Hermosa oscuridad (25 page)

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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Hermosa oscuridad
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La sombra seguía acercándose.

—Lamento molestarte cuando te lo estás pasando tan bien con ese cacharro, pero ¿qué es esa cosa? ¿Un Sheer?

Liv levantó la vista. Yo no le había soltado la mano, que ahora sí temblaba.

—Qué más quisiéramos. Es un Vex, una furia. He leído algo sobre ellos, peor nunca había visto ninguno y ojalá tampoco hubiera visto éste.

—Fascinante, pero ¿por qué no nos vamos pitando y seguimos hablando luego?

Veíamos la puerta redonda, pero Link había dado media vuelta. Prefería vérselas con los Casters Oscuros y las criaturas del Exilio.

—No corras —dijo Liv agarrándolo por el brazo—. Pueden viajar, desaparecer y materializarse en cualquier parte en menos de lo que dura un parpadeo.

—Como los Íncubos.

Liv asintió.

—Esto explicaría por qué hemos visto tantos Sheers en el Exilio. Es posible que su presencia se debiera a algún tipo de perturbación del orden natural. El Vex debe de ser esa perturbación.

—En cristiano, por favor —dijo Link al borde de un ataque de pánico.

—Los Vex forman parte del Subsuelo, en el mundo de los demonios. Son lo más parecido al mal absoluto del universo Mortal o Caster —explicó Liv con voz temblorosa.

El Vex se movía lentamente, como empujado por la brisa. Pero no se acercaba, parecía aguardar a que sucediera algo.

—No son Sheers o fantasmas, si prefieres llamarlos así. No tienen cuerpo físico a no ser que se apoderen de un ser vivo. Habitan en el Subsuelo y sólo ascienden cuando los convoca alguien muy poderoso y para las tareas más sombrías.

—Pues ya estamos en el Subsuelo, así que fenomenal —dijo Link, que no quitaba los ojos de la criatura.

—No me refiero a este Subsuelo.

—¿Qué querrá de nosotros? —preguntó Link, mirando calle abajo para calcular la distancia al Exilio.

El Vex empezó a desplazarse, disolviéndose en niebla y otra vez en sombra.

—Me parece que estamos a punto de averiguarlo —dije apretando la mano de Liv. Ahora la mía también temblaba.

La negra niebla, es decir, el Vex, avanzaba. Era como unas fauces abiertas y coléricas. De su interior salió un alarido difícil de describir: feroz y amenazante como un rugido y aterrador y espantoso como un chillido. Lucille bufó y agachó las orejas. El alarido creció y el Vex retrocedió y se elevó como si fuera a atacarnos. Empujé a Liv al suelo y la protegí con el cuerpo. Me tapé la nuca, como si estuviera a punto de ser devorado por un oso en lugar de asaltado por un demonio capaz de apoderarse de mi cuerpo.

Pensé en mi madre. ¿Sentiría ella lo que yo estaba sintiendo cuando estaba a punto de morir?

Pensé en Lena.

El alarido aumentó, pero oí otro ruido aún más potente, una voz conocida. Pero no la de mi madre o la de Lena.

—¡Oscuro Demonio del Infierno, pliégate a Nuestra voluntad y abandona este lugar!

Levanté la cabeza y la vi a nuestra espalda, a la luz de una lámpara. Enarbolaba un collar de cuentas y huesos como si fuera un crucifijo. En torno a ella se agrupaban unos seres luminosos de mirada intensa y resuelta.

Amma y sus Antepasados.

No puedo explicar lo que sentí al ver a Amma y a los espíritus de cuatro generaciones de antepasados, que parecían salidos de unas fotos en blanco y negro y se congregaban a su alrededor, formados en varias filas por encima de su cabeza. Reconocí a Ivy, que ya había aparecido en mis visiones: llevaba una blusa cuello cerrado y una falda de percal y su negra piel refulgía. Pero su aspecto era mucho más intimidatorio que en las visiones. Sólo había un espíritu más feroz, una mujer que estaba a su derecha con la mano apoyada en su hombro. Llevaba un anillo en cada dedo y un vestido largo que parecía hecho con pañuelos de seda y un pequeño pájaro estampado en los hombros. Era Sulla, una Prophet. Yo no podía dejar de mirarla. A su lado, Amma parecía tan inofensiva como un profesor de catequesis.

