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Authors: Domingo Santos

Hacedor de mundos (20 page)

BOOK: Hacedor de mundos
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»El mundo, por supuesto, no supo cual era la autentica naturaleza de esa Academia y de sus miembros. Se le llegó a conceder el premio Nóbel de la paz «por su lucha por la unión en todo el mundo de las grandes mentes de buena voluntad», poco antes de que los premios Nóbel fueran definitivamente abolidos. Y él siguió calladamente con su labor.

»A su muerte, sus discípulos siguieron la tarea emprendida. En la primera década de este siglo, como saben ustedes, se produjo la famosa reacción contra la ciencia y la tecnología en general que motivó que muchos científicos, intelectuales y técnicos resultaran muertos, otros huyeran y la mayoría se refugiaran en el mundo de la clandestinidad. Los seguidores de Boher se refugiaron en el mundo de la clandestinidad. ¿Por qué no actuaron cambiando la situación con su poder y situando las cosas al nivel que estaban antes? Bueno, todavía se hallaban en un estadio de asentamiento de sus poderes y carecían de la coordinación necesaria para emprender una tarea de tanta envergadura. Se habían dedicado más a la investigación del alcance de sus poderes que a sus posibilidades practicas. En general, su coeficiente de poder no era muy alto. Y tampoco habían llegado todavía a la realización de que, uniendo sus respectivos poderes, podían llegar a techos mucho más altos. Fue este movimiento anticientífico el que les hizo pensar en todos estos aspectos y dar un giro espectacular a sus líneas de actuación.

»En consecuencia, la Academia de Heinrich Boher se convirtió en su camino a la clandestinidad en una serie de empresas privadas unidas entre sí. La fachada de esas empresas servía, mediante utilizaciones cuidadosamente estudiadas del poder, para proporcionar ingresos al grupo a fin de conseguir su estabilidad económica y procurarles fondos para continuar con sus estudios e investigaciones. Así, poco a poco, estas compañías fueron cambiando, aglutinándose, hasta formar lo que son ahora: el grupo IVAC, una empresa de inversiones que posee sucursales y delegaciones en las principales ciudades del mundo.

———

Bernstentein hizo una larga pausa. El vaso volvió a aparecer en sus manos. Lo apuró. Sonrió como disculpándose.

—Perdonen, pero lo necesito. ¿Quieren beber algo también?

—Si lo queremos podemos procurárnoslo por nosotros mismos —dijo David—. Siga.

El hombre asintió con la cabeza. Hizo desaparecer el vaso.

—En realidad, ya está dicho todo —señaló—. Esto es en líneas generales todo lo que sabemos del poder y la forma en que actúa, y el porqué existe nuestra hermandad. ¿Qué más quieren saber?

—Muchas cosas más —dijo David—. En primer lugar, ¿cuáles son los fines reales de esta falsa hermandad? Su versión de cuidar y vigilar el buen uso del poder es un cuento de hadas muy hermoso.

El hombre sonrió.

—Creí que había quedado claro ya con lo que les he explicado. Durante todo el tiempo en que aquellos que poseían el poder actuaron independientemente y según sus respectivas personalidades, se produjeron muchos cambios importantes en el mundo. En realidad, no sabemos cómo sería nuestro planeta hoy si no hubieran existido. Algunos de nuestros miembros se han dedicado a un estudio exhaustivo de la historia bajo esta nueva luz. Están convencidos de que personalidades históricas tan importantes como Atila, Napoleón o Hitler poseían el poder en un grado elevado, y solamente fueron vencidos cuando alguien con un poder superior a ellos, o quizá varios poseedores del poder unidos, consiguieron derrotarles. En el caso de Hitler por ejemplo, uno de nuestros compañeros ha estudiado profundamente el tema, y ha llegado a la conclusión de que fue derrotado solamente cuando varios oficiales de la Wehrmacht, poseedores del poder y contrarios a la ideología hitleriana, unieron sus esfuerzos en secreto para derrotarle. Incluso hay un miembro de la hermandad que afirma que América no existía hasta que Colón la creó de la nada, de forma inconsciente, para librarse del trauma de su fracaso de no hallar el camino a las Indias Orientales. Pero esto, por supuesto —sonrió—, es una hipótesis bastante discutible.

»Lo que quiero decirles es que la creciente complejidad del mundo hace que cualquier intervención importante en la realidad circundante pueda tener alcances insospechados. Piense en sus propias acciones, señor Cobos. Sin pretenderlo, ha movido usted todo nuestro sistema cien parsecs en el universo. Ha eliminado toda una sección militar, lo cual ha significado, se lo puedo decir con exactitud, la desaparición de ochocientos treinta y seis personas, con las correspondientes familias. Piense que una actuación incontrolada del poder es como una bola de nieve. Actúa en cascada, y a veces su final es imprevisible. No podemos correr este riesgo.

