Historia del Antiguo Egipto (22 page)

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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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Los reyes de la VI Dinastía construyeron mucho, edificando santuarios para los dioses locales en todo Egipto que, o bien se destruyeron posteriormente, o todavía no se han excavado. Los templos del Alto Egipto, como los de Khenti-amentiu en Abydos, Min en Koptos, Hathor en Dendera, Horus en Hieracómpolis y Satet en Elefantina, se vieron especialmente favorecidos: se multiplicaron las donaciones y exenciones de impuestos y trabajos obligatorios.

Los templos de las pirámides de la V y la VI Dinastías incluyen escenas que parecen tan convincentes que uno se siente tentado a aceptarlas como reflejos de acontecimientos reales; sin embargo, una escena que muestra la sumisión de los jefes libios durante el reinado de Pepi II es una copia de una imagen idéntica que encontramos en los templos de Sahura, Nyuserra y Pepi II (repetida mil quinientos años después en el templo de Taharqo en Kawa, en Sudán). Estas escenas eran expresiones estandarizadas de los logros del rey ideal y, como tales, tienen poco que ver con la realidad. Su inclusión en el templo garantizaba su continuidad. La misma explicación puede darse de las escenas de barcos regresando de una expedición a Asia y de una incursión contra los nómadas en Palestina presentes en la calzada de Unas. No obstante, otras fuentes nos muestran que en realidad sí tuvieron lugar acontecimientos semejantes. El ya mencionado Weni describe repetidas acciones a gran escala contra los
aamu
de la región de Siria-Palestina. A pesar del modo en que aparecen presentadas en el texto, se trata más bien de acciones preventivas o punitivas que de campañas defensivas.

La explotación de los recursos minerales de los desiertos fuera de Egipto continuó. La turquesa y el cobre siguieron extrayéndose en Wadi Maghara, en el Sinaí (Djedkara, Pepi I y Pepi II), el alabastro egipcio en Hatnub (Teti, Merenra, Pepi I y Pepi II), grauvaca y limolita en Wadi Hammamat (Pepi I, Merenra), en el Desierto Oriental, y gneis en las canteras situadas al noroeste de Abu Simbel (Djedkara). El Punt recibió una expedición enviada por Djedkara y se mantuvieron relaciones comerciales y contactos diplomáticos con Biblos (Djedkara, Unas,Teti, Pepi I, Merenra y Pepi II) además de con Ebla (Pepi I).

Durante el final de la VI Dinastía Nubia se volvió particularmente importante y en época de Merenra se hicieron intentos por mejorar la navegación en la región de la primera catarata. La zona comenzó a recibir la llegada de nuevos colonos procedentes del sur (el llamado Grupo C nubio), de un punto situado entre la tercera y la cuarta cataratas y con centro en Kerma. Al intentar Egipto prevenir una potencial amenaza contra su seguridad y sus intereses económicos, se produjeron ocasionales conflictos con ellos. Gente como Harkhuf, Pepynakht Heqaib y Sabni, administradores del más meridional de los nomos egipcios, el de Elefantina, organizaron caravanas que cruzaron el territorio nubio (las tierras de Wawat, Irtjet, Satju e Iam). Entre los bienes de lujo africanos que alcanzaron Egipto por este medio figuran incienso, madera dura (ébano), pieles de animales y marfil, pero también enanos bailarines y animales exóticos. Por estas fechas es cuando comenzaron a utilizarse grupos de nubios, sobre todo en unidades de policía fronteriza y mercenarios en expediciones militares.

En el Desierto Occidental existe toda una serie de rutas de caravanas. Una de ellas dejaba el Nilo en la zona de Abydos hacia el oasis de Kharga y luego seguía hacia el sur, a lo largo del camino que hoy se conoce como Darb el Arbain (en árabe: «El camino de los cuarenta días»), hasta el oasis de Selima. Otra salía hacia el oeste desde Kharga hasta el oasis de Dakhla, donde prosperó un importante asentamiento en Ayn Asil, cerca de la moderna Balat, sobre todo durante el reinado de Pepi II.

El declive del Reino Antiguo

Pepi I fue sucedido por dos de sus hijos, primero Merenra (nombre completo: Merenranemtyemsaf, Horus Ankhkhau, 2287-2278 a.C.) y luego Pepi II (Horus Netjerkhau, 2278-2184 a.C.). Ambos subieron al trono muy jóvenes y ambos construyeron sus pirámides en Sakkara Sur. El reinado de casi noventa y cuatro años de Pepi II (heredó el trono a la edad de seis años) fue el más largo del Antiguo Egipto; pero su segunda mitad fue seguramente bastante ineficaz, pues fue entonces cuando las fuerzas que insidiosamente habían ido minando los fundamentos teóricos del Estado egipcio se hicieron patentes. La subsiguiente crisis era inevitable, porque era el propio sistema el que contenía las semillas de la misma. En primer lugar se trató de una crisis ideológica, porque el rey, cuyo poder económico se había debilitado mucho, ya no podía llevar a cabo el papel que le tenía asignado la doctrina de la realeza egipcia. Las consecuencias para la sociedad egipcia fueron serias: el sistema de remuneración
ex officio
dejó de funcionar de forma satisfactoria y el sistema fiscal posiblemente estuviera al borde del colapso.

