Parecía una disculpa enormemente pobre por haber hecho volar al padre del capitán…
—¿Cree que lo controlaba? ¿Que es omnisciente y omnipotente? Nadie le nombró Dios, Vorkosigan —débilmente, una comisura de su boca se curvó hacia arriba—. Estoy seguro de que se le pasó por alto —se echó hacia atrás y cerró los ojos.
Miles se aclaró la garganta.
—De vuelta a la embajada, Ivan. Ah… sin prisas. Conduce despacio. No me importaría ver un poco de Londres, ¿eh?
Se apoyó en Elli y contempló las primeras luces del verano cubrir la ciudad, el tiempo y todos los tiempos unidos y yuxtapuestos como la luz y la sombra entre una calle y la siguiente.
Cuando todos se pusieron en fila en el despacho de Seguridad de Galeni en la embajada, Miles recordó el juego de monos chinos que Tung, su jefe de personal dendarii, guardaba en un estante en sus habitaciones. Ivan era sin duda No-Ver. Por la tensión de la mandíbula de Galeni mientras devolvía la mirada al comodoro Destang, era un magnífico candidato a No-Hablar. Eso le dejaba a Miles No-Oír, pero cubrirse las orejas con las manos no le ayudaría mucho.
Miles esperaba que Destang estuviera furioso, pero más bien parecía disgustado. El comodoro les devolvió el saludo y se apoyó en la silla de Galeni. Cuando su mirada cayó sobre Miles frunció los labios en una línea particularmente morbosa.
—Vorkosigan —el apellido de Miles gravitó en el aire ante ellos como algo palpable. Destang lo contempló sin favoritismos y continuó—. Cuando terminé de tratar con un tal investigador Reed del juzgado municipal de Londres, a las 07.00 de esta mañana, estaba convencido de que sólo la intervención divina podría salvarle de mi furia. La intervención divina llegó a las 09.00 en la persona de un correo especial del cuartel general imperial —Destang alzó entre su pulgar y su índice un disco de datos marcado con el sello imperial—. Aquí están las nuevas y urgentes órdenes para sus irregulares dendarii.
Ya que Miles había visto al correo en la cafetería, la cosa no le pilló totalmente desprevenido. Reprimió los deseos de abalanzarse hacia adelante.
—¿Sí, señor? —animó.
—Parece que cierta flota de mercenarios libres que opera en la lejana zona del Sector Cuatro, supuestamente contratada por un gobierno subplanetario, ha pasado de la guerrilla a la piratería descarada. Su bloqueo del agujero de gusano ha degenerado desde la detención y el registro de naves a la confiscación. Hace tres semanas secuestraron a una nave de pasajeros de Tau Ceti para convertirla en transporte de tropas. Hasta ahí muy bien, pero entonces a algún listillo entre ellos se le ocurrió la brillante idea de aumentar sus beneficios pidiendo rescate por los pasajeros. Varios gobiernos planetarios cuyos ciudadanos están retenidos han dispuesto un equipo negociador, dirigido por los taucetanos.
—¿Y nuestra participación, señor?
El Sector Cuatro estaba muy lejos de Barrayar, pero Miles imaginaba lo que vendría a continuación. Ivan parecía tremendamente curioso.
—Entre los pasajeros había once súbditos barrayareses… entre ellos la esposa del ministro de Industrias Pesadas, lord Vorvane, y sus tres hijos. Como los barrayareses son minoría entre las doscientas dieciséis personas secuestradas, se nos negó el control del equipo negociador, naturalmente. Y se ha negado a nuestra flota el permiso para atravesar tres de los nexos de agujero necesarios para tomar por la ruta más corta entre Barrayar y el Sector Cuatro. La ruta alternativa más corta requeriría dieciocho semanas de viaje. Desde la Tierra, sus dendarii tardarán en llegar menos de dos semanas a esa zona.
Destang frunció el ceño, pensativo. Ivan parecía fascinado.