»Nuestra hermandad, que se lo diré antes de que me lo pregunte, no tiene nombre más allá de esta pantalla de la IVAC, sencillamente porque no lo necesita, pretende evitar que alguna acción incontrolada del poder cree algún desastre que tal vez dio origen al diluvio universal. Nuestros miembros jamás utilizan por su propia cuenta el poder más allá de un límite que podríamos llamar doméstico. Cualquier actuación importante es decidida en asamblea y cuidadosamente controlada. Una de nuestras misiones más importantes, precisamente es la vigilancia y detección de aquellos que se revelan como poseedores del poder.

—El hombre que acudió a visitar a mi padre —dijo Isabelle con un hilo de voz.

—Exacto. Era uno de nuestros miembros.

—¿Por qué no le explicaron entonces todo lo que nos está contando usted ahora? —protestó Isabelle—. ¿Por qué lo dejaron fuera?

Bernstentein frunció los labios.

—Bien... existen muchas otras personas poseedoras del poder en la Tierra, aparte esos cien o doscientos que les he dicho; pero su poder es tan escaso y limitado que no es operable más allá de ese limite doméstico al que me he referido. Muchos de ellos transcurren toda su vida sin siquiera darse cuenta de que lo poseen. Son esas personas que decimos que tienen suerte en la vida, que «todo les sale bien». Influyen a su alrededor, pero a un nivel tan ínfimo que su influencia no tiene repercusiones más allá de su entorno más directo, y ni ellos mismos se dan cuenta de que están ejerciendo esa influencia. Como usted, señorita, si no hubiera sido entrenada desde niña en el poder de su padre.

Pareció arrepentirse de haber dicho aquello. Se agitó en su asiento.

—Miren, nosotros no podemos convertirnos en una especie de sociedad protectora de gente con poderes en ciernes. Desde un principio tuvimos que establecer un límite. Mejor dicho, dos límites. El primero nos señala quiénes, de entre los poseedores del poder, merecen nuestra atención. Los que se hallan por debajo de este límite son desechados como... inofensivos, podríamos decir. Los que se hallan por encima de él merecen nuestra atención, pero si no llegan al segundo límite no pueden entrar a formar parte de nuestra hermandad, porque su poder no es lo suficientemente intenso como para provocar cambios importantes en el mundo. El caso de su padre, señorita era uno de ésos. Algunos intentan pese a todo rebelarse, y entonces tenemos que intervenir. La mayoría, sin embargo, saben mantenerse a raya.

»Solamente aquellos que poseen un poder lo suficientemente intenso como para ocasionar cambios importantes en el mundo merecen nuestra atención. Ellos son los que pueden entrar a formar parte de nuestro grupo... siempre que acepten nuestras reglas y se sometan a ellas.

—¿Y si no lo hacen? —preguntó Isabelle.

El hombre suspiró.

Entonces, muy a nuestro pesar, nos vemos obligados a anularles.

El eufemismo no dejaba de ser irónico. Sin embargo, David no se rió.

—Entonces —quiso saber—, ¿por qué pretenden eliminarme sin siquiera darme la oportunidad de decidir si quiero entrar o no a formar parte de esta hermandad de ustedes?

10

Hubo un largo silencio. Bernstentein se humedeció los labios. Parecía hallarse acorralado. Miró hacia el gran ventanal, como si buscara apoyo en el alto chorro del surtidor del lago. Pero el viento había cambiado de dirección, y había sido cortado. Aquello pareció acabar de deshincharle.

—Porque le teníamos miedo —admitió con voz apagada.

—¿Miedo? —David frunció el ceño.

—Mire, yo no me considero un prodigio con el poder —dijo Bernstentein—. Pero mi coeficiente es bastante grande. Podría hacer desaparecer esta ciudad entera si quisiese, y borrar su existencia de todos los libros de historia. Sabe lo que significaría esto: es una ciudad con mucha historia. Sin embargo, tras un primer intento en que le pillé por sorpresa, no pude impedir que usted hiciera desaparecer mi mesa y mi silla y me sentara ridículamente en el suelo. No pude. —Su voz era casi un lamento.

—¿Quiere decir...? —David no terminó la frase. No encontró las palabras.

—Un hombre que puede desplazar todo el sistema solar treinta billones de kilómetros en el espacio en una millonésima de segundo —dijo Bernstentein—. Nadie ha intentado algo así hasta ahora, por supuesto, pero no creo que nadie de nosotros pueda hacerlo.

David empezaba a comprender.

—Y yo lo hice —murmuró.

—Exacto. Usted lo hizo, sin haber recibido ninguna educación, sin saber siquiera que poseía el poder, solo con la fuerza de su compulsión ante una muerte inminente. El hecho nos sumió en el pánico.

David se echó hacia atrás en su silla. Pensó en la forma como se había librado de los dos guardias jurados, la facilidad con que había incluido su nombre en la agenda de la recepcionista, aunque luego Bernstentein lo borrara en un fútil intento. Recordó las palabras de Isabelle: «Estás mejorando». ¿Lo estaba realmente?

—Pero esto no es motivo para matar —dijo.

