Read Harry Potter. La colección completa Online
Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
—¿De Pociones?
—¿De Pociones?
Las preguntas resonaron por el comedor; todos querían saber si habían oído bien.
—¿De Pociones? —se extrañaron también Ron y Hermione, y miraron a Harry—. Pero tú dijiste…
—El profesor Snape, por su parte —prosiguió Dumbledore, elevando la voz para acallar los murmullos—, ocupará el cargo de maestro de Defensa Contra las Artes Oscuras.
—¡No! —exclamó Harry, haciendo que muchas cabezas se volvieran hacia él. Pero no le importó: él miraba fijamente la mesa de los profesores, indignado. ¿Cómo podían darle ese puesto después de tanto tiempo? ¿Acaso no se sabía desde hacía años que Dumbledore no confiaba en Snape para ese cometido?
—Pero, Harry, tú dijiste que esa asignatura iba a impartirla Slughorn —le recordó Hermione.
—¡Eso creía! —repuso Harry, furioso, e intentó precisar cuándo se lo había dicho Dumbledore; pero no logró recordar que el director de Hogwarts hubiera mencionado qué asignatura daría Slughorn.
Snape, que estaba sentado a la derecha de Dumbledore, no se levantó al oír su nombre; se limitó a alzar una mano para agradecer vagamente los aplausos de la mesa de Slytherin. No obstante, Harry detectó una mirada de triunfo en aquellos rasgos que tanto odiaba.
—Bueno, al menos hay algo positivo —se consoló—: Snape se marchará antes de que termine el curso.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Ron.
—Ese puesto está maldito. Nadie ha durado más de un año en él. Incluso Quirrell murió mientras lo desempeñaba. Así que voy a cruzar los dedos para ver si hay otra muerte…
—¡Harry! —se escandalizó Hermione.
—Quizá Snape vuelva a enseñar Pociones a final de curso —especuló Ron—. A lo mejor ese tipo, Slughorn, no quiera quedarse en Hogwarts para siempre. Moody no se quedó.
Dumbledore carraspeó. Harry, Ron y Hermione no eran los únicos que se habían puesto a cuchichear: el comedor en pleno era un hervidero de murmullos tras saberse que Snape había conseguido por fin su gran sueño. Como si no se hubiera percatado del impacto de la noticia que acababa de comunicar, Dumbledore no hizo más comentarios sobre los nuevos nombramientos y se limitó a esperar a que reinara de nuevo un silencio absoluto. Luego continuó:
—Bien. Como todos los presentes sabemos, lord Voldemort y sus seguidores vuelven a las andadas y están ganando poder.
Mientras hablaba, el silencio fue volviéndose más tenso y angustioso. Harry le lanzó una ojeada a Malfoy, que no miraba a Dumbledore, sino que mantenía su tenedor suspendido en el aire con la varita, como si considerara que el discurso del anciano director no merecía su atención.
—No sé qué palabras emplear para enfatizar cuan peligrosa es la actual situación y las grandes precauciones que hemos de tomar en Hogwarts para mantenernos a salvo. Este verano hemos reforzado las fortificaciones mágicas del castillo y estamos protegidos mediante sistemas nuevos y más potentes, pero aun así debemos resguardarnos escrupulosamente contra posibles descuidos por parte de algún alumno o miembro del profesorado. Por tanto, pido que os atengáis a cualquier restricción de seguridad que os impongan vuestros profesores, por muy fastidiosa que os resulte, y en particular a la norma de no levantarse de la cama después de la hora establecida. Os suplico que si advertís algo extraño o sospechoso dentro o fuera del castillo, informéis inmediatamente de ello a un profesor. Confío en que os comportaréis en todo momento pensando en vuestra propia seguridad y en la de los demás. —Dumbledore recorrió la sala con la mirada y sonrió otra vez—. Pero ahora os esperan vuestras camas, cómodas y calentitas, y sé que en este momento vuestra prioridad es estar bien descansados para las clases de mañana. Así pues, digámonos buenas noches. ¡Pip, pip!
Los alumnos retiraron los bancos de las mesas con el estrépito de siempre, y cientos de jóvenes empezaron a salir en fila del Gran Comedor, camino de sus dormitorios. Harry, que no tenía ninguna prisa por mezclarse con la masa de compañeros que lo miraban embobados, ni por acercarse a Malfoy para que éste tuviera ocasión de contar una vez más cómo le había destrozado la nariz, se quedó rezagado, fingió que se ataba los cordones de una zapatilla y dejó que lo adelantaran casi todos los alumnos de Gryffindor. Hermione se había colocado en cabeza del grupo para cumplir, como prefecta, su obligación de guiar a los estudiantes de primero, pero Ron se quedó con Harry.
—¿Qué te ha pasado en la nariz? Dime la verdad —pidió cuando ya eran de los últimos que quedaban en el comedor y nadie podía oírlos.
Harry le contó lo ocurrido y Ron no se rió, demostrando así lo sólida que era su amistad.
—He visto a Malfoy explicando con mímica algo relacionado con una nariz —comentó.
