James Potter y la Encrucijada de los Mayores (48 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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Ralph aún parecía preocupado.

—¿Se desvanecerá el encantamiento con el transcurso del tiempo? ¿O funcionará tanto tiempo como la gente crea que el maletín falso es el verdadero?

Ni James ni Zane sabían la respuesta a eso.

—Solo nos queda esperar que dure el tiempo suficiente —dijo James.

13. La Revelación de la Túnica

Esa noche después de la cena, los tres chicos corrieron nuevamente hacia los dormitorios Gryffindor, deteniéndose solo cuando James se fijó en una mujer de mirada fija al fondo de un cuadro con unas doncellas ordeñando un par de vacas ridículamente regordetas. Reprendió a la alta y fea mujer, que iba vestida como una monja, exigiendo saber que era lo que estaba mirando. Después de transcurrido medio minuto, Zane y Ralph se impacientaron y cada uno tomó uno de los codos de James, y se lo llevaron a rastras. En los dormitorios, se agruparon alrededor del baúl de James mientras que éste lo abría y sacaba el maletín de Jackson. Lo puso en el borde de la cama y los tres se quedaron mirándolo fijamente.

—¿Tenemos que abrirlo? —preguntó Ralph.

James asintió.

—Debemos asegurarnos de tener la túnica, ¿no? Ese asunto me ha estado volviendo loco todo el día. ¿Y si estuviera equivocado y lo que hay ahí dentro es solo la ropa sucia de Jackson? No puedo evitar pensar que es el tipo de persona que llevaría consigo un maletín absolutamente intrascendente solo para que la gente hable de ello. Deberías haberlo visto esta mañana cuando creyó que nos había atrapado a Zane y a mí. Estaba verdaderamente encolerizado.

Zane se dejó caer sobre la cama.

—¿Y si ni siquiera podemos abrirlo?

—No debe ser un cerrojo muy bueno ya que ese día en D.C.A.O. se abrió fácilmente —razonó James.

Ralph se levantó para dejar espacio a James.

—Entonces hagámoslo de una vez por todas. Intenta abrirlo.

James se aproximó al maletín y probó el cerrojo. Suponía que no iba a funcionar y estaba preparado para intentar con toda la gama de hechizos reveladores y de apertura que habían recolectado entre los tres. En cambio, el cierre metálico que tenía el maletín se abrió fácilmente. De hecho, tan fácilmente, que durante un momento James estuvo seguro que se había abierto un segundo antes de que llegara a tocarlo. Se quedó helado, pero ninguno de los otros dos chicos pareció notarlo.

—¿Y bien? —susurró Ralph. Zane se inclinó sobre el maletín. La boca del mismo se había abierto ligeramente.

—No puedo ver nada allí dentro —dijo Zane—. Está demasiado oscuro. Abre la podrida cosa, James. Es más tuya que de ninguno de nosotros dos.

James tocó el maletín, agarró las asas y las utilizó para abrirlo. Podía ver los pliegues de tela negra. Un vago y mohoso olor salió flotando del maletín abierto. James pensó que olía como el interior de una calabaza linterna una semana después de Halloween. Se estremeció al recordar que Luna había dicho que en cierta ocasión la túnica había sido utilizada para cubrir el cuerpo de un rey muerto.

La voz de Zane sonó muy baja y algo ronca al decir:

—¿Eso es todo? No podría asegurar que demonios es.

—No lo hagas —advirtió Ralph, pero James ya había metido la mano dentro del maletín. Sacó la túnica. La tela se desdobló suavemente, inmaculadamente negra y limpia. Parecía haber acres de la misma. Ralph se apartó más mientras James dejaba que la túnica cayera al suelo formando un charco a sus pies. La última parte salió del maletín y James se dio cuenta de que estaba sosteniendo la capucha. Era una gran capucha, con trenzas doradas en el cuello.

Zane hizo un gesto afirmativo con la cabeza, tenía el rostro pálido y serio.

—Esta es, sin duda. ¿Qué hacemos con ella?

—Nada. —Respondió Ralph con firmeza—. Métela nuevamente en el maletín, James. Esa cosa es aterradora. Se puede percibir la magia en ella, ¿verdad? Apuesto a que Jackson puso algún tipo de hechizo escudo o algo así en el maletín para contenerla. De otra forma, alguien la hubiera percibido. Vamos, guárdala. No quiero tocarla.

