Read Historia de los reyes de Britania Online

Authors: Geoffrey de Monmouth

Tags: #Historico

Historia de los reyes de Britania (4 page)

BOOK: Historia de los reyes de Britania
7.75Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

[16]
Mientras tanto, han navegado ya dos días y una noche con viento favorable y han arribado a cierta isla, llamada Leogecia, que, devastada antiguamente por correrías de piratas, permanecía ahora deshabitada. Bruto envía trescientos guerreros a explorarla. Éstos, al no encontrar a nadie, se dedican a cazar animales diversos en praderas y bosques, y llegan a una ciudad desierta, donde encuentran un templo de Diana. En él, una imagen de la diosa dictaba oráculos a todo aquel devoto que venía a consultarla. Cargados con la caza cobrada, regresan a las naves e indican a sus compañeros la naturaleza de la isla y la situación de la ciudad, sugiriendo a su caudillo que visite el santuario y que, después de hacer las ofrendas propiciatorias, pregunte a la deidad del lugar en qué país encontrarían residencia favorable. Todos aprueban la sugerencia, y Bruto, acompañado de Gerión
[11]
el augur y de doce de los ancianos, se dirige al templo con todo lo necesario para llevar a cabo el sacrificio. Una vez allí, con las sienes ceñidas de guirnaldas, erigieron, de acuerdo con el rito inmemorial, tres hogueras a la entrada del templo, dedicadas a Júpiter, Mercurio y, por supuesto, a Diana, y derramaron en cada una de ellas libaciones especiales. Después, delante del altar de la diosa, el propio Bruto, asiendo con su mano diestra una vasija llena de vino sacrificial y de la sangre de una cierva blanca, vuelto el rostro a la imagen de la deidad, rompió el silencio con estas palabras:

Poderosa diosa de los bosques, terror de los silvestres jabalís,

tú que puedes seguir los cursos de los astros y recorrer

las mansiones infernales, revélanos nuestro destino terrestre

y dinos en qué tierras deseas que habitemos;

indícanos la residencia cierta donde te adoraré eternamente

y consagraré en tu honor templos con coros virginales.

Nueve veces lo dijo, dio cuatro vueltas alrededor del ara, derramó el vino de la vasija en la hoguera y, ofreciéndose al sueño, se acostó sobre una piel de cierva que había extendido ante el altar y se quedó profundamente dormido. Era entonces, aproximadamente, la hora tercia de la noche, aquella en que el sopor más dulce se apodera de los mortales. Le pareció en sueños que la diosa se encontraba delante de él y que le hablaba de este modo:

Bruto, en el Occidente, más allá de los reinos de Galia,

hay una isla en el Océano, rodeada de mar por todas partes;

esa isla en el Océano fue habitada otro tiempo por gigantes,

y ahora está desierta, esperando a tu pueblo.

Búscala, pues será vuestra residencia perenne.

Allí tus hijos construirán una segunda Troya;

allí nacerán reyes de tu sangre, y a ellos

se someterán todas las naciones del universo.

Al despertar de semejante visión, el caudillo dudaba si había sido un sueño lo que vio, o si era cierto que la propia diosa le había dado a conocer el país adonde debía dirigirse. Convocó a sus compañeros y les refirió con detalle cuanto le había sucedido mientras dormía.

