Read La bruja de Portobello Online
Authors: Paulo Coelho
“He sembrado muchos corazones, y cada uno de ellos manifestará este Renacimiento a su manera. Pero hay uno de esos corazones que seguirá la tradición completa: Andrea.
Andrea.
Que la detestaba, que la culpaba del fin de nuestra relación, que le decía a quien quisiera oír que Athena se había dejado llevar por el egoísmo, por la vanidad, y que había destrozado un trabajo que había sido muy difícil de poner en pie.
Ella se levantó y cogió su bolso; Santa Sofía seguía con ella.
Veo tu aura. Se está curando el sufrimiento inútil.
Evidentemente ya sabes que no le gustas a Andrea.
Claro que lo sé. Hemos hablado casi durante media hora sobre el amor, ¿no? Gustar no tiene nada que ver con eso.
“Andrea es una persona absolutamente capaz de llevar la misión adelante. Tiene más experiencia y más carisma que yo. Ha aprendido de mis errores; sabe que debe mantener cierta prudencia, porque los tiempos en los que la fiera des oscurantismo esté agonizando serán tiempos de enfrentamientos. Andrea puede odiarme como persona, y tal vez por eso haya sido capaz de desarrollar sus dones tan rápidamente; para demostrar que era más capaz que yo.
“Cuando el odio hace que alguien crezca, éste se transforma en una de las muchas maneras de amar.
Cogió su grabadora, la metió en el bolso y se fue.
A finales de aquella semana el tribunal se pronunciaba: habían escuchado a varios testigos, y Sherine Khalil, conocida como Athena, tenía derecho a conservar la custodia de su hijo.
Además, el director del colegio en el que estudiaba el niño fue avisado oficialmente de que cualquier tipo de discriminación contra el niño sería punible por ley.
Sabía que no valía de nada llamar a la casa en la que vivía; le había dejado la llave a Andrea, se había llevado su reproductor de música, alguna ropa, y había dicho que no tenía intención de volver pronto.
Me quedé esperando una llamada para celebrar juntos la victoria. Cada día que pasaba, mi amor por Athena dejaba de ser un sufrimiento, y se convertía en un lago de alegría y serenidad.
Y ano me sentía tan solo, en algún lugar del espacio nuestras almas —las almas de todos los exiliados que estaban regresando— volvían a celebrar con alegría el reencuentro.
Pasó la primera semana, y pensé que quizá estaba intentando recuperarse de la tensión de los últimos tiempos. Un mes después, imaginé que habría vuelto a Dubai y regresado a su empleo; llamé y me dijeron que no habían vuelto a oír hablar de ella. “Pero si se enterara de dónde está, por favor, dele un recado: las puertas estaban abiertas, ella hacía mucha falta.”
Decidí elaborar una serie de artículos sobre el despertar de la Madre que provocaron algunas cartas ofensivas de lectores que me acusaban de “divulgar el paganismo”, pero que fueron un enorme éxito entre el público.
Dos meses después, cuando me preparaba para comer, me llamó un colega de redacción: el cuerpo de Sherine Khalil, la Bruja de Portobello, había sido encontrado. Había sido brutalmente asesinada en Hampstead.
Notashora que he terminado de transcribir todas las grabaciones, voy a dárselas a ella. En este momento debe de estar paseando por el Snowdonian Nacional Park, como suele hacer todas las tardes. Es su cumpleaños, mejor dicho, la fecha que sus padres escogieron cuando la adoptaron, y pretendo entregarle este manuscrito.
Viorel, que llegará con sus abuelos para la celebración, también le ha preparado una sorpresa; ha grabado su primera canción, en el estudio de unos amigos comunes y la cantará durante la cena.
Después, ella me preguntará: “¿Por qué lo has hecho?”
Y yo le responderé: “Porque necesitaba comprenderte”. Durante todos estos años que estuvimos juntos, sólo escuchaba lo que creía que eran leyendas, pero ahora sé que esas leyendas son realidad.
Siempre que pensaba en acompañarla, ya fuera a las ceremonias de los lunes en su apartamento, o a Rumania, o a reuniones con los amigos, ella me pedía que no lo hiciese. Quería ser libre; un policía siempre intimida a la gente, decía. Delante de alguien como yo, incluso los inocentes se sienten culpables.
