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Authors: Leandro Palencia

Hollywood queer (17 page)

BOOK: Hollywood queer
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En oposición a los severos protagonistas heterosexuales y a sus rudas esposas, los gays son designados iconográficamente por su aspecto cuidado y su ostentosa y elegante vestimenta. Amén de un carácter refinado que les hace amar el arte, las antigüedades, la cocina, etc. Es relevante que esta iconografía no sea explícitamente sexual, que no dirija su energía sexual a otro objeto de deseo que no sean las mujeres fatales. Este hecho es aún más cierto para las lesbianas. Ese deseo homosexual que jamás puede ser satisfecho los gays deben sublimarlo interesándose por el arte, las antigüedades, la cocina, etc.

Debido a la prohibición del Código muchos de los gays del cine negro pueden verse como bisexuales. Ya porque estén casados o sean viudos:
Gilda
(Charles Vidor, 1946),
Envuelto en la sombra
(Henry Hathaway, 1946),
El sueño eterno
(Howard Hawks, 1946),
Los sobornados
(Fritz Lang, 1953). Ya porque sean unos devotos de la mujer (madre, amiga): Clifton Webb en
Laura
(Otto Preminger, 1944), Franchot Tone en
La dama desconocida
(Robert Siodmak, 1944), Robert Walker en
Extraños en un tren
(Alfred Hitch-cock, 1951), Lindsay Marriott en Adiós,
muñeca
(Dick Richards, 1975). Otros gays son Hardy Cathcart en
Envuelto en la sombra,
el Captain Munsey en
Brute forcé
(Jules Dassin, 1947) o "Grandy" Grandison en
The Unsuspected
(Michael Curtiz, 1947).

Las lesbianas fueron menos habituales en el género y su iconografía menos elaborada. Comparten con la de los gays una obsesión por la belleza y la lujuria que les hace ser decadentes y por tanto impotentes y estériles. Las lesbianas en el cine negro son altas, delgadas o con una llamativa estructura ósea, el pelo cortado a lo
gargonne
o recogido en moño. Visten desaliñadamente o más frecuentemente con ropa de diseño. Trabajan para vivir, ellas no son madres, esposas o amantes. Sobre todo se enfatiza este último aspecto, lo que conlleva elementos de tiranía y de violencia de la "ama" respecto a sus subalternas, convirtiendo a las lesbianas en unas depredadoras. Alguien cuyo único sentimiento que pueda desarrollar hacia su "amada" es el de la dominación. Como las lesbianas son mujeres que interactúan con las heterosexuales
pueden conspirar
contra el hombre: Miss Holloway en
Los intrusos
(Lewis Alien, 1944), Mrs. Redi en
The Seventh Victim
(Mark Robson, 1943) o Rose en
Una vida marcada
(Robert Siodmak, 1948). Martha en
En un lugar solitario
(Nicholas Ray, 1950) es una masajista personal "marimacho" casi sádica y de voz agresiva. Lauren Bacall (Amy North) en
El trompetista
(Michael Curtiz, 1950) es una bisexual que se aburre con su macho novio (Kirk Douglas) y se va a Europa con una atractiva joven estudiante de arte. Douglas la grita, «Estás enferma, Amy, deberías ver a un médico» (Howard Hawks descubrió a Bacall al ver en ella una «nueva Dietrich. Pero más cálida»). Mercedes McCambridge en
Sed de mal
(Orson Welles, 1958) "bollera" motorista de cuero. Frances Amthor en
Adiós, muñeca.
O las lesbianas de
Instinto básico
(Paul Verhoeven, 1992) o
Lazos ardientes
(Hermanos Wachowski, 1996) que ponen en evidencia tantos subtextos
queer
que han pululado por este género. Como señala Jean-Pierre Coursodon, en numerosas películas negras se han desarrollado relaciones triangulares entre el protagonista, una mujer y su pretendiente —poderoso y peligroso, de quien es rival el primero— y en las que existiría la sugerencia de una relación o al menos una inclinación homosexual entre los dos hombres.
Gilda
es el caso paradigmático, al que se apuntan
Perversidad
(Fritz Lang, 1945),
Forajidos
(Robert Siodmak, 1946),
La dama de Shangai
(Orson Welles, 1948) o
Retorno al pasado
(Jacques Tourneur, 1947). Los momentos queer más destacables en el cine negro están en:

El halcón maltes
(John Huston, 1941). Considerada la película inaugural del género. Joel Cairo (Peter Lorre, un actor especializado en actores perversos) no es tan claramente "marica" como en la novela homónima de Dashiell Hammett pero puede entenderse como tal por su pañuelo perfumado. ¿Y no lo es Wilmer Cook (Elisha Cook, Jr.), el amante del otro villano, su patrón, el esteta Casper Gutman (Sidney Greenstreet)? Al menos Sam Spade (Humphrey Bogart) se refiere a Cook como
gunsel,
que en el argot
yiddish
se refiere a un joven gamberro gay. Y en una de las raras escenas en las que Spade pierde el control le pide a Gutman que impida a Cook que le siga. Su agitado «Le mataré», ¿indica el miedo de un heterosexual a que un gay le persiga y le sodomice? Al final esos tres criminales serán dominados por un hombre tan macho como Spade, que incluso envia a la cárcel a la mujer que ama. Y es que en el cine negro el trabajo del héroe es más sexual que otra cosa.

Luz
en el alma
(Robert Siodmak, 1944) se basa en la novela del escritor gay Somerset Maugham. ¿Gene Kelly es gay? Tiene una madre dominante, se ausenta inexplicablemente por las noches y sus cualidades son inmencionables. En esta película parece que el juego sea una metáfora para designar la homosexualidad y que la ansiedad del personaje provenga de su incapacidad para salir del armario.

La
dama desconocida.
Aquí Franchot Tone es
queer.
No está casado, es escultor —y es que los artistas son siempre sospechosos— y paranoico pues si le odian es «porque soy diferente». Como Webb en
Laura
tiene complejo de superioridad. Lo que explicaría porqué ambos intentan matar a la chica: se sienten insultados porque ellas no quieran permanecer con un gay.

El sueño eterno.
¿El General Sternwood es un
queer
decadente? ¿Sean Reagan había sido su amante? Al menos el primero esperaba del segundo que fuera algo más que su empleado y éste le rompió el corazón. Llama a Phillip Marlowe (Bogart) para que lo encuentre —o se lo recomponga-. Como la mayoría de los
queers
adinerados, el General, quien se ha casado ya mayor, es poco sexual y tiene una exquisita y mórbida sensibilidad. De hecho vive entre orquídeas. En esta película, según Parker Tyler, Bogart hace la mascarada de ser un homosexual poniéndose gafas, colocándose el sombrero hacia atrás y dirigiéndose ceceante a la dependienta de la librería. ¡Por sus signos los conoceréis!

Callejón sin salida
(John Cromwell, 1947). ¿El amigo desaparecido de Bogart es homosexual porque le ama mucho más a él que a su novia (Lizabeth Scott)?

El beso de la muerte
(Henry Hathaway, 1947). Hay una escena en la que Richard Widmark le pide a su novia que le deje a solas con Victor Mature y los dos beben en un espacioso y silencioso
nightclub.
Un hombre pasa junto a ellos y Mature pregunta a qué huele. «Perfume», le responde Widmark. ¿Se encuentran en un local de citas para gays?

El demonio de las armas
(Joseph H. Lewis, 1949). Los actores protagonistas fueron elegidos cuidadosamente entre actores homosexuales. Se trata de un
amor fou
entre Bart (John Dalí), un hombre débil que vive para las armas, y Laurie (Peggy Cummins), una mujer fatal que es una asesina compulsiva. El amor de ambos por las pistolas —en inequívoco símbolo fálico— es superior al que el uno siente por el otro. Bart dirá «Soy bueno disparando. Me siento bien cuando disparo pistolas». Y cuando Laurie aparece por primera vez viene precedida por una pistola que ocupa buena parte del plano, incluso tirotea a una mujer que la critica por llevar pantalones. El suyo, claro está, es un amor que desafía y amenaza a la sociedad. Morirán.

Los
sobornados.
¿Mike Lagane es homosexual? El retrato de la madre es omnipresente, viste bien, sus sirvientes son guapos y no permite a sus subalternos que hablen de mujeres.

Agente especial
(Lewis, 1955). Película de culto de serie B en la que dos auxiliares de un criminal —Fante (Lee Van Cleef) y Mingo (Earl Holliman)— son codificados como amantes gays. Al igual que en las representaciones de los matrimonios heterosexuales comparten una habitación con camas separadas en un cuarto que es colorido frente a las otras salas oscuras de la casa. En una escena Fante se desnuda junto a la cama donde está Mingo y en otra recibe en bata —no en pijama— a una visita inesperada con lo que se indica que entre él y Mingo hay algo más que una relación de amistad. Cuando Fante muere por una explosión Mingo grita angustiado «¡No me dejes, Fante!». Delatará a su jefe como venganza por el asesinato de su amado. Por si no quedara claro, Fante le había dicho a Mingo «Nos buscarán hasta en los armarios».

El detective
(Gordon Douglas, 1968). El gay dice «Me sentía más culpable de ser homosexual que de ser un asesino». La cinta lo trata como un enfermo con quien hay que ser condescendiente. Con esta película ya no se presenta fortuitamente la vida social gay sino que los modos de representación cinematográficos se ponen al servicio de retratarla conscientemente en mor de un reclamo de la "autenticidad". Un tipo de realismo que marcó la siguiente década.

Asuntos sucios
(Mike Figgis, 1990). Entre los dos protagonistas masculinos (Richard Gere y Andy García) hay un intenso homoerotismo inconsciente. Laurie Metcalf interpreta a una lesbiana eficiente, dedicada y lacónica. Ella es "uno de los buenos chicos".

Instinto básico.
En su momento fue controvertida, con manifestantes homosexuales en la entrada de los cines portando pancartas en las que se leía "Catherine lo hizo". Ya mucho antes, en la primera noche de rodaje, los activistas la interrumpieron tocando el silbato. A lo largo de la filmación el equipo tuvo que trabajar protegido por un mínimo de cincuenta policías antidisturbios. Hasta el propietario de un bar en el que se ambientaban algunas de las escenas estuvo amenazado de muerte. Y todo porque Sharon Stone interpretaba a una asesina psicópata en serie bisexual. Una tradición misógina que representaba a la lesbiana como alguien peligroso y de poco fiar, una proyección de los miedos y ansiedades del varón heterosexual. Pero Catherine también era inteligente, bella, fuerte, seductora, sexualmen-te agresiva y utilizaba a los hombres para su propio placer. Algunos activistas comenzaron a preguntarse, ¿qué hay de malo en ello? Verhoeven en
El cuarto hombre
(1983) ya había tratado de un escritor bisexual que tenía visiones y en el cuento moral
Showgirls
(1995) volvió a incidir en el tema de las bisexuales sexualmente agresivas.

El talento de Mr. Ripley
(Anthony Minghella, 1999). Es abiertamente homoerótica así como el personaje de Matt Damon lo es gay.

La Virgen de los sicarios
(Barbet Schroeder, 2000). Sobre una utópica comunidad homosexual.

CLIFT, MONTGOMERY

Edward Montgomery Clift

17 de octubre de 1920 en Omaha (EE.UU.) — 23 de julio de 1966 en Nueva York (EE.UU.)

Al principio de su carrera condujo su vida privada con discreción citándose con las mujeres que le recomendaba el estudio. Pero siempre mantuvo relaciones gays. Su madre dijo, «Monty fue un homosexual muy prematuro. Creo que lo era con 12 ó 13 años». En 1940 tuvo su primer novio, un compañero actor, su pareja inseparable hasta que en 1942 le reclutaron en la marina. Mientras Clift intervenía en
La piel de nuestros dientes
(1943) con Tallulah Bankhead, se rumoreó que tuvo un
affaire
con el autor, Thornton Wilder. En 1949 arrestaron a Clift en la calle 42 de Nueva York por "reclamar" servicios sexuales aunque el estudio intervino para asegurarse de que los cargos se archivaban sin publicidad. Parece que desde inicios de los años cincuenta Clift ya sólo sostiene relaciones sexuales gays. Michelangelo Capua en "Montgomery Clift: A Biography" (2002) alega que este se estuvo acostando previamente con ambos sexos para descubrir su verdadera inclinación. Según Barney Hoskyns en "Montgomery Clift: Beautiful Loser" (1992) éste alquiló en 1954 una casa en un lugar de veraneo para gays en Ogunquit, Maine, y se pasó todo el verano recogiendo hombres de la playa para provocar relaciones sadomasoquistas. Los rumores sobre su vida privada comenzaron a abundar pero los estudios mantienen a raya a la prensa. Se ha convertido en un lugar común que su vida fue "«el suicidio más largo de la historia» y que su abuso de bebidas y drogas (anfetaminas, opiáceos, cocaína) se debió o bien porque no podía vivir libremente su sexualidad o bien porque no podía aceptarla, confirmándose así el estereotipo del homosexual como víctima suicida. Pero su tragedia no fue su identidad sexual sino vivir y trabajar en una sociedad homofóbica. Una vez Clift le dijo a un compañero que le preocupaba cómo él movía las manos en pantalla pues no quería parecer afeminado. Su drogodependencia fue potenciada por las secuelas del accidente que le desfiguró la cara. Algunos aseguran que los últimos años se los pasó ligando en noches salvajes y que sus amigos iban a recogerle a sórdidos clubes de ambiente tipo
Dirty Dicks,
local en el que se unía a orgías homosexuales hasta acabar inconsciente. Patricia Bosworth opina en "Montgomery Clift: A Biography" (1978) que sus adicciones le dejaban a menudo impotente y que por entonces el sexo era menos importante para él. Lo cierto es que los estudios ya no confiaban en Clift para ofrecerle un papel y cuando su "secretario personal" Lorenzo James le encontró muerto en su casa —desnudo sobre la cama salvo unas gafas de sol— Clift estaba virtualmente desempleado. Nunca se desarmarizó.

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