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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

Historia del Antiguo Egipto (17 page)

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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El Estado de la II Dinastía

Existe mucha menos información sobre los reyes de la II Dinastía, a excepción de los dos últimos reinados (Peribsen y Khasekhemuy), que sobre los de la I Dinastía. Por lo que sabemos del comienzo del Reino Antiguo en la III Dinastía, la II Dinastía pudo haber sido un momento en el cual se estaban sentando los cimientos económicos y sociales de un Estado fuertemente centralizado que se desarrolló con unos recursos realmente vastos. Sin embargo, esta gran transición no puede demostrarse a partir de los restos arqueológicos de la II Dinastía.

En 1991-1992 el Instituto Arqueológico Alemán en El Cairo reexcavó en Abydos la tumba del último rey de la I Dinastía, Qaa, y en ella se encontraron unas impresiones de sellos de Hetepsekhemuy, el primer rey de la II Dinastía. Los arqueólogos alemanes han interpretado este documento como la prueba de que Hetepsekhemuy terminó la tumba de su predecesor y de que no se produjo ninguna ruptura en la sucesión dinástica. No obstante, no se sabe a ciencia cierta dónde fueron enterrados los reyes de la II Dinastía, pues no hay restos de sus tumbas en Abydos. Los únicos monumentos de la II Dinastía que hay en Abydos son dos tumbas y dos recintos funerarios que pertenecieron a Peribsen y Khasekhemuy. En Hieracómpolis tenemos también el gran recinto con nichos conocido como el Fuerte, cerca de la entrada al Gran Wadi, datado en el reinado de Khasekhemuy gracias a una jamba de piedra inscrita. No se explica la existencia en Hieracómpolis de esta única estructura y tampoco está claro que se trate de un segundo recinto funerario para Khasekhemuy.

Al sur del complejo de la Pirámide Escalonada de Djoser en Sakkara se encontraron dos enormes series de galerías subterráneas, cada una con más de cien metros de longitud. Asociadas a ellas aparecieron impresiones de sellos de los tres primeros reyes de la II Dinastía (Hetepsekhemuy, Raneb y Nynetjer), cuyos nombres también se leen en el hombro de una estatua de granito de un sacerdote de la II Dinastía llamado Hetepdief (encontrada en la cercana Mitrahina y en la actualidad en el Museo Egipcio de El Cairo). Las superestructuras de estas tumbas de Sakkara han desaparecido por completo, pero es posible que en ellas se enterraran dos reyes de la II Dinastía. El tercer rey pudo haber sido enterrado en una tumba formada por galerías que en la actualidad se encuentra enterrada bajo el complejo de Djoser. La superestructura de esta tumba se habría desmontado durante la III Dinastía, cuando se construyó el monumento de este rey, momento en que también se restauraron sus galerías. Esta reconstrucción de los acontecimientos no es imposible, dada la inmensa cantidad de recipientes de piedra de la I y II Dinastías, probablemente usurpados de complejos mortuorios y/o centros de culto anteriores, encontrados bajo el complejo de Djoser.

La tumba de Peribsen (quizá conocido también como Horus Sekhemib) en el cementerio real de Abydos es bastante pequeña (16,1 X 12,8 metros). La cámara funeraria central es de adobe, al contrario que sus homologas de la I Dinastía, que estaban revestidas de madera. Cuando el nombre de Peribsen se escribe en un
serekh
aparece coronado no por el habitual halcón Horus (como sucede con el nombre de Sekhemib), sino por el animal de Seth, una criatura en forma de sabueso o chacal con una ancha cola erguida. Este dramático cambio en el formato del nombre real se ha interpretado como la manifestación de algún tipo de rebelión, que fue aplastada o solucionada por el último rey de la dinastía, Khasekhemuy, cuyo nombre aparece en los
serekhs
coronado tanto por el halcón Horus como por el animal de Seth. Este conflicto puede haber quedado simbolizado en la mitología egipcia, como en
El enfrentamiento entre Horus y Seth
. No está claro que este relato mitológico, conocido por textos mucho más tardíos, y los símbolos de los
serekhs
de los dos reyes de finales de la II Dinastía representen una realidad histórica. No obstante, un epíteto de Khasekhemuy procedente de las impresiones de sellos, «los dos señores están en paz con él», parece apoyar la teoría de que resolvió algún tipo de conflicto interno, siempre que «los dos señores» se tome como una referencia a Horus y Seth (y sus seguidores).

