Historia del Antiguo Egipto (27 page)

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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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Sin embargo, justo al contrario de lo que sucede con el texto de Arikhtifi, en los textos de los magnates de Asyut los estrechos lazos con el rey ocupan un lugar destacado. Afirman descender de una venerable estirpe aristocrática y una serie de estrechos lazos personales parece haberlos relacionado con la casa de soberanos heracleopolitanos. Uno de ellos, por ejemplo, menciona que durante su infancia recibió lecciones de natación junto a los hijos del rey. Se menciona, además, la intervención del ejército heracleopolitano en el Alto Egipto. Por lo tanto, para los gobernantes locales del Egipto Medio meridional, el gobierno heracleopolitano era algo muy real.

Nuestras fuentes sobre la estructura interna del reino heracleopolitano siguen siendo muy superficiales. A pesar de ello, el material disponible parece sugerir que los monarcas septentrionales se apoyaban en una clase de aristócratas provinciales que permanecieron fieles a la Corona, sobre todo en aquellos casos en los que existían fuertes lazos personales (quizá por amistad, matrimonio o relaciones familiares). No obstante, al mismo tiempo los aristócratas consideraban sus ciudades como algo muy importante para ellos, convirtiéndolas quizá en el principal centro de su lealtad. En este sentido, el reino heracleopolitano parece haber heredado de nuevo una de las características del Reino Antiguo, lo que quizá conllevara compartir una de sus debilidades estructurales.

Kom Dara

En este contexto puede ser significativo un monumento importante, aunque bastante enigmático. En el cementerio de Dara, situado a unos veintisiete kilómetros corriente abajo de Asyut, en el Egipto Medio, se alza una gigantesca mastaba de adobe conocida como Kom Dara que ocupa una posición prominente en el mismo. El edificio todavía no ha sido estudiado adecuadamente. En su estado actual se trata de una superficie de 138 X 144 metros (es decir, 19.872 metros cuadrados) delimitada por unos macizos muros exteriores que originalmente se alzaban hasta los 20 metros de altura. Todavía no se han encontrado los restos de la capilla mortuoria que, en tiempos, seguramente formó parte del complejo. El interior se alcanza mediante un corredor descendente que penetra en el edificio desde el punto medio de su cara norte y conduce hasta una única cámara subterránea, construida con grandes losas de caliza.

El enorme tamaño de la tumba, junto a su planta cuadrada y el emplazamiento de su cámara funeraria recuerdan de inmediato a una pirámide. Sin embargo, un análisis más detallado de la construcción revela que sin duda el edificio nunca fue pensado como tal. En realidad, el acceso a la cámara funeraria desde el norte es un rasgo muy habitual de la arquitectura funeraria privada de finales del Reino Antiguo, mientras que la planta cuadrada mantiene paralelismos con tumbas del propio cementerio de Dará. Por lo tanto, Kom Dara puede considerarse como una tumba monumental derivada de un prototipo local; del mismo modo que las tumbas
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de Tebas derivan de tipos de tumbas
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más sencillos construidos para el culto funerario de la gente común.

Atendiendo a la cerámica, Kom Dara puede datarse en la primera mitad del Primer Período Intermedio. Su dueño es desconocido y todavía no se tienen pruebas concluyentes que permitan identificarlo, como se repite con frecuencia, con un supuesto rey Khuy, cuyo nombre aparece en un fragmento de relieve hallado reutilizado en otro edificio del yacimiento y que no aparece mencionado en ningún otro lugar. Con todo, la propia tumba atestigua sin lugar a dudas las aspiraciones de su dueño a representar un papel político que sobrepasa con creces el de mero nomarca, sin importar si se atrevió o no a asumir los títulos de la realeza.

