreta esperanza de que estas dos últimas mejoras, si alguno de los flotantes era suficientemente listo, permitieran que alguien más configurase un buscador y una tienda mental propia, y rompiera para siempre con el monopolio de Ironjoy. ¿Les disgustaba la rígida insistencia de Faetón en la puntualidad, la vestimenta adecuada, la sobriedad? Mejor así. Cuanto más impopular fuera Faetón, más pronto otro flotante iniciaría su propia actividad y atraería a sus propios clientes.

En el ocaso, Faetón celebró una pequeña ceremonia. Todos los que no trabajaban en el turno de noche estuvieron en la cubierta de la barcaza cuando señaló las casas en penumbra que los rodeaban. Hizo el gesto de reinicio.

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