Harry Potter y el Misterio del Príncipe (11 page)

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Authors: J. K. Rowling

Tags: #fantasía, #infantil

BOOK: Harry Potter y el Misterio del Príncipe
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Cuando vio a su amo,
Hedwig
ululó con alegría desde lo alto de un gran armario, y luego salió volando por la ventana; Harry comprendió que su lechuza no había querido salir a cazar hasta haberlo visto. Luego le deseó buenas noches a la señora Weasley, se puso el pijama y se metió en una de las camas. Notó algo duro dentro de la funda de la almohada; metió una mano y sacó un pegajoso caramelo de colores morado y naranja que no le costó reconocer: una pastilla vomitiva. Sonrió, se dio la vuelta y se quedó dormido enseguida.

Unos segundos más tarde, o eso le pareció, lo despertó un ruido semejante a un cañonazo al abrirse de par en par la puerta de la habitación. Se incorporó bruscamente y oyó que alguien descorría las cortinas. Un sol deslumbrante le dio en los ojos; se hizo pantalla con una mano y con la otra buscó a tientas las gafas.

—¿Qué pa… pasa?

—¡No sabíamos que ya habías llegado! —exclamó una exaltada voz, y Harry recibió un manotazo en la coronilla.

—¡No le pegues, Ron! —lo regañó una voz de chica.

Harry encontró las gafas y logró ponérselas, aunque la luz era tan intensa que apenas veía nada. Una larga sombra osciló por un momento ante él, que parpadeó y consiguió enfocar a Ron Weasley. Éste lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Estás bien?

—Nunca había estado mejor —contestó frotándose la coronilla, y se dejó caer de nuevo sobre la almohada—. ¿Y tú?

—No puedo quejarme —respondió Ron; acercó una caja de cartón y se sentó en ella—. ¿Cuándo has llegado? Mi madre acaba de decirnos que estabas aquí.

—Sobre la una de la madrugada.

—¿Cómo se han portado los
muggles
contigo?

—Igual que siempre —contestó, mientras Hermione se sentaba en el borde de la cama—. Apenas me dirigen la palabra, pero yo lo prefiero así. ¿Y tú, Hermione? ¿Cómo estás?

—Muy bien —respondió la chica, que escudriñaba el rostro de su amigo como si éste estuviera incubando alguna enfermedad.

Harry creía saber por qué lo miraba así, y como no tenía ganas de hablar de la muerte de Sirius ni de ningún otro tema deprimente, preguntó:

—¿Qué hora es? ¿Me he perdido el desayuno?

—Por eso no te preocupes, mi madre va a subirte una bandeja. Dice que estás desnutrido. —Ron puso los ojos en blanco—. Bueno, ¿qué ha pasado?

—No gran cosa. ¿No sabes que he estado todo este tiempo encerrado en casa de mis tíos?

—¡Anda ya! —protestó Ron—. ¡Fuiste a no sé dónde con Dumbledore!

—Bah, nada emocionante. Sólo quería que lo ayudara a convencer a un antiguo profesor para que aceptara un empleo en Hogwarts. Se llama Horace Slughorn.

—¡Ah! —dijo Ron, decepcionado—. Creímos que… —Hermione le lanzó una mirada de advertencia y el chico rectificó—: Ya nos imaginamos que se trataría de algo así.

—¿En serio? —dijo Harry, que había advertido la metedura de pata de Ron.

—Sí… sí, claro, ahora que no está Umbridge, es evidente que necesitamos otro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no? Cuenta, cuenta, ¿qué tal es?

—Pues mira, parece una morsa y fue jefe de la casa de Slytherin. ¿Te pasa algo, Hermione?

La muchacha lo observaba como a la espera de que unos extraños síntomas se manifestaran en cualquier momento. Cambió rápidamente de expresión y compuso una sonrisa poco convincente.

—¡No, qué va! Y… ¿crees que Slughorn será un buen profesor?

