El culto a Apple no es nuevo. Los fanáticos de la manzana existen desde mucho antes que Internet y el iPhone. Ya a fines de los ‘70, cuando la Apple II fabricada por Steve Wozniak inauguraba la era de la computadora personal, la empresa era el símbolo principal de la revolución informática. Surgieron entonces sus primeros seguidores. Jóvenes —y no tanto—, aficionados a la tecnología que se identificaron rápidamente con los valores rebeldes y contraculturales de la marca, sus productos y su mentor, Steve Jobs. Eran los
nerds
, los desplazados por los líderes de los grupos universitarios y las chicas lindas. Los esquivados por la popularidad juvenil. Usaban pelo largo y barba, remeras con la manzana multicolor de Apple, leían revistas sobre informática, fumaban marihuana y pasaban sus noches sin dormir tipeando en esas nuevas máquinas. Apple los identificaba y ellos se lo agradecían con su devoción. Así nació el club llamado "The Apple Core", cuyos aficionados se enteraban de las noticias a través de un boletín de noticias bautizado
The Cider Press
.
El especialista en marcas Carlos
Tito
Avalos explica:
Apple no tiene solo clientes. También tiene partidarios, personas que no solo compran lo que la marca les ofrece sino que además la apoyan, están de acuerdo con lo que hace y las ideas que defiende. El partidario de la marca, a diferencia del cliente, es un público emocionalmente más activo: habla bien de la marca, la difunde, se muestra con ella porque está orgulloso de ser parte de ese mundo.
Pero la comunidad de fanáticos de Apple no es solo decorativa. Sus opiniones tienen peso propio. Fueron ellos los que supieron resistir estoicos en los peores momentos de la empresa, cuando a mediados de los ‘90 se desangraba económicamente y casi desaparece del mapa tecnológico mundial. Gracias a esa comunidad, Steve Jobs pudo volver y resucitar la compañía, apoyándose en grandes productos, pero también en la mística histórica de la marca.
En Apple lo saben y lo agradecen. Sus directivos son conscientes de que ese fanatismo casi religioso es un elemento distintivo de su marca y, por ende, también de su negocio. Por eso estimulan a sus cada vez más seguidores con muchas acciones de marketing. El codiciado merchandising oficial de la empresa se vende exclusivamente en Infinit Loop, la sede principal de Apple en Cupertino, California. Ese shop oficial, que no vende computadoras pero sí todo tipo de productos con el logo de la manzana, ya se convirtió en una parada turística obligatoria.
Otra de las acciones impulsadas por la marca fue el programa "AppleMaster", que fue creado en 1996 por la empresa para distinguir a diferentes personalidades mundiales que se hicieron incondicionales a la manzana. Son muy pocos y entre el selecto grupo se encuentra el ex-boxeador Muhammad Alí, el premio Nobel de física Murray Gell-Mann, el escritor Tom Clancy, el artista plástico Donald Lans y los actores Richard Dreyfuss y Harrison Ford, entre otros. En Latinoamérica hay un solo AppleMaster y es el argentino ex baterista de Soda Stereo Charly Alberti.
Applesfera
es el blog en castellano sobre Apple más visitado del mundo. Tiene un equipo de diez personas que se encargan de actualizarlo con varios artículos diarios. El director es Pedro Aznar, un español de 32 años que se hizo usuario de Apple cuando era de adolescente.
La primera vez que toqué una Mac estuve más de una hora investigando el sistema operativo. Lo que vi me encantó: una máquina sencilla de utilizar, asombrosamente rápida para la época, muy intuitiva y en ciertos aspectos (como la interfaz gráfica) sorprendente. El interés despertado aquel día, definió mi futura afición y pasión por el mundo de la manzana —cuenta para este libro.
¿Por qué Apple tiene ese tipo de fanáticos?
—Sus productos no son solo piezas de hardware o de software: se trata de una filosofía, de una forma de hacer las cosas. De conseguir algo bonito y simple que pueda desempeñar tareas complejas. De buscar la perfección en cada pequeño detalle, esos detalles a los que las otras marcas no dan importancia. De diseñar algo que mejore lo que existe, que sea más sencillo y que sea más bonito. En resumen: de simplificar la vida, de amplificar las sensaciones de los productos. Conseguir que la tecnología quede en segundo plano y solo importe lo que podemos conseguir con los productos.
Yo creo que el fan de Apple es una persona que disfruta de la tecnología, compartiendo las experiencias con otros usuarios y con la filosofía de la compañía. Uno puede tener más o menos productos de Apple, ser el primero de la fila o el último, pero sin duda, todos aman el gusto por la perfección de la compañía. Eso es ser un verdadero apasionado por Apple.
Muchos de sus fans se vuelven locos con los modelos antiguos de los productos de Apple, especialmente con las computadoras más viejas como la Apple II, Lisa y la Macintosh. La fiebre coleccionista no conoce de límites… ni de precios. En noviembre de 2010 el empresario italiano Marco Boglione no dudó en pagar 213 mil dólares en la subasta londinense Christie’s por una Apple I de 1976.