—Espera —dijo James, dudando. Ciertamente podía sentir la magia de la túnica, exactamente como había dicho Ralph, pero no la sentía aterradora. Era poderosa, pero curiosa. El olor de la capa había cambiado mientras James la sacaba. Lo que al principio olía como algo levemente podrido ahora olía sencillamente a tierra, como hojas caídas y musgo húmedo, salvaje, incluso se podría decir que excitante. Sosteniendo la capa en sus manos, James tuvo una sensación de lo más extraordinaria. Era como si pudiera sentir, en lo más profundo de su ser, el mismo aire que había en la habitación, llenando el espacio como agua, manando a través de las rendijas que había en el marco de la ventana, frío, como una niebla celeste. La sensación se extendió y pudo sentir el viento moviéndose alrededor de la torrecilla que contenía los dormitorios. Estaba vivo, arremolinándose alrededor del techo cónico, canalizándose a través de tejas faltantes y vigas expuestas. James recordó vagamente los cuentos para niños que hablaban de que Merlín era el amo de la naturaleza, de como la sentía, como la utilizaba, y como ésta obedecía a sus caprichos. James sabía que en cierta forma estaba palpando ese poder, como si estuviera incrustado en la misma tela de la túnica. La sensación creció y subió en espiral. Ahora, James podía percibir a las criaturas del anochecer de las inmediaciones, los pequeños sonidos producidos por el latido del corazón de los ratones que había en el ático, el mundo sangre-púrpura de los murciélagos que habitaban en el bosque, la confusión soñolienta de un oso hibernando, y hasta la vida latente en los árboles y el césped, sus raíces eran como manos agarrándose a la tierra, aferrándose a la vida ante la muerte que significaba el invierno.

James era consciente de lo que estaba haciendo, pero parecía haber perdido el control de sus propios brazos. Levantó la capucha, y se metió dentro de ella. La túnica se deslizó sobre sus hombros, y en el momento en que la capucha se asentaba sobre su cabeza, escondiendo sus ojos, James oyó los gritos de alarma y advertencia de Zane y Ralph. Estaban decayendo, como si provinieran de un túnel largo y soñoliento. Habían desaparecido.

Estaba caminando. Las hojas crujían bajo sus pies, que eran grandes y estaban descalzos, y curtidos por los callos. Inspiró, llenándose los pulmones, y su pecho se expandió como un barril. Era grande. Alto, tenía brazos musculosos que sentía como colas de pitones enrolladas y sentía las piernas tan gruesas y fornidas como troncos de árboles. La tierra permanecía en silencio a su alrededor, pero viva. La sentía a través de la planta de los pies mientras caminaba. La vitalidad del bosque fluía dentro de él, fortaleciéndole. Pero había menos de lo que debería haber habido. El mundo había cambiado, y seguía cambiando. Estaba siendo domado, perdiendo su salvajismo silvestre y su fuerza. Del mismo modo su poder también estaba disminuyendo. Todavía seguía siendo único, pero había puntos ciegos en su comunión con la tierra, y esos puntos ciegos estaban creciendo, aislándolo poco a poco, reduciéndolo. Los reinos de los hombres estaban expandiéndose, barriendo la tierra, fraccionándola en parcelas y campos sin sentido, rompiendo la polaridad mágica de la tierra salvaje. Se enfureció. Se había desplazado entre los nacientes reinos de los hombres, les había aconsejado y ayudado, siempre a cambio de un precio, pero no había previsto este resultado. Sus hermanos y hermanas mágicos no eran de ninguna ayuda, su magia era diferente a la de él. Eso que lo hacía tan poderoso, su conexión con la tierra, también se estaba convirtiendo en su única debilidad. Con una furia helada, siguió caminando. Mientras pasaba, los árboles le hablaban, pero incluso las boscosas voces de las náyades y las dríadas sonaban cada vez más empañadas. Su eco era confuso y quebradizo, dividido.

Ante él, manifestándose solo a la luz de la luna, se abría un claro, rodeado por una depresión rocosa en la tierra. Descendió hacia el centro de la depresión y miró hacia arriba. El brillante cielo nocturno se derramó sobre el claro con forma de copa, pintando todo de un color blanco hueso. Su sombra formaba un charco debajo de él como si fuera mediodía. Ya no había lugar para él en este mundo. Dejaría la sociedad de los hombres. Pero regresaría cuando las cosas fueran diferentes, cuando hubieran cambiado las circunstancias, cuando el mundo volviera a estar preparado para su poder. Entonces, volvería a despertar a la tierra, a revivir a los árboles y sus espíritus, renovaría su poder, y con el de ellos el suyo propio. Entonces llegaría el tiempo de ajustar las cuentas. Podría llevar décadas o incluso siglos. Hasta podría ser una eternidad. No importaba. No podía quedarse en esta época durante más tiempo.

Se oyó un ruido, un rozar de pisadas torpes en las cercanías. Había alguien más allí, en el claro con él; alguien a quien odiaba, pero a quien necesitaba. Le habló a esa persona, y mientras lo hacía, el mundo comenzó a debilitarse, a oscurecerse, a desvanecerse.