—Tal vez no. Pero a veces el instinto de supervivencia anula todas las demás consideraciones. Hemos tenido muchos problemas con otros poseedores del poder antes de ahora. Algunos realmente graves. Cuando supimos de su existencia nuestra primera pregunta fue: ¿qué puede llegar a hacer este hombre con un poder salvaje de límites inconcebibles que no sabemos cómo va a emplear? La respuesta era simple y aterradora: puede llegar a destruir la Tierra. A partir de ahí se disparó el mecanismo de autoprotección.

—Y decidieron que la mejor incógnita es la incógnita muerta.

El hombre asintió lentamente.

—Bien —dijo David—. No estoy muerto pese a que lo han intentado dos veces..., la segunda, por cierto, de un modo un tanto rocambolesco. ¿Ahora qué?

—Ahora no sé. Yo soy solamente un miembro dentro de nuestra hermandad. No puedo decidir. Hay un consejo para ello.

—Quiero hablar con ese consejo.

—Imposible. Sus sesiones son absolutamente privadas.

—¿Usted forma parte de ese consejo?

Bernstentein dudó.

—S... sí.

—Está bien. Ahora ya sé quien es usted. ¿Ha pensado que me costará muy poco seguirle el rastro y dejar que usted me lleve hasta los demás?

—Imposible. Nuestra forma de reunirnos es un tanto especial. Cuando celebramos una reunión no tomamos un avión y nos juntamos todos en un lugar determinado. Creamos este lugar y nos trasladamos allí utilizando el poder. Un lugar fuera de este mundo.

—Como los que elaboran para mí, pero sin sus desagradables ocupantes.

Bernstentein agitó pesaroso la cabeza.

—Usted posee el poder, pero pese a lo que le he dicho sigue sin comprender nada de él. Permita que no responda a su observación.

—No le permito nada. Escuche, quiero llegar al fondo de este asunto. Si es necesario, estoy dispuesto a no reparar en medios.

—¿Qué puede hacer contra nosotros? Sí, es cierto, puede matarme. O eliminarme, por emplear una palabra más ajustada al concepto. Pero con eso sólo conseguirá cerrar la puerta de acceso hacia los demás. Piense, que si nos vemos amenazados, podemos hacer desaparecer esta compañía en un abrir y cerrar de ojos y crear en un momento otra red que sea totalmente inaccesible para usted. Cierto, puede que tras mucho tiempo y numerosas investigaciones llegue a descubrirla también, pero entonces lo único que tendremos que hacer es repetir el proceso y volver a empezar de nuevo. No: si nosotros no queremos, usted no puede alcanzarnos.

—Pero le tengo a usted. Hay otros medios más sutiles de convencerle. No necesito eliminarle. Puedo... torturarle. Usted mismo ha reconocido que mi poder es superior al suyo. Está indefenso en mis manos. Puedo arrancarle los miembros uno a uno. Hacer arder astillas en las uñas de sus manos y pies, mientras le inmovilizo para que no pueda defenderse. Desventrarle y esparcir sus entrañas sobre esta mesa, bajo un potente foco para que se vayan secando lentamente, mientras cauterizo todos sus vasos sanguíneos para que no desangre. Puedo...

Isabelle reprimió una exclamación. Bernstentein alzó una mano. No se había inmutado en lo más mínimo.

—No sea truculento. No le creo capaz de todo esto que alardea, y aunque lo fuera no lo podría llevar a la práctica. Cierto, mi poder es inferior al suyo, pero está educado. Usted, a mi lado, es poco más que un salvaje. ¿Ha pensado que nosotros, los que poseemos el poder, disponemos de un medio infalible de salvarnos de cualquier peligro, si lo vemos a tiempo? Basta con que nos retiremos. Todos tenemos un lugar propio nuestro, una nada que nadie sabe donde está, ni siquiera si está en algún lugar, pero que existe y nos ofrece un refugio inviolable. Lo llamamos el limbo, y es particular para cada uno de nosotros. Nadie puede entrar en él excepto su propietario y quien él quiera llevar consigo, porque nadie posee sus llamémosle coordenadas, y hay la teoría que nadie las posee porque el limbo es una invención del cerebro, y cuando nos retiramos a él lo hacemos a un lugar distinto cada vez, si realmente es un lugar, una localización aleatoria que no está en ninguna parte estando en todas partes a la vez. No intentaré explicárselo porque seguramente no lo comprendería. En el momento en que usted intentara hacer algo contra mi persona, descubriría que he desaparecido. Y desde el limbo puedo trasladarme de vuelta a cualquier sitio que desee... solo tengo que pensarlo. Estaría fuera de su alcance antes de que usted se diera cuenta de ello, y no podría volver a localizarme nunca. Mientras que yo, todos nosotros, le tendríamos a usted constantemente bajo nuestra vigilancia.

Hizo una pausa. David se dio cuenta de que todo el nerviosismo y el temor del hombre al principio habían desaparecido. Como si alguien, desde algún lugar, le hubiera insuflado una nueva confianza en sí mismo. ¿Se había puesto en contacto con sus compañeros de logia, y ellos le habían transmitido nuevas fuerzas? Tal vez en estos momentos se estuviera arrepintiendo de todo lo que le había dicho.

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