La última tumba construida en el cementerio real de Abydos fue la de Khasekhemuy, conocido como Khasekhem al comienzo de su reinado. Es mucho más grande que la de Peribsen y su diseño es diferente, pues está formada por una larga galería (68 metros de longitud y 39,4 metros de anchura en su punto más ancho) dividida en cincuenta y ocho habitaciones con una cámara central construida con bloques de caliza. La cámara funeraria, que mide 8,6 X 3 metros y se conserva hasta una altura de 1,8 metros, es el ejemplo más antiguo conocido de construcción con piedra a gran escala. Si bien la mayor parte de su contenido se lo llevó Amélineau, se documentó bien y Petrie lo trata en su publicación de 1901. El ajuar funerario cuenta con inmensas cantidades de herramientas y recipientes de cobre, vasos de piedra (algunos con tapas de oro), herramientas de pedernal y recipientes de cerámica rellenos de grano y fruta. Petrie también describe pequeños objetos vidriados, cuentas de cornalina, herramientas en miniatura, cestas y una gran cantidad de sellos. Resulta evidente que, atendiendo al elevado número de habitaciones de la tumba, ésta, habría podido albergar más ajuar funerario que todas las tumbas de la I Dinastía del cementerio juntas.

Durante la II Dinastía, los altos funcionarios del Estado siguieron enterrándose en Sakkara Norte. Cerca de la pirámide de Unas, soberano de la V Dinastía, Quibell excavó cinco grandes tumbas-galería subterráneas excavadas en el lecho de caliza, sugiriendo que se trataba de un tipo de casa para la otra vida, pues cuentan con zonas para los hombres y para las mujeres, un «dormitorio principal» para el enterramiento e incluso cuartos de baño con letrinas. La más grande de las cinco, la Tumba 2302, consiste en veintisiete habitaciones bajo una superestructura de adobe y ocupa una superficie de 58 x 32,6 metros. Las superestructuras de estas tumbas de la II Dinastía ya no tienen los cuatro lados profusamente decorados con nichos, como en la I Dinastía, sino que pasan a tener sólo dos nichos en el lado este, quizá para señalar el lugar donde los sacerdotes o la familia podían dejar las ofrendas tras el funeral (un diseño que luego encontraremos en las tumbas privadas durante todo el Reino Antiguo).

Es evidente que los planos de las tumbas de la élite de la II Dinastía evolucionaron a partir de los de las tumbas de los altos funcionarios de la I Dinastía en Sakkara Norte. Como la meseta de Sakkara está formada por caliza de buena calidad, estas tumbas de la II Dinastía se diseñaron con habitaciones para el ajuar funerario excavadas profundamente en el lecho de roca, donde las habitaciones-almacén quedaban más protegidas de los ladrones que en la superestructura. Las tumbas de Sakkara de finales de la II Dinastía, que probablemente pertenecen a funcionarios de rango medio, son de diseño similar a las mastabas estándar del Reino Antiguo, formadas por un pozo vertical excavado en el lecho de roca que conduce a una cámara funeraria definida con muros. Por encima del pozo y la cámara había una superestructura de adobe con dos nichos en el lado este.

En Helwan, en la orilla este del Nilo, las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz más de diez mil tumbas, fechadas desde Nagada III hasta la II Dinastía y probablemente también de comienzos del Reino Antiguo. Se trata de enterramientos de un tamaño más bien modesto, que pertenecieron a funcionarios de rango medio. Una característica de varias de las tumbas de la II Dinastía en Helwan es la presencia de una estela situada en el techo de la tumba, tallada con una representación sedente del dueño de la misma, así como su nombre, títulos y la llamada fórmula de ofrendas.

Los ataúdes de madera de poca longitud, destinados a los enterramientos en posición fetal y que en la I Dinastía sólo se encontraban en las tumbas de la élite, se hicieron mucho más habituales en tumbas de la II Dinastía, como las de Helwan. En Sakkara, Emery y Quibell encontraron cadáveres de la II Dinastía envueltos en vendas de lino empapadas en resina, prueba temprana de algunos intentos de conservar el cuerpo antes de que se crearan las técnicas de momificación
[4]
. Este tipo de medidas eran necesarias para las inhumaciones en ataúdes, pues, al contrario que los enterramientos predinásticos, el cuerpo se deshidrataba de forma natural debido al calor de la arena al depositarse éste en un agujero en el desierto. El creciente uso de la madera y la resina en los enterramientos de categoría media de la II Dinastía probablemente sugiera que por estas fechas el contacto y el comercio con la región libanesa habían aumentado mucho.

Conclusiones

Como resulta evidente, la arquitectura, el arte y las creencias asociadas de comienzos del Reino Antiguo evolucionaron a partir de las del Dinástico Temprano. Lo que vemos en el complejo de la Pirámide Escalonada de Djoser es una transformación de las tumbas del Dinástico Temprano, convertidas en el primer monumento del mundo construido con piedra a una escala realmente gigantesca. El monumento también es un símbolo del enorme control ejercido por la Corona; un poder que se desarrolló a lo largo de la I y la II Dinastías, tras la unificación del gran Estado territorial ocurrida en Nagada II y la Dinastía 0.

El Dinástico Temprano fue el período en el cual se consolidaron las enormes ventajas de la unificación, que muy bien podían haber fracasado; fue la época durante la cual se organizó y amplió con éxito la burocracia estatal, destinada a poner a todo el país bajo control regio. Esto se consiguió mediante los impuestos, destinados a mantener la Corona y sus proyectos a gran escala, incluidas las expediciones en busca de bienes y materias primas al Sinaí, Palestina, Líbano, Baja Nubia y el Desierto Oriental. Es probable que para poder construir los grandes monumentos funerarios y dotar de soldados a las expediciones al extranjero se practicara la azofra. El uso de la primera escritura sin duda facilitó esta organización estatal.