—No lo sé —respondió Harry—. Pero no puede ser peor que la profesora Umbridge, ¿no?

—Yo conozco a alguien peor que ella —terció una voz desde el umbral. La hermana pequeña de Ron entró arrastrando los pies, con gesto de fastidio—. ¡Hola, Harry!

—¿Y a ti qué te pasa? —preguntó Ron.

—Es ella —dijo Ginny desplomándose en la cama de Harry—. Me está volviendo loca.

—¿Qué ha hecho esta vez? —inquirió Hermione, comprensiva.

—Es que me habla de una manera… ¡Como si yo tuviera tres años!

—Ya lo sé —la consoló Hermione—. Es muy creída.

A Harry le sorprendió oír a su amiga hablar de ese modo de la señora Weasley, y no le extrañó que Ron se enfadase:

—¿No podéis dejarla en paz ni cinco segundos?

—Eso, defiéndela —le espetó Ginny—. Ya sabemos que tú nunca te cansas de ella.

Harry encontró muy raro ese comentario sobre la madre de Ron, y empezó a pensar que se le estaba escapando algo, así que preguntó:

—¿De quién estáis…?

Pero la respuesta llegó antes de que terminara la pregunta: la puerta del dormitorio se abrió otra vez, y Harry, instintivamente, tiró de las sábanas y se tapó hasta la barbilla, con tanta fuerza que Hermione y Ginny resbalaron de la cama y cayeron al suelo.

En el umbral había una joven de una belleza tan impresionante que la habitación pareció quedarse sin aire. Era alta y esbelta, tenía una larga cabellera rubia e irradiaba un débil resplandor plateado. Para completar esa imagen de perfección, llevaba una bandeja de desayuno llena a rebosar.


¡Hagy!
—exclamó con voz gutural—. ¡Cuánto tiempo sin
vegte
!

Entró majestuosamente y se dirigió hacia el muchacho; detrás de la joven apareció la señora Weasley con cara de malas pulgas.

—¡No hacía falta que subieras la bandeja, estaba a punto de hacerlo yo! —refunfuñó.

—No hay ningún
pgoblema
—replicó Fleur Delacour, y dejó la bandeja sobre las rodillas de Harry. A continuación se inclinó para plantarle un beso en cada mejilla, y él notó cómo le ardía allí donde se posaban los labios de Fleur—. Tenía muchas ganas de
veglo
. ¿Te
acuegdas
de mi
hegmana Gabgielle
? Sólo sabe
hablag
de
Hagy Potteg
. Se
alegagá
mucho de
volverg
a
vegte
.

—Ah, ¿también está aquí? —preguntó Harry con voz ronca.

—No, bobo, no —contestó ella con una risa cantarina—. Me
gefiego
al
pgóximo vegano
, cuando nos… ¿Es que no lo sabes? —Abrió mucho sus grandes ojos azules y miró con reproche a la señora Weasley, que se defendió:

—Todavía no hemos tenido ocasión de contárselo.

Fleur se volvió bruscamente hacia Harry, y al hacerlo le dio de lleno en la cara a la señora Weasley con su cortina de cabello plateado.

—¡Bill y yo vamos a
casagnos
!

—¡Oh! —exclamó Harry, sin comprender por qué la señora Weasley, Hermione y Ginny se empecinaban en no mirarse a la cara—. ¡Uau! ¡Felicidades!

Fleur se inclinó y volvió a besarlo.

—Últimamente Bill está muy ocupado, tiene mucho
tgabajo
, y yo sólo
tgabajo
a media
jognada
en
Gingotts
para
mejogag
mi inglés;
pog
eso me
pgopuso venig
a
pasag
unos días aquí
paga conoceg
a su familia. Me
alegé
tanto de
sabeg
que ibas a
venig
… ¡Aquí no hay
gan
cosa que
haceg
, a menos que te guste
cocinag
y
dag
de
comeg
a las gallinas! ¡Buen
pgovecho
,
Hagy
!

