Read Harry Potter. La colección completa Online
Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
—Muy bien, muy bien —dijo Slughorn, cuyo colosal contorno oscilaba detrás de las diversas nubes de vapor—. Sacad las balanzas y el material de pociones, y no olvidéis los ejemplares de
Elaboración de pociones avanzadas
…
—Señor… —dijo Harry levantando la mano.
—¿Qué pasa, Harry?
—No tengo libro, ni balanza, ni nada. Y Ron tampoco. Verá, es que no sabíamos que podríamos cursar el
ÉXTASIS
de Pociones…
—¡Ah, sí! Ya me lo ha comentado la profesora McGonagall. No te preocupes, amigo mío, no pasa nada. Hoy podéis utilizar los ingredientes del armario de material, y estoy seguro de que encontraremos alguna balanza. Además, aquí hay unos libros de texto de otros años que servirán hasta que podáis escribir a Flourish y Blotts…
Slughorn se dirigió hacia un armario que había en un rincón y, tras hurgar en él, regresó con dos ejemplares viejos de
Elaboración de pociones avanzadas
, de Libatius Borage, que entregó a Harry y Ron junto con dos deslustradas balanzas.
—Muy bien —dijo, y regresó al fondo de la clase hinchando el pecho, ya muy abultado, hasta tal punto que los botones del chaleco amenazaron con desprendérsele—. He preparado algunas pociones para que les echéis un vistazo. Es de esas cosas que deberíais poder hacer cuando hayáis terminado el
ÉXTASIS
. Seguro que habréis oído hablar de ellas, aunque nunca las hayáis preparado. ¿Alguien puede decirme cuál es ésta?
Señaló el caldero más cercano a la mesa de Slytherin. Harry se levantó un poco del asiento y vio que en el cacharro hervía un líquido que parecía agua normal y corriente.
La bien adiestrada mano de Hermione se alzó antes que ninguna otra; Slughorn la señaló.
—Es
Veritaserum
, una poción incolora e inodora que obliga a quien la bebe a decir la verdad —contestó Hermione.
—¡Estupendo, estupendo! —la felicitó el profesor, muy complacido—. Esta otra —continuó, y señaló el caldero cercano a la mesa de Ravenclaw— es muy conocida y últimamente aparece en unos folletos distribuidos por el ministerio. ¿Alguien sabe…?
La mano de Hermione volvió a ser la más rápida.
—Es poción
multijugos
, señor —dijo.
Harry también había reconocido la sustancia, que borboteaba con lentitud y tenía una consistencia parecida a la del lodo, pero no le molestó que Hermione contestara una vez más al profesor; al fin y al cabo, era ella quien había conseguido prepararla en su segundo año en Hogwarts.
—¡Excelente, excelente! Y ahora, esta de aquí… ¿Sí, querida? —dijo Slughorn mirando con cierto desconcierto a Hermione, que volvía a tener la mano levantada.
—¡Es Amortentia!
—En efecto. Bien, parece innecesario preguntarlo —dijo Slughorn, impresionado—, pero supongo que sabes qué efecto produce, ¿verdad?
—Es el filtro de amor más potente que existe —respondió Hermione.
—¡Exacto! La has reconocido por su característico brillo nacarado, ¿no?
—Sí, y porque el vapor asciende formando unas inconfundibles espirales —agregó ella con entusiasmo—. Y se supone que para cada uno tiene un olor diferente, según lo que nos atraiga. Yo huelo a césped recién cortado y a pergamino nuevo y a… —Pero se sonrojó un poco y no terminó la frase.
—¿Puedes decirme tu nombre, querida? —le preguntó Slughorn sin reparar en su bochorno.
—Me llamo Hermione Granger, señor.
—¿Granger? ¿Granger? ¿Tienes algún parentesco con Héctor Dagworth-Granger, fundador de la Rimbombante Sociedad de Amigos de las Pociones?
—No, me parece que no, señor. Yo soy hija de
muggles
.
Harry vio cómo Malfoy se inclinaba hacia Nott para decirle algo al oído y ambos reían por lo bajo. Slughorn sonrió radiante y miró a Harry, sentado al lado de Hermione.
—¡Aja! ¡«Una de mis mejores amigas es hija de
muggles
y es la mejor alumna de mi curso»! Deduzco que ésta es la amiga de que me hablaste, ¿no, Harry?
—Sí, señor.
—Vaya, vaya. Veinte bien merecidos puntos para Gryffindor, señorita Granger —concedió afablemente Slughorn.
Malfoy puso la misma cara que la vez que Hermione le pegó un puñetazo en la cara. Ella miró a Harry con expresión radiante y le susurró:
—¿De verdad le dijiste que era la mejor del curso? ¡Oh, Harry!
—¿Y qué tiene eso de raro? —repuso en voz baja Ron, que por algún motivo parecía contrariado—. ¡Eres la mejor del curso! ¡Yo también se lo habría dicho si me lo hubiera preguntado!
Hermione sonrió y se llevó un dedo índice a los labios, pidiendo silencio para escuchar al profesor. Ron arrugó la frente.
