Read Guardianas nazis Online

Authors: Mónica G. Álvarez

Tags: #Histórico, #Drama

Guardianas nazis (15 page)

BOOK: Guardianas nazis
8.51Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Por otra parte, si hay algo que caracteriza escrupulosamente a Birkenau es la trágica falta de agua que padecían. Ya en junio de 1942 se declaró que el agua de las nuevas instalaciones de Auschwitz no era adecuada ni potable para su consumo y ni siquiera para hacer un enjuague bucal. Seguramente por eso el campamento se encontraba en tan malas e insalubres condiciones.

A mediados de 1943 solo se podía utilizar un pequeño pozo de agua destinado principalmente para la cocina. El agua residual que provenía de la cocina fluía hacia los canales de desagüe ubicados bajo el suelo, así que en época de lluvias Mandel decidía que algunas de las presas más fuertes cavasen zanjas para sacar agua de allí. Aquella medida lo único que hizo fue empeorar las cosas y el resultado final fue el inicio de fuertes epidemias. Una vez realizado el trabajo cada interna tan solo podía utilizar una vez al día los grifos de agua instalados con motivo de la buena nueva.

Otro de los mandatos de la
Lagerführerin
fue que durante los periodos de tormenta se utilizasen los charcos surgidos de forma espontánea en el
Lagerstrasse
para lavar los platos y las ropas. De nuevo, la propagación de virulentas plagas asoló el campamento y con ello la vida de muchas cautivas de Birkenau. Si bien es cierto que la lluvia fue beneficiosa en algunos casos, en este en concreto se trató de toda una maldición, especialmente cuando la tierra mojada se convertía en lodo. Pese al barro, las prisioneras tenían la obligación de seguir el precepto instaurado por su supervisora.

Una de las supervivientes al Holocausto explicó con todo lujo de detalles ante la Corte de Cracovia lo que vio cuando llegó a su nuevo «hogar»:

«He encontrado el campo en un estado terrible. En ese momento, alrededor de 70.000 presas se encontraban inmersas en un estado de agotamiento total, no se preocupaban por la vida y no mostraban ninguna inclinación por ella, por lo que el resultado era que todo el campo parecía una aglomeración. Aunque había letrinas en el campamento, las presas no se beneficiaban de ellas, se vigilaban todas las funciones fisiológicas de los bloques y del bloque de al lado, porque en ese momento había una epidemia de tifus».

Entre los años 1942 y 1943 el
Frauenkonzentrationslager
no contaba con ningún baño destinado exclusivamente para las presas, así que tenían que aliviar sus necesidades en los inodoros construidos en el interior del cuartel/establo. Por la mañana ellas mismas vaciaban su contenido en la parte de atrás del emplazamiento. No fue hasta 1944 cuando el comandante de Birkenau ordenó que los construyeran. Hasta entonces este problema se zanjó fabricando primitivas letrinas colectivas donde las mujeres se podían sostener con un palo. A menudo y debido a la inestabilidad de estos sanitarios, las mujeres caían en las heces contenidas en el comedero.

La diarrea por depauperación prevaleció en este campo de concentración durante varios meses, dando lugar a la aparición de enfermedades tan contagiosas como: la fiebre tifoidea, la sarna, el paludismo o la tuberculosis. Durante su reinado María Mandel jamás hizo nada por paliar la difícil situación. Si cabe, fue aún más estricta, pécora y altanera que antes. Si hay alguien que empeoró las condiciones de vida de aquellas féminas encerradas entre cuatro paredes, esa fue sin lugar a dudas la
Bestia de Auschwitz
, que fue así como la bautizaron.

Curiosamente, el parecido entre Irma Grese y María Mandel, era abismal. Al fin y al cabo, la
Lagerführerin
había sido su maestra, enseñándola muchas de las técnicas de tortura que posteriormente desarrolló contra sus reclusas. Profesora y alumna se ganaron la repugnancia del barracón gracias a sus desalmados comportamientos.