Y dicho esto, se dio la vuelta con garbo, salió de la habitación como si flotara y cerró la puerta con cuidado.

La señora Weasley no pudo contener un despectivo «¡Bah!».

—Mi madre no la traga —aclaró Ginny en voz baja.

—¡Eso no es verdad! —la corrigió la aludida con un susurro cargado de enojo—. ¡Lo que pasa es que opino que se han precipitado con este compromiso, nada más!

—Hace un año que se conocen —intervino Ron, que parecía un poco grogui y tenía la vista clavada en la puerta que Fleur acababa de cerrar.

—¡Un año es muy poco tiempo! Pero yo sé por qué lo han hecho, no vayáis a creer. Es por la incertidumbre que nos crea a todos el regreso de Quien-vosotros-sabéis; así que, como la gente piensa que mañana podría estar muerta, se precipita a tomar decisiones a las que, en otras circunstancias, dedicaría un tiempo de reflexión. Pasó lo mismo la última vez que él se hizo con el poder: todos los días se fugaba alguna pareja…

—Papá y tú, por ejemplo —le recordó Ginny con picardía.

—Sí, pero nuestro caso era diferente. Vuestro padre y yo estábamos hechos el uno para el otro. ¿Qué sentido tenía esperar? —argumentó la señora Weasley—. En cambio, Bill y Fleur… A fin de cuentas, ¿qué tienen en común? Él es una persona trabajadora y realista, mientras que ella es…

—Una plasta —sentenció Ginny asintiendo con la cabeza—. Pero Bill tampoco es tan realista que digamos. Es un rompedor de maldiciones, ¿no? Le gusta la aventura, el
glamour
… Supongo que por eso lo atrae tanto
Flegggrrr
—concluyó exagerando tanto el sonido gutural de la erre que pareció que iba a soltar un escupitajo.

—No hagas eso, Ginny —la reprendió la señora Weasley mientras Harry y Hermione reían—. Bueno, será mejor que siga con lo mío. Cómete los huevos ahora que están calientes, Harry.

Y salió del cuarto con gesto de preocupación. Ron seguía atontado y movía la cabeza a intervalos, como un perro que intenta quitarse el agua de las orejas.

—¿No se acostumbra uno a ella viviendo en la misma casa? —le preguntó Harry.

—Sí, claro, pero cuando te la encuentras por sorpresa…

—¡Qué patético! —bufó Hermione. Se alejó cuanto pudo de él a grandes zancadas y, al llegar a la pared opuesta, se cruzó de brazos y lo miró.

—No querrás que se quede aquí para siempre, ¿verdad? —preguntó Ginny a Ron con incredulidad. Pero como su hermano se limitó a encogerse de hombros, agregó—: Pues mamá va a hacer todo lo que pueda para impedirlo, me apuesto lo que quieras.

—¿Y cómo va a impedirlo? —preguntó Harry.

—No para de invitar a Tonks a cenar. Me parece que alberga esperanzas de que Bill se enamore de ella. Y yo también lo espero; preferiría mil veces tener a Tonks en la familia.

—Sí, seguro —ironizó Ron—. Mira, a ningún hombre en su sano juicio puede gustarle Tonks estando Fleur cerca. Vale, Tonks no está del todo mal cuando no hace estupideces con su pelo ni con su nariz, pero…

—Es muchísimo más simpática que
Flegggrrr
—opinó Ginny.

—¡Y más inteligente! ¡Es una
auror
! —terció Hermione desde el rincón.

—Fleur tampoco es tonta. Acordaos de que participó en el Torneo de los Tres Magos —intervino Harry.

—¿Tú también? —dijo Hermione con resentimiento.

—Seguro que te encanta cómo
Flegggrrr
pronuncia tu nombre:
Hagggrrry
—comentó Ginny con desdén.

—No —respondió él, lamentando haber abierto la boca—. Sólo decía que
Flegggrrr
… quiero decir, Fleur…

—Yo prefiero a Tonks —insistió Ginny—. Al menos, con ella te ríes.