[17]
Ellos, exultantes de alegría, lo exhortan a volver a las naves. Mientras el viento sea favorable, piensan navegar rumbo a Occidente lo más rápidamente que puedan, en busca de la tierra que la diosa les ha prometido. No se tardan: tornan junto a sus camaradas y se hacen a la mar. Surcan las olas por espacio de treinta días hasta alcanzar las costas de África, sin saber todavía hacia dónde encaminar sus proas. Llegan después a los Altares de los Filisteos
[12]
y al Lago de las Salinas, y navegan entre Rusicada y los montes Azaras, donde un ataque de piratas los coloca en un grave aprieto. Pero obtienen la victoria y siguen su camino, enriquecidos con los despojos y el botín cobrados al enemigo. Desde allí, atravesando las bocas del río Malva, arribaron a Mauritania, donde la escasez de alimento y de bebida los obligó a desembarcar y a dividirse en partidas para saquear concienzudamente la comarca. Otra vez bien provistas las naves, ponen rumbo a las Columnas de Hércules, donde tienen ocasión de ver a esos monstruos llamados Sirenas, que, cercando la flota, están a punto de mandarla a pique. Lograron escapar, sin embargo, y llegaron al mar Tirreno; allí, junto a la costa, encontraron a cuatro generaciones de los fugitivos troyanos que habían acompañado a Antenor en su huida
[13]
. Su caudillo era un tal Corineo
[14]
, un hombre honrado, noble y prudente, dotado de una fuerza tal que cuando luchaba con un gigante, lo vencía en un abrir y cerrar de ojos, como si fuese un niño su adversario. Una vez conocido el antiguo linaje del que procedía, lo admitieron cordialmente consigo, así como al pueblo del que era jefe, que en lo sucesivo se llamaría Cornubiense
[15]
, del nombre de su capitán, y estaba destinado a prestar más ayuda a Bruto en combate que cualquier otro pueblo del mundo. Juntos, ambos caudillos se dirigieron a Aquitania y, llegados a la desembocadura del Loira, fijaron anclas. Allí se detuvieron siete días, explorando la situación de aquel reino.

[18]
Era rey de Aquitania entonces Gofario
[16]
el Picto. Habiendo oído el rumor de que un pueblo extranjero, con una gran escuadra, había desembarcado en sus dominios, se apresuró a enviar legados para que se informasen de si era paz o guerra lo que esos hombres venían buscando. Se encaminaban los mensajeros hacia la flota cuando se toparon con Corineo, que había salido con doscientos hombres a cazar en la floresta. Dirigiéndosele al instante, le preguntan quién le ha dado licencia para entrar en los bosques del rey y dar muerte a sus ciervos, pues desde antiguo está establecido que nadie puede
cazar
allí sin autorización real
[17]
. Corineo responde con altivez que no tiene necesidad de pedirle permiso a nadie, y entonces uno de ellos, llamado Imberto, tensa su curvo arco y le dispara una flecha al Troyano. Éste la esquiva, corre contra Imberto lo más rápidamente que puede y le rompe su arco en la cabeza, quebrándola en pedazos.

Huyeron los demás, librándose por poco de las manos de Corineo, y anunciaron la muerte de su compañero a Gofario. Mucho le entristeció al monarca de los Pictavenses
[18]
la noticia, y reunió al instante un poderoso ejército para vengar en los invasores la muerte de su mensajero. Bruto, al oír las nuevas de su llegada, fortifica las naves, ordenando permanecer a bordo a mujeres y niños, en tanto que él, con toda la flor de su ejército, se dirige al encuentro del enemigo. Comienza la batalla: se combate ferozmente por ambos bandos, y ya han gastado una gran parte del día en la mutua matanza cuando Corineo se siente avergonzado al ver cómo los Aquitanos resisten tan valientemente y los Troyanos no son capaces de insistir hasta la victoria. A consecuencia de esto, con redoblados ímpetus, llama a los suyos a la parte derecha del combate, y, en orden de batalla, ataca velozmente por allí al enemigo; y cuando, con sus hombres en formación compacta, rompe las filas aquitanas, no deja de abatir enemigos hasta que, cortándoles la retirada con sus tropas, los obliga a emprender la huida. Corineo pierde la espada, pero el azar le proporciona un hacha de doble filo con la que parte en dos a todo aquel que alcanza, desde el extremo de la cabeza hasta el del pie. Bruto se maravilla; sus camaradas se maravillan, e incluso el enemigo se maravilla ante el esfuerzo y el valor del hombre que, blandiendo su hacha por entre las cohortes fugitivas, siembra el terror, y aún más con estas palabras:

—«¿Adónde huís, cobardes? ¿Adónde huís, gallinas? ¡Volved, volved y medid vuestras fuerzas con las de Corineo! ¡Qué vergüenza! ¿Sois tantos miles y de mí solo huís? ¡Pero os queda un consuelo en vuestra huida, y es saber que soy yo quien os persigue, yo, que tantas veces he puesto en fuga a los gigantes tirrenos y los he arrojado en el Tártaro, de tres en tres y de cuatro en cuatro!».

