Fragmentos de una enseñanza desconocida (33 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

BOOK: Fragmentos de una enseñanza desconocida
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"Pero felizmente para el hombre, es decir para su paz y su sueño, este estado de conciencia es muy raro. Desde su más tierna infancia, los topes han comenzado a desarrollarse y a fortalecerse en él, quitándole progresivamente toda posibilidad de ver sus contradicciones interiores; por consiguiente, para él no hay el menor peligro de un súbito despertar. El despertar sólo es posible para aquellos que lo buscan, que lo quieren, y que están dispuestos a luchar consigo mismos, a trabajar sobre sí mismos, mucho tiempo y con perseverancia para obtenerlo. Con este fin, es absolutamente necesario destruir los «topes», es decir, ir al encuentro de todos los sufrimientos interiores que están ligados a la sensación de las contradicciones. Además, la destrucción misma de los «topes» exige un trabajo muy largo, y un hombre tiene que estar de acuerdo con este trabajo, comprendiendo bien que para él el despertar de su conciencia estará acompañado de todas las incomodidades y de todos los sufrimientos imaginables.

"Pero la conciencia moral es el único fuego que puede fundir todos los polvos metálicos del crisol, del que ya hemos hablado, y crear la unidad que el hombre no poseía en el estado en que emprendió el estudio de sí mismo.

"El concepto de «conciencia moral» nada tiene en común con el de «moralidad».

"La conciencia moral es un fenómeno general y
permanente.
Es la misma para todos los hombres y no es posible sino en ausencia de los «topes». Desde el punto de vista de las diferentes categorías de hombres, podemos decir que existe la conciencia del hombre que no tiene contradicciones. Esta conciencia no es sufrimiento, sino una alegría de carácter enteramente nuevo, y que somos incapaces de comprender. El despertar aun momentáneo de la conciencia moral en un hombre con millares de «yoes» diferentes implica obligatoriamente el sufrimiento. Por tanto, si estos instantes de conciencia se repiten más a menudo y duran cada vez más, si el hombre no les teme, sino por el contrario coopera con ellos y trata de guardarlos y prolongarlos, un elemento de alegría muy sutil, un gusto anticipado de la verdadera «conciencia lúcida» penetrará gradualmente en él.

"El concepto de moralidad no es general. La moralidad está hecha de «topes». No hay una moral común: lo que es moral en la China es inmoral en Europa y lo que es moral en Europa es inmoral en la China, lo que es moral en San Petersburgo es inmoral en el Cáucaso y lo que es moral en el Cáucaso no lo es en San Petersburgo. Lo que es moral para una clase de la sociedad es inmoral para otra y viceversa. La moral es siempre y en todas partes un fenómeno artificial. Está hecha de múltiples «tabúes», es decir de restricciones y de exigencias variadas, algunas veces sensatas en su raíz, otras veces habiendo perdido todo sentido, o no habiéndolo tenido nunca porque han sido establecidas sobre una base falsa, sobre un terreno de supersticiones y de terrores imaginarios.

"La moralidad está hecha de «topes». Y puesto que hay topes de todas clases y como las condiciones de vida varían considerablemente en los diferentes países, en diferentes épocas y entre distintas clases sociales, la moral así establecida es también muy diversa y contradictoria. No existe una moral común a todos. Asimismo es imposible decir que hay una sola moral para toda Europa, por ejemplo. Se dice algunas veces que la moral europea es la «moral cristiana». Pero ante todo, la idea de «moral cristiana» admite en sí misma un número muy grande de interpretaciones, y muchos crímenes han sido justificados por esta «moral cristiana». Luego la Europa moderna no tiene realmente casi nada en común con la «moral cristiana» cualquiera que sea el sentido que se le atribuya.

"En todo caso, si es la «moral cristiana» la que ha llevado a Europa a la guerra que se desarrolla actualmente, ¿no sería preferible mantenerse tan alejado como fuese posible de tal moral?

—Muchas personas dicen que no comprenden el aspecto moral de su enseñanza, dijo uno de nosotros.

—Y otros dicen que su enseñanza no comporta moral alguna.

—¡Seguro que no! dijo G. A la gente le gusta mucho hablar de moral. Pero la moral es una simple autosugestión.
Lo que es necesario es la conciencia.
No enseñamos moral. Enseñamos cómo se puede descubrir la conciencia. La gente no se pone contenta cuando decimos esto. Dicen que no tenemos
amor.
Simplemente porque no alentamos la debilidad y la hipocresía, sino por el contrario arrancamos todas las máscaras. Aquél que desea la verdad no hablará de amor o Cristianismo porque sabe cuán lejos está de esto. La doctrina cristiana es para los Cristianos. Y los Cristianos son aquellos que viven de acuerdo con Cristo, es decir que hacen todo según sus preceptos. ¿Pueden vivir en conformidad con los preceptos de Cristo, aquellos que hablan de amor y de moral? Naturalmente, no lo pueden hacer; pero siempre habrá habladurías de este tipo y siempre habrá gente para quien las palabras pesarán más que las cosas. Sin embargo, hay una señal que nunca falla: quienes hablan de tal manera son hombres vacíos; no vale la pena perder el tiempo con ellos.

