Su estilo daba muy mala impresión en quienes lo rodeaban. Aunque yo no tenía que soportarlo, lo que me contaban dibujaba a un Jobs muy diferente del que yo conocía. No tenía ni idea de qué era lo que estaba marcando su comportamiento porque nadie lo sabía. Pero al mismo tiempo, parecía estar dando en el clavo y sugería cosas que en la mayoría de los casos terminaba teniendo razón.
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El estilo arrogante, controlador y meticuloso de Jobs le trajo problemas internos, sobre todo a partir de 1981 cuando Apple ya era una compañía con más de mil empleados.
Después de que Apple salió a cotizar en Bolsa, las acciones de la empresa se dispararon y la fortuna personal de Jobs pasó a ser de más de 165 millones de dólares. A los 25 años era el millonario más joven de los Estados Unidos.
Desde la adolescencia, mantuvo una relación intermitente con una joven llamada Arlenne Brennan que con los años se tornó algo enfermiza. En 1983 tuvieron una hija llamada Lisa, pero Jobs se negó a reconocerla hasta diez años después. Incluso se presentó en la justicia tras la demanda de Brennan y mintió diciendo que era estéril. Sin embargo, no dudó en bautizar Lisa al modelo de computadora que Apple lanzó ese año. Ya sobre el final de su vida, Jobs dijo que se arrepentía de haberse portado tan inmaduro en aquel asunto. Siendo adulto, con Lisa mantuvo una relación distante, de idas y vueltas, pero finalmente cordial.
Jobs tenía la costumbre de dividir a la gente en dos grupos: genios y tontos.
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Para él no había término medio y no tenía escrúpulos en hacerle saber a la gente qué pensaba de ellos, sobre todo si los consideraba dentro del segundo grupo. Pero también cambiaba rápidamente de opinión según los acontecimientos. Cuando en 1983 conoció a John Sculley se quedó maravillado y lo consideraba un genio. Hizo de todo para seducirlo y convencerlo de aceptar el puesto de CEO en Apple. Desde elogios en privado y en público hasta ofrecerle mucho dinero. Pero a los pocos meses decidió que Sculley no era lo que pensaba y comenzó a atacarlo duramente en reuniones internas y en los medios. Después de irse de Apple, nunca más volvió a dirigirle la palabra.
Diana Walker fue fotógrafa para la Casa Blanca durante 20 años y retrató a cinco presidentes. También le hizo muchas fotos a Jobs, incluso en la intimidad de su casa junto a su familia. Para la revista
Time
, después de la muerte de Jobs escribió:
Conocí a Steve Jobs en una sesión de fotos para
Time
en 1982. No tenía ni idea de que se iba a convertir en mi amigo ni que sería ese increíble genio. Mucho menos, una parte de nuestras vidas, de lo que somos y de lo que vemos. Daba una charla a un grupo de estudiantes de Stanford, en la sala de estar de una residencia de estudiantes y era muy difícil fotografiarlo sin estar molestando. Necesitaba luz y me movía con cuidado. Pero él colaboró. Le pedí que se subiera encima de un cartel de Apple y lo hizo; le pedí que se pusiera delante de una manzana recortada (foto que, al final, acabó siendo portada de la revista
Fortune
) y también lo hizo. Pensé "esto es lo que eres, así eres". Era bastante divertido porque era muy agudo, aprendía muy rápido. Le enseñabas algo y lo entendía en un segundo. Siempre me ha fascinado su sentido del diseño. Fue maravilloso que le gustaran mis fotografías. Realmente, voy a extrañar su inventiva, sus ideas, sus ojos y lo brillante que era en todo. Estoy segura de que no era fácil trabajar para Steve, pero también que era una persona fascinante para trabajar.
Después de su salida de Apple a mediados de 1985, Jobs pasaba sus días entre la depresión y la tristeza. A sus 30 años, millonario y famoso, sentía que había fracasado en su obsesivo intento por hacer del mundo un lugar mejor. Se sentía traicionado por gente muy cercana, como Mike Markkula y otros, que habían finalmente apoyado a Sculley. En un reportaje en la revista
Newsweek
, dijo: "Seguro que alguna vez has sentido un golpe en el estómago y se te ha entrecortado el aliento, dejándote con dificultad para respirar. Cuánto más tratas de inspirar, menos lo consigues y sabes que lo único que puedes hacer es relajarte".
Buscando su próximo destino, Jobs viajó por Europa durante un mes y medio y visitó Francia, Italia, Rusia y Suecia. Cuando regresó a California, ya estaba de mejor ánimo y empezó a encontrarse a charlar con gente conocida. En agosto tuvo una cena con Paul Berg, premio Nobel de Biología Molecular, quien le explicó las dificultades que tenía el ámbito científico para descifrar el ADN y el tiempo y el dinero que le llevaba a los investigadores entender los procesos de secuenciación del ADN. Ambos llegaron a la conclusión de que con una computadora potente y a un precio accesible, el problema se resolvería. Jobs se quedó pensando durante largos días y empezó a motivarse con una nueva idea: fabricar computadoras de trabajo muy potentes a un precio competitivo, destinadas principalmente al uso de la ciencia, las empresas y la educación. Una computadora para profesionales que se ubique entre una PC común hogareña y una estación de trabajo con mayores prestaciones técnicas.