—Sus órdenes, naturalmente, son rescatar con vida a los súbditos del Emperador, y a tantos otros ciudadanos planetarios como sea posible, y aplicar todas las medidas punitivas compatibles con el primer objetivo, las suficientes en todo caso para impedir que los perpetradores repitan su actuación. Ya que nosotros nos encontramos inmersos en críticas negociaciones con los taucetanos, no queremos que sean conscientes de la fuente de esta unilateral fuerza de rescate si, ah, algo sale mal. El método de conseguir esos logros queda totalmente a su discreción. Aquí encontrará todos los detalles de Inteligencia que el cuartel general tenía hace ocho días.
Entregó por fin el disco de datos. La mano de Miles se cerró sobre él, impaciente. Ivan parecía ahora envidioso. Destang sacó otro objeto, que tendió a Miles con el aire de un hombre al que le arrancan el hígado.
—El correo también entregó otra nota de crédito por valor de dieciocho millones de marcos. Para los gastos de los próximos seis meses de operación.
—¡Gracias, señor!
—Ja. Cuando termine, debe informar al comodoro Rivik del cuartel general del Sector Cuatro, en Estación Oriente. Con suerte, cuando sus irregulares regresen al Sector Dos yo me habré jubilado.
—Sí, señor. Gracias, señor.
Destang se volvió hacia Ivan.
—Teniente Vorpatril.
—¿Señor?
Ivan se puso firmes con su mejor aire de ansioso entusiasmo. Miles se dispuso a protestar por la total inocencia e ignorancia de Ivan, una mera víctima, pero resultó innecesario. Destang contempló a su primo un buen rato y suspiró.
—No importa.
El comodoro se volvió hacia Galeni, que permanecía estirado y tieso. Tras regresar a la embajada esa mañana antes que Destang, todos se habían lavado. Los dos oficiales de la embajada se habían puesto un uniforme limpio, y cada cual había redactado un lacónico informe que Destang acababa de ver. Pero ninguno había dormido todavía. ¿Cuánta basura más tragaría Destang sin explotar?
—Capitán Galeni. Por la parte militar, se le acusa de desobedecer la orden de permanecer confinado en sus habitaciones. Ya que la acusación es idéntica a la que Vorkosigan acaba de eludir tan afortunadamente, eso me presenta ciertos problemas de justicia. También está el factor atenuante del secuestro de Vorpatril. Su rescate, y la muerte de un enemigo de Barrayar, son los dos únicos resultados tangibles de las… actividades de anoche. Todo lo demás es especulación, afirmaciones indemostrables sobre sus intenciones y estado mental. A menos que quiera someterse a un interrogatorio con pentarrápida para despejar cualquier duda.
Galeni parecía asqueado.
—¿Es una orden, señor?
Miles advirtió que al capitán le faltaban un par de segundos para presentar su dimisión… ahora, cuando se había sacrificado tanto. Quiso darle una patada. «¡No, no!» Salvajes defensas inundaron la mente de Miles: «La pentarrápida es degradante para la dignidad de un oficial, señor.» O incluso: «Si lo droga debe drogarme a mí también. No importa, Galeni, perdí la dignidad hace años.» Pero la curiosa reacción de Miles a la pentarrápida convertía la oferta en inútil. Se mordió la lengua y esperó.
Destang parecía preocupado.
—No —dijo después de un momento de silencio. Alzó la cabeza y añadió—: Pero significa que mis informes, y los suyos, y los de Vorkosigan, y los de Vorpatril, serán enviados todos juntos a Simon Illyan para que los revise.
»Me negaré a cerrar el caso. No he alcanzado mi rango absteniéndome de tomar decisiones militares, ni por implicarme gratuitamente en las decisiones políticas. Su… lealtad, como el destino del clon de Vorkosigan, se ha convertido en una cuestión política demasiado ambigua. No estoy convencido de la viabilidad a largo plazo del plan de integración komarrés… pero no querría pasar a la historia como su saboteador.