No existen registros históricos que nos puedan decir qué ocurrió realmente en este lugar; pero el contexto deja claro que el dueño de la tumba de Kom Dara no consiguió establecerse como un centro de poder independiente, algo que sí lograron los tebanos no mucho después. Resulta tentador, no obstante, especular un poco más. En las anchas y fértiles llanuras del Egipto Medio, los dinastas locales con ambiciones se veían de inmediato rodeados por un grupo de poderosos competidores. Sin embargo, la propia realidad geográfica puede haber ayudado a mantener el equilibrio de poder entre varios gobernantes locales del Egipto Medio, que a su vez pueden haber sido importantes para mantener el dominio regio. Tampoco parece demasiado especulativo asumir que aquí, una de las zonas agrícolamente más productivas del país, la Corona viera amenazados importantes intereses y, por consiguiente, se sintiera menos inclinada a tolerar las veleidades políticas de los gobernantes locales que en las remotas franjas de tierra de la «cabeza del sur» (es decir, de la región tebana).

La guerra final

Los problemas seguramente se precipitaron cuando Wahankh Intef II atacó el nomo tinita y continuó hacia el norte, hasta que su avance se vio detenido por los nomarcas de Asyut. Hemos conservado la descripción de al menos un contraataque heracleopolitano en una inscripción muy fragmentaria de la tumba de Ity-yeb (el segundo en la serie de «supervisores de sacerdotes» de Asyut), que menciona unas exitosas operaciones militares contra los «nomos del sur». Además, el texto de las
Enseñanzas para Merykara
afirma que el padre del rey Merykara había reconquistado Abydos. Sigue siendo motivo de especulación si estos hechos están relacionados con la «rebelión de Thinis», mencionada en una estela del decimocuarto año de reinado de Mentuhotep II.

No obstante, sí está claro que el éxito militar heracleopolitano no tuvo un efecto duradero en el resultado final; puesto que la tumba del hijo de Ity-yeb, Khety II, de época del rey Merykara, contiene una descripción de nuevos conflictos con los agresores tebanos. No se conserva ningún dato sobre la secuencia de acontecimientos de la fase final de la guerra, pero resulta indudable que Asyut fue tomada por la fuerza. En cualquier caso, la familia gobernante de Asyut no sobrevivió a la victoria tebana.

Carecemos de información sobre los avances hacia el norte de Mentuhotep II, pero no parece probable que tuviera que luchar a cada paso. Más bien es posible que la red de control político heracleopolitano sobre el Egipto Medio se viniera abajo tras la derrota de Asyut, estando los gobernantes locales deseosos de pasarse del lado del vencedor antes de que fuera demasiado tarde, con la esperanza de salvarse a sí mismos y a su ciudad «del terror que era difundido por la casa del rey [de Tebas]».

No conocemos la suerte sufrida por el último rey heracleopolitano, ni los detalles de la conquista de su capital; pero las recientes excavaciones en el cementerio de Ihnasya el Medina muestran que sus monumentos funerarios fueron, literalmente, reducidos a pedazos en algún momento de comienzos del Reino Medio. Es tentador considerar esta información arqueológica como una prueba del saqueo final de la capital septentrional de Egipto.

El Primer Período Intermedio en retrospectiva

Gran parte de los egiptólogos actuales sigue presentando una imagen negativa del Primer Período Intermedio. Este aparece caracterizado como una época de caos, declive, miseria y desintegración social y política: una «época oscura» que separa dos de gloria y poder. No obstante, esta imagen se basa sólo parcialmente en el estudio de las fuentes contemporáneas del período. En gran parte reproduce —en ocasiones con una sorprendente ingenuidad— el tema literario desarrollado por un grupo de textos del Reino Medio. Las llamadas
Admoniciones de un sabio egipcio
y la
Profecía de Neferti
son el núcleo de este género; pero otro textos «pesimistas» como las
Quejas de Khakheperraseneb
y el
Diálogo entre un hombre cansado de la vida y su «ba»
también pueden ser incluidos en la lista. En este tipo de textos se lamenta el estado de desorden existente y se compara con el modo en que las cosas tienen que ser. El orden social se invierte; los ricos son pobres y los pobres ricos; el malestar y la inseguridad social prevalecen en todo el país; los documentos administrativos se rompen en pedazos; hay muchos gobernantes distintos al mismo tiempo; el país es invadido por extranjeros; la base moral de la vida social está destruida; la gente se despreocupa y odia al resto de la gente; y las escrituras sagradas son profanadas. Este estado de perturbación general no se limita al mundo social, alcanza dimensiones cósmicas, pues en ocasiones se dice que el río ya no fluía como solía e incluso el sol ya no brillaba con la misma intensidad que antes.