Había otras dos mujeres, probablemente tía Delilah y su hermana, y un viejo con el rostro castigado por el sol y una barba que habría envidiado el mismo Moisés. Tío Abner. Me habría gustado tener a mano un buen bourbon para regalárselo.

Los Antepasados se apretaron en torno a Amma repitiendo una y otra vez la misma salmodia. Cantaban en gullah, la lengua original de la familia. Amma repetía lo mismo en inglés a voz en grito y agitando las cuentas y los huesos.

—Ira y venganza, expulsa al que flota, haz que se vaya.

El Vex se elevó más. La niebla y la sombra formaron un remolino sobre Amma y sus antepasados. Su alarido era ensordecedor, pero Amma ni siquiera parpadeó.Cerró los ojos y levantó más la voz para equipararla al grito demoniaco.

—Ira y venganza, expulsa al que flota, haz que se vaya.

Sulla levantó el brazo, cargado de brazaletes, y dio vueltas a una larga vara con decenas de pequeños amuletos. Quitó la mano del hombro de Ivy y la colocó en el de Amma. Su piel traslúcida y luminosa emitía destellos. Nada más tocar a Amma, el Vex profirió un chillido espeluznante y desapareció succionado por el vacío del cielo nocturno.

Amma se volvió a sus Antepasados.

—Quedo en deuda con ustedes.

Los Antepasados desaparecieron sin dejar rastro, como si nunca hubieran estado allí.

Probablemente para mí habría sido mejor irme a hacer compañía a los Antepasados, porque bastó una mirada de Amma para constatar que sólo nos habían salvado de las garras del Vex para poder triturarnos con sus propias manos. Contra el Vex habríamos tenido más probabilidades de sobrevivir.

Amma estaba que trinaba. Tenía los ojos entrecerrados, concentrados en su objetivo principal: Link y yo.

—F.U.R.I.O.S.A. —Nos cogió por el cuello a los dos como si quisiera meternos por la puerta redonda al mismo tiempo—. Como cuando uno tiene problemas, preocupación, inquietud, molestia. ¿Quieren que siga?

Negamos con la cabeza.

—Ethan Lawson Wate, Wesley Jefferson Lincoln, no sé qué asunto se traen entre manos para bajar a estos Túneles —dijo amenazándonos con su huesudo dedo—, pero veo que no tienen ni una pizca de sentido común. ¿Acaso creían que estaban preparados para enfrentaros a las Fuerzas Oscuras?

Link quiso explicarse. Craso error.

—Amma, nosotros no pensábamos enfrentarnos a ninguna Fuerza Oscura, de verdad. Sólo que…

Amma se acercó a él son su dedo amenazante.

—No me digas. Cuando acabe contigo, vas a desear que le hubiera contado a tu madre lo que te sorprendí haciendo en el sótano de mi casa cuando tenías diez años. —Link retrocedió hasta darse contra el muro donde estaba la puerta redonda. Amma no lo dejó escapar todavía—. Una historia triste y larga como la noche — dijo, y se dirigió a Liv—. ¿Y tú? ¿Eres tú la que está estudiando para ser Guardiana? ¡Pero si tienes menos seso que ese par de zoquetes! Sabiendo dónde te metías, ¿permitiste que te arrastrasen al sitio más peligroso del mundo? Vete preparando porque vas a tener que vértelas con Marian. —Link se escabulló como pudo y me llegó el turno—. Y tú —dijo, tan furiosa que hablaba sin separar los dientes—, ¿creías que no sabía lo que te traías entre manos? ¿Te crees que porque soy mujer y estoy vieja me puedes engañar? Te harían falta por lo menos tres vidas para darme esquinazo, en cuanto Marian me dijo que estaban por aquí abajo, no he tardado ni dos minutos en encontrarlos.

