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Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Final (40 page)

BOOK: Hermoso Final
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Y a pesar de todo, no me moví.

Si me marchaba, sería real.

Si me marchaba, ella desaparecería.

No sé cuánto tiempo permanecí inmóvil, intentando poner un poco de sentido a todo lo ocurrido, pero cuando el sol salió, aún seguía sentado en el mismo sitio.

Mi mente repetía una y otra vez una vieja historia de la Biblia, como una machacona canción de la radio. Probablemente no fuera exactamente así, pero la recordaba como sigue: había una ciudad cuyos habitantes eran gente tan justa que fueron arrancados de la tierra y llevados al cielo. Así, sin más.

Ni siquiera murieron.

Se saltaron el paso de la muerte, al igual que en el Monopoly, que cuando sacas la carta equivocada te saltas la casilla de salida y vas directamente a la cárcel.

Traslación, ésa era la palabra que definía lo que les había sucedido. Lo recuerdo porque Link estaba en mi clase de la escuela de verano, y primero dijo teletransportados, luego transportados, y finalmente transportables.

Se suponía que debíamos sentir envidia porque esa gente fuera tan afortunada como para ser arrancada de la tierra y llevada al regazo del Señor.

Como si eso fuera un lugar concreto o algo así.

Recuerdo haber vuelto a casa y preguntarle a mi madre sobre ello, de lo impresionado que me dejó. No recuerdo lo que me contestó, pero a partir de ese instante decidí que el objetivo no era ser bueno, sino, simplemente, ser
lo suficientemente bueno.

No quería arriesgarme a que me trasladaran, o me teletransportaran.

No estaba buscando irme a vivir en el regazo del Señor. Me ilusionaba mucho más la Liga Menor de Béisbol.

Pero parecía que eso era lo que había sucedido con Amma. Fue directamente elevada, transportada y trasladada, todo en uno.

¿Acaso el universo, o el Señor en su seno, o los Antepasados esperaban que me sintiera contento por ello? Acababa de pasar un infierno para volver al mundo normal de Gatlin, de vuelta a Amma y Lena, a Link y Marian.

¿Cuánto tiempo estaríamos juntos?

¿Se suponía que debía conformarme con eso?

Un minuto antes ella estaba ahí y, al siguiente, había desaparecido. Ahora el cielo volvía a ser el cielo, plano, azul y en calma, como si realmente fuera de escayola pintada, igual que el techo de mi habitación. A pesar de que alguien a quien amaba estaba atrapado en alguna parte detrás de él.

Así es como me sentía ahora. Atrapado en el lado equivocado del cielo.

Estaba solo, en la cubierta del depósito de agua de Summerville, mirando al mundo que había conocido toda mi vida, un mundo de carreteras de tierra y calzadas asfaltadas, de gasolineras y tiendas de ultramarinos y calles comerciales. Y todo era lo mismo y, a la vez, nada era lo mismo.

No era lo mismo.

Supongo que eso es lo que sucede en el viaje de un héroe. Tal vez no empiece siendo un héroe, y ni siquiera consiga volver como tal. Pero inevitablemente cambias, como ocurre con todas las cosas, que cambian. El viaje te transforma, seas o no consciente de ello, y quieras o no que suceda. Yo había cambiado.

Había regresado de los muertos, y Amma había desaparecido, aunque ahora fuera uno de los Antepasados.

No podía encontrar mayor cambio que ése.

* * *

Escuché un sonido metálico en la escalerilla que llevaba al depósito, y supe quién era antes de sentir como se acurrucaba en mi corazón. Una gran calidez explotó a través de mí, a través del depósito de agua, a través de Summerville. El cielo tenía jirones dorados y rojos, como si el amanecer estuviera empezando de nuevo, iluminando el cielo otra vez.

Sólo había una persona que podía hacer eso con el cielo o con mi corazón.

Ethan, ¿eres tú?

Sonreí a pesar de que mis ojos estaban húmedos y empañados.

Soy yo, L. Estoy aquí. Ahora todo irá bien.

Estiré mi mano hacia abajo y agarré la suya, tirando de ella hasta subirla al depósito.

Ella se deslizó entre mis brazos, sus sollozos latiendo contra mi pecho. No supe cuál de los dos lloraba más. Ni siquiera estoy seguro de que nos diéramos un beso. Lo que habíamos pasado era mucho más profundo que un beso.

Cuando estábamos juntos ella me trastornaba completamente.

No importaba que estuviéramos muertos o vivos. Nunca podríamos estar separados. Había cosas más poderosas que los mundos y el universo. Ella era mi mundo, al igual que yo era el suyo. Lo que teníamos, lo sabíamos.

Los poemas están todos equivocados. Es como un estallido, un enorme estallido. Y no un sollozo.

Algunas veces el oro permanece.

Cualquiera que haya estado enamorado puede confirmarlo.

37
Lo que las palabras nunca dicen

«A
mma Treadeau ha sido declarada legalmente muerta después de que desapareciera de Wate’s Landing, el hogar de Mitchell y Ethan Wate, situado en Cotton Bend, en el centro de Gatlin…».