Estuve dos veces en el almacén de Portobello sin que ella lo supiera. También sin que ella lo supiera, envié a hombres para protegerla en sus llegadas y salidas del local, y por lo menos una persona, mas tarde identificada como militante de una secta, fue detenida con un puñal. Decía que había sido instruido por los espíritus
para conseguir algo de sangre de la Bruja de Portobello, que manifestaba la Madre, necesitaban usarlo para consagrar ciertas ofrendas. No pretendía matarla, sólo recoger la sangre en un lienzo. La investigación mostró que no había realmente tentativa de homicidio; aún así fue indiciado, y cogió seis meses de prisión. No fue mi la idea de asesinarla “” para el mundo — Athena quería desaparecer, y me preguntó si eso sería posible. Expliqué que, si la Justicia hubiera decidido que el Estado debería mantener la guardia de su hijo, yo no podría contrariar la ley. Pero a partir del momento en que el juez se manifestó a su favor, estábamos libres para cumplir su plan. Athena tenía llena conciencia que, cuando los encuentros en el almacén ganaron publicidad local, su misión estaba desencaminada para siempre. De nada servia ir delante de la multitud y negar que no era una reina, una bruja, una manifestación divina —ya que el pueblo escogió seguir los poderosos y dar poder a quienes desea. Y eso iría contra todo que ella predicaba— la libertad de escoger, de consagrar el propio pan, de despertar los dones individuales, sin guías o pastores. Final del formulario
Tampoco servia desaparecer: las personas entenderían tal gesto como un retiro al desierto, un ascenso a los cielos, un viaje al encuentro de maestros secretos que viven en el Himalaya, y se quedarían siempre esperando su vuelta. Las leyendas crecerían a su alrededor, y posiblemente sería formado un culto en torno a su persona. Comenzamos a notar eso cuando ella dejó de frecuentar Portobello; mis informantes decían que, al contrario de lo que todo el mundo pensaba, su culto estaba aumentando de manera preocupante: otros grupos semejantes comenzaron a ser creados, personas aparecían como “herederas” de Hagia Sofia, su foto publicada en el periódico, con el niño en los brazos, era vendida de manera secreta, mostrándola como una víctima, una mártir de la intolerancia. Ocultistas comenzaron a hablar de una “Orden de Athena”, donde se conseguía —después de algún pago— un contacto con la fundadora. Por lo tanto, sólo restaba la muerte “”. Pero en circunstancias absolutamente normales, como cualquier persona que termina encontrando el fin de sus días en las manos de un asesino en una gran ciudad. Eso nos obligaba la una serie de precauciones:
A] el crimen no podría estar asociado al martirio por razones religiosas, porque la situación que estábamos intentando evitar sería agravada;
B] la víctima tendría que estar en las condiciones que no podrían ser reconocidas;
C] el asesino no podía ser encarcelada;
D] necesitaríamos un cadáver.
En una ciudad como Londres, diario nosotros tiene gente difunta, desfigurado, quemada - pero acabamos normalmente por arrestar al criminal.
De modo que fue preciso esperar casi dos meses hasta el ocurrido en Hampstead. También en este caso terminamos por encontrar el asesino, pero él estaba muerto —habia viajado hacia Portugal y se habia suicidado con un tiro en la boca. La justicia estaba hecha, y todo que yo necesitaba era algo de cooperación de amigos más próximos. Una mano lava la otra, ellos a las veces me piden cosas que tampoco son muy ortodoxas, y desde que ninguna ley importante sea quebrada, existe — digamos— una cierta flexibilidad de interpretación. Fue lo que ocurrió. Así que el cadáver fue descubierto, fui designado junto con un compañero de muchos años para acompañar el caso, y tuvimos la noticia —casi simultánea— de que la policía portuguesa había descubierto el cuerpo de un suicida en Guimarães, junto con un billete donde confesaba un asesinato con los detalles que correspondían al caso que teníamos en mano, le dio a las instrucciones para la distribución de su herencia a instituciones de la caridad. Había sido un crimen pasional - en fin, el amor con frecuencia acaba terminando en esto.
En el billete que había dejado, el muerto decía aunque él habia traído la mujer de una ex-república de la Unión Soviética, hizo todo lo que fuera posible para ayudarla. Estaba pronto a casarse con ella de modo que tendria todos los derechos de un ciudadano inglés, y termino descubriendo una carta que estaba pronto a enviarla a un alemán que la invitaba a pasar algunos días en su castillo. En esta carta, decía que estaba loca para partir, y que él enviara inmediatamente el pasaje de avión, de modo que pudieran encontrarse lo mas pronto posible. Se habian conocido en un café londinense, y habían intercambiado sólo dos correspondencias, nada más que eso.