»Mientras el caso esté pendiente, y a falta de pruebas de traición, continuará con sus deberes en la embajada. No me dé las gracias —añadió sombrío, mientras Miles sonreía, Ivan reprimía una risotada y Galeni parecía un poquitín menos envarado—, ha sido a petición del embajador. Pueden retirarse todos.
Miles contuvo las ganas de echar a correr antes de que Destang cambiara de opinión; le devolvió el saludo y caminó con normalidad hacia la puerta. Cuando la alcanzaron, Destang añadió:
—¿Capitán Galeni?
Galeni se detuvo.
—¿Señor?
—Mi más sentido pésame —las palabras podrían haberle sido sacadas con tenazas, pero su incomodidad era quizás una medida de su sinceridad.
—Gracias, señor.
La voz de Galeni carecía por completo de emoción, pero consiguió hacer un ligero gesto de reconocimiento con la cabeza.
Las compuertas y los pasillos de la
Triumph
resonaban ruidosamente con el regreso del personal, la colocación definitiva del equipo, las reparaciones de los técnicos y la carga de los últimos suministros. Ruido, pero no caos; energía y propósito, pero no frenesí. La ausencia de frenesí era buena señal, considerando cuánto tiempo llevaban amarrados. Los duros suboficiales de Tung no habían permitido que los preparativos de rutina aguardaran hasta el último minuto.
Miles, con Elli a su espalda, fue el centro de un huracán de curiosidad desde el momento en que subió a bordo. «¿Cuál es el nuevo contrato, señor?» La velocidad con que los rumores esparcían especulaciones a la vez absurdas y temerarias era sorprendente. Despidió a los especuladores con un repetido: «Sí, tenemos un contrato… Sí, salimos de la órbita. En cuanto estén preparados. ¿Está preparado, amigo? ¿Está preparado el resto de su escuadrón? Entonces tal vez será mejor que vaya a echarles una mano…»
—¡Tung! —Miles saludó a su jefe de personal. El grueso eurasiático iba vestido de civil y cargado de equipaje—. ¿Recién llegado?
—Me marcho. ¿No te localizó Auson, almirante? Llevo una semana intentando ponerme en contacto contigo.
—¿Qué? —Miles lo llevó aparte.
—He entregado mi dimisión. Voy a aprovecharme de mi opción de retiro.
—¿Qué? ¿Por qué?
Tung sonrió.
—Felicítame. Voy a casarme.
—Enhorabuena —croó Miles, aturdido—. Ah… ¿cuándo ha sido eso?
—Durante el permiso, claro. Ella es mi prima segunda política. Viuda. Lleva dirigiendo un barco de turistas en el Amazonas ella sola desde que murió su marido. Es la capitana y la cocinera también. Prepara un cerdo
moo shu
frito para chuparse los dedos. Pero se está haciendo un poco mayor… necesita algo de músculos —Tung, macizo como una bala de cañón, sin duda podría proporcionárselos—. Vamos a ser socios. Demonios, cuando acabes de pagarme la
Triumph
, hasta podríamos pasarnos sin turistas. Si alguna vez quieres hacer esquí acuático en el Amazonas detrás de un hoverbarco de cincuenta metros, hijo, pásate por allí.
Y las pirañas mutantes podrían comerse lo que quedara, sin duda. El encanto de la visión de Tung pasando sus años de ocaso contemplando… ocasos, desde la cubierta de un barco fluvial, con una gruesa (Miles estaba seguro de que era gruesa) dama eurasiática en su regazo, una bebida en una mano y engullendo cerdo
moo shu
con la otra, quedó en segundo plano mientras Miles reflexionaba sobre:
a)
lo que iba a costarle a la flota comprarle a Tung su parte de la
Triumph
;
b)
el enorme agujero en forma de Tung que iba a quedar en su estructura de mando.
Sollozar, sudar o correr a saltitos no eran respuestas válidas, así que Miles preguntó con cautela:
—Ah… ¿seguro que no te aburrirás?
Tung, malditos fueran sus agudos ojos, bajó la voz y respondió a la auténtica pregunta.