Existen por lo menos una docena de museos caseros repartidos alrededor del mundo armados por devotos de Apple y plagados de dispositivos antiguos de la manzana. La clave es que las computadoras funcionen como el primer día. El periodista argentino Martín Jáuregui tiene 48 años y es fanático de Apple. Debutó con una Mac SE en 1989 y nunca más usó otra cosa que no fuera Apple. En su casa atesora un pequeño museo, que incluye varias Mac, las PDA Newton, PowerBook, remeras originales, manuales, varios iPod, iPhone, iPad y un largo etcétera. Jáuregui no solo es fan de Apple, sino también de Steve Jobs. En su homenaje, usó durante años las zapatillas New Balance 991 grises, las preferidas del fundador. Además, colecciona calcomanías originales de la manzana multicolor. "Siempre fue un ícono de exclusividad el tema de las calcos... tener una pegada en el auto en los años ‘90 era todo un símbolo. Es más, era casi una declaración de principios, mostrabas que pertenecías a ese pequeño gueto Mac", cuenta.
Cuando murió Jobs en octubre del año pasado, Jáuregui escribió una columna publicada en el diario
La Nación
, titulada "Conectando los puntos".
(…) Un buen homenaje a este tipo que tanta felicidad tecnológica me ha dado es prender aquella vieja Mac que aun reposa en mi estudio. Toco el botón del power. ¡Chan!... me sonríe la pequeña Mac del monitor blanco y negro de nueve pulgadas. La máquina esta
booteando
. Y prendo la Powerbook 170. Y la 9500. y la Powerbook G3. Y la iMac azul bondi. Y la iMac de 21. Todas encienden. Ninguna se cuelga. Las diez Mac funcionan igual que el primer día que las tuve. Impecables. Hermosas.
Todos esos modelos de computadoras pertenecen a la historia grande de Apple. Una aventura plagada de productos, mitos, vaivenes, marketing, anécdotas, traiciones y grandes talentos. Una larga y sinuosa línea de tiempo que retrocede hasta mediados de los ‘70 cuando, en un garage de Silicon Valley, dos amigos adolescentes con pelo largo llamados Steve Wozniak y Steve Jobs, daban, sin saberlo, un paso clave en la era de la computadora personal.
Plagada de mitos y leyendas, Apple vivió impregnada por el sello de Steve Jobs, uno de sus dos fundadores y el alma de la compañía. Incluso cuando Jobs se alejó de Apple a fines de 1985, su sombra nunca desapareció del todo. Pero Apple también fue y es lo que es gracias a la gran cantidad de talentos que trabajaron allí durante su historia.
Al igual que otras empresas que marcaron un antes y un después en la historia de la tecnología moderna como Intel, HP, Yahoo! y Google, Apple se formó en un garaje al sur de California, en una zona apodada Silicon Valley, conformada por pequeñas ciudades: Palo Alto, San José, Cupertino, Mountain View y Santa Clara, entre otras.
A principios del siglo pasado, después de la fiebre del oro que atrajo a millones de inmigrantes hacia esa zona despoblada del oeste de los Estados Unidos, el valle (bautizado Silicon por el silicio de los chips) fue la cuna ideal para estudiantes universitarios, físicos, ingenieros y científicos. Era, literalmente, la tierra de las oportunidades. Nacieron allí grandes tecnologías para el avance de la sociedad moderna como la radio, el transistor, el oscilador de audio de HP y el microprocesador gracias a Intel. Las computadoras personales Sun, Cisco, Oracle, los juegos de Atari y la Internet masiva comercial, de la mano de Netscape, que a su vez permitió que a mediados de los ‘90 proliferaran empresas punto com como Yahoo!, Amazon, eBay y Google, entre otras. La mística del lugar continúa intacta: Facebook, Twitter, Foursquare y otros emprendimientos de la web 2.0 continúan floreciendo en algún rincón del valle gracias a jóvenes emprendedores con ganas de poner en marcha una idea.
A mediados de la década de 1970 dos amigos adolescentes tuvieron una: fabricar una computadora personal que sea fácil de usar. El mayor, Stephen Wozniak, tenía 20 años. El otro era cuatro años menor y se llamaba Steve Jobs. Pasaban sus días y sus noches soldando circuitos electrónicos, leyendo manuales de instrucciones y programando software. Ambos compartían la misma pasión y obsesión por la electrónica y después de un par de años jugando con sus fabricaciones amateurs, en 1976 decidieron crear la empresa Apple Computers y darle vida a una de las primeras computadoras personales de la historia, bautizada Apple I.