—Sí, ya. Bueno, eso no importa —replicó Harry, afligido—. Pero logré escuchar lo que decía antes de que descubriera que yo estaba allí…
Se había imaginado que Ron se quedaría pasmado al enterarse de los alardes de Malfoy, pero no le parecieron nada del otro mundo. Harry lo interpretó como pura testarudez.
—Hombre, Harry, sólo estaba fardando delante de Parkinson… ¿Qué clase de misión le iba a asignar Quien-tú-sabes?
—¿Cómo sabes que Voldemort no necesita a alguien en Hogwarts? No sería la primera vez que…
—No me gusta que lo llames así —le reprochó una voz a sus espaldas.
Harry se dio la vuelta y vio a Hagrid meneando la cabeza con gesto de desaprobación.
—Pues Dumbledore lo llama así —replicó Harry.
—Sí, lo sé, pero Dumbledore es Dumbledore, ¿no? —rebatió Hagrid—. Oye, Harry, ¿cómo es que has llegado tarde? Estaba preocupado por ti.
—Me he entretenido en el tren. ¿Y tú? ¿Por qué has llegado tarde?
—Estaba con Grawp —contestó Hagrid sonriendo—. He perdido la noción del tiempo. Ahora vive en las montañas, en una bonita cueva que le buscó Dumbledore. Allí es mucho más feliz que en el Bosque Prohibido. Mantuvimos una conversación muy interesante.
—¿En serio? —repuso Harry procurando no mirar a Ron, puesto que la última vez que había visto al hermanastro de Hagrid, un violento gigante con una habilidad especial para arrancar los árboles de raíz, comprobó que su vocabulario constaba de cinco palabras, dos de ellas pronunciadas incorrectamente.
—Sí, sí, ha progresado mucho —afirmó Hagrid con orgullo—. Te sorprenderías. Estoy pensando en entrenarlo para que sea mi ayudante.
A Ron se le escapó una risotada, pero consiguió que sonara como un fuerte estornudo. Ya habían llegado a las puertas de roble del castillo.
—En fin, nos veremos mañana. La primera clase es después de comer. Si venís pronto podréis saludar a
Buck
… quiero decir a
Witherwings
.
Hagrid se despidió de ellos levantando un brazo y salió por las puertas al oscuro jardín.
Los dos amigos se miraron. Harry comprendió que ambos estaban pensando lo mismo.
—Este año no vas a estudiar Cuidado de Criaturas Mágicas, ¿verdad?
Ron negó con la cabeza.
—Tú tampoco, ¿no? —Harry negó también con la cabeza—. ¿Ni Hermione? —agregó Ron.
Harry negó otra vez. No quería pensar qué diría Hagrid cuando se diera cuenta de que sus tres alumnos favoritos habían abandonado su asignatura.
Al día siguiente, Harry y Ron se encontraron con Hermione en la sala común antes del desayuno. Con la esperanza de ganar apoyo para su teoría, Harry se apresuró a contarle lo que Malfoy había dicho en el expreso de Hogwarts.
—Es evidente que presumía delante de Parkinson, ¿no? —terció Ron antes de que ella pudiera opinar.
—Bueno —vaciló Hermione—, no sé… Es muy propio de Malfoy aparentar más de lo que es. Pero eso es una mentira muy gorda…
—Exacto —convino Harry, aunque no insistió porque había demasiada gente que intentaba escuchar su conversación o simplemente lo observaba y cuchicheaba con los demás.
—¿Nunca te han dicho que señalar con el dedo es de mala educación? —le espetó Ron a un alumno bajito de quinto cuando los tres amigos se pusieron en la cola para salir por el hueco del retrato.
El chico, que estaba murmurándole algo a un amigo, se ruborizó y, con el susto, tropezó y se cayó por el hueco. Ron rió por lo bajo.
—Me encanta ser alumno de sexto. Además, este año tendremos un montón de tiempo libre, horas enteras sin clases que podremos pasar aquí sentados, descansando.
—Necesitaremos ese tiempo para estudiar, Ron —le recordó Hermione mientras echaban a andar por el pasillo.
—Ya, pero hoy no. Lo de hoy va a ser pan comido.
—¡Espera! —saltó Hermione, y le interceptó el paso a un alumno de cuarto que llevaba un disco verde lima en la mano—. Los discos voladores con colmillos están prohibidos, dámelo ahora mismo —le ordenó con autoridad.
El chico puso mala cara pero le entregó el disco, que no paraba de gruñir. Luego se coló por debajo del brazo estirado de Hermione y echó a correr detrás de sus amigos. Una vez se hubo perdido de vista, Ron le arrebató el disco a Hermione y dijo:
—¡Qué bien! Siempre quise tener uno de éstos.
Las protestas de ella quedaron ahogadas por una fuerte risa: al parecer, Lavender Brown encontraba divertidísimo el comentario de Ron. Siguió riendo mientras los adelantaba y volvió varias veces la cabeza para mirar a Ron, que parecía muy ufano.