En pleno invierno de 1943 y debido al malestar generalizado entre las reas, María Mandel procedió a pasar revista y exigió que todas las mujeres salieran a la calle principal del campamento para desnudarse. Fue entonces cuando la supervisora comprobó que llevaban jerseys debajo del uniforme para paliar el terrible frío. La ira de Mandel emergió repentinamente al ver que este colectivo había contravenido una decisión suya. El precepto indicaba claramente que solo podían vestir la ropa que se les ofrecía en el centro. Fue tal la impotencia que sintió la guardiana nazi, que dejó que durante varias horas permaneciesen desnudas al frío en el exterior del barracón. Muchas de ellas se desmayaron y algunas más sufrieron de hipotermia.

Después de este pase de revista, las prisioneras tuvieron que atravesar, de una en una, la puerta del campamento. De pie frente a ellas se encontraban las autoridades del campo, el
SS Unterscharführer
(Jefe de la Escuadra Juvenil) Adolf Taube, María Mandel y ayudantes como Margot Drechsel. «Todos ellos empujaban a la zanja a todas las mujeres que entraban torpemente, se tropezaban y caían. Entonces, descargaban a la mujer en el bloque de la muerte (Bloque 25) antes de ser gaseada. Mandel optó por llevar a la mayoría de las mujeres al bloque de la muerte», atestiguó la superviviente polaca Janina Unkiewicz.

La
Lagerführerin
discrepó durante el juicio de Cracovia que en realidad ella no participó de forma directa en esta especial selección, argumentado lo siguiente:

«Abarcando con la mirada al campamento ni siquiera era capaz de estimar el número de presos que había, el cual no coincidía en unas 500 personas. Para establecer un orden tuve que realizar un inventario de los presos. Para ello, con el acuerdo y la cooperación de la sección política, se efectuaron dos revistas de domingo (Zahlappell). Con el desorden que he encontrado y la ausencia de cualquier tipo de organización, estos pases de lista duraban muchísimo tiempo, y se extendían el día entero. Tuvieron lugar de la siguiente manera: a todas las presas que se podían mover las echaban al prado detrás de la puerta de acceso al campamento, de esta forma en el campamento únicamente se quedaban las que estaban hospitalizadas y no se podían mover. En ese prado las presas permanecían de pie hasta el fin de la revista, es decir, todo el día. No recuerdo si las presas que permanecían de pie durante este pase de lista recibieron alimento alguno. Afirmo categóricamente que durante esa revista de domingo no ha muerto ninguna presa. Únicamente ocurrió que algunas prisioneras, debido al agotamiento, cayeron. A estas las devolvieron vivas al campamento. A los presos enfermos les separaron de los presos sanos, y les aislaron en los bloques número 25 y número 26».

Sin embargo, el recuerdo que tenían las internas de aquellos pases de revista a horas intempestivas o en condiciones climatológicas adversas, no correspondían con el testimonio dado por la supervisora en jefe durante su procesamiento.

«Durante el invierno de 1942/43, en un día muy frío, Mandl convocó a todas las del FKL (
Frauenkonzentrationslager
) a una revista que llegó a durar 5 horas. Todas las prisioneras tenían que salir al prado enfrente del campo (…) muchas no aguantaron el frío y el cansancio y cayeron ya en el prado»
[19]
.

Otra de las circunstancias a destacar fue el despioje parcial y realizado a las cautivas en las dependencias de Birkenau. El saneamiento inadecuado, la suciedad y la mugre dentro y fuera del recinto provocó un contagio generalizado de piojos que degeneró en pediculosis. Por su parte, esta dolencia fue la causa principal del tifus epidémico que experimentaron la mayoría de las reas. Así que una de las soluciones que dispuso María Mandel, fue consumar las célebres desinfecciones de forma regular.