—Instruye a los que vienen detrás. Conserva mis vestiduras, mi trono y mi talismán listos. Esperaré. En la Encrucijada de los Mayores, a que llegue la hora de mi regreso, congrégalos nuevamente y yo lo sabré. Te he elegido para que salvaguardes esta misión, Austramaddux, ya que al ser mi último aprendiz tu alma está en mis manos. Estás ligado a esta tarea hasta que se complete. Pronuncia tu juramento solemne ante mí.

Saliendo de la creciente oscuridad, la voz habló solo una vez:

—Es mi voluntad y mi honor, Maestro.

No hubo respuesta. Se había ido. Sus vestiduras cayeron a tierra, vacías. Su báculo osciló durante un momento, Luego cayó hacia delante y antes que pudiera golpear el suelo rocoso, fue atrapado por una fantasmal mano blanca, la mano de Austramaddux. Entonces, hasta esa escena se desvaneció. La oscuridad se comprimió hasta consumirse. El universo saltó, monstruoso y girando, y solo hubo olvido.

James forzó a sus ojos a abrirse y jadeó. Sentía los pulmones aplastados, como si durante varios minutos no hubiera entrado aire a ellos. Unas manos lo agarraron, dándole un tirón a la capucha para apartarla y quitándole la túnica de los hombros. La debilidad se apoderó de James que comenzó a derrumbarse. Zane y Ralph lo atraparon torpemente y lo lanzaron sobre la cama.

—¿Qué ha pasado? —preguntó James, aún tragando grandes cantidades de aire.

—¡Dínoslo tú! —dijo Ralph con un tono de voz alto y atemorizado.

Zane estaba metiendo la túnica dentro del maletín con movimientos bruscos.

—Te pusiste esta maldita cosa y entonces, ¡pop! Desapareciste. Sabes, no fue lo que yo consideraría una sabia elección.

—¿Me desmayé? —preguntó James, recobrándose lo suficiente como para poder apoyarse sobre los codos.

—Nada de desmayos. Simplemente desapareciste. Poof —dijo Ralph.

—Es verdad —asintió Zane, viendo la expresión aturdida en el rostro de James—. Desapareciste durante tres o cuatro minutos. Luego apareció
él
—dijo Zane señalando a un rincón detrás de la cama de James con un movimiento preocupado de cabeza. James se volvió y allí estaba la silueta semi-transparente de Cedric Diggory. El fantasma bajó la vista hacia él, luego sonrió y se encogió de hombros. Cedric parecía un poco más sólido que las últimas veces que James lo había visto.

Zane continuó:

—Simplemente apareció atravesando la pared, como si hubiera venido a buscarte. Ralph gritó como… bueno, iba a decir como si hubiera visto un fantasma, pero considerando que desayunamos con fantasmas la mayoría de las mañanas y tenemos clases de historia con uno todos los martes, la frase ya no parece muy impresionante.

—Nos echó un vistazo, luego miró al maletín, y entonces él simplemente, como que, perdió densidad. Al minuto siguiente, estabas de regreso, justo en el mismo lugar donde habías estado, blanco como una estatua —dijo Ralph en voz alta.

James se giró hacia el fantasma de Cedric:

—¿Qué hiciste?

Cedric abrió la boca para hablar, tentativa y cuidadosamente. Como venida de una gran distancia, su voz se filtró en la habitación. James no estaba seguro de si lo escuchaba con los oídos o con la mente.

Estabas en peligro. Me enviaron. Cuando llegué aquí, vi lo que estaba ocurriendo.

—¿Qué era? —preguntó James. Tenía un recuerdo turbio de la experiencia en su memoria, pero presentía que recordaría más cosas cuando la magia se hubiera agotado.

Un Delimitador de Umbrales. Una magia muy poderosa. Abre una entrada dimensional, diseñada para trasmitir un mensaje o un secreto a través de una gran distancia o tiempo. Pero su poder es descuidado. Casi te traga entero.

James sabía que era cierto. Lo había sentido. Al final, la oscuridad había sido absorbente, continua.

—¿Cómo regresé? —preguntó, tragándose el nudo que tenía en la garganta

Te encontré
, dijo Cedric sencillamente
. Me sumergí en la nada, donde he pasado mucho tiempo desde mi muerte. Estabas allí, pero lejano. Estabas alejándote. Te perseguí y regresé contigo.

—Cedric —dijo James, sintiéndose estúpido por haberse puesto la túnica, y aterrorizado por lo que casi había sucedido—. Gracias por traerme de regreso.

Te lo debía. Se lo debía a tu padre. Él me trajo de regreso una vez.

—Eh —dijo repentinamente James, animándose—. ¡Ahora puedes hablar!

Cedric sonrió, y fue la primera sonrisa genuina que James había visto en el rostro fantasmal.

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