El cerebro y creador de la máquina fue Wozniak y Jobs el vendedor que se ocupaba de la cuestión comercial, regatear los precios con los proveedores, generar que la noticia de la máquina corriera entre los aficionados del lugar, el logo y nombre de la empresa, etc. Es decir, Jobs se encargaba del marketing de la nueva compañía. Para diseñar el prototipo, Jobs tuvo que vender su camioneta y Wozniak, que en ese momento era empleado de HP, empeñó su calculadora científica.
Para sorpresa de varios, la dupla logró vender más de cien máquinas (a U$S 666, 66 porque Wozniak era fanático de los números en serie) y la buena recepción los impulsó a contratar más empleados, en su mayoría ingenieros que conocían de los clubes para aficionados que frecuentaban cada semana. Consiguieron convencer al empresario Mike Markkula para que invirtiera en Apple 250 mil dólares y los asesorara en temas de negocios. Con ese impulso, trabajaron sin descanso para fabricar y vender un modelo con varias mejoras: Apple II.
Al talento de Woz como ingeniero se le sumó la intuición y la visión de futuro de Jobs, que sostenía conceptualmente que había que fabricar una computadora que integrara en una sola carcaza placa, procesador, teclado y monitor (el primero a color). Él mismo buscó la carcaza, inspirado en una multiprocesadora de una casa de electrodomésticos. El objetivo con el Apple II era ampliar el mercado a personas sin grandes conocimientos técnicos para operar una computadora, una de las obsesiones de Jobs. El modelo, presentado en abril de 1977, fue un rotundo éxito de ventas para Apple (que solo fue superado por el iPod, más de veinte años más tarde) y, tal como ocurriría después con la mayoría de los productos que Jobs presentaría, marcó el estándar de la industria. Todos los demás fabricantes diseñaron sus modelos de computadoras a partir de la línea trazada por la exitosa dupla de Apple.
La gran ventaja de la Apple II eran sus programas, que facilitaban a los usuarios a realizar tareas de forma simple y rápida. Por ejemplo, el VisiCalc, la primera hoja de cálculos. Presupuestos, planes de negocios y cálculos financieros que antes llevaban días de trabajo, VisiCalc los resolvía en pocos segundos. A esa aplicación la siguieron otros cientos de otros programas de gran utilidad y las ventas fueron impresionantes: el primer año se vendieron 8.800 unidades. El siguiente, 35.000 y en 1980, el doble: 70.000 computadoras.
A principios de los años ‘70, la empresa de fotocopiadoras Xerox lideraba cómodamente su rubro. Para generar nuevos desarrollos e investigaciones, creó un lugar llamado PARC (Palo Alto Research Center) desde donde surgieron diversas innovaciones tecnológicas como la impresora láser y el estándar de red ethernet. Otra, tal vez la más importante, fue la interfaz gráfica de usuario (GUI) que servía para ejecutar funciones del sistema operativo de una computadora a través de imágenes, gráficos e íconos, en lugar de tipear complejos códigos y líneas de comandos. Pero además, esa interfaz gráfica se ejecutaba con un periférico llamado "mouse" (por su forma de ratón), creado también allí por el norteamericano Douglas Engelbart. Pero a pesar de que la computadora Xerox Alto fue la primera en utilizar un entorno gráfico con la metáfora de "escritorio", el modelo no tuvo el éxito necesario y el desarrollo naufragó casi en el olvido. Hasta que lo vio Steve Jobs.
Fue en 1979 cuando el fundador de Apple accedió a visitar PARC, empujado con insistencia por dos de sus ingenieros, Jef Raskin y Bill Atkinson. Cuando vio la GUI con la que funcionaba Alto, se quedó helado y gritó: "¡Esto es el futuro de las computadoras!". No podía entender cómo Xerox no vendía ese desarrollo e inmediatamente hizo las gestiones para comprarlo. También se llevó para Apple a Larry Tessler, quien le había hecho la demostración. En 1989, Jobs contó en un reportaje para una revista que aquel día fue como si le hubieran corrido la venda de los ojos. "Me di cuenta que el sistema podía atraer a un montón de gente que no quería aprender a usar una computadora, sino usarla directamente. Habían eliminado una capa entera de los conocimientos necesarios para aprovechar los recursos", aseguró.
Con ese entorno gráfico y el mouse, Jobs se puso a trabajar al frente del equipo para la nueva computadora, bautizada Lisa.
Las ventas de la Apple II batían todos los records y Apple crecía día a día. A fines 1980, la empresa salió a cotizar en Bolsa. La oferta pública inicial (IPO) representó la demanda de acciones más grande de los últimos 20 años. La acción, que en agosto había sido calculada en U$S 5, abrió a U$S22 y cerró al terminar día a U$S 29. Apple, en apenas tres años, ya valía en el mercado más de mil millones de dólares. Sus fundadores y casi cien de los mil empleados de Apple se convirtieron en millonarios en apenas unas horas. La mayoría de ellos tenía menos de 40 años.
Con negocios superiores a los 300 millones de dólares, Apple se convirtió en la empresa con mayor crecimiento de la historia norteamericana: 700% en tres años.