El techo del Gran Comedor mostraba un cielo sereno y azul surcado de algunas tenues y frágiles nubes, igual que los trozos de cielo que se veían por las altas ventanas con parteluces. Mientras comían gachas de avena, Harry y Ron le contaron a Hermione la embarazosa conversación que habían mantenido con Hagrid la noche anterior.
—¡Pero cómo puede pensar Hagrid que seguiremos estudiando Cuidado de Criaturas Mágicas! —observó ella, consternada—. A ver, ¿cuándo ha expresado alguno de nosotros el menor entusiasmo?
—Pues él no lo ve así —farfulló Ron, y acabó de tragarse un huevo frito entero—. Nosotros éramos los que más nos esforzábamos en sus clases porque nos cae bien. Pero él cree que nos gusta esa absurda asignatura. ¿Creéis que alguien va a continuar estudiándola para obtener el
ÉXTASIS
?
No era necesario responder. Los tres sabían que nadie de su clase querría seguir cursando Cuidado de Criaturas Mágicas. Durante el desayuno evitaron mirar a Hagrid, y cuando éste se levantó de la mesa, diez minutos más tarde, ellos le devolvieron con parquedad el alegre saludo que el guardabosques les dirigió con la mano.
Después de desayunar, se quedaron sentados en el banco esperando que la profesora McGonagall abandonara la mesa de los profesores. Ese año la distribución de los horarios era más complicada de lo habitual, porque previamente la profesora tenía que confirmar que todo el mundo había obtenido las notas necesarias en los
TIMOS
para continuar con los
ÉXTASIS
elegidos.
Hermione recibió autorización para continuar estudiando Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras, Transformaciones, Herbología, Aritmancia, Runas Antiguas y Pociones, y sin más preámbulos salió disparada hacia su primera clase de Runas Antiguas. El caso de Neville era más complicado; la redondeada cara del muchacho delataba una gran ansiedad mientras McGonagall repasaba su solicitud y luego consultaba los resultados de sus
TIMOS
.
—Herbología, de acuerdo —dijo por fin—. La profesora Sprout se alegrará de volver a verte después del extraordinario que obtuviste en su
TIMO
. Y tienes un supera las expectativas en Defensa Contra las Artes Oscuras, así que también puedes cursar esa asignatura. Pero el problema está en Transformaciones. Lo siento, Longbottom, pero un aceptable no basta para pasar al nivel de
ÉXTASIS
; no creo que pudieras seguir el ritmo de trabajo. —Neville agachó la cabeza y la profesora lo miró a través de sus gafas cuadradas—. Pero ¿por qué te interesa tanto continuar con Transformaciones? —preguntó—. Siempre me ha parecido que esa asignatura no te gusta mucho.
Neville, con cara de pena, murmuró algo parecido a «mi abuela quiere».
—¡Bah, bah! —dijo McGonagall—. Ya va siendo hora de que tu abuela aprenda a estar orgullosa del nieto que tiene y no del que cree que merecería tener. Sobre todo, después de lo ocurrido en el ministerio. —Neville se sonrojó y parpadeó varias veces, aturdido; era la primera vez que la profesora le dedicaba un cumplido—. Lo siento, Longbottom, pero no puedo aceptarte en mi clase de
ÉXTASIS
. Sin embargo, veo que has obtenido un supera las expectativas en Encantamientos. ¿Por qué no haces ese
ÉXTASIS
?
—Mi abuela dice que es una asignatura demasiado fácil —murmuró el chico.
—Haz Encantamientos —decidió ella—, y ya le escribiré yo unas líneas a Augusta recordándole que, si bien ella suspendió su
TIMO
de esa materia, no por eso la asignatura es una bobada.
La profesora esbozó una sonrisa al ver la cara de felicidad e incredulidad de Neville. Luego dio unos golpecitos con la punta de la varita en un horario en blanco y se lo entregó con la información de sus clases. A continuación se dirigió a Parvati Patil, cuya primera pregunta fue si Firenze, el apuesto centauro, todavía enseñaba Adivinación.
—Este año, la profesora Trelawney y él se repartirán las clases —refunfuñó McGonagall; todo el mundo sabía que ella despreciaba esa asignatura—. Las de sexto las dará la profesora Trelawney.
Cinco minutos más tarde, Parvati se marchó a su clase de Adivinación con aire alicaído.
—Bueno, Potter… —prosiguió la profesora, consultando sus anotaciones y volviéndose hacia Harry—. Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras, Herbología, Transformaciones… todo correcto. Permíteme decirte que estoy muy contenta con tu nota de Transformaciones, Potter. Y ahora dime, ¿por qué no has solicitado continuar estudiando Pociones? Creía que tu gran ambición era ser
auror
.
—Lo era, pero usted me dijo que tenía que sacar un extraordinario en el
TIMO
, profesora.
—Ya, pero eso era cuando el profesor Snape daba la asignatura. En cambio, el profesor Slughorn no tiene inconveniente en aceptar alumnos que obtienen simples supera las expectativas en el
TIMO
. ¿Quieres seguir estudiando Pociones?
—Sí, pero no he comprado los libros, ni los ingredientes, ni nada…