James Potter y la Encrucijada de los Mayores (51 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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Lo único de lo que James estaba seguro era de que había algo que quería que entregara la túnica de Merlín. No estaba del todo seguro que eso fuera algo
conveniente
. Afortunadamente la túnica todavía estaba guardada en el maletín de Jackson que estaba dentro de su baúl. Después de la experiencia vivida al tocarla, James no tenía planeado volver a sacarla del baúl hasta que, llegado el momento, fuera a entregársela a su padre y al Departamento de Aurores. Todavía no había llegado el momento adecuado, pero ya llegaría. Pronto. De todas formas no estaba dispuesto a entregársela a ninguna entidad misteriosa, aunque se tratara de un duende de los árboles. Seguro de ello, James llegó a la sala común Gryffindor y se preparó para irse a la cama. De todas formas, mucho después de haberse metido bajo las mantas, aún le parecía seguir oyendo, en el viento que soplaba fuera de su ventana, la voz susurrada, implorando interminable y monótonamente:
tráenos la reliquia… tráenos la reliquia mientras aún puedas…
Le daba escalofríos, y cuando finalmente logró conciliar el sueño, soñó con esos ojos inolvidables y hermosos y esos largos, largos brazos de manos delgadas y uñas violetas e irregulares.

El viernes siguiente, en clase de Herbología, a James le divirtió observar que Neville Longbottom había sacado el melocotonero transfigurado de Ralph de la clase de Transformaciones, dónde resultaba un poco incómodo, y lo había colocado en uno de los invernaderos.

—¿Todo esto de un plátano? —dijo Neville a James después de clase, solicitando confirmación.

—Sí. Apuesto a que Ralph estaba más sorprendido que nadie. En realidad es un tipo asombroso, pero no creo que comprenda el alcance de su propio poder. Algunos de los otros Slytherins creen que proviene del linaje de una antigua y poderosa familia mágica. Podría ser, supongo, dado que nunca conoció a su madre.

—Esa es la clase de cosa que supondrían los Slytherins —dijo Neville con su franqueza habitual—. Los nacidos muggles pueden ser tan poderosos como cualquier otro nacido de una antigua familia de sangre pura. No obstante, algunos prejuicios nunca cambian.

James miró al árbol de melocotones, que se había hecho bastante grande a pesar de que sus raíces aún seguían enroscadas irremediablemente alrededor de una de las mesas del aula de Transformaciones. Sabía que Neville tenía razón, pero no podía evitar pensar en la expresión que había visto en el rostro de Ralph el día que había transformado el plátano. Ralph nunca lo había mencionado, pero James tenía la sensación de que le asustaba un poquito su propio poder.

Al día siguiente, el equipo de Quidditch de Gryffindor tenía programado un partido contra los Slytherin. James se sentó en las tribunas de Gryffindor con Zane y Sabrina Hildegard. Ralph, a fin de conservar los pocos amigos Slytherin que tenía, se sentó en las gradas cubiertas de verde que estaban al otro lado del campo. James entabló contacto visual con Ralph una vez y lo saludó. Ralph le devolvió el saludo, pero sigilosamente, asegurándose de que no le vieran sus compañeros de casa mayores.

Abajo, en el campo, los capitanes de equipo fueron hacia la línea central a encontrarse con Cabe Ridcully para oír las reglas y para el apretón de manos; una tradición a la que ya nadie prestaba mucha atención. James observó a Justin Kennely estrechar ceremonialmente la mano a Tabitha Corsica. Aún desde su posición elevada en lo alto de las gradas, James pudo apreciar la aduladora y atenta sonrisa que Tabitha lucía en el reconocidamente hermoso rostro. Luego ambos se giraron y caminaron en direcciones opuestas, regresando a sus lugares bajo las gradas, dejando a Ridcully solo con el baúl de Quidditch.

Zane masticaba alegremente una bolsa de palomitas que había llevado con él, habiendo convencido de alguna forma a los elfos domésticos de la cocina para que se las prepararan.

—Este debería ser un excelente partido —observó, mirando a la entusiasta multitud.

—Gryffindor contra Slytherin siempre arrastra multitudes —dijo Sabrina, alzando la voz para hacerse oír sobre el ruido—. En la época de mi madre, todo el mundo odiaba a Slytherin porque jugaban sucio. En aquella época el capitán del equipo era un tipo llamado Miles Bletchley, y jugó con los Truenos Atronadores durante un par de años, hasta que le echaron de la liga por usar una escoba trucada

—¿Una qué? —Interrumpió Zane—. ¿Cómo trucas una escoba?

