Read Harry Potter. La colección completa Online
Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
Ron y Hermione se inclinaron sobre la mesa para leerlo; el artículo era muy corto, estaba colocado al final de una columna y decía:
TENTATIVA DE ROBO EN EL MINISTERIO
Sturgis Podmore, de 38 años, vecino del número 2 de Laburnum Gardens, Clapham, se ha presentado ante el Wizengamot acusado de entrada ilegal y tentativa de robo en el Ministerio de Magia el 31 de agosto. Podmore fue detenido por el mago de seguridad del Ministerio de Magia, Eric Munch, que lo sorprendió intentando entrar por una puerta de alta seguridad a la una de la madrugada. Podmore, que se negó a declarar en su defensa, fue hallado culpable de ambas acusaciones y condenado a seis meses en Azkaban.
—¿Sturgis Podmore? —dijo Ron lentamente—. Es ese tipo con una mata de pelo que parece paja, ¿no? Pertenece a la Ord…
—¡Ron! ¡Chissst! —saltó Hermione mirando aterrada a sus amigos.
—¡Seis meses en Azkaban! —susurró Harry, impresionado—. ¡Sólo por intentar entrar por una puerta!
—No seas tonto, no lo han condenado sólo por intentar entrar por una puerta. ¿Qué demonios hacía en el Ministerio de Magia a la una de la madrugada? —dijo Hermione en voz baja.
—¿Crees que hacía algún trabajo para la Orden? —murmuró Ron.
—Esperad un momento… —dijo Harry—. Sturgis tenía que venir a despedirnos, ¿no os acordáis?
Los otros dos lo miraron.
—Sí, tenía que formar parte de la guardia que nos acompañó a King's Cross. Y Moody estaba muy enfadado porque no se había presentado; por lo tanto, no puede ser que estuviera realizando una misión para la Orden, ¿verdad?
—Bueno, a lo mejor no contaban con que lo pillaran —dijo Hermione.
—¡Podría ser una trampa! —exclamó Ron, emocionado—. ¡No, escuchad! —continuó, bajando la voz exageradamente ante la mirada amenazadora de Hermione—. El Ministerio sospecha que es uno de los seguidores de Dumbledore, así que…, no sé, lo atrajeron hasta el Ministerio de alguna forma, y no es que él intentara entrar por alguna puerta. ¡Quizá sólo se hayan inventado una excusa para atraparlo!
Se produjo una pausa durante la cual Harry y Hermione reflexionaron sobre aquella posibilidad. Harry la encontraba demasiado rocambolesca. Hermione, por su parte, se mostró impresionada.
—La verdad, no me extrañaría nada que fuera eso lo que pasó —comentó, y dobló concienzudamente su mitad del periódico. Mientras Harry dejaba el cuchillo y el tenedor en el plato, ella pareció salir de un ensueño y añadió—: Bueno, creo que para empezar deberíamos ponernos a escribir esa redacción para Sprout sobre arbustos autofertilizantes, y si tenemos suerte, podremos empezar la del hechizo
Inanimatus Conjurus
para la profesora McGonagall antes de la hora de comer…
Harry sintió cierto remordimiento al pensar en el montón de deberes que lo esperaba, pero el cielo, de un azul estimulante, estaba despejado y no había montado en su Saeta de Fuego en toda la semana…
—Hombre, podemos hacerlos esta noche —propuso Ron mientras él y Harry bajaban por la extensión de césped que descendía hasta el campo de
quidditch
, con las escobas sobre el hombro y las severas advertencias de Hermione de que suspenderían todos sus
TIMOS
resonando todavía en los oídos—. Y nos queda mañana. Hermione se obsesiona demasiado con el trabajo, ése es su problema… —Hizo una pausa y añadió con un tono más angustiado—: ¿Crees que hablaba en serio cuando dijo que no piensa dejarnos copiar?
—Sí, creo que sí —respondió Harry—. Pero esto también es importante, tenemos que practicar si queremos seguir en el equipo de
quidditch
…
—Sí, tienes razón —coincidió Ron, más animado—. Y tenemos tiempo de sobra para hacerlo todo…
Mientras se acercaban al campo de
quidditch
, Harry miró hacia la derecha, donde el viento agitaba los árboles del Bosque Prohibido, pero no salió nada volando de entre las copas; en el cielo sólo se veían unas cuantas lechuzas que revoloteaban alrededor de la torre de la lechucería. Como ya tenía suficientes preocupaciones, Harry apartó de su mente al caballo volador, convencido de que no iba a hacerle ningún daño.
Cogieron las pelotas de
quidditch
, guardadas en el armario de los vestuarios, y se pusieron a entrenar. Ron defendía los tres altos postes de gol, y Harry hacía de cazador y le lanzaba la
quaffle
procurando que no la atrapara. A Harry le pareció que Ron jugaba muy bien, pues bloqueó tres cuartas partes de los tantos que Harry intentó marcarle, y a medida que practicaban, su juego mejoraba. Pasadas un par de horas volvieron al castillo para comer (ocasión que Hermione aprovechó para dejar muy claro que los consideraba unos irresponsables), y luego volvieron al campo de
quidditch
para la sesión de entrenamiento con el resto del equipo. Sus compañeros, salvo Angelina, estaban ya en los vestuarios cuando ellos entraron.