Conviene mencionar que en los textos no se dice que se estén refiriendo al Primer Período Intermedio, como tampoco se menciona ningún acontecimiento histórico concreto. En la
Profecía de Neferti
se predice que el advenimiento de Amenemhat I (1985-1956 a.C.) supondrá el final de un estado de caos que debe situarse, cronológicamente, a finales de la XI Dinastía y no durante el Primer Período Intermedio. Se necesita un cuidadoso estudio si se quiere determinar si estos textos poseen alguna relación con la historia del Primer Período Intermedio y, en caso de que la tengan, hay que analizar en concreto
cómo
se relacionan con los acontecimientos históricos concretos.

Los textos originarios del propio Primer Período Intermedio carecen por completo de esa nota de desesperación que es la característica de la literatura «pesimista» del Reino Medio. Hablan de crisis, pero se trata de una crisis que es derrotada con brillantez: el vigor, la confianza en uno mismo y el orgullo por los propios logros caracterizan el ambiente de la época. Es cierto que existe una sorprendente serie de similitudes temáticas entre las biografías del Primer Período Intermedio y los textos pesimistas del Reino Medio (como las crecidas insuficientes, el hambre, el malestar social, la guerra y la crisis que afecta a los cimientos del Estado), pero estas similitudes demuestran, sobre todo, las conexiones
literarias
entre ambos.

Otro aspecto de la documentación textual parece ser más importante todavía. En las inscripciones del Primer Período Intermedio, las descripciones de la crisis sirven para legitimar el poder de los gobernantes locales. Del mismo modo, la muy elaborada imagen de período de completo caos de la posterior literatura pesimista proporciona el negro telón de fondo ante el cual se puede justificar la estricta política de ley y orden llevada a cabo por los reyes del Reino Medio e, incluso, conseguir que éste parezca caritativa. Por lo tanto, las bases de la ideología de gobierno de la monarquía del Reino Medio descansan firmemente en lo que conocemos del pensamiento político del Primer Período Intermedio.

Las comparaciones entre la literatura «pesimista» del Reino Medio y los textos del Primer Período Intermedio revelan lo mucho que el impacto del Primer Período Intermedio afectó a la conciencia colectiva de los egipcios del Reino Medio y sus puntos de vista sobre las relaciones sociales y políticas. Por otra parte, sería un error intentar utilizar los textos literarios del Reino Medio como fuentes auténticas para la historia del Primer Período Intermedio. El punto de vista sobre el Primer Período Intermedio ofrecido en este capítulo se ha basado por completo en las fuentes contemporáneas; este intento de evaluar la documentación conservada en todos sus aspectos hace mucho más difícil suscribir la tradicional imagen negativa de la época. En cambio, uno no puede dejar de sorprenderse ante el dinamismo y la creatividad del período.

Cuando Senusret I donó una estatua del «conde» Intef, el antepasado de la XI Dinastía, al templo de Karnak, estaba reconociendo que los orígenes de la realeza del Reino Medio se encontraban en la lucha por el poder y la influencia en la que participaron los gobernantes locales del Primer Período Intermedio. Dejando a un lado su importancia política, es imposible negar el impacto del Primer Período Intermedio en la historia cultural de Egipto. En casi cada esfera de la cultura material se desarrolló un juego completo de nuevos tipos morfológicos, incluidas invenciones tan notablemente exitosas como el sello con forma de escarabajo.

Pero, por encima de todo, destaca que la cultura popular tuvo oportunidad de florecer en un momento en que la abrumadora influencia de la cultura cortesana se había desvanecido y el gobierno central era muy débil, cuando anteriormente (durante el Reino Antiguo) había impuesto pesadas exigencias a las comunidades provinciales. Durante el Primer Período Intermedio, las poblaciones locales de todo el país disfrutaron de una riqueza manifiesta, si bien modesta. También consiguieron varios medios nuevos de expresión y comunicación y fueron capaces de organizar sus vidas dentro del limitado horizonte de sus preocupaciones inmediatas.

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