—Es una forma de hacer trampa en la que se taladra un agujero en el centro de la escoba y se le enhebra algo mágico, como la costilla de un dragón o el colmillo de un basilisco. Básicamente convierte a toda la escoba en una varita mágica. La usaba para lanzar hechizos de desvío y hechizos
expeliarmus
modificados, que hacían que el equipo contrario dejara caer la quaffle. Realmente era un tramposo retorcido —explicó James.

Mientras hablaba, el equipo Slytherin salió y fue recibido por los vítores de su tribuna. Damien, sentado en la cabina de transmisión con su varita sobre la garganta, anunció al equipo, y su voz resonó en el fresco aire de enero.

—Bueno—gritó Zane por encima de los vítores—, parece ser que ya nadie odia a los Slytherin.

Eso seguro, se oían aplausos aislados provenientes del resto de las tribunas. Solo las gradas de Gryffindor abucheaban y silbaban. James se encogió de hombros.

—No parecen jugar tan sucio como solían hacerlo. Pero aún son un equipo inusualmente fuerte. Hay algo un poco marrullero en ellos, solo que no es tan obvio como solía serlo.

—Yo diría lo mismo —estuvo de acuerdo Zane—. Cuando jugamos contra Slytherin antes de las vacaciones fue el partido más limpio que se jugó en todo el año. Ridcully apenas si les señaló una sola falta. Y aún así había algo un poco demasiado mañoso en ellos. O es el grupo más afortunado de canallas que se haya subido jamás a una escoba o han hecho un pacto con el mismo diablo.

James rechinó los dientes.

Al otro lado del campo, Horace Slughorn, con las mejillas sonrosadas y envuelto en una capa con cuello de piel y un sombrero a juego, ondeaba una pequeña bandera de Slytherin adherida a una varilla y animaba a gritos al equipo de su Casa. Ralph, sentado dos filas más abajo, aplaudía respetuosamente. James sabía que Ralph no era muy fanático del Quidditch, a pesar de la casi estudiada atención que prestaba a los partidos, y suponía que por eso Ralph no podía elegir un equipo al que serle fiel. Sus amigos, incluido Rufus Burton, vitoreaban y gritaban frenéticamente.

El equipo de Gryffindor fue el siguiente en salir al campo, emergiendo del vestuario que estaba bajo su tribuna, y los espectadores alrededor de James entraron en erupción, poniéndose en pie de un salto como si fueran una sola persona. James gritó junto a ellos, sonriendo extasiado y convencido de que Gryffindor ganaría. Cuando el equipo dio la vuelta al campo saludando y sonriendo, zapateó y gritó hasta quedarse ronco.

Los equipos volaron a tomar sus posiciones. Después de decirles que jugaran un partido limpio y de asegurarse de que todo el mundo estuviera en posición, Ridcully soltó las bludgers y la snitch y tiró la quaffle al aire. Noah y Tom Squallus, los dos buscadores, salieron velozmente tras la snitch, que había salido disparada rodeando los estandartes de Ravenclaw para luego desaparecer.

Casi inmediatamente, la diferencia entre los equipos se hizo evidente. Gryffindor libraba un partido de libro de texto, basado enteramente en movimientos cuidadosamente practicados. Se podía oír a Justin Kennely gritando juegos y formaciones sobre los vítores de la multitud, apuntando y haciendo señas. Por otra parte los Slytherin, parecían tener un estilo de juego grácil, casi misterioso, que lo llevaba a moverse por el campo como un banco de peces. Tabitha Corsica no gritaba instrucciones desde su escoba, y de todas forma sus jugadores se desplegaban y reagrupaban con precisión de bailarines. Durante un momento, mientras estaba en posesión de la quaffle, Tabitha se agachó para evitar una bludger y simultáneamente la lanzó por encima del hombro. La pelota formó un arco a en el aire y fue ágilmente atrapada por un compañero de equipo que había estado volando directamente debajo de ella en una trayectoria perpendicular. El compañero de equipo solapadamente hizo pasar la quaffle a través del arco central antes de que el portero de Gryffindor llegara a percatarse de que Tabitha ya no la tenía. James gimió mientras los Slytherin se ponían de pie y festejaban. Justin Kennely tenía pinta de querer saltar una y otra vez sobre la escoba para desahogar la frustración. De todas formas, después de transcurrida una hora de partido, el marcador era de ciento treinta contra ciento cuarenta a favor de Gryffindor; lo suficientemente cercanos el uno del otro como para que la ventaja ya hubiera cambiado cinco veces de bando.

—En un partido así todo depende de los buscadores —gritó Sabrina exultante, sin apartar la vista de los jugadores—. Y Squallus es nuevo en esa posición ya que Gnoffton terminó el año pasado. Noah tendría que ser capaz de atraparlo contra la pared con su propia escoba.