Algunos cargos se volvieron hereditarios y se mantuvieron en la misma familia durante varias generaciones. En el Alto y el Medio Egipto, tumbas excavadas en la roca en lugares como Sedment, Dishasha, Kom el Ahmar Sawaris, Sheihk Said, Meir Deir el Gebrawi, Akhmin (El Hawawish), El Hagarsa, El Qasr wa el Saiyad, Elkab y Asuán (Qubbet el Hawa) nos indican las aspiraciones de los administradores locales, que en ese momento serían gobernantes locales semiindependientes. Sabemos menos de los correspondientes cementerios en el delta, si bien yacimientos como los de Heliópolis, Kom el Hish y Mendes demuestran que existieron. La cercanía de la capital pudo haber dificultado los intentos de conseguir una mayor autonomía; pero la principal razón para la carencia de documentación son la geografía y la geología. Los niveles del Reino Antiguo se encuentran cercanos o por debajo de la capa freática actual y esto hace que sea muy difícil excavar. Sabemos mucho más sobre los administradores locales del oasis de Dakhla, que vivían en el asentamiento de Ayn Asil y fueron enterrados en grandes mastabas en el cementerio local (Qilat el Dabba).

El gobierno centralizado prácticamente dejó de existir y desaparecieron las ventajas de un Estado unificado. La situación se vio agravada además por factores climáticos, sobre todo por una serie de crecidas escasas y una disminución en las precipitaciones que afectó a las zonas adyacentes al valle del Nilo, lo cual incrementó la presión de los nómadas sobre las zonas fronterizas de Egipto. El hecho de que, tras el excepcionalmente largo reinado de Pepi II, hubiera muchos potenciales sucesores reales esperando en la sombra es posible que contribuyera al caos subsiguiente.

Pepi II fue sucedido por Merenra II (Nemtyemsaf), la reina Nitiqret (2184-2181 a.C.) y unos diecisiete o más reyes efímeros, que forman la VII y la VIII Dinastías de Manetón. Las divisiones dinásticas del historiador ptolemaico son difíciles de explicar, a no ser como divisiones accidentales en las listas. La mayoría de estos soberanos son poco más que nombres para nosotros, pero algunos de ellos se conocen por los decretos protectores promulgados para el templo de Min en Koptos. Qakara Iby es el único cuya pequeña pirámide (31,5 metros de lado) ha sido encontrada en Sakkara Sur. De modo que sólo la residencia menfita y una teórica afirmación de control sobre todo Egipto conectaban a estos reyezuelos con los grandiosos monarcas del Reino Antiguo. Con los 955 años que según el Canon de Turín separan Menes, a comienzos de la I Dinastía, del último de estos reyes efímeros, termina el linaje de los reyes menfitas y el período que describimos como el Reino Antiguo.

6. EL PRIMER PERÍODO INTERMEDIO
(c. 2160-2055 a.C.)
STEPHAN SEIDLMAYER

Tradicionalmente, los egiptólogos diferencian los grandes períodos de la historia faraónica basándose en el estado político del país. Los «Reinos» —definidos como épocas de unidad política y gobierno fuerte y centralizado— se alternan con los «Períodos Intermedios», que se caracterizan en cambio por las rivalidades de los gobernantes locales en sus esfuerzos por hacerse con el poder. En el caso del Primer Período Intermedio, el largo linaje de reyes que había gobernado el país desde Menfis terminó con los últimos faraones de la VIII Dinastía. Tras ella, el poder fue ostentado por una sucesión de soberanos originarios de Heracleópolis Magna, que se encontraba en la zona norte del Egipto Medio, cerca de la entrada a Fayum. Estos reyes aparecen como la IX y la X Dinastías en la historia de Manetón, tras haber sido subdivididos por error en el transcurso de la transmisión de la lista real original (véase el capítulo 1 para una discusión sobre la
Aegyptiaca
de Manetón).

El traslado de la residencia real desde Menfis hasta Heracleópolis fue considerado por los antiguos egipcios como un punto de ruptura importante. Esto lo sugiere el hecho de que los compiladores del Canon de Turín (XIX Dinastía) incluyeron un gran subtotal de la parte más antigua de la historia egipcia tras el último de los soberanos de la VIII Dinastía. Además, la lista real del templo de Seti I en Abydos no contiene nombres reales para el período comprendido entre la VIII Dinastía y el comienzo del Reino Medio.