No le pregunté cómo lo había hecho. Mi estrategia era la misma que ante el ataque de un perro: evitar el contacto visual y mantener la cabeza gacha y la boca cerrada. Me limité a seguir andando. Cada pocos pasos, Link volvía la cabeza para mirar a Amma. Liv iba detrás, confusa. Yo sabía que no había contado con la posibilidad de que nos topásemos con un Vex, pero Amma era un enemigo muy superior a sus fuerzas.

Amma iba de última, mascullando para sí o para los Antepasados.

—¿Te crees que eres la única capaz de encontrar algo? No hace falta ser Caster para comprender lo que se proponen. —Yo oía el tintineo de los huesos contra las cuentas—. ¿Por qué te crees que dicen que soy vidente? Porque veo en lo que te has metido en cuanto te has metido en él.

Seguía murmurando y negando con la cabeza al desaparecer por la puerta redonda sin una gota de barro en las mangas ni una arruga en el vestido. Lo que al bajar nos había parecido una madriguera de conejo se había convertido en una amplia y cómoda escalera, como si aquel agujero se hubiera ensanchado por puro respeto a la señorita Amma.

—Como si un día con ese niño no fuera bastante, encima hay que enfrentarse a un Vex…

Rezongó en todos los escalones y no dejó de hacerlo en todo el camino de vuelta. Dejamos a Liv nada más abandonar los Túneles, pero Link y yo seguimos andando. No queríamos estar demasiado cerca de aquel dedo ni de aquellas cuentas.

16 DE JUNIO
Revelaciones

L
LEGUÉ A MI HABITACIÓN casi al amanecer. A buen seguro, Amma no había terminado conmigo todavía y ese día todavía tendría que pasar por un infierno, pero intuía que Marian no me esperaba para trabajar. Temía más a Amma que a cualquier otra cosa en el mundo. Me quité los zapatos con los pies y me quedé dormido antes de apoyar la cabeza en la almohada.

Luz cegadora.

Me inundaba la luz. ¿O era la oscuridad?

Me dolían los ojos como si hubiera pasado un rato mirando el sol y veía manchas oscuras. Sólo distinguía una silueta y tenía miedo. La conocía íntimamente: su estrecha cintura, sus manos delicadas, sus largos dedos. Todos sus cabellos se enroscaban con el soplo de la Brisa Caster.

Se acercó y me tendió la mano. Paralizado, observé cómo sus manos salían de la oscuridad para entrar en la luz donde yo me encontraba. La luz fue descubriendo sus brazos y luego su cintura, sus hombros, su pecho.

Ethan
.

El rostro seguía envuelto en sombras, pero ahora sus dedos me tocaban, ascendían por mis hombros, mi cuello y mi cara. Sostuve su mano en mi mejilla, pero me quemaba. No porque estuviera caliente, sino porque estaba helada.

Estoy aquí, L
.

Yo te quería, Ethan, pero ahora tengo que irme
.

Lo sé
.

En la oscuridad pude ver los párpados abiertos y el brillo dorado. Los ojos de la maldición. Los ojos de un Caster Oscuro.

Yo también te quería, L
.

Cerré sus ojos con suavidad. El frío que me había dejado su mano desapareció. Aparté la mirada y me obligué a despertarme.

Bajé dispuesto a hacer frente a la ira de Amma. Mi padre había ido al Stop & Steal a comprar el periódico y estábamos los dos solos. Los tres, en realidad, contando a
Lucille
, que miraba fijamente el reseco alimento para gatos de su cuenco de comida. Era, probablemente, la primera vez que veía algo así. Supongo que Amma también estaba enfadada con ella.