"La moral y la conciencia son dos cosas bien diferentes. Una conciencia nunca puede contradecir a otra. Pero una moral siempre puede contradecir y aun negar fácilmente a otra moral. Las morales se destruyen completamente unas a otras. Los hombres con «topes» pueden ser muy morales. Pero sus «topes» pueden ser diferentes; dos hombres muy morales pueden entonces considerarse el uno al otro muy inmorales. Por regla general esto es casi inevitable. Cuanto más «moral» es un hombre tanto más estima «inmorales» a los demás hombres «morales», que no lo son de la misma manera que él.

"La idea de moral está ligada a la idea de buena o mala conducta. Pero la noción del bien y del mal difiere de un hombre a otro; siempre es subjetiva en el hombre Nº 1, 2 ó 3, y cada vez es función del momento o de la situación. El hombre subjetivo no puede tener una concepción general del bien y del mal. Para el hombre subjetivo, el mal es todo lo que se opone a sus deseos, a sus intereses, o a su concepción del bien.

"Se puede decir que para el hombre subjetivo, el mal en realidad no existe. Para él no existen sino diversas concepciones del bien.
Nadie jamás hace nada deliberadamente por servir al mal, por amor al mal
. Cada uno actúa por servir al bien
como él lo entiende.
Pero cada uno lo entiende de diferente manera. Por consiguiente los hombres se despedazan y se asesinan
por servir al bien
. La razón es siempre la misma: su ignorancia y el profundo sueño en que viven.

"Esto es tan evidente que aun parece extraño que la gente no piense en ello. En todo caso, el hecho es que no pueden llegar a esta comprensión, y cada uno considera
«su bien»
como el único bien, y todo el resto como el mal. Sería ingenuo y perfectamente vano el alimentar la esperanza de que los hombres pudieran comprender alguna vez y desarrollar en ellos una idea general e idéntica del bien.

—Pero ¿no existen el bien y el mal por sí mismos, fuera del hombre? preguntó uno de los presentes.

—Sí, dijo G., solamente que esto está muy lejos de nosotros y no vale la pena perder nuestro tiempo tratando de comprenderlo ahora. Recuerden simplemente esto: la única posible y permanente idea del bien y del mal para el hombre está ligada a la idea de la evolución; por supuesto, no a la idea de la evolución mecánica sino a la idea del desarrollo del hombre por sus esfuerzos conscientes, por el cambio de su ser, por la creación de la unidad en él. y por la formación de un
Yo
permanente.

"No se puede formar en el hombre una idea permanente del bien y del mal si no está puesta en relación con una meta permanente y una comprensión permanente. Si un hombre comprende que está dormido, y si tiene deseo de despertar, todo cuanto pueda ayudarle será el
bien,
y todo cuanto obstaculice su camino, todo cuanto tienda a prolongar su sueño, será el
mal.
De la misma manera él podrá discernir exactamente lo que es bueno y malo para los demás. Lo que les ayuda a despertar es bueno, lo que se lo impide es malo. Pero sólo es así para aquellos que quieren despertarse, es decir para aquellos que comprenden que están dormidos. Los que no se dan cuenta que están dormidos y que no pueden tener deseos de despertar no pueden tener la comprensión del bien y del mal. Y como en su inmensa mayoría las personas no se dan cuenta y jamás se darán cuenta de que están dormidas, nunca podrá existir para ellas el bien y el mal.

"Esto contradice las ideas generalmente aceptadas. La gente tiene el hábito de pensar que el bien y el mal deben ser el
bien
y el
mal
para todo el mundo, y sobre todo, que el bien y el mal existen para todo el mundo. En realidad, el bien y el mal no existen sino para un pequeño número, para aquellos que tienen una meta y se dirigen hacia esta meta. Entonces, para ellos, lo que va en contra de su meta es el mal, y lo que les ayuda es el bien.

"Pero la mayoría de los durmientes dirán naturalmente que tienen una meta y que siguen una dirección definida. Para un hombre el darse cuenta de que no tiene meta y de que no va a ninguna parte es el signo de que se aproxima a un despertar; es signo que el despertar llega a ser realmente posible para él. El despertar de un hombre empieza en el instante en que se da cuenta de que no va a ninguna parte y de que no sabe a dónde ir.

"Como ya hemos dicho, los hombres se atribuyen un gran número de cualidades que en realidad no pueden pertenecer sino a aquellos que han alcanzado un grado más elevado de desarrollo y un grado más elevado de evolución que los de los hombres Nº 1, 2 y 3. La individualidad, un «Yo» único y permanente, la conciencia, la voluntad, la
capacidad de «hacer»
un estado de libertad interior —ninguna de estas cualidades pertenece al hombre ordinario, no más que la idea del bien y del mal, cuya misma existencia está ligada a una meta permanente, a una dirección
permanente
y a un centro de gravedad
permanente.