Para ello las prisioneras tenían que desnudarse completamente en el exterior, sin que a la supervisora o a sus ayudantes les importase lo más mínimo el clima o la estación del año que fuese. Después de fumigarles la ropa, procedían a desinfectarles el cuerpo salpicándoles un tinte. Luego las bañaban con agua caliente y en seguida con fría. Aunque a veces solo las rociaban con agua helada. Tras el colorante y el baño, les pasaban un trapo humedecido con un desinfectante llamado Cuperx y les frotaban la cabeza y otras partes del cuerpo con vello, inclusive las partes íntimas. Una vez terminada la fase de desinfección, las reclusas tenían que esperar en la pradera durante varias horas hasta que su ropa fuese purificada. Por desgracia, el personal de las SS se confundía constantemente en la devolución de las prendas a sus dueñas. Esto generó casos donde el presunto uniforme recién lavado, en realidad correspondía a un fallecido víctima del Zyklon B, el insecticida utilizado en las cámaras de gas durante el Holocausto. Tales equivocaciones, supuestamente inocentes aunque con un fundamento intencionado, acabaron con la vida de cientos de personas. Aquel líquido en contacto con el aire producía cianuro de hidrógeno gaseoso, venenoso y mortal no solo para los humanos sino para cualquier ser vivo.

Quiero apuntar explícitamente que todas las actividades relacionadas con la petición de Mandel de desinfectar a todas aquellas prisioneras, estuvo bajo la supervisión de sus superiores de las SS, quienes permitieron las más dementes de las barbaridades. La presencia de los alemanes riéndose y avergonzándose de los confinados mientras desempeñaban dichas tareas, fueron minando la confianza de unas mujeres que, por imperativo nazi, permanecían desnudas esperando a que les devolviesen sus harapos.

Las ya mencionadas desinfecciones que se efectuaron durante la mala gestión de María Mandel en el campo de mujeres de Birkenau, aparte de ser obligatorias, entrañaron un aire de descuido y una sanguinaria falta de coordinación con respecto a otras partes del campamento.

Una de las primeras en producirse tuvo lugar del 6 al 8 de diciembre de 1942, la segunda del 9 al 11 de julio, una más en el segundo semestre de ese mismo año y la última durante 1944. En general, ningún prisionero podía librarse de la tan angustiosa desparasitación. Ni siquiera los camaradas nazis, incluida Mandel, podían abandonar el barracón durante esta fase. Cumplían órdenes directas de los altos mandos de Auschwitz, cuya gestión emplazaba a sus empleados a trabajar allí hasta el final de la esterilización. Aquel proceso sometía a los pacientes a un duro tratamiento cuyo final era primeramente permanecer en la enfermería del centro de internamiento, para después y por lo habitual, acabar muriendo.

Llegados a este punto hay que recordar uno de los trágicos acontecimientos acaecidos en el invierno de 1942-1943. Concretamente un domingo muy frío donde como venía siendo costumbre, Mandel pasó revista en el
Frauenkonzentrationslager
a las cinco de la madrugada. En un santiamén, la perturbadora desinfección se volvió trágica cuando tras las órdenes de la
SS-Lagerführerin
unas 1.000 prisioneras murieron congeladas. Después de aquello, muchas fueron las reclusas que lograron sobrevivir a aquel horror para contar su historia. Entre ellas y muy especialmente Erna Laskówna, quien afirmó que durante las largas horas que duraba la fumigación, Mandel se entretenía pegando tiros a determinadas reclusas asesinándolas en el acto. La supervisora de Birkenau no solo se limitó a no admitir tales acciones durante el proceso de posguerra, sino que además aseveró que no podía recordar esta actuación.