—Por supuesto, la Amortentia no crea amor. Es imposible crear o imitar el amor. Sólo produce un intenso encaprichamiento, una obsesión. Probablemente sea la poción más peligrosa y poderosa de todas las que hay en esta sala. Sí, ya lo creo —insistió, y asintió con gesto grave hacia Malfoy y Nott, que sonreían con escepticismo—. Cuando hayáis vivido tanto como yo, no subestimaréis el poder del amor obsesivo… Bien, y ahora ha llegado el momento de ponerse a trabajar.
—Señor, todavía no nos ha dicho qué hay en ése —dijo Ernie Macmillan señalando el pequeño caldero negro que había en la mesa de Slughorn. La poción que contenía salpicaba alegremente; tenía el color del oro fundido y unas gruesas gotas saltaban como peces dorados por encima de la superficie, aunque no se había derramado ni una partícula.
—¡Aja! —asintió Slughorn. Harry intuyó que al profesor no se le había olvidado esa poción, sino que había esperado a que algún alumno le preguntara para lograr un efecto más impactante—. Sí. Esa. Bueno, ésa, damas y caballeros, es una poción muy curiosa llamada
Felix Felicis
. No tengo ninguna duda, señorita Granger —añadió dándose la vuelta, risueño, y mirando a Hermione, que había soltado un gritito de asombro—, de que sabes qué efecto produce el
Felix Felicis
.
—¡Es suerte líquida! —respondió ella con emoción—. ¡Te hace afortunado!
La clase entera se enderezó un poco en los asientos. Harry ya sólo veía la parte de atrás del lacio cabello rubio de Malfoy, que por fin le dedicaba a Slughorn toda su atención.
—Muy bien. Otros diez puntos para Gryffindor. Sí, el
Felix Felicis
es una poción muy interesante —prosiguió el profesor—. Dificilísima de preparar y de desastrosos efectos si no se hace bien. Sin embargo, si se elabora de manera correcta, como es el caso de ésta, el que la beba coronará con éxito todos sus empeños, al menos mientras duren los efectos de la poción.
—¿Por qué no la bebe todo el mundo siempre, señor? —preguntó Terry Boot.
—Porque su consumo excesivo produce atolondramiento, temeridad y un peligroso exceso de confianza. Ya sabes, todos los excesos son malos… Consumida en grandes cantidades resulta altamente tóxica, pero ingerida con moderación y sólo de forma ocasional…
—¿Usted la ha probado alguna vez, señor? —preguntó Michael Corner.
—Dos veces en la vida —reconoció Slughorn—. Una vez cuando tenía veinticuatro años, y otra a los cincuenta y siete. Dos cucharadas grandes con el desayuno. Dos días perfectos. —Se quedó con la mirada perdida, con aire soñador. Harry pensó que tanto si hacía teatro como si no, estaba logrando la reacción que buscaba—. Y eso —dijo tras regresar a la tierra— es lo que os ofreceré como premio al finalizar la clase de hoy.
Todos guardaron silencio, y durante unos instantes el sonido de cada burbuja y cada salpicadura de las pociones bullentes se multiplicó por diez.
—Una botellita de
Felix Felicis
—añadió Slughorn, y se sacó del bolsillo una minúscula botella de cristal con tapón de corcho que enseñó a sus alumnos—. Suficiente para disfrutar de doce horas de buena suerte. Desde el amanecer hasta el ocaso, tendréis éxito en cualquier cosa que os propongáis. Ahora bien, debo advertiros que el
Felix Felicis
es una sustancia prohibida en las competiciones organizadas, como por ejemplo eventos deportivos, exámenes o elecciones. De modo que el ganador sólo podrá utilizarla un día normal. ¡Pero verá cómo éste se convierte en un día extraordinario!
»Veamos —continuó Slughorn, adoptando un tono más enérgico—, ¿cómo podéis ganar mi fabuloso premio? Pues bien, abriendo el libro
Elaboración de pociones avanzadas
por la página diez. Nos queda poco más de una hora, tiempo suficiente para que obtengáis una muestra decente del Filtro de Muertos en Vida. Ya sé que hasta ahora nunca habíais preparado nada tan complicado, y desde luego no espero resultados perfectos, pero el que lo haga mejor se llevará al pequeño
Felix
. ¡Adelante!
Se oyeron chirridos y golpes metálicos cuando los alumnos arrastraron sus calderos y empezaron a añadir pesas a las balanzas, pero no intercambiaron ni una palabra. La concentración que reinaba en el aula era casi tangible. Harry vio a Malfoy hojear febrilmente su ejemplar de
Elaboración de pociones avanzadas
; era evidente que se había propuesto conseguir ese día de suerte. Harry se apresuró a abrir el maltratado libro que Slughorn le había prestado.
Le fastidió comprobar que su anterior propietario había escrito notas en las páginas, de modo que los márgenes estaban tan negros como las partes impresas. Acercando la vista a la página para descifrar los ingredientes (pues incluso allí había anotaciones y aparecían tachadas algunas palabras), fue hasta el armario del material para coger rápidamente lo que necesitaba. Cuando volvía presuroso hacia su caldero, vio a Malfoy cortando raíces de valeriana a toda prisa.