Para los burócratas del Estado había evidentes recompensas, como atestiguan con claridad los cementerios a ambos lados del río en la región de Menfis. La creencia en los beneficios del culto funerario, para el cual se sacaban continuamente de la circulación económica inmensas cantidades de bienes, era un factor cohesivo que ayudó a integrar a esta sociedad tanto en el norte como en el sur. Durante las primeras dinastías, cuando la Corona comenzó a ejercer un control enorme sobre la tierra, los recursos y el trabajo, fue la ideología del dios-rey la que legitimó ese control, haciéndose cada vez más poderosa como sistema de creencias unificador.

El florecimiento de la civilización en Egipto fue resultado de una importante transformación, tanto en la organización sociopolítica y económica como en la ideología. Resulta muy notable que esta transformación tuviera éxito ya en el Dinástico Temprano, pues las unidades políticas contemporáneas de Oriente Medio y Próximo eran mucho más pequeñas tanto en territorio como en población. Que este Estado funcionara con éxito durante mucho tiempo —un total cercano a los ochocientos años hasta finales del Reino Antiguo— se debe en parte al enorme potencial de la agricultura cerealística de la llanura inundable del Nilo; pero también fue resultado de la habilidad organizadora egipcia y la fuertemente desarrollada institución de la realeza.

5. EL REINO ANTIGUO
(c. 2686-2125 a.C.)
JAROMIR MALEK

La expresión Reino Antiguo fue impuesta para la cronología egipcia por los historiadores del siglo XIX y sus connotaciones pueden resultar engañosas. Refleja un modo de entender la periodicidad de la historia respecto al cual actualmente podemos tener serias dudas. Los antiguos egipcios nunca lo utilizaron y habrían encontrado bastante difícil discernir la diferencia entre el Dinástico Temprano (3000-2686 a.C.) y el Reino Antiguo (2686-2125 a.C.). Por lo que parece, el último rey del Dinástico Temprano y los primeros soberanos del Reino Antiguo estuvieron todos relacionados con la reina Nimaathap, quien fuera descrita como «madre de los hijos del rey» durante el reinado de Kiiasekhemuy y como «madre del rey del Alto y el Bajo Egipto» durante el reinado de Djoser (2667-2648 a.C.). Para los egipcios tenía más importancia que el emplazamiento de la residencia real no cambiara y siguiera siendo el Muro Blanco (Ineb-hedj), situado en la orilla occidental del Nilo, al sur de la moderna El Cairo.

No obstante, los egipcios reconocían y eran conscientes de la revolucionaria contribución realizada por los constructores del rey Djoser a la arquitectura funeraria real. Los grandes proyectos constructivos organizados por el Estado ejercieron un efecto inmediato y profundo en la economía y la sociedad egipcias. Esta es la principal justificación con la que contamos para diferenciar entre el Dinástico Temprano y el Reino Antiguo, aunque quede señalada por el progreso en la arquitectura más que en cambios regios personales.

Consideraciones cronológicas y principales características del período

Gracias a la información que nos proporciona la lista real ramésida escrita en un papiro conservado en el Museo Egipcio de Turín, el llamado Canon de Turín, hay muy pocos eslabones débiles a la hora de colocar en orden y datar a los soberanos del Reino Antiguo. Entre los reyes significativos desde el punto de vista cronológico, sólo los reinados de Menkaura (2532-2503 a.C., aunque quizá reinó menos años) y Neferirkara (2475-2455 a.C., aunque casi con seguridad es un cálculo demasiado largo) ofrecen dificultades más serias. No poseemos fechas seguras basadas en observaciones astronómicas contemporáneas y los cálculos realizados para otros periodos pueden cambiar la posición relativa del Reino Antiguo en el esquema cronológico general de la historia del Antiguo Egipto. El grado de Habilidad que concedemos a las fuentes antiguas y nuestra comprensión del sistema de datación egipcio también son importantes. No obstante, en general parece que el año 2686 a.C. como fecha de comienzo del reinado de Nebka (el primer soberano de la III Dinastía de Manetón, si bien su posición en la dinastía acaba de ponerse en duda) es seguro con un error de unos veinticinco años.

El final del período, unos cinco siglos y medio después, es más oscuro; pero los antiguos egipcios y los historiadores modernos coinciden a grandes rasgos en sus características. Para los egipcios, el traslado de la residencia real fuera de Menfis quedó señalado con una clara división en sus listas reales. Como ello coincidió aproximadamente con profundos cambios políticos, económicos y culturales en la sociedad egipcia, es conveniente seguir su ejemplo. Al mismo tiempo, la ausencia de indicadores cronológicos precisos es desalentadora y el grado de incertidumbre es tal que gran parte de la a menudo viva polémica existente es, en el estado actual de nuestros conocimientos, puramente académica.

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