TESTIMONIOS / LA POLÍTICA DEL TERROR

En las interminables horas de trabajo forzoso las presas más débiles por la falta de alimentos y agua caían como moscas ante la atónita mirada del resto de sus compañeras. Decenas de miles de muertos se apilaban en grandes zanjas después de haber sufrido desnutrición e infinidad de enfermedades. El trato de Mandel y las subordinadas que tenía a su cargo, como las
Rapportführerin
(supervisoras de comunicación), las
Aufseherin
(guardianas) o las
Kommandoführerin
(líderes del comando o unidad), atormentaban diariamente a las víctimas con brutales maltratos y vejaciones. Incluso los llamados
Kapos
se integraron en una política del terror a la espera de ser los siguientes en la lista de defunciones. Pero mientras tanto y para retrasar su trágico futuro inmediato, lo más adecuado era seguir la estela y las órdenes de sus enemigos.

Aquella situación pasó de ser puntual a algo generalizado y normal entre los integrantes de las SS. Los testimonios que se sucedieron a partir de entonces reflejaron la iniquidad y la deshumanización de un pueblo alemán ávido de poder y control sobre el resto del mundo. Y en esta coyuntura, sobre inocentes sin voz ni voto. Mujeres, niños y ancianos que luchaban hasta la muerte por mantener ese hilo de vida en condiciones tan adversas y perversas como aquellas. Ya lo decía Voltaire «la civilización no suprime la barbarie, la perfecciona».

Algunas de las mujeres húngaras que sobrevivieron a la era de Mandel y sus fieles devotos explican con pelos y señales lo ocurrido tras los muros de Birkenau. Para ellas fue todo un infierno sobre la tierra.

Uno de estos casos nos habla de tres hermanas de apellido Hermann, que llegaron desde la población de Munkács al Bloque 24 Sección BIIc del campamento Birkenau.

«Había 1.000 personas en cada barracón. No había trabajo que hacer; solamente había revistas continuamente. Ellos normalmente gastaban seis horas al día, pero si pasaba algo, por ejemplo, faltaba alguien, duraba más tiempo aún, y podía ocurrir que nos quedásemos de rodillas hasta el final. Una mujer de las SS le dio un golpe con un garrote en la cabeza de Erzsi, por lo que tuvo una herida supurante durante ocho semanas. También le hicieron cirugía en el Campo A. Cinco minutos después de volver de la operación tuvo que arrodillarse durante cinco horas por una revista. Las noches eran terribles porque la cabeza de Erzsi estaba supurante y podían pasar días antes de que le cambiasen el vendaje.

Olía muy mal, y no solo nosotras que estábamos a su lado, sino todas las que estaban tumbadas cerca sufríamos de ello. Preguntamos a la Aufseherin que la permitiese quedarse durante la revista, por lo menos cuando lloviese, pero ella la echó fuera con solo una venda de papel en su cabeza diciéndole "tú vas a perecer aquí de todas formas". La lluvia caía en el barracón, pero no era la única razón por la que no podíamos dormir. Lo peor era que oíamos y veíamos llegar un transporte seguido por el otro. Oíamos los gritos, los llantos desesperados pidiendo ayuda y los chillidos»
[20]
.

Entre las descripciones que se hicieron de las guardianas del campo femenino de Birkenau destacan, por ejemplo, aquella donde las reas Kottmann y su hija procedentes de Kispest aseguraban que «estas mujeres eran también muy groseras y terribles con nosotras, por lo general mucho peor que los hombres alemanes. Ellas nos golpeaban, pateaban y empujaban por cualquier nimiedad». Pero el castigo físico hacia las mujeres del barracón no era el único ejercido por las supervisoras nazis, el maltrato mental era aún mucho peor. Llegaban a amenazarlas con seleccionarlas para ser mano de obra del crematorio y si no aceptaban de buena manera acabarían dentro del incinerador.

BOOK: Guardianas nazis
8.51Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Wood of Suicides by Laura Elizabeth Woollett
McNally's Risk by Lawrence Sanders
Shadow Over Avalon by C.N Lesley
Love's Sweet Surrender by Sandy Sullivan
Random Acts of Unkindness by Jacqueline Ward