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Authors: Alberto Garzon Espinosa Juan Torres Lopez

La crisis financiera guia para entenderla y explicarla (9 page)

BOOK: La crisis financiera guia para entenderla y explicarla
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Antes de que la crisis estallara las autoridades se felicitaban mutuamente de haber conseguido un sistema económico y financiero que funcionara a la perfección. Se congratulaban de los eficientes niveles de supervisión bancaria que posibilitaban altos niveles de crecimiento económico, mientras que los altos cargos de los bancos centrales y demás autoridades eran vistos públicamente como verdaderos maestros de su ciencia. Las academias se llenaban de halagos y la inmensa mayoría de los académicos repetía sus dogmas sin oir las voces críticas que advertían del peligro, sin hacer el más mínimo esfuerzo para tratar de contrastar sus tesis, repitiendo por doquier como papagayos que los mercados lo resuelven todo y que pasara lo que pasara serían capaces de garantizar siempre la estabilidad financiera. ¡Y lo malo es que la mayoría de ellos lo siguen diciendo y explicando en sus clases como si nada hubiera pasado! Basta oirlos para comprobarlo.

En realidad, esta crisis y sus efectos son el resultado lógico de que la economía funciona no solo sobre bases que la hacen ineficiente sino que, además, no son de ninguna manera democráticas y eso es lo que ha permitido que las autoridades hayan sido arte y parte a favor de los poderosos y de los especuladores que han llevado a la economía mundial al desastre.

Mientras las nuevas tecnologías financieras se han ido implantando, y las entidades han ido aumentando su actividad, la inmensa mayoría de los gobiernos (particularmente el de Estados Unidos), y desde luego los bancos centrales, han dejado hacer y han permitido o establecido las condiciones que han dado lugar a la crisis inmobiliaria primero y a la financiera y económica después.

No sabemos si toda la debacle financiera se hubiera producido o no si las autoridades hubieran actuado de otra forma menos cómplice y más eficaz. Pero lo que sí es evidente es que lo que ha ocurrido ha podido suceder gracias al comportamiento que han venido manteniendo y a las normas permisivas que han establecido para dejar hacer con plena libertad a los especuladores.

Según se ha sabido después, Harry Markopolos, el jefe de inversiones de Rampart Investment Management, una firma rival de Bernard L. Madoff de Boston, estuvo nueve años denunciando ante las autoridades norteamericanas el fraude de Madoff (del que se beneficiaban cientos de millonarios de todo el mundo) sin que le hicieran caso alguno
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Como ha escrito el Premio Nobel de Economía Paul A. Samuelson “las bancarrotas y las ciénagas macroeconómicas que sufre hoy el mundo tienen relación directa con los chanchullos de ingeniería financiera que el aparato oficial aprobó e incluso estimuló durante la era de Bush”
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Bancos centrales y gobiernos han permitido la opacidad y falta de transparencia, la creación de productos financieros extremadamente arriesgados y peligrosos para la estabilidad económica, una burbuja inmobiliaria que antes o después iba a estallar, la especulación con alimentos o productos estratégicos para la producción como los energéticos o medioambientales, todo lo que al ir encadenándose ha provocado la crisis.

Han creado condiciones de falta de control alguno sobre los movimientos de capital, de modo que el dinero de los financieros se mezcla con el de los terroristas, proxenetas globales, traficantes de droga y de armas, han permitido la existencia de paraísos fiscales donde evaden impuestos y en donde preparan el asalto a los mercados financieros. Y les han bajado o eliminado impuestos para que no tengan límite alguno a su búsqueda enfermiza y criminal del beneficio.

Las dos varas de medir

El dinero de las inversiones que han producido las crisis viene de los inmensos beneficios de los bancos, de las gigantescas plusvalías inmobiliarias, de la ganancia ilimitada de las grandes multinacionales que han podido obtener gracias a que los gobiernos han establecido las condiciones necesarias para ello a costa de las políticas sociales, del gasto público que capitaliza las economías a medio plazo, de la inversión productiva, de la supervivencia de miles de pequeños y medianos empresarios que son los que de verdad crean empleo y actividad económica y riqueza.

Otro premio Nobel de Economía, Maurice Allais, afirmó que la economía moderna es como un casino por la forma en la que la especulación plaga todo el sistema económico. Comprar para vender más caro, utilizar dichos recursos para volver a comprar y así ad infinitum, afrontando unos riesgos similares a los de las apuestas en un bingo. Sin embargo, hay una notable diferencia: en realidad el riesgo asumido de forma efectiva suele depender de si eres una persona o un banco.