—Dejé de leer en voz alta.

Estaba sentado en su mesa de la cocina, donde la Amenaza Tuerta aguardaba triste en el jarrón sobre la encimera, mientras pensaba que era imposible que estuviera leyendo el obituario de Amma. No cuando aún podía oler sus bastones de caramelo Red Hots con sabor a canela y la mina de sus lápices.

—Sigue leyendo. —La tía Grace se inclinó por encima de mis hombros, tratando de echar una ojeada al artículo con sus gafas bifocales cuya graduación era diez veces menor que la necesaria para poder leerlo.

Tía Mercy estaba sentada en su silla de ruedas, al otro lado de la mesa, junto a mi padre.

—Más vale que digan algo sobre las tartas de Amma. O de lo contrario, al buen Dios pongo por testigo, que me acercaré hasta el
Estrellas y Barras
y les diré lo que pienso de ellos. —La tía Mercy aún creía que nuestro periódico local debía su nombre a la bandera confederada.

—Es el
Barras y Estrellas
—le corrigió mi padre suavemente—. Y estoy seguro de que harán todo lo posible por asegurarse de que Amma sea recordada por sus méritos.

—Mmm. —Tía Mercy resopló—. La gente de por aquí no tiene ni idea de lo que es el talento. Durante años la voz de Prudence Jane no fue considerada digna del coro.

La tía Mercy se cruzó de brazos.

—Tenía la voz de un ángel, si es que alguna vez he oído alguno.

Me sorprendió que la tía Mercy pudiera escuchar nada sin su audífono. Continuaba parloteando cuando Lena empezó a hablarme en kelting.

¿Ethan? ¿Estás bien?

Estoy bien, L.

No suenas muy allá.

Lo estoy intentando.

Aguanta. Ya voy.

El rostro impreso en blanco y negro de Amma parecía mirarme desde el periódico. Lucía su mejor vestido de domingo, el que tenía el cuello blanco. Me pregunté si alguien habría sacado esa foto en el funeral de mi madre o en el de la tía Prue. Podría haber sido Macon.

Había habido tantos.

Dejé el periódico sobre la rayada madera. Odiaba ese obituario. Sin duda estaba escrito por alguien del periódico que no conocía a Amma. Lo habían puesto todo mal. Supongo que ahora tenía una nueva razón para odiar el
Barras y Estrellas
tanto como la tía Grace.

Cerré los ojos, escuchando a las Hermanas charlar sobre el contenido del obituario de Amma o sobre el hecho de que Thelma no supiera cocinar la sémola de forma adecuada. Sabía que ésa era su manera de presentar sus respetos a la mujer que nos había criado a mi padre y a mí. La mujer que les había preparado una jarra tras otra de té frío y que se aseguraba de que no salieran de casa con las faldas enroscadas en sus pantis antes de ir al iglesia.

Después de un rato, dejé de oírlas. Sólo escuchaba el sigiloso lamento de Wate’s Landing, también de luto. Los tablones del suelo crujían, pero esta vez sabía que no se trataba de Amma en la habitación de al lado. Ya no se escuchaba el entrechocar de sus ollas. Ningún cuchillo atacaba la tabla de cortar. Ninguna comida caliente me estaría esperando en la mesa.

A no ser que mi padre y yo aprendiéramos a cocinar.

Tampoco había cacerolas con comida apiladas en nuestro porche. Esta vez no. No había una sola alma en Gatlin que se hubiera atrevido a presentar sus condolencias con ollas con estofado para conmemorar el fallecimiento de la señorita Amma Treadeau. Y si lo hubieran hecho, no lo habríamos comido.

Y no porque la gente de por aquí creyera que se había ido. Al menos eso es lo que decían.

—Ella volverá, Ethan. Acuérdate de cómo apareció repentinamente sin decir palabra el día que naciste. —Era cierto. Amma había criado a mi padre y luego se había mudado a Wader’s Creek con su familia. Pero tal y como contaban, el día que mis padres me trajeron a casa del hospital, apareció con su bolsa de tela acolchada y se trasladó.

Ahora Amma había desaparecido, y ya no volvería. Yo mismo sabía cómo funcionaba aquello mejor que nadie. Miré los desgastados tablones de la cocina delante de los fogones y del horno.

La echo de menos, L.

Yo también.

Las echo de menos a las dos.

Lo sé.

Escuché a Thelma entrar en la habitación, con una bola de tabaco de mascar bajo su labio.

—Está bien, chicas. Creo que por esta mañana ya hemos tenido demasiadas emociones. Vayamos a la otra habitación y veamos qué podemos ganar en
El precio justo
.

Thelma me guiñó un ojo y arrastró la silla de ruedas de tía Mercy fuera de la habitación. La tía Grace salió detrás de ellas con
Harlon James
a sus pies.

—Espero que regalen uno de esos congeladores con un surtidor de agua fría incorporado.

Mi padre cogió el periódico y empezó a leer desde donde yo me había quedado.

—«Los servicios funerarios tendrán lugar en la capilla de Wader’s Creek».