Entusiasmado, en pocos meses armó su nueva empresa, a la que llamó NeXT. Era su próximo paso pero también la visión, lo que estaba por venir. Quería fabricar la mejor computadora del futuro.
Lo primero que hizo Jobs fue armar al equipo principal que lo acompañaría. Para eso convocó a algunos empleados de Apple: Susan Barnes se ocuparía de las finanzas y Dan’l Lewin, del marketing. Mientras tanto, Rich Page fue el desarrollador, ya había trabajado para Lisa. Por último, los ingenieros George Crow y Bud Tribble, que habían formado parte del mítico equipo creador del Macintosh.
De inmediato, Sculley y otros miembros del directorio de Apple se enojaron y demandaron a Jobs por competencia desleal al considerar que había planeado su nueva empresa mientras seguía siendo directivo y accionista. Apple llevó el caso a tribunales, pero Jobs no quería complicaciones legales. Por eso renunció formalmente en septiembre y vendió de inmediato casi todas sus acciones en Apple, con las cuales sumó a su fortuna unos 150 millones de dólares. solo se quedó con una acción para seguir recibiendo el informe anual. "Tengo 30 años y tengo que hacer algo con mi vida", les dijo casi suplicando a los miembros de la junta directiva. A principios de 1986 Apple desestimó la demanda porque consideró que el litigio —que ya era público— perjudicaría la buena imagen que tenía la empresa. Además, la mayoría de sus compradores seguían idolatrando a Jobs.
Quería lo mejor para NeXT. Desde los empleados, las oficinas, la fabricación de los componentes y, por supuesto, el diseño integral del hardware y el software. Llevó a los empleados a retiros inspiradores y seminarios que incluían visitas a distintas universidades de EE.UU para intercambiar experiencias con especialistas en educación. También los llevó a Pensilvania a recorrer la famosa "Casa de la cascada", del arquitecto Frank Lloyd Wright, para transmitirles la belleza de lo que él consideraba una creación perfecta.
No escatimó en gastos. De su bolsillo puso 12 millones y además consiguió una inversión inicial de 20 millones del magnate estadounidense Ross Perot, que se quedó con el 16% de la empresa. Más adelante, consiguió que la empresa japonesa Canon invierta 130 millones entre 1989 y 1991.
Jobs admiraba al diseñador norteamericano Paul Rand y quería darse el gusto de tener un logo creado por él. De la cabeza de Rand surgieron logos de marcas tan conocidas como IBM, ABC, UPS, Westinghouse, Ford (nunca usado), Enron y muchos otros. Diseñó sin parar tapas de revistas y libros, carteles publicitarios, tipografías, packagings y hasta frascos de perfumes. Jobs fue a buscarlo para pedirle el logo de NeXT. Rand se le plantó firme: no habría diferentes opciones y solo le daría un logo, con el correspondiente manual de identidad corporativa. A cambio, Jobs debía pagarle 100 mil dólares. Aceptó de inmediato y así fue como la nueva compañía tuvo su logo diseñado por Rand. Era un cubo negro orientado hacia arriba, con las cuatro letras de NeXT en colores.
Los tiempos se acortaban y Jobs quería la mejor computadora fabricada hasta el momento. Resultó ser una auténtica joya tecnológica. Incluía varias innovaciones muy adelantadas para la época como disco óptico, pantalla plana blanco y negro y un potente hardware con chip Motorola, un gran disco rígido y entre 8 y 64 MB de memoria RAM, cuando lo usual en una PC de aquel entonces eran hasta 4 MB.
El diseño era de vanguardia y rupturista: un perfecto cubo negro. Fue realizado por Hartmut Esslinger, el mismo que Jobs había contratado para Apple poco tiempo antes. Tras casi tres años de intenso trabajo, la computadora estuvo lista en octubre de 1988.
Durante la presentación en San Francisco, Jobs sedujo al público como ya sabía hacerlo. "Estamos a punto de vivir uno de esos escasos hitos que solo se producen una o dos veces en cada década. El momento en que se descubre una arquitectura capaz de cambiar el futuro del mundo informático", dijo. Además aseguró haber fabricado "la mejor computadora del mundo. Lo que el Mac debería haber sido". Como siempre, los medios quedaron maravillados y lo bañaron en elogios.
Jobs también se propuso desarrollar el mejor software posible. El sistema operativo de las computadoras se llamó NeXTSTEP y fue desarrollado por un equipo encabezado por el ingeniero Avie Tevanian. El sistema era espectacular, muy avanzado para la época. Era multitasking, es decir, que podía ejecutar varios programas en simultáneo sin tener que cerrarlos. También tenía un "dock" movible con los íconos de los programas más utilizados siempre presentes en la pantalla.