Si una persona decide entrar en un casino para apostar todos sus ahorros en cualquiera de los juegos disponibles, y resulta que lo pierde todo, no tiene más remedio que marcharse a casa (si es que no la ha apostado también) sin nada en los bolsillos. De la misma forma, cuando una persona adquiere un préstamo con una entidad financiera, está obligado a devolverlo o la autoridad actuará contra él.

Cuando los trabajadores se encuentran con dificultades económicas como el aumento de los precios de los recursos básicos, de la vivienda, de la cuota mensual de la hipoteca, .... las autoridades monetarias miran hacia otro lado. Es más, recomiendan, y presionan políticamente para que se consiga, que se siga la receta liberal por excelencia: congelaciones salariales, provocando pérdidas en el poder adquisitivo; reducciones de impuestos que incrementan la desigualdad y la pobreza; liberalizaciones y privatizaciones en diferentes sectores, con la pérdida de bienestar que puede conllevar por ejemplo en el caso de la sanidad; e incrementos en la flexibilidad laboral, con el abaratamiento del despido o el aumento de la jornada laboral.

Sin embargo, cuando la crisis ha empezado a hacer estragos entre los bancos que en los años anteriores venían acumulando beneficios multimillonarios, las autoridades monetarias se han puesto alerta y han acudido prestos en su ayuda. Han concedido la misma ayuda que con tanto ahínco niegan, justificándose en la fe del mercado, a los trabajadores.

Los bancos se fueron al casino, perdieron el dinero de sus clientes y ahora los ciudadanos tienen que hacer frente a las deudas y pérdidas de los bancos irresponsables.

Las autoridades monetarias han sustituido la falta de liquidez del mercado por inyecciones millonarias que escandalizaron al mundo. El Banco Central Europeo (BCE), la institución encargada de la gestión de la política monetaria en la zona euro, inyectó 95.000 millones de euros a los mercados financieros el 8 de agosto de 2007, lo que supuso la aportación de liquidez más grande de toda su historia
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. En los días siguientes inyectó nuevas cantidades multimillonarias que en total alcanzaron los 200.000 millones de euros
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. Pero el record volvió a batirlo en diciembre de 2007, con una aportación de 350.000 millones de euros
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. Por su parte, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) inyectó más de 200.000 millones de dólares el mismo mes que comenzó la crisis, y ya ha efectuado dos nacionalizaciones para salvar los trastos a los bancos que arriesgaron demasiado el dinero ajeno
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Y, en todo caso, los bancos centrales no han arreglado así el problema, sino todo lo contrario. De esa forma, en realidad daban pie a que se siguiera haciendo lo mismo, de modo que la contaminación del sistema financiero proseguía y el riesgo se extendía por todo el planeta. En realidad, los bancos centrales no han hecho otra cosa que seguir echando leña al fuego, y concediendo privilegios sobre el incendio a los pirómanos.

Además, la Reserva Federal también respaldó las acciones de algunos bancos que estaban en problemas, como el de Bear Stearns. Cuando más de 200 expertos de JP Morgan Chase reconocieron ser incapaces de calcular el valor real de más de 20.000 millones de dólares en activos del balance de Bear Stearns, por las depreciaciones que habían sufrido los mismos a lo largo de la crisis, la FED anunció que garantizaba el 94% de los títulos. Entonces, ya sí, los expertos de JP Morgan se pusieron de acuerdo y el gran banco fue vendido a precio de saldo
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Ayudas a los bancos y planes de rescate

Para que los bancos dispusieran del dinero que no se prestaban entre ellos, los gobiernos y los bancos centrales comenzaron a realizar esas inmensas “inyecciones de liquidez”, pero nada conseguían así. Los créditos no llegaban a la economía productiva.

Dado que la falta de financiación amenazaba con afectar duramente a la economía real, los bancos centrales esperaban que los bancos, al tener dinero suficiente en sus balances gracias a estos préstamos públicos, se dispusieran a prestar de nuevo a familias y empresas. En un paso más en la misma línea, el 15 de octubre de 2008 el Banco Central Europeo determinó que prestaría todo el dinero que fuese necesario a las entidades que lo solicitasen.

Pero el agujero era tan grande que no arreglaron nada. Los bancos quebraban uno detrás de otro.

Más tarde, propusieron que los bancos les vendieran los “activos tóxicos” (las hipotecas basura que habían ido difundiendo por la economía) pero no consiguieron nada porque estaban difuminados por todo el mundo y porque son de un valor gigantesco, prácticamente imposible de compensar.

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, unos meses antes de terminar su mandato, propuso un plan de rescate que consistía en la compra de los activos basura por parte del Estado. El Estado tendría la función de comprar sólo los activos basura para sanear así los balances bancarios. De esta forma el Estado se endeuda para comprar títulos que ya no valen nada y así retira el riesgo de los balances bancarios, permitiendo a los bancos seguir su negocio como si no hubiera pasado nada.