Mi mente tuvo una visión de Amma y Macon de pie frente a frente en mitad del brumoso pantano en el lado malo de la medianoche.

—¡Maldita sea! He tratado de explicárselo a todo el que quisiera escucharlo. Amma no quería funeral. —Suspiró.

—No.

—Ahora mismo debe de estar hecha una furia, diciendo: «No entiendo por qué perdéis un hermoso tiempo en llorarme, cuando tan seguro como el Dulce Redentor, que yo no perdería mi tiempo en lloraros».

Sonreí. Él ladeó la cabeza hacia la izquierda, igual que hacía Amma cuando estaba a punto de desmandarse.

—P.A.Y.A.S.A.D.A.S. Nueve vertical. O sea, que todo esto no es nada más que un batiburrillo de disparates, Mitchell Wate.

Esta vez me reí, porque mi padre tenía razón. Casi podía oírla diciéndolo. Odiaba ser el centro de atención, especialmente cuando aquello implicaba el infame Desfile Funerario Piadoso de Gatlin.

Mi padre leyó el siguiente párrafo.

—«La señorita Amma Treadeau nació en el condado de Gatlin, todavía no incorporado a Carolina del Sur, fue la sexta de siete hijos nacidos de la fallecida familia Treadeau». —¿La sexta de siete hijos? ¿Había mencionado alguna vez Amma a sus hermanas o hermanos? Yo sólo la recordaba hablando de los Antepasados.

Echó una rápida ojeada al resto del obituario.

—«De alguna forma, su carrera como repostera de fama local se extendió durante cinco décadas por distintas ferias del condado». —Sacudió de nuevo la cabeza—. Ni siquiera mencionan su chuleta en salsa Carolina Gold. Buen Dios, espero que Amma no esté leyendo esto desde la nube donde esté, porque empezará a mandar descargas eléctricas a diestro y siniestro.

No lo está
—pensé—.
A Amma no le importa lo que se diga ahora de ella.
Ni tampoco la gente de Gatlin. Seguramente está sentada en un porche en alguna parte con los Antepasados.

Él continuó.

—«La señorita Amma deja tras de sí una extensa familia, un tropel de primos y un círculo de amigos íntimos». —Dobló el periódico y lo arrojó sobre la mesa—. ¿Dónde está la parte en la que dicen que la señorita Amma deja detrás a dos de los más apenados, hambrientos y tristes chicos que alguna vez habitaron Wate’s Landing? —Tamborileó impaciente con los dedos sobre la mesa.

Al principio no supe qué decir.

—¿Papá?

—¿Sí?

—Vamos a estar bien, ¿sabes?

Era verdad. Pensándolo detenidamente, eso era lo que ella había estado haciendo todo ese tiempo. Preparándonos para el momento en el que no estuviera aquí y para todo lo que viniera después.

Para ahora.

Mi padre debió de entenderlo, porque dejó que su mano cayera pesadamente sobre mi hombro.

—Sí, señor. Vaya si lo sé.

No dije nada más.

Nos quedamos los dos sentados, mirando por la ventana de la cocina.

—Cualquier otra cosa sería manifiestamente irrespetuosa. —Su voz sonaba temblorosa y supe que estaba llorando—. Nos crio muy bien, Ethan.

—Desde luego que sí. —También yo luché por tragarme las lágrimas. En su consideración, supongo, como había dicho mi padre. Así es como tenía que ser ahora.

Esto era real.

Dolía horrores —casi me había matado— pero era real, de la misma forma que perder a mi madre había sido real. Tenía que aceptarlo. Tal vez éste fuera el modo que tenía el universo de desenmarañarse, por lo menos esta parte de él.

Lo correcto y lo fácil nunca son lo mismo.

Amma me lo había enseñado mejor que nadie.

—Tal vez ella y Lila Jane se estén cuidando la una a la otra ahora mismo. Tal vez estén sentadas juntas, hablando ante una fuente de tomates fritos y té frío. —Mi padre se rio, a pesar de estar llorando.

No tenía ni idea de lo cerca que estaba de la verdad, y no se lo dije.

—Cerezas —fue todo lo que comenté.

—¿Qué? —Mi padre me miró divertido.

—A mamá le gustan las cerezas. Directamente desde el colador, ¿recuerdas? —Volví la cabeza hacia él—. Aunque no estoy muy seguro de que la tía Prue les deje a ninguna meter baza.

Asintió y extendió su mano hasta que rozó mi brazo.

—A tu madre no le importa, con tal de que la dejen tranquila con sus libros durante un tiempo, ¿no crees? Al menos hasta que lleguemos allí.

—Al menos —repuse, aunque esta vez no fui capaz de mirarle. Mi corazón parecía empujar en tantas direcciones a la vez, que no sabía lo que estaba sintiendo. Una parte de mí deseó poderle contar que había visto a mi madre. Y que estaba bien.

Nos quedamos allí sentados, sin movernos ni hablar, hasta que sentí que mi corazón empezaba a acelerarse.

BOOK: Hermoso Final
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