Daniel Ichbiah, periodista francés, autor del libro
Las cuatro vidas de Steve Jobs,
escribió:
NeXTSTEP era perfecto, fluido, casi mágico. Usarlo para la creación de aplicaciones era como tocar un Stradivarius de verdad. Los laboratorios que lo habían probado no daban crédito a un programa que era capaz de desbancar o incluso aniquilar sin miramientos a todos sus competidores. Windows en comparación, parecía una chapuza, un bailarín borracho, cojo y torpe.
El mundo académico y de la ciencia estaba muy conforme con las NeXT. Nada menos que Tim Barners Lee, el creador de la World Wide Web, uso una de aquellas computadoras para configurar el primer servidor de Internet del mundo.
Pero a pesar de la calidad técnica del hardware y el excelente sistema operativo que tenía la computadora de NeXT, varias razones atentaban contra su venta. El alto precio (6.500 dólares más la impresora láser de 3.500) la convirtieron en un lujo prohibitivo para un estudiante medio. Otra razón fue haber llegado tarde a un mercado ya dominado casi por completo por IBM y Microsoft y en menor medida por Apple. No había espacio para un nuevo jugador. Las ventas fueron un desastre. En un año y medio, para fines de 1989, apenas habían vendido 400 unidades. Los siguientes modelos incluían algunas mejoras en el software, pantalla a color y un mejor precio, pero tampoco lograron repuntar las ventas.
Los mejores empleados comenzaron a irse, frustrados por no poder cumplir con los objetivos que se habían propuesto y al ver que las promesas de Jobs chocaban con la realidad. El barco se hundía. Jobs estaba intratable y de pésimo humor. Le gritaba a los empleados y en la prensa se enojaba con IBM y Microsoft, que para aquel entonces era la empresa informática más grande y exitosa del mundo, valuada en 4.000 millones de dólares. Bill Gates era ahora el niño mimado de la industria, el rey absoluto con su Windows. Enceguecido, Jobs intentó torcer la realidad prometiendo ventas que jamás llegarían.
El fracaso fue total y la aventura de NeXT terminó a fines de 1995, con menos de 50 mil computadoras vendidas en total. Fue un duro golpe para Jobs. El segundo en su corta vida. Pero este fue peor porque el público le dio la espalda. En los medios lo destruyeron. El nombre Jobs iba camino a ser casi un agradable recuerdo de aquellos primeros años de las computadoras personales, del éxito de Apple II y el Macintosh.
La historia de Pixar es extraordinaria. La impresionante sucesión de exitosas películas animadas a partir de 1995 modificó para siempre la industria del cine y además, mostró a un Jobs en uno de sus mejores momentos: más maduro, astuto e incansable negociador y extremadamente creativo. En su vida personal, Jobs había encontrado estabilidad en su pareja con Laurene Powelly, con quien se casaría en 1991 y tendría tres hijos: Reed, Erin Seinna y Eva. Jobs no perdía sus mañas, pero había dejado atrás sus rabietas típicas de adolescente y se mostraba más aplomado para el trato con sus empleados.
El origen de Pixar se remonta a 1985. El famoso director de cine George Lucas necesitaba dinero para llegar a un acuerdo legal en el conflictivo divorcio con su ex mujer. Puso en venta el área Lucas Film Computer Division, que se ocupaba de los efectos especiales por computadora de sus películas, como las espadas láser de Star Wars. Jobs negoció el precio y en enero de 1986 se quedó con el 70% de la empresa a cambio de solo 10 millones de dólares. Lo primero que hizo fue cambiarle el nombre y bautizarla Pixar.
Jobs sabía que en pocos años las computadoras serían mucho más potentes y que la capacidad de procesamiento aumentaría exponencialmente. Situación ideal para el rubro de animación computada que requería un enorme volumen de procesamiento. Pixar giraba en torno a tres áreas: el hardware llamada Pixar Image Computer; Render-Man, un software de generación y renderización de gráficos e imágenes en tres dimensiones (3D) y, por último, producción de contenidos, para desarrollar películas de animación.
La computadora de alta gama salía 125 mil dólares y se vendía a cineastas, diseñadores gráficos, en la industria médica, servicios de inteligencia y seguridad. Jobs intentó hacer una versión más económica de aquel hardware y el software para seducir al público masivo, pero no tuvo respuesta.
John Lasseter era fanático de los dibujos animados. Tras un breve paso por Disney, fue contratado para dirigir el departamento de animación de la empresa de Lucas. Pero el área no tenía real peso en la estrategia de negocios, ya que había sido creada para generar contenidos que demuestren los beneficios del hardware y el software.
Cuando conoció a Jobs, ambos conectaron por su pasión por el diseño y la creatividad. Lasseter estaba trabajando en un corto de dos minutos sobre una lámpara flexo y lo llamó Luxo Jr. Junto a Jobs fueron hasta Dallas a presentar el corto en un congreso de animación computarizada. Fue la mejor película y la gente la aplaudió de pie. El corto llegó a competir en los premios Oscar de ese año. No ganó, pero Jobs se dio cuenta de lo que tenían entre manos. Amaba la creatividad del departamento de animación comandado por Lasseter. Pixar era la perfecta cruza entre arte y tecnología que tanto buscaba desde los años setenta.