—¿Estás preparado, Ron? —le preguntó George guiñándole un ojo.
—Sí —contestó Ron, que había ido quedándose más callado cuanto más se acercaban al campo.
—¿Preparado para hacernos a todos una exhibición, prefectito? —añadió Fred asomando la despeinada cabeza por el cuello de su túnica de
quidditch
con una sonrisa ligeramente malévola en los labios.
—¡Cállate! —le ordenó Ron con expresión inmutable mientras se ponía la túnica del equipo por primera vez. Ésta le quedaba muy bien si se tenía en cuenta que había pertenecido a Oliver Wood, cuyos hombros eran mucho más anchos que los de él.
—¡Hola, chicos! —dijo Angelina al salir del despacho del capitán, ya cambiada—. Vamos a empezar. Alicia y Fred, ¿podéis llevar el cajón de las pelotas? Ah, hay un par de personas ahí fuera mirando, pero quiero que las ignoréis, ¿de acuerdo?
Por el tono forzadamente despreocupado de su voz, Harry sospechó quiénes podían ser aquellos espectadores a los que nadie había invitado, y, en efecto, cuando salieron del vestuario a la intensa luz del sol del terreno de juego, los recibió una tormenta de silbidos y abucheos del equipo de
quidditch
de Slytherin y unos cuantos hinchas, que se habían sentado en grupo hacia la mitad de las tribunas vacías y cuyas voces resonaban por todo el estadio.
—¿Qué es eso que lleva Weasley? —gritó Malfoy con su voz burlona—. ¿A quién se le ocurriría hacerle un encantamiento volador a un palo viejo y mohoso como ése?
Crabbe, Goyle y Pansy Parkinson rieron a carcajadas. Mientras, Ron montó en su escoba y dio una patada en el suelo para despegar, y Harry lo siguió y vio cómo se le ponían las orejas coloradas.
—No les hagas caso —le dijo a su amigo, y aceleró para alcanzarlo—, ya veremos quién ríe el último cuando nos toque jugar contra ellos…
—Ésa es exactamente la actitud que espero de mis jugadores, Harry —terció Angelina con satisfacción. Voló alrededor de ellos con la
quaffle
bajo el brazo y redujo la velocidad hasta quedar suspendida en un punto fijo frente al equipo—. Bueno, chicos, vamos a empezar con unos cuantos pases para calentar, todo el equipo, por favor…
—Eh, Johnson, ¿quién te ha hecho ese peinado? —gritó Pansy Parkinson desde las gradas—. ¡Parece que te salen gusanos de la cabeza!
Angelina se apartó las largas trenzas de la cara y siguió diciendo con serenidad:
—Separaos, y a ver qué podemos hacer…
Harry dio marcha atrás para alejarse de sus compañeros y colocarse en uno de los extremos del campo. Ron retrocedió hacia la portería opuesta. Angelina levantó la
quaffle
con una mano y se la lanzó con fuerza a Fred, quien se la pasó a George, quien se la pasó a Harry, quien se la pasó a Ron…, quien la dejó caer.
Los de Slytherin, liderados por Malfoy, se desternillaron de risa. Ron, que había bajado a toda velocidad para atrapar la
quaffle
antes de que llegara al suelo, remontó el vuelo torpemente, resbalando hacia un lado, y volvió hasta la altura donde estaban sus compañeros. Harry vio que Fred y George se miraban, pero ninguno de los dos dijo nada, cosa rara en ellos, y Harry se lo agradeció.
—Pásala, Ron —le pidió Angelina como si no hubiera sucedido nada.
Ron le lanzó la
quaffle
a Alicia, quien se la pasó a Harry, quien se la dio a George…
—Eh, Potter, ¿qué tal va tu cicatriz? —le gritó entonces Malfoy—. ¿Seguro que no necesitas descansar un poco? No sé, debe de hacer una semana entera que no has estado en la enfermería. Eso es un récord para ti, ¿verdad?
George le pasó la
quaffle
a Angelina; Angelina se la pasó hacia atrás a Harry, que no se la esperaba, pero a pesar de eso la atrapó con las yemas de los dedos y se la pasó rápidamente a Ron, que se lanzó para cogerla, pero la
quaffle
se le escapó por unos centímetros.
—¡Vamos, Ron! —exclamó Angelina con enfado cuando éste volvió a descender para recoger la
quaffle
—. ¡Presta más atención!
Cuando Ron volvió a alcanzar la altura necesaria para seguir jugando, habría resultado difícil decir qué rojo era más intenso, si el de la
quaffle
o el de la cara del chico. Malfoy y el resto de los del equipo de Slytherin se partían de risa.
Al tercer intento Ron atrapó la
quaffle
, y debido quizá al alivio que sintió, la pasó con tanto entusiasmo que la pelota voló entre las manos extendidas de Katie y le golpeó en la cara.
—¡Lo siento! —se disculpó Ron acercándose a Katie para ver si le había hecho mucho daño.