"La idea del bien y del mal algunas veces está ligada con la idea de la verdad y la mentira. Pero para el hombre ordinario, la verdad y la mentira no existen más de lo que existen el bien y el mal.

"La verdad permanente y la mentira permanente sólo pueden existir para un hombre permanente. Si un hombre cambia continuamente, la verdad y la mentira también cambiarán continuamente para él. Si a cada momento cada hombre está en un estado diferente, sus concepciones de la verdad serán tan diversas como sus concepciones del bien. Un hombre nunca se da cuenta de la forma en que comienza a ver como verdadero lo que ayer consideraba como falso, y viceversa. No se da cuenta de estos cambios, en la misma forma de que no se da cuenta de la transición de uno de sus «yoes» a otro.

"En la vida de un hombre ordinario, la verdad y la mentira no tienen ningún valor moral, porque un hombre nunca puede atenerse a una verdad única. Su verdad cambia. Si durante cierto tiempo ésta no cambia, es simplemente porque está mantenida por los «topes». Y un hombre nunca puede
decir la verdad.
Algunas veces,
«se dice» la verdad,
otras veces
«se dice» una mentira
. Por consiguiente, su verdad y su mentira están igualmente desprovistas de valor. Ni una ni otra depende de él, ambas dependen del accidente. Y esto no es menos verdadero en lo que concierne a las palabras de un hombre, a sus pensamientos, a sus sentimientos y a sus concepciones de la verdad y de la mentira.

"Para comprender la interdependencia de la verdad y de la mentira en su vida, un hombre debe llegar a comprender su mentira interior, las mentiras incesantes que se dice a sí mismo.

"Estas mentiras son producidas por los «topes». Para llegar a destruir las mentiras que inconscientemente se fabrica a sí mismo, así como las que inconscientemente presenta a los demás, los «topes» deben ser destruidos. Pero el hombre no puede vivir sin «topes». Éstos gobiernan automáticamente todas sus acciones, todas sus palabras, todos sus pensamientos y todos sus sentimientos. Si los topes fuesen destruidos, desaparecería todo control. Un hombre no puede existir sin control, aunque sólo se trate de un control automático. Sólo un hombre que posee la voluntad, es decir un control consciente, puede vivir sin «topes». Por consiguiente, si un hombre comienza a destruir los «topes» en sí mismo, debe al mismo tiempo desarrollar una voluntad. Y como la voluntad no puede ser creada a pedido ya que esto requiere tiempo, el hombre corre el riesgo de encontrarse abandonado con sus «topes» demolidos y con una voluntad aún no suficientemente fuerte. Entonces la única posibilidad que podría tener en esta fase crítica es de ser controlado por otra voluntad ya fortalecida.

"Es por esta razón por lo que en el trabajo de escuela, que trae consigo la destrucción de los «topes», un hombre debe estar dispuesto a someterse a la voluntad de otro mientras que su propia voluntad no esté todavía plenamente desarrollada. En general, el problema de esta subordinación a la voluntad de otro hombre es lo primero que se estudia. Empleo la palabra «estudiar» porque el hombre tiene que comprender por qué es indispensable tal obediencia, y tiene que aprender a obedecer. Esto no es nada fácil. Un hombre que comienza el trabajo del estudio de sí con la meta de llegar a un control sobre sí mismo, todavía está acostumbrado a creer en el valor de sus propias decisiones. El mismo hecho que haya visto la necesidad de cambiarse le muestra que sus decisiones son correctas y refuerza la creencia que pone en ellas. Pero cuando comienza a trabajar sobre sí mismo, un hombre tiene que abandonar sus propias decisiones, tiene que «sacrificar sus propias decisiones», porque de otro modo la voluntad del hombre que dirige su trabajo no podría controlar sus acciones.

"En las escuelas del camino religioso la primera exigencia es la
obediencia,
es decir la sumisión total y absoluta, pero sin comprensión. Las escuelas del cuarto camino exigen, antes que nada, la comprensión. Los resultados de los esfuerzos son siempre proporcionales a la comprensión.

"El renunciamiento a sus propias decisiones, la sumisión a la voluntad de otro, pueden presentar dificultades insuperables para un hombre, si no ha llegado a darse cuenta de antemano que de esta manera no sacrifica ni cambia realmente nada en su vida, ya que toda su vida él ha estado sometido a alguna voluntad ajena y que realmente nunca ha tomado ninguna decisión por sí mismo. Pero el hombre no es consciente de esto. Considera que tiene el derecho de escoger libremente. Le es duro renunciar a la ilusión de que él mismo dirige y organiza su vida. Sin embargo, no hay trabajo posible sobre sí, mientras no se haya liberado de esta ilusión.

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