Estaba sacando una tarta del horno. Había puesto la mesa, pero el desayuno no estaba preparado. No había cereales ni huevos, ni siquiera una mísera tostada. La cosa estaba peor de lo que yo pensaba. La última vez que en lugar de hacer el desayuno se había puesto a cocinar fue el día después del cumpleaños de Lena, y antes de eso, el día después de morir mi madre. Trabajaba la masa como si le fuera la vida en ello. Su ira, al menos, serviría para hacer las galletas necesarias para dar de comer a baptistas y metodistas. La observé unos momentos con la esperanza de que la masa se hubiera llevado ya la peor parte.

—Lo siento, Amma. No sé qué quería de nosotros esa cosa.

Cerró la puerta del horno de un golpe y me miró.

—Pues claro que no lo sabes. Hay demasiadas cosas que no sabes, pero eso no te ha impedido bajar a un sitio en el que no se te ha perdido nada. ¿O sí?

Cogió un bol y removió el contenido con Amenaza Tuerta. Qué lejano me pareció el momento en que, el día anterior, había amedrentado a Ridley con aquel cucharón.

—Bajé a buscar a Lena. Lleva un tiempo saliendo con Ridley y creo que tiene algún problema.

Amma se volvió a la velocidad del rayo.

—¿Crees que tiene algún problema? ¿Tienes idea de lo que era esa cosa? ¿Eso que estaba a punto de arrebatarte de este mundo para llevarte al siguiente? —Siguió removiendo como una loca.

—Liv dice que se llama Vex y que lo convoca alguien poderoso.

—Poderoso y Oscuro. Alguien que no quiere que tú y tus amigos metan las narices en esos Túneles.

—¿Y quién iba a tener interés en que no bajáramos a los Túneles? ¿Sarafine y Hunting? Pero, ¿por qué?

Amma dejó el bol en la encimera con un golpazo.

—¿Por qué? Y tú, ¿por qué siempre tienes que hacer tantas preguntas sobre cosas que no te incumben? Reconozco que es culpa mía por permitírtelo cuando no levantabas dos palmos del suelo —dijo, negando con la cabeza—. Pero estamos metidos en un juego de locos que nadie puede ganar.

Genial. Más enigmas.

—Amma, ¿de qué juego estás hablando?

Volvió a apuntarme con el dedo como la noche anterior.

—Te repito que no se te ha perdido nada en los Túneles, ¿me oyes? Lena lo está pasando mal y lo siento muchísimo por ella, pero tiene que solucionar sus problemas sola. Tú no puedes hacer nada. Así que aléjate de esos Túneles. Ahí abajo hay cosas peores que un Vex —dijo, y echó el contenido del bol en el molde de la tarta. La conversación había finalizado—. Y ahora vete a trabajar y mantén los pies sobre la tierra.

—Sí, Amma.

Mentirle a Amma no me gustaba, pero, técnicamente, no le estaba mintiendo. Así, al menos, intentaba convencerme. Iba a trabajar. Después de pasar por Ravenwood, claro. Tras la última noche no quedaba nada y todo estaba por decir.

Necesitaba respuestas. ¿Cuánto tiempo llevaba Lena mintiéndome y engañándome con aquel Íncubo? ¿Desde el funeral, que fue la primera vez que los vi juntos? ¿O desde el día en que le hizo la foto en el cementerio? ¿Estábamos hablando de días, de semanas o de meses? Para un chico, la diferencia es importante. Hasta que no lo supiera, las dudas me corroerían a mí y al poco orgullo que me quedaba.

Porque el asunto era el siguiente: la había oído, en kelting y de palabra. Lo había dicho y la había visto con John. No quiero que estés aquí, Ethan. Lo nuestro se había acabado. Lo único que jamás se me pasó por la cabeza que podía ocurrir entre nosotros.

Aparqué junto a la verja de Ravenwood. Apagué el motor y me quedé sentado en el coche con las ventanillas subidas aunque el día era sofocante. El calor sería insoportable al cabo de un minuto o dos, pero en aquellos momentos era incapaz de moverme. Cerré los ojos y oí el canto de las cigarras. Si no me bajaba del coche, no lo sabría. No tendría que volver a atravesar aquella verja. Las llaves seguían puestas. Podía darme media vuelta y dirigirme a la biblioteca.

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