Cada alumno echaba vistazos alrededor para ver qué hacía el resto de la clase; eso era la gran ventaja y el gran inconveniente de las clases de Pociones: resultaba difícil que unos no espiaran el trabajo de los otros. Al cabo de diez minutos, el aula se había llenado de un vapor azulado. Como siempre, Hermione llevaba la delantera. Su poción ya se había convertido en «un líquido homogéneo de color grosella negra», como el libro describía la etapa intermedia ideal.
Después de trocear las raíces que había cogido, Harry volvió a inclinarse sobre el libro. Resultaba muy incómodo descifrar las indicaciones que daban los estúpidos garabatos de su anterior dueño, que por algún motivo había tachado «cortar el grano de sopóforo». En su lugar había anotado una instrucción alternativa: «aplastar con la hoja de una daga de plata; se obtiene más jugo que cortando».
—Señor, seguro que conoció usted a mi abuelo, Abraxas Malfoy.
Harry levantó la cabeza; Slughorn pasaba en ese momento por la mesa de Slytherin.
—Así es —asintió Slughorn sin mirar a Malfoy—. Sentí mucho enterarme de su muerte, aunque no fue nada inesperado, por supuesto: viruela de dragón a su edad…
Y siguió caminando. Harry se inclinó de nuevo sobre su caldero y sonrió. Malfoy se había llevado un chasco, pues esperaba que lo trataran como a él o a Zabini, o quizá confiaba en gozar de un trato preferente como el que siempre había recibido de Snape. Al parecer, Malfoy tendría que valerse únicamente de su talento para ganar la botella de
Felix Felicis
.
A Harry le estaba costando mucho cortar su grano de sopóforo. Así que miró a Hermione y le pidió prestado su cuchillo de plata.
Ella asintió sin apartar los ojos de su poción, que todavía tenía un color morado oscuro, aunque según el libro ya debería haberse vuelto de un lila más claro.
Harry aplastó el reseco grano con la hoja de la daga y se sorprendió al ver que, de inmediato, éste exudaba tal cantidad de jugo que parecía mentira que lo hubiera contenido. Lo metió deprisa en el caldero y observó, fascinado, cómo la poción adquiría al instante el tono exacto de lila descrito en el libro.
Se le pasó de golpe el enfado con el anterior propietario y leyó la siguiente línea de instrucciones. Según el libro, la poción debía removerse en sentido contrario a las agujas del reloj hasta que se volviera transparente como el agua. Sin embargo, según el comentario añadido por aquel desconocido, debía removerse una vez en el sentido de las agujas del reloj después de cada siete veces en sentido contrario. ¿Y si acertaba de nuevo?
Harry removió la poción en sentido contrario a las agujas del reloj siete veces, contuvo el aliento y removió una vez en el sentido de las agujas del reloj. El efecto fue inmediato: la poción se tornó rosa claro.
—¿Cómo lo has conseguido? —preguntó Hermione, que tenía las mejillas encendidas y el cabello cada vez más encrespado a causa de los vapores que rezumaba su caldero; su poción todavía presentaba un color morado intenso.
—Remueve una vez en el sentido de las agujas del reloj…
—¡No, no, el libro dice que hay que remover en sentido contrario a las agujas del reloj! —se empeñó ella.
Harry se encogió de hombros y siguió con lo suyo. Siete vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj, una en el sentido de las agujas del reloj, pausa; siete vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj…
Al otro lado de la mesa, Ron maldecía por lo bajo; su poción parecía regaliz líquido. Harry miró alrededor y comprobó que ninguna poción se había vuelto tan clara como la suya. Estaba eufórico, algo que nunca le había pasado en esa mazmorra.
—¡Tiempo! —anunció Slughorn—. ¡Parad de remover, por favor!
A continuación se paseó despacio entre las mesas mirando en el interior de los calderos. No hacía ningún comentario, pero de vez en cuando agitaba un poco alguna poción, o la olfateaba. Al fin llegó a la mesa de Harry, Ron, Hermione y Ernie. Sonrió con indulgencia al ver la sustancia parecida al alquitrán que había obtenido Ron, pasó por alto el brebaje azul marino de Ernie y al ver la poción de Hermione asintió en señal de aprobación. Entonces vio la de Harry, y una expresión de júbilo le iluminó el rostro.
—¡He aquí el ganador, sin duda! —exclamó para que lo oyeran todos—. ¡Excelente, Harry, excelente! ¡Caramba, es evidente que has heredado el talento de tu madre! Lily tenía muy buena mano para las pociones. Así pues, aquí tienes: una botella de
Felix Felicis
, ¡y empléala bien!
Harry se guardó la botellita de líquido dorado en el bolsillo interior de la túnica; sentía una extraña mezcla de satisfacción ante las miradas rabiosas de los alumnos de Slytherin y de culpa ante la visible decepción de Hermione. Ron estaba sencillamente atónito.
—¿Cómo lo has hecho? —le preguntó ella cuando salieron de la mazmorra.