A estas palabras, un barón aquitano, llamado Suhardo, vuelve sobre sus pasos con trescientos guerreros y lo ataca. Pero Corineo, al levantar su escudo para parar el golpe, no olvida el hacha que tiene en las manos y, alzándola por encima de la cabeza, descarga sobre el yelmo de su enemigo un golpe tal que, desde la cabeza a los pies, lo divide en dos partes iguales. Después, precipitándose sobre los demás y ejecutando un terrible molinete, lleva a término una encarnizadísima matanza; corriendo aquí y allá, evita recibir un solo golpe y no deja un instante de abatir enemigos: hace volar un brazo, separa unos hombros de un cuerpo, corta de un hachazo una cabeza, amputa de raíz unas piernas… Todos lo acometían a él solo y él solo a todos acometía. Bruto, que todo lo contempla, inflamado de amor hacia su amigo, corre con una compañía a socorrerlo. Arrecia entonces el griterío entre ambos contendientes; los golpes se redoblan; es espantosa la carnicería por una y otra parte. Pero no dura mucho. Los Troyanos obtienen la victoria y consiguen poner en fuga al rey Gofario y a sus Pictavenses.

[19]
Gofario ha tenido muchas dificultades para escapar, y ahora se pone a recorrer toda la Galia con el fin de obtener ayuda de sus parientes y conocidos. Había entonces en Galia doce reyes bajo cuyo dominio se encontraba todo el país, y eran los doce de igual rango
[19]
. Lo recibieron gentilmente y le prometieron, unánimes, que expulsarían fuera de las fronteras de Aquitania a aquel pueblo extranjero que allí había arribado. Bruto, entretanto, feliz con la victoria ya descrita, enriquece a sus camaradas con los despojos de los muertos, vuelve a agruparlos en compañías y conduce a su hueste al interior, con la intención de saquear por entero el país y de llenar sus naves con las riquezas obtenidas. Así, fuego tras fuego, incendia las ciudades a su paso, apoderándose de los tesoros que contienen; tala los campos; somete a ciudadanos y campesinos a una lastimosa matanza, con voluntad de exterminar al desdichado pueblo hasta el último hombre; y, luego de sembrar la muerte a lo ancho y largo de Aquitania, llega al lugar donde hoy se encuentra la ciudad de Tours, que, como Homero
[20]
atestigua, fundaría él mismo después. Vio que el paraje era ideal como refugio y levantó allí su campamento: si fuese menester, resistirían dentro del mismo. El motivo de su recelo no era otro que la llegada de Gofario, quien, con los reyes y los príncipes de la Galia e inmensa muchedumbre de guerreros, estaba ya muy cerca de allí con ánimo de presentarle batalla. Terminadas las obras de fortificación del campamento, esperó dos días a Gofario, confiando en su propia prudencia y en el coraje de los jóvenes que acaudillaba.

[20]
Cuando Gofario supo dónde se hallaban los Troyanos, no cesó de avanzar día y noche hasta que tuvo ante la vista el campamento de Bruto. Torvamente lo mira, sonriendo entre dientes, y escupe estas palabras:

—«¡Ay! ¡Destino cruel! ¡Esos innobles fugitivos han levantado su campamento en mis dominios! ¡A las armas, guerreros, a las armas, y dirigios, en formación compacta, contra ellos! ¡No habrá descanso hasta que capturemos a ese rebaño de castrados como si fuesen ovejas y los vendamos como esclavos a lo largo de nuestros reinos!».