Este plan era tan elemental y tan claramente orientado a garantizar el status quo bancario que incluso el propio congreso de Estados Unidos lo rechazó. Sin embargo, la profundización de la crisis llevó a las autoridades estadounidenses a tomar decisiones atípicas en la historia de ese país.

Así es como se produjo la nacionalización parcial o completa de las entidades afectadas por la crisis.

Con estas fórmulas el Estado adquiere tanto los derechos como las obligaciones de las entidades, y se hace responsable tanto de las ganancias como de las pérdidas.

Realizada en momentos de crisis esta forma de actuar revela la hipocresía que supone el falso liberalismo actual, ya que viene a significar la asunción inmediata de pérdidas por el Estado mientras que en épocas de bonanza los beneficios se habían distribuido entre accionistas privados.

La realidad es que toda la ayuda que han venido recibiendo los bancos la destinaban a compensar sus pérdidas o a lavar la cara de sus balances. Algunos, incluso la dedicaron a repartir beneficios entre sus accionistas y directivos. Hasta el propio Obama, recién elegido presidente, calificó de “sinvergüenzas” a los directivos que se daban sueldos multimillonarios después de haber provocado la crisis y de estar recibiendo ayudas procedentes del bolsillo de los ciudadanos.

Pero el flujo de dinero inyectado en los balances de los bancos no ha sido transferido hacia las empresas y las familias como esperaban las autoridades. Tanto Estados Unidos como España y la Unión Europea han destinado ingentes cantidades de dinero a rescatar y ayudar a las entidades en apuros. Sin embargo, las multimillonarias aportaciones de dinero público se han quedado en los balances de los bancos, esperando que en momentos peores puedan ayudarles a salir de apuros, se han destinado a la compra de otros bancos en peor situación, o se han destinado al reparto de dividendos entre sus accionistas y directivos.

En Estados Unidos el multimillonario plan de Paulson, secretario del Tesoro de Estados Unidos, dotado con 700.000 millones de dólares, está siendo utilizado por los bancos para comprar otros bancos que se encuentran en peores condiciones y no, como debería, para canalizar ese dinero hacia la economía real. El dinero público está siendo en este caso la gasolina que aviva el fuego de la competencia empresarial en el ámbito bancario.

En Europa los bancos tampoco están transfiriendo el dinero concedido por el Banco Central Europeo (BCE) a la economía real, sino que están volviendo a depositarlo en el propio BCE a la espera de que se presenten buenas oportunidades para emplearlo en algún otro fin. Así, la cantidad de dinero depositada por los bancos en las partidas del BCE destinadas a albergar los excesos de liquidez ha superado los 200.000 millones de euros, alcanzando en algunos momentos los 300.000 millones. Antes de la crisis apenas se superaba las varias decenas de millones de euros al día.

Y se han sucedido también escándalos mediáticos al saberse que en muchos casos las entidades beneficiarias han organizado lujosas fiestas para celebrar su rescate, despilfarrando gran parte de las ayudas recibidas.

¿De dónde sale el dinero para rescatar a los bancos?

Una de las cuestiones que más llama la atención de los ciudadanos normales es de dónde ha salido y de dónde están saliendo los cientos y cientos de miles de millones de dólares que los bancos centrales y el tesoro norteamericano están poniendo a disposición de los bancos.

La pregunta es pertinente porque realmente sorprende la magnitud del apoyo que se destina a los ya de por sí más ricos del mundo. Y sorprende, sobre todo, si se compara con otras necesidades para las que nunca hay dinero.

Según las Naciones Unidas cada día que pasa mueren alrededor de 5.000 niños de sed. Para dar agua potable a todo el planeta se necesitarían 32.000 millones de dólares (y frenar la avaricia criminal de algunas de las grandes multinacionales, claro está).

En el mundo hay 925 millones de personas que pasan hambre y quizá otros tantas severamente desnutridas.

Para acabar con ese drama la FAO afirma que serían necesarios 30.000 millones de dólares. Es decir, que para que nadie en el mundo muriera de hambre o de sed, sólo sería necesario más o menos el 40% de lo que el Banco Central Europeo inyectó en los mercados solo el 29 de septiembre de 2008.

Es normal que los ciudadanos se hagan preguntas sobre este asqueroso e inmoral contraste. Que se pregunten cómo es posible que el hambre y la sed de 1000 millones de personas no se considere una crisis suficientemente seria como para que los bancos centrales aporten la financiación que pudiera resolverla. Y que se pregunten de dónde sale tantísimo dinero a disposición de los ricos.

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