—No me marcharía si no pensara que eres capaz de manejarte solo. Has mejorado mucho, hijo. Sigue como hasta ahora —sonrió de nuevo e hizo crujir sus nudillos—. Además, tienes una ventaja que no comparte ningún otro comandante mercenario de la galaxia.
—¿Cuál? —picó Miles.
Tung bajó aún más la voz.
—No tienes que obtener beneficios.
Y eso, y su sardónica sonrisa, fue lo más cerca que el avispado Tung estuvo jamás de admitir que hacía tiempo que había adivinado quién era su auténtico jefe. Saludó al marcharse.
Miles tragó saliva y se volvió hacia Elli.
—Bueno… convoca una reunión de Inteligencia para dentro de media hora. Querremos que todas nuestras naves exploradoras se pongan en ruta lo más pronto posible. Lo ideal sería infiltrar a un equipo en la organización enemiga antes de llegar.
Miles hizo una pausa, al darse cuenta de que estaba mirando a la cara a la exploradora más dispuesta de toda su flota para las situaciones humanas, así como las situaciones sobre el terreno requerían el talento de cierto teniente Christof. Enviarla a ella por delante, fuera de su alcance, al peligro… «No, no», era lo más lógico. Los mejores talentos ofensivos de Quinn se malgastaban con su trabajo como guardaespaldas; era por puro accidente que realizaba ese trabajo protector tan a menudo. Miles se obligó a mover los labios como si nunca lo tentara nada ilógico.
—Son mercenarios; algunos de los nuestros podrían unirse a ellos sin problemas. Si encontramos a alguien capaz de imitar de modo convincente la mente de psicópata criminal de esos piratas…
El soldado Danio, que caminaba por el pasillo, se detuvo a saludarlo.
—Gracias por sacarnos de la cárcel, señor. Yo… realmente no me lo esperaba. No lo lamentará, lo juro.
Miles y Elli se miraron mientras el soldado se marchaba.
—Es todo tuyo —dijo Miles.
—Bien. ¿Y luego?
—Que Thorne busque en la red de comunicaciones de la Tierra todo sobre este secuestro antes de que nos larguemos del espacio local. Quizás el cuartel general imperial haya pasado por alto un par de cosas.
Palpó el disco de seguridad de su bolsillo y suspiró, concentrándose para la tarea que se avecinaba.
—Al menos esto debería ser más sencillo que nuestras vacaciones en la Tierra —dijo esperanzado—. Una operación puramente militar, sin parientes, ni política, ni altas finanzas. Sólo los buenos contra los malos.
—Magnífico —dijo Quinn—. ¿Y nosotros cuáles somos?
Miles todavía estaba pensando en la respuesta cuando la flota salió de la órbita.
Miles Vorkosigan/Naismith: su universo y su época
Lois McMaster Bujold ambienta prácticamente todas sus novelas y narraciones en un mismo universo coherente, en el que se dan cita tanto los cuadrúmanos de
EN CAÍDA LIBRE
como los planetas y los sistemas estelares que presencian las aventuras de Miles Vorkosigan, su héroe más característico.
A continuación se ofrece un breve esquema argumental del conjunto de los temas que tratan los libros de ciencia ficción de Bujold aparecidos hasta hoy en Estados Unidos. La
CRONOLOGÍA
se refiere a la edad de Miles Vorkosigan, protagonista central de la serie, y los
HECHOS
incluyen un brevísimo resumen de parte de lo sucedido, con la única intención de situar el conjunto de las narraciones en un esquema general. Cada uno de los libros puede ser leído independientemente. La mayor parte de la información procede de datos aparecidos en las ediciones norteamericanas de las aventuras de Miles Vorkosigan, que no he dudado en modificar y completar por mi cuenta. El apartado
CRÓNICA
hace referencia a las narraciones en las cuales se detallan las diversas aventuras. Se indica, en cada caso, el título original en inglés, la fecha de publicación de dicho original y una traducción del título que, muy posiblemente, coincida con la que utilizaremos en su edición española.