—¡No ha sido nada, vuelve a tu posición! —bramó Angelina—. Pero cuando le pases la pelota a un compañero intenta no derribarlo de la escoba, ¿vale? ¡Para eso ya tenemos las
bludger
s!
Katie sangraba por la nariz. Abajo, en las gradas, los de Slytherin pateaban y abucheaban a los de Gryffindor. Fred y George se acercaron a Katie.
—Tómate esto —le dijo Fred mientras le tendía una cosa pequeña y de color morado que había sacado del bolsillo—. Detendrá la hemorragia en cuestión de segundos.
—Muy bien —gritó Angelina—, Fred y George, id a buscar vuestros bates y una
bludger
. Ron, sube a los postes. Harry, suelta la
snitch
cuando yo lo diga. Vamos a marcar en la portería de Ron, evidentemente.
Harry fue volando detrás de los gemelos para recoger la
snitch
.
—Ron está haciéndolo fatal, ¿no? —murmuró George mientras los tres aterrizaban junto al cajón donde estaban las pelotas y lo abrían para sacar una
bludger
y la
snitch
.
—Es que está nervioso —replicó Harry—; esta mañana he estado practicando con él y lo hacía mucho mejor.
—Bueno, pues espero que su mejor momento no haya pasado del todo —comentó Fred con pesimismo.
Luego volvieron a subir. Cuando Angelina tocó el silbato, Harry soltó la
snitch
y Fred y George hicieron otro tanto con la
bludger
. A partir de aquel momento, Harry apenas se fijó en lo que hacían los demás. Su trabajo consistía en capturar la pequeña y dorada pelota con alas plateadas que valía ciento cincuenta puntos para el equipo del buscador que la atrapara, y eso requería mucha velocidad y habilidad. Aceleró haciendo bruscos virajes para sortear a los cazadores; el tibio aire otoñal le azotaba la cara, y los lejanos gritos de los de Slytherin dejaron de tener sentido… Pero mucho antes de lo que él esperaba, el silbato lo obligó a detenerse de nuevo.
—¡Alto! ¡Alto!
¡ALTO!
—bramó Angelina—. ¡Ron, no estás cubriendo el poste central!
Harry giró la cabeza y miró a su amigo, que estaba suspendido delante del aro de gol izquierdo, dejando los otros dos completamente desprotegidos.
—Oh…, lo siento…
—¡No paras de moverte mientras miras a los cazadores! —le recriminó Angelina—. ¡O te quedas en el centro hasta que tengas que moverte para defender un aro, o vuelas en círculo alrededor de ellos, pero no vayas de un lado para otro porque así es como te han marcado los tres últimos tantos!
—Lo siento… —repitió Ron. Su rostro, sudoroso y colorado, brillaba como una baliza contra el azul del cielo.
—Y tú, Katie, ¿no puedes hacer nada con esa nariz?
—¡Cada vez va peor! —se lamentó la chica con voz pastosa mientras intentaba contener el chorro de sangre con la manga de su túnica.
Harry observó a Fred, que parecía nervioso y se palpaba los bolsillos. Vio que el gemelo sacaba una cosa de color morado, la examinaba rápidamente y luego, presa del pánico, miraba a Katie.
—Bueno, volvamos a intentarlo —propuso Angelina. No hacía ni caso a los de Slytherin, que se habían puesto a cantar «Los de Gryffindor son unos mantas, los de Gryffindor son unos mantas», pero de todos modos se la notaba un poco tensa sobre la escoba.
Cuando apenas llevaban tres minutos volando, volvió a sonar el silbato de Angelina. Harry, que acababa de ver que la
snitch
describía un círculo alrededor de un poste de la portería contraria, se paró sintiéndose ofendido.
—¿Y ahora qué pasa? —le preguntó impaciente a Alicia, que era la jugadora que tenía más cerca.
—Es Katie —se limitó a contestar ella.
Harry giró la cabeza y vio que Angelina, Fred y George volaban a toda velocidad hacia Katie. Harry y Alicia fueron también hacia ella. Era evidente que Angelina había interrumpido el entrenamiento justo a tiempo, pues Katie estaba pálida como la cera y cubierta de sangre.
—Hay que llevarla a la enfermería —decidió Angelina.
—La llevamos nosotros —se ofreció Fred—. Es posible que… se haya tragado un manantial de sangre por equivocación…
—Bueno, no tiene sentido continuar sin golpeadores y con una cazadora menos —se lamentó Angelina. Mientras tanto, Fred y George volaban hacia el castillo llevando entre los dos a Katie—. En fin, vamos a cambiarnos.
Los de Slytherin siguieron cantando mientras los de Gryffindor entraban en el vestuario.
—¿Cómo ha ido el entrenamiento? —preguntó Hermione fríamente media hora más tarde, cuando Harry y Ron entraron por la abertura del retrato en la sala común de Gryffindor.
—Ha sido… —empezó a decir Harry.
—Un desastre total —se le adelantó Ron con voz apagada, y se desplomó en una butaca junto a Hermione. Ella miró a Ron y su frialdad pareció derretirse.
—Bueno, sólo ha sido el primero —dijo para consolarlo—, supongo que te costará cierto tiempo…