—Pues últimamente no está muy risueña —objetó Ron—. Las últimas veces que ha venido a casa parecía Myrtle
la Llorona
.

—No seas injusto con ella —le espetó Hermione—. Todavía no ha superado lo que pasó en… ya sabes… ¡Era su primo!

Harry apretó los labios. Al final salía a relucir el tema de Sirius. Cogió un tenedor y empezó a engullir los huevos revueltos con la esperanza de aislarse de esa parte de la conversación.

—¡Pero si Tonks y Sirius apenas se conocían! —arguyó Ron—. Sirius pasó un montón de años en Azkaban, y antes de que lo encerraran allí sus familias casi no se habían visto.

—No se trata de eso —aclaró Hermione—. ¡Ella está convencida de que Sirius murió por su culpa!

—¿De dónde ha sacado eso? —saltó Harry pese a su intención de permanecer callado.

—Bueno, ella peleó contra Bellatrix Lestrange, ¿no? Supongo que cree que si hubiera acabado con ella, Bellatrix no habría matado a Sirius.

—Menuda estupidez —afirmó Ron.

—Es el complejo de culpabilidad del superviviente —opinó Hermione—. Me consta que Lupin ha intentado quitarle esas ideas de la cabeza, pero ella sigue muy deprimida. ¡Hasta tiene problemas para metamorfosearse!

—¿Para…?

—Ya no puede cambiar de aspecto como antes —explicó Hermione—. Creo que sus poderes se han debilitado a causa de la conmoción, o algo así.

—No sabía que eso pudiera pasar —comentó Harry.

—Yo tampoco —admitió Hermione—, pero imagino que cuando estás muy, muy deprimido…

La puerta volvió a abrirse y la señora Weasley asomó la cabeza.

—Ginny —susurró—, baja a ayudarme a preparar la comida.

—¡Estoy hablando con mis amigos! —protestó la niña, indignada.

—¡Ahora mismo! —ordenó la señora Weasley, y se retiró.

—¡Me hace bajar para no estar a solas con
Flegggrrr
! —rezongó Ginny. Se apartó la larga melena pelirroja imitando a Fleur y salió de la habitación pavoneándose y con los brazos en alto como si fuera una bailarina—. No tardéis mucho en bajar, por favor —dijo al marcharse.

Harry aprovechó el breve silencio para seguir desayunando. Hermione se puso a examinar el interior de las cajas de Fred y George, aunque de vez en cuando le lanzaba miradas de soslayo a Harry. Y Ron, que estaba comiéndose una tostada de su amigo, seguía contemplando la puerta con ojos soñadores.

—¿Qué es esto? —preguntó Hermione, sosteniendo una cosa que parecía un pequeño telescopio.

—No lo sé —respondió Ron—, pero si Fred y George lo han dejado aquí, seguro que todavía no ha pasado los controles de calidad, así que ten cuidado.

—Tu madre dice que la tienda funciona muy bien —comentó Harry—. Y que los gemelos tienen buen olfato para los negocios.

—Eso es quedarse corto —repuso Ron—. ¡Se están embolsando galeones a mansalva! Me muero de ganas de ver la tienda. Todavía no hemos ido al callejón Diagon porque mamá dice que papá tiene que acompañarnos para asegurarse de que no nos pase nada, pero él tiene muchísimo trabajo; por lo que sé, la tienda es una pasada.

—¿Y Percy? —preguntó Harry. El otro hermano Weasley había reñido con el resto de la familia—. ¿Todavía no se habla con tus padres?

—No —contestó Ron.

—Pero si ahora ya sabe que tu padre tenía razón cuando decía que Voldemort había vuelto…

—Dumbledore afirma que para la gente es más fácil perdonar a los demás por haberse equivocado que por tener razón —terció Hermione—. Le oí decírselo a tu madre, Ron.

—La típica majadería de Dumbledore.

—Este año va a darme clases particulares —comentó Harry.

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