Sin dilación tomaron las armas todos cuantos lo acompañaban y, formados en doce columnas, se dirigieron contra el campamento. Frente a ellos, Bruto, alineadas sus tropas, no se comporta como una mujer: enseña con prudencia a sus hombres lo que tienen que hacer, cómo avanzar y cómo resistir al enemigo. Comienza la batalla y, en un principio, son los Troyanos quienes llevan las de ganar, realizando feroz matanza entre sus adversarios. Cerca de dos mil enemigos han caído ya para siempre, y los demás buscan la fuga, aterrorizados. Pero al bando que tiene de su parte mayor número de soldados le suele sonreír la victoria; y los Galos, tres veces más numerosos, aunque arrollados al principio, se rehacen después y atacan por todas partes a los Troyanos, sembrando el estrago en sus filas y obligándolos a buscar refugio en su campamento. La victoria cambia de dueño, y Bruto está ahora sitiado. Sus enemigos no piensan alejarse de allí antes de verlo a él y a sus hombres ofreciendo el cuello a las cadenas, o antes de que los látigos del hambre les den cruel y prolongada muerte.

Esa noche, Corineo celebra consejo con Bruto, y propone realizar de inmediato una salida nocturna por ciertos caminos secretos y permanecer escondido en el bosque cercano hasta el alba; al amanecer, Bruto surgiría desde el campamento, presentando batalla al enemigo, y él mismo con su gente atacaría a la retaguardia gala y cargaría sobre ellos, pasándolos a cuchillo. Pareció bien a Bruto el plan de Corineo, quien, como había propuesto, salió cautelosamente con tres mil hombres y fue a ocultarse en las profundidades del bosque. Al despuntar el día, dispuso Bruto a sus hombres en orden de batalla y, abriendo las puertas del campamento, salió con ánimo de luchar. Por su parte, los Galos acuden a la cita y, en línea de combate, sólo piensan en pelear. Muchos miles de hombres caen a tierra por ambos, bandos; muchas son las heridas que unos y otros dan y reciben, pues nadie ahorra un golpe a su adversario. Entre los Troyanos había uno, llamado Turno, sobrino de Bruto, a quien nadie excedía en valor y en arrojo, si exceptuamos a Corineo; él solo, con sola su espada, dio muerte a seiscientos enemigos; pero un ataque repentino de los Galos le ha quitado la vida antes de tiempo; la antedicha ciudad de Tours tomaría su nombre del suyo, pues allí sería enterrado. Y cuando ambos ejércitos se encuentran en la fase más dura de la batalla, he aquí que Corineo sobreviene de improviso y carga velozmente sobre la retaguardia del enemigo. Los que habían salido del campamento cobran al punto nuevos ánimos e insisten con mayor brío en sus embestidas para completar la matanza. Por su parte, los Galos se encuentran aterrados al mero griterío de los hombres de Corineo que han vulnerado su retaguardia y, pensando que sus rivales son superiores en número, abandonan el campo a toda prisa. Los Troyanos les pisan los talones, acuchillándolos en su huida, y no cesan en su tarea destructora hasta obtener un triunfo rotundo. ¿Y Bruto? Aunque tan gran victoria le produce una inmensa alegría, está intranquilo y preocupado, pues el número de los suyos disminuye a diario, mientras que el de los Galos crece sin cesar. Así que, viendo que es dudoso el resultado de la guerra si se prolonga indefinidamente, decide retirarse a sus naves entonces, cuando aún están sanos y salvos la mayor parte de sus compañeros y todavía fresca la gloria de su triunfo, y navegar en busca de la isla anunciada por el oráculo divino. Regresa, pues, sin tardanza a la flota, con el consentimiento de sus hombres, y, después de llenar las naves con todas las riquezas que ha adquirido en su reciente campaña, sube a bordo y piensa en partir. Soplan favorables los vientos en su navegación hacia la isla prometida, adonde arriba al fin, desembarcando felizmente en Totnes.

BOOK: Historia de los reyes de Britania
7.75Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Bound to the Bachelor by Sarah Mayberry
As You Wish by Robin Jones Gunn
Dylan by S Kline
The Sun and Catriona by Rosemary Pollock
Afraid of the Dark by James Grippando
Sisters by Danielle Steel