Estaba delante del cuadro perfecto. Mi amigo vaciló un —A nadie le gusta tener un crimen no resuelto en su ficha—, pero yo terminé diciendo que asumiría la culpa, y él concordó. Fui hasta donde Athena se encontraba — una simpática casa en Oxford. Con una jeringuilla, coseché algo de su sangre. Corté pedazos de sus cabellos, los quemé un poco, pero no completamente. De vuelta a la escena del crimen, esparcí las “pruebas”. Como sabía que el examen de ADN sería imposible, ya que nadie sabía quien era su madre o su padre verdaderos, todo que necesitaba ahora era cruzar los dedos, y esperar que la noticia no tuviera mucha repercusión en la prensa.
Se presentaron algunos periodistas. Les conté la historia del suicidio del asesino, mencionando sólo el país, sin necesitar la ciudad. Dije que no fuera encontrada ninguna razón para el crimen, pero que estaba descartada completamente la hipótesis de venganza o de motivos religiosos; en mi entender (finalmente, los policías tienen el derecho de errar), la víctima había sido violentada. Como debe haber reconocido a su agresor, terminó siendo muerta y desfigurada. Si el alemán volvió a escribir, sus cartas deben haber retornado con la señal de destinatario “ausente”. La foto de Athena aparecera sólo una vez en el periódico, durante el primer enfrentamiento en Portobello, de modo que las oportunidades de ser reconocida eran mínimas. Además de mí, sólo tres personas saben de la historia: sus padres y su hijo. Todos nosotros comparecemos al “sepelio” de sus restos, y la sepultura tiene una lápida con su nombre.
El niño viene a visitarla todos los finales de semana, y anda con una brillante carrera en la escuela. Claro, un día Athena puede cansarse de esta vida aislada, y decidir volver Londres. Aún así, la memoria de las personas es corta, y excepto por sus amigos más íntimos, nadie se acordará de ella. A estas altura, Andrea será el elemento catalizador y justicia —sea hecha— tiene más capacidad que Athena para continuar la tal misión. Además de poseer los dones necesarios, es una actriz —sabe como lidiar con el público. Oí decir que su trabajo ha crecido significativamente, sin llamar atención innecesaria. Escucho historias de gente en posiciones importantes en la sociedad que están en contacto con ella, y cuando fuera necesario, cuando alcanzaran una masa crítica suficiente, terminarán por acabar con toda la hipocresía de los reverendos Ian Buck de la vida.
Y es eso que Athena desea; no su proyección personal, como muchos pensaban (inclusive Andrea), pero que la misión sea cumplida. En el inicio de mis investigaciones que resultaron en este manuscrito, pensaba que estaba levantando su vida para que supiera de su coraje e importancia. Pero, a medida que las conversaciones proseguían, yo iba descubriendo también mi parte oculta— aunque no crea mucho en estas cosas. Y llegaba a la conclusión de que la razón principal de todo este trabajo era responder la una pregunta que nunca supe explicar: por qué Athena me amaba, si somos tan diferentes, y no tenemos la misma visión de mundo?
Recuerdo cuando le di el primer beso, en un bar al lado de Victoria Station. Ella trabajaba en un banco, yo ya era un detective de la Scotland Yard. Después de algunos días saliendo juntos, me invitó para bailar en la casa del propietario de su apartamento, cosa que jamás acepté —no condice con mi estilo. Y en vez de irritarse, respondió sólo que respetaba mi decisión. Releyendo los testimonios que me dieron sus amigos, me quedo realmente orgulloso; Athena parecía no respetar la decisión de nadie más. Meses después, antes de partir para Dubai, yo le dije que la amaba. Ella respondió que sentía la misma cosa— aunque, añadió, debiéramos prepararnos para largos momentos de separación. Cada uno trabajaría en un país diferente, pero el verdadero amor puede resistir a la distancia. Fue la única vez que osé preguntarle: “por qué me ama?”. Ella respondió:”no sé y no tengo el menor interés en saber”.Ahora, al concluir todas estas páginas, creo que encontré la respuesta en su conversación con el tal periodista.
El amor es.
25 de Febrero de 2006, 19:47 horas
Terminada la revisión el día de San Expedito, 2006
[1]
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N. R.: Bram Stoker
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[2]
(
N. R.: Nicolai Ceausescu
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[3]
(
N. R.: 1974 y 1975
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[4]
(
N. R.: Rama de la Iglesia católica que, aunque está sometida a la autoridad del Vaticano, no exige el celibato de los sacerdotes y utiliza ritos orientales y ortodoxos
)
[5]
(
N. R.: Barrio de Londres
)