De hecho, los heracleopolitanos nunca llegaron a controlar el Alto Egipto meridional. Allí, en el transcurso de prolongadas luchas con los potentados locales, una familia de nomarcas tebanos se convirtió en la fuerza principal de la región, asumiendo los títulos de la realeza y apareciendo debidamente en los anales de la realeza faraónica como la XI Dinastía. A partir de este momento dos Estados se enfrentaron en el interior de Egipto, hasta que, poniendo punto final a una era de guerra intermitente, el rey tebano Nebhepetra Mentuhotep II se las arregló para derrotar a su contrario heracleopolitano y reunificar el país bajo control tebano, inaugurando así el Reino Medio. Este capítulo trata del período comprendido entre el final de la VIII Dinastía y el reinado de Nebhepetra Mentuhotep II.

Los problemas cronológicos

Estamos relativamente bien informados respecto a la segunda parte del Primer Período Intermedio —la fase de enfrentamiento entre los heracleopolitanos y los tebanos, que duró entre noventa y ciento diez años—. No obstante, la parte más antigua del período —la de gobierno heracleopolitano antes de la llegada de la XI Dinastía— es bastante más oscura. Como resultado de la pérdida en el Canon de Turín de la mayor parte de los nombres de los soberanos heracleopolitanos y de la información relativa a la duración de sus reinados, así como por el insatisfactorio estado de la investigación arqueológica en el Egipto Medio septentrional y el delta, el núcleo del reino heracleopolitano, poseemos escasa información de valor cronológico inmediato. Debido a la escasez de datos directamente relacionados con los heracleopolitanos, en algún momento se llegó a proponer incluso que en realidad no existió nunca un período durante el cual éstos hubieran sido (al menos nominalmente) los únicos soberanos del país, por lo que debieron ser por completo contemporáneos a la XI Dinastía. Sin embargo, esto no es posible, puesto que actualmente sabemos de destacadas personalidades e importantes acontecimientos políticos que sólo pueden ser situados en el período comprendido entre la VIII y la XI Dinastía.

Detallados estudios sobre la sucesión de los titulares de importantes cargos administrativos y sacerdotales en varias ciudades del Alto Egipto, así como estudios de los cambios visibles en el material arqueológico, sugieren que este intervalo entre la VIII y la XI Dinastía ocupó un período de tiempo bastante largo, que probablemente sea posible calcular en tres o cuatro generaciones. Además, la cifra que menciona Manetón como duración de la X Dinastía puede utilizarse como apoyo del cálculo de una duración de casi dos siglos para todo el Primer Período Intermedio, una cifra que estaría en perfecta consonancia con las pruebas prosopográficas y arqueológicas.

La naturaleza del Primer Período Intermedio

El Primer Período Intermedio no sólo fue un período de desorden en términos de sucesión en el trono de Egipto, también fue un período de crisis y novedades que afectaron a toda la sociedad y la cultura egipcias. Se trata de algo que se puede apreciar en cuanto nos fijamos en los monumentos. Los complejos mortuorios de los reyes y altos funcionarios del Reino Antiguo situados en los cementerios de la capital, Menfis, son en buena medida los responsables de haber dado forma a nuestras ideas sobre el Estado egipcio. Esta serie de espectaculares edificios se interrumpió tras el reinado de Pepi II y sólo revivió con Mentuhotep II y su templo funerario en Deir el Bahari, en la Tebas occidental.

Para ajustarse a estas circunstancias, en ocasiones el límite inferior del Primer Período Intermedio se retrasa para incluir en él las tres décadas durante las cuales los reyes del linaje menfita que siguió a Pepi II mantuvieron el poder. Aunque se toman algunas libertades con el esquema de la división en dinastías de la historia egipcia, este punto de vista no es por completo injustificado. De hecho, la construcción a gran escala puede ser comprendida como prueba válida, no sólo de la naturaleza de las instituciones centrales del Estado, sino también del hecho de que todavía estaban funcionando. El gran vacío existente en el registro monumental durante el Primer Período Intermedio sugiere, por lo tanto, que el sistema social se había fragmentado, tanto en su organización política como en sus pautas culturales.

Igual de evidente resulta que los datos arqueológicos y epigráficos del Primer Período Intermedio señalan la existencia de una próspera cultura en los niveles más pobres de la sociedad, así como un vigoroso desarrollo social en las ciudades provinciales del Alto Egipto. Más que el colapso total de la sociedad y la cultura egipcias en general, el Primer Período Intermedio se caracterizó por un importante, si bien temporal, cambio en el emplazamiento de sus centros de actividad y dinamismo.

Para poder comprender tanto la crisis del Estado faraónico como los procesos que terminaron llevando al restablecimiento de una organización política unificada sobre una nueva base es crucial investigar los modos en que las instituciones políticas están enraizadas en la sociedad. Gran parte de la historia de Egipto tiende a concentrarse en la residencia real, los reyes y la «cultura cortesana»; pero al escribir la historia del Primer Período Intermedio es necesario concentrarse en las ciudades provinciales y en las propias personas que forman los elementos más básicos de la sociedad.

La capital y las provincias

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