Efectivamente, un súbito rugido se elevó desde la multitud y James vio a Noah persiguiendo la snitch. Al otro lado del campo, Tom Squallus estaba doblado sobre la escoba, desnudando los dientes contra el aire helado apresurándose para interceptar a Noah. Se lanzó a toda velocidad entre los jugadores, apenas evitando una bludger golpeada violentamente por Justin Kennely. A pesar de su velocidad, James estaba seguro de que no había forma que Squallus ganara a Noah en su carrera hacia el premio. Una línea dorada y un aleteo de diminutas alas zumbaron frente a la tribuna de Gryffindor, seguida un segundo después por Noah. Los que estaban en las primeras filas se agacharon, luego saltaron sobre sus pies vitoreando a Noah mientras éste hacía una fuerte entrada apenas esquivando la tribuna y estirándose hacia delante sobre su escoba, con el brazo extendido. Hubo un largo momento en el que todo el mundo contuvo el aliento cuando pareció que Noah era remolcado por la diminuta bola dorada, la distancia disminuía cada vez más, la mano de Noah temblaba de tanto que se estiraba. Luego, con un torbellino de capas y escobas, algo cambió. Noah se vio forzado a erguirse súbitamente sobre su escoba, para detenerse con un brusco giro que destrozó su control. Una nube de Slytherins, guiados por Tabitha Corsica, se había deslizado frente a él provenientes de todas las direcciones, entretejiendo una pared virtual en medio del aire. Noah chocó con un corpulento Slytherin y rebotó, perdiendo el asidero de su escoba. Se cayó de costado, quedando agarrado de una mano y colgando por debajo de la escoba. La multitud rugió.

Tabitha Corsica se lanzó disparada a través de la pared de Slytherins, que se abrió para ella como un lirio. Con la capa batiéndose tras ella, James quedó atónito al ver la snitch volando detrás, en las sombras de su capa. Se dirigió hacia arriba y Tabitha la siguió casi instantáneamente, muy inclinada sobre su escoba. De alguna forma, sin siquiera mirar, estaba ensombreciendo la snitch, marcándola para Tom Squallus. Él la vio, se lanzó en picado, y se abalanzó hacia ella pasando a su lado. Cuando salió al otro lado tenía la mano levantada y la snitch brillaba dentro de ella. Las tribunas de Slytherin vitorearon estruendosamente. El partido había terminado.

Noah se balanceaba bajo la escoba, y enganchó un pie sobre ella. Luchó hasta conseguir ponerse derecho, lográndolo en el momento en que Ted y Justin Kennely se precipitaban hacia él, hablando y gesticulando. James entendía el sentido de lo que le estaban diciendo aunque no pudiera escuchar las palabras debido a los vítores y los abucheos. Algo extremadamente raro había ocurrido, a pesar de que los Slytherin no hubieran cometido ni una falta. En el césped del campo, Petra Morganstern, que jugaba de cazadora, había acorralado a Cabe Ridcully y estaba señalando animadamente a Tabitha Corsica que aún estaba sobre su escoba, siendo felicitada por sus compañeros de equipo junto a Tom Squallus. Ridcully sacudió la cabeza, incapaz o renuente a reconocer los alegatos de Petra. No parecía haber ningún recurso para los Gryffindor, dado que no podían probar que algo ilegal hubiera ocurrido.

—¿Qué, en nombre del trasero blanco y fofo de Voldy, ha sido eso? —reclamó Damien Damascus que había abandonado la cabina de transmisión y se había unido a James, Zane y Sabrina.

Sabrina sacudió la cabeza.

—Ha sido sencillamente espantoso. ¿Viste lo que yo? ¡Corsica encerró a la snitch! No la tocó, pero voló junto a ella, marcándola hasta que Squallus pudo poner su escoba a tiro.

—¿No existen reglas contra eso? —preguntó Zane mientras se unían a la multitud que abandonaba las gradas.

—No tiene sentido hacer reglas contra cosas que son imposibles —dijo Damien de mal humor—. En tanto no la haya tocado, está a salvo. Ni siquiera estaba
mirando
a la snitch. Podría jurarlo.

Ralph estaba cruzando el campo al trote cuando James y Zane pisoteaban los últimos escalones. Jadeando, los apartó de Sabrina y Damien cuyo estado de ánimo estaba empeorando.

—¿Visteis eso? —preguntó Ralph, luchando por recobrar el aliento. Parecía extremadamente agitado.

—Vimos
algo
—dijo James—, aunque no estoy seguro de si confiar en mis propios ojos.

Zane fue menos diplomático:

—Los Gryffindor creen que tus compañeros hicieron trampa de alguna manera. Esto también va a afectar a las finales. Ahora parece que Ravenclaw jugará la final contra Slytherin. Yo esperaba que fuera entre